A nivel aficionados, sin duda hay una mayor sintonía, y cierto respeto (que tampoco es tan reseñable: el aficionado gañán mayoritario lo único que piensa de nosotros es que damos muchas patadas. Claro que el aficionado gañán rojiblanco tampoco es mucho mejor).
A nivel institución, y a nivel vestuario -especialmente desde la marcha de futbolistas objetivamente admirables como Xavi o Pujol- son muy asquerosos. Porque exigen las ayudas institucionales de igual manera que el trampas. Solo que estos sacan pecho, orgullosos de las ayuditas, diciendo eso tan chulesco de "somos el madrí", y en cambio aquellos van más allá, exigiendo bulas -y canonizaciones- al grito humilde de "somos el fútbol" -y lo demás es mierda,aunque esto sólo se deja implícito. Pero tampoco muy implícito, vaya a escapársele a alguien-.
En cuanto al fingimiento de lesiones inhabilitantes, están al nivel del Sevilla. Palabras mayores. Si se considera que tirarse al suelo pidiendo penalti es intentar engañar al árbitro para cobrar ventaja injustamente, y como tal se castiga, igualmente debería estar mal visto el fingimiento de graves daños para intentar que expulsen a un rival. Lo peor no es que un equipo que ya cuenta con los mejores jugadores del mundo se apoye en estas tretas para ganar ventajas (sabido que los ábitros suelen premiar esa conducta, y nunca castigarla). Lo verdaderamente asqueroso de estas actitudes es lo que calan a todos los niveles futbolísticos. Ver los espasmos, quejidos y revolcones absolutamente impostados que se producen en partidos de niños de cualquier edad (antes faltitas de las de: venga, arriba y a seguir jugando) anuncia un futuro terrible.