Lo del bilbado hay que entenderlo. Es un equipo tradicionalmente favorecido, por los poderes públicos, por los poderes deportivos y los poderes mediáticos. Y los favorecidos, cuando la cosa no sale como ellos quieren, lloran. Lloran porque no saben lo que realmente cuestan los éxitos.
Viven frustrados, además. Hoy día es muy difícil rascar algún triunfo, en este deporte profesional mercantil y capitalista, pero con su política de endogamia aizcolari el asunto se pone muy negro. Eso de buscar que todos los jugadores de la plantilla sean casi medio primos es un poco ridículo, y si no fuera por que el señor Villar es dictador vitalicio en la Federación, ya hace tiempo que habrían visitado Segunda.
A eso hay que unir que nunca nos han tragado. No ayuda, tampoco, que los humilláramos en Bucarest. Y ayuda menos que en el banquillo se siente Simeone, un hombre al que odian por haber leído la cartilla a su maricona gutiesca de los 90 como solo un verdadero macho sabe hacer.
Mucho ojo, porque el arbitraje puede ser tremendo. No sólo por ser el bilbado, sino porque la final que interesa en un Trampa$ - trampes. Y es más fácil atracar ahora al Atleti, en cuartos, y dejar al madriz un cruce sencillo, que verse forzado a robarnos en la propia semifinal con los cornudos.
Y más ojo todavía, porque la expulsión de Costa está al caer. Es lo que quieren los medios, los retrasados mentales que son los aficionados al fútbol en España y sus propios compañeros de profesión, cuya mezquindad me deja absolutamente sorprendido, y que aprovechan el clima de hostigamiento y acoso a nuestro hombre para tratar de mandarlo a la caseta. Y luego taparse, por supuesto, que el malo es ese guerrero de rostro patibulario.
Resumen: todavía estoy esperando que guarden algún minuto de silencio en su *** casa - esta nueva y corrupta, o la antigua, lo mismo me da - por las víctimas del terrorismo.