Un hombre pone a jugar al fútbol a su hijo, que es cojo, y como ya sabe que es cojo, le pasa balones al pie; que el chico controla porque, aunque cojo, conserva la notable técnica de cuando no lo era, que espera no perder del todo mientras se recupera.
Y su padre sonríe, y el niño sonríe también. Ambos esperanzados aunque, también ambos, saben perfectamente que la lesión es muy grave, que es muy complicado recuperarse, que puede que nunca lo haga y que, incluso si las cosas salen razonablemente bien, es bastante posible que nunca vuelva a ser el de antes, que jamás recupere el 100% de la movilidad y que, si logra volver a jugar, difícilmente recuperará su antiguo puesto de hábil, veloz, sorprendente extremo izquierdo; y a lo mejor tiene que acomodarse a una posición más retrasada. Al menos, ya veremos, mientras va recuperando el ritmo de competición, mientras va recordando las sensaciones, mientras recupera la confianza.
También necesita cambiar de médico. Ambos lo saben. Pero ... ¿de dónde sacará el dinero?.
Sin embargo, tan bien controla esos pases, que el padre, sin poder evitarlo, se va emocionando y le empieza a lanzar pases más largos, más al hueco. Y el niño hace lo que puede, llega a trancas y barrancas al primero, logra controlar el segundo balón tras una breve carrerita, el tercero se le escapa por muy poco y, tras perder el siguiente pase por quedarse parado, y recibir un grito de su padre -"¡Inténtalo, hijo! ¡por lo menos inténtalo, aunque no llegues!"- vuelve a esforzarse en el siguiente, y en el siguiente ...
Como su padre se ha dado cuenta, y alterna pases largos y cortos, al ver al niño celebrar algunos controles (en realidad, fáciles) como si fuesen una auténtica proeza, aunque trata de sonreirle, su hijo le conoce demasiado bien, es capaz de ver el matiz congelado de la sonrisa, y la tristeza que hay en sus ojos; así que se vuelve, le mira, y le dice:
- Pero papá, si ya sabes que no estoy bien, si ya sabemos que todavía no soy capaz de jugar como jugaba antes, que ni me parezco a lo que era, que no sabemos si alguna vez volveré a serlo ... pero he estado muchos, demasiados meses postrado en aquella cama del hospital, fueron interminables esos otros meses en casa, sin apenas poder moverme, luego los ejercicios de recuperación que parecía que no se acababan nunca ... y ahora estoy de pie, papá. Incluso puedo correr de vez en cuando y, a veces, controlo un balón y recuerdo lo que sentía, lo que me salía de dentro, y a veces imagino una jugada, a veces incluso me sale ... Ya sé que no soy el de antes, pero déjame disfrutar del momento.
No me estás ayudando nada con tu mirada, con esa frustración. Me recuerdas quien era y quien ya no soy. Pero eso ya lo sé yo, sin necesidad de que me lo estés recordando constantemente. Y tú, que has sufrido con todo ésto tanto o más que yo, tampoco creo que consigas nada anclándote en los recuerdos de cuando podías gritar, orgulloso, "¡éste es mi hijo!" cuando yo era uno de los mejores.
Ya no lo soy, pero lo intento. Y sigo siendo tu hijo.
(...) Nosotros, que somos de Gárate, despreciamos el modelo actual de sociedad anónima deportiva basado única y exclusivamente en criterios mercantiles y cortoplacistas, en sacar el máximo rendimiento de lo que se tiene aunque esto se haga en claro menoscabo de la identidad del club, y de la afición, y del proyecto deportivo (...) "Nosotros, que somos de Gárate" - Carlos Fuentes - El Rojo y el Blanco