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Escritos con esencia Rojiblanca

El momento de Torres (I). Fernando Torres y su fútbol.

He esperado un par de días desde que le escuché en Onda Madrid. No he querido precipitarme. Quería antes escuchar las reacciones. Ahora llega mi turno. Creo que la situación de Fernando Torres puede verse desde muchos prismas pero yo trataré de resumirlo en dos: el fútbol y la sociedad. Hoy empezaré por el balón.
Y es que en mi opinión Fernando Torres lleva demasiado tiempo estancado como futbolista. Ojo, eso no quiere decir que no sea un magnífico jugador. El Niño es grande, muy grande. Uno de los mayores talentos surgidos en la última década en Europa. Sin embargo, me parece que Fernando tocó techo en la temporada de su entrada en Primera (la 2.002-2.003). Lo que ofrecía entonces es lo mismo que ofrece ahora (que no es poco), pero lo que prometía todavía no se ha hecho realidad. Su nivel sigue siendo alto, pero sencillamente su fútbol no ofrece nuevos atractivos . Y es que cuando vimos en la citada 02-03 cómo se comía al Mallorca de Manzano siendo el artista de un contundente 0-4, cómo rompía la cintura a Naybet logrando uno de los grandes goles del año, cómo se hacía un slalom entre los defensas malacitanos para lograr otra victoria rojiblanca en el Calderón, cómo ganaba él sólo al Villarreal con dos golazos de crack o cómo, meses después, se sacaba una patada de kárate para marcar uno de los tantos de la década en el Ruiz de Lopera, y todo esto con la llegada a la mayoría de edad insultantemente reciente, muy pocos podían pensar que, al menos durante los tres años posteriores, Torres había tocado techo.
Los motivos de esta parada en su evolución no son demasiado claros. Para mí no tienen una sola dirección. Por un lado está el equipo que le rodea, que lleva jugando machaconamente mal desde que el Niño se incorporó a la primera plantilla colchonera. No, no ha tenido suerte en ese sentido. Por cada balón en buena posición que podía rematar le llegaban diez pedradas con las que Torres tenía que obrar el milagro de convertirlas en un lance de este juego llamado fútbol. Los balones francos eran y son “rara avis” en su vida, y no es lo mismo recoger, correr y rematar que frenar un meteorito, bajarlo al piso, sortear a dos defensas, chutar y marcar. A veces lo ha hecho, porque Fernando es muy bueno, pero no se puede sacar petróleo del barro todos los días.

Otra de las razones que yo veo en el frenazo de Torres está en su propio carácter. El Niño es un jugador eminentemente individual. Él solito puede resolver un partido (lo ha hecho tantas veces…) pero no le pidas que tire del equipo, que anime a los demás, que contagie. Han sobreutilizado el símbolo muy rápido y en el club le han puesto el brazalete de capitán sin atender a sus virtudes para el puesto. Sólo se ha tomado en consideración que es el que mejor juega y el más famoso, dejando a un lado los verdaderos requerimientos para el puesto: seriedad, solidaridad y liderazgo (y no me estoy refiriendo a vender camisetas). Torres no tiene nada de eso. Acepta el brazalete como acepta tantos marrones que le llegan de la directiva. El dinero que gana y su cariño al club hace que no ponga pegas a nada. Sin embargo, rara vez el Niño es la cabeza más centrada sobre el campo en el once colchonero. Es un chaval que quiere ganar siempre, y se desespera porque no le llega un balón en condiciones y también, no lo olvidemos, porque recibe más patadas y golpes que ningún otro delantero ante la repetitiva pasividad arbitral. Con la mezcla de estos dos componentes Torres vive los partidos en un tobogán de aceleramientos y desesperaciones que acaba bloqueando su talento. Y encima con 19 añitos van y le dan un brazalete que aquí han llevado tíos bragados como Abelardo, Collar, Ruiz, Tomás…tíos que ponían carácter, hablaban mientras sus compañeros y el árbitro escuchaban con respeto. Fernando se dirige al juez de turno y la cosa acaba con una tarjeta y un “no te jode el niñato”.
Y es que Torres además, fuera del Atleti, no cae bien. Le sobran aduladores que le pasen la mano por el lomo y le sonrían con dientes visibles cuando lo borda en un partido, pero, sin solución de continuidad, los pelotas se vuelven crueles enemigos en cuanto falla. Cuando alguno de los cracks nacionales se tira tres meses sin marcar tiene una mala racha. ¿Qué le pasa a Raúl?, preguntaba la prensa cortesana cuando el ídolo se tiraba meses y meses arrastrándose por los terrenos. ¿Qué le pasa?, no dando crédito a un bajón de juego, a un exceso de presión, a un simple rasgo de humanidad, sino pensando en algún extraño y desconocido mal. Cuando Torres se vuelve gris estos mismos hagiógrafos no preguntan qué pasa porque dan por hecho que ya lo saben. Sencillamente es malo, es un bluff, un invento de la prensa. Torres vive al límite ante la crítica, en el campo y fuera de él. No se le concede lugar al error y si alguien como Luis Aragonés decide confiar en él le llueven palos de todas partes. El ser removido de la selección se convierte casi en cuestión de Estado.
No, pese a su fama no lo tiene tan fácil. La pregunta está en si su juego ha llegado a su cielo particular o es su propio entorno, su club de toda vida, el que le ha construido un techo que tiene que romper. Me temo que esta duda la vamos a tener como poco unos meses más.

Victor Hegelman.

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