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Escritos con esencia Rojiblanca

noviembre 2007 - Artículos

EL FUTURO SELECCIONADOR

Luis Aragonés ha clasificado a nuestro equipo nacional para la fase final de la Eurocopa. Ha vuelto a declarar que tiene fecha de caducidad y si esta vez cumple su palabra deberemos afrontar la clasificación para el Mundial de Suráfrica, cuyos rivales ya conocemos, con un nuevo seleccionador.

 

Está pendiente de celebrarse una elección para la presidencia de nuestra federación, donde probablemente saldrá reelegido Ángel María Villar, ya que el organigrama federativo reparte los votos de tal forma que el que detenta el poder posee inmensa ventaja a la hora de emitirse los sufragios.

Por tanto será casi con toda seguridad el ex futbolista Fernando Ruiz Hierro quien apechugue con la responsabilidad del nombramiento del sustituto de Luis.

 

¿Quién es Fernando Hierro? Creo que no es necesario hacer su presentación. Todo el mundo conoce su trayectoria futbolera, donde ha sido uno de los mejores en el transcurso de los últimos decenios. Tal vez nuestro único crack a nivel internacional.

 

Pero, ¿está capacitado para tomar decisiones tan importantes?

 

En su magnífica trayectoria como futbolista, ha tenido como entrenadores a Cantatore, Toshack, Di Stéfano, Antic, Beenhakker, Floro, Valdano, Arsenio, Capello, Heynckes, Camacho, Hiddinck y Del Bosque, además de los seleccionadores Luis Suárez, Vicente Miera, Javier Clemente y José Antonio Camacho. Los hay de todo tipo y color. De todos habrá aprendido algo, en lo técnico, en lo táctico, en lo humano...

 

Sin embargo, repito, ¿está capacitado para tomar la decisión de nombrar al seleccionador?   A lo largo de nuestra historia, ha sido la junta directiva de la Federación, con su presidente a la cabeza, quien tomaba esa decisión. Ello comportaba que la responsabilidad de tal elección fuese colegiada y que el presidente fuese el máximo responsable. Ahora no será así. El fracaso, en el caso de producirse, será de Fernando Hierro.

 

En una biografía de Hierro publicada en el momento de sus mayores éxitos se escribía: Para entonces ya había dejado de estudiar - abandonó los libros en primero de BUP- y combinaba el fútbol con el trabajo en un taller mecánico, (Se refiere a cuando tenía 18 años). En la misma obra, sin duda encomiástica, responde a una encuesta sobre sus gustos personales:

-          ¿Cuál es el último libro que has leído? y ¿La última película?

-          No suelo leer. El Rey León.

-          ¿Cómo pasas el tiempo en las concentraciones?

-          Charlando, jugando a la pocha, al tute o al mus.

 

No parece tener la formación intelectual suficiente para tomar decisiones de tan alto nivel y afrontar las subsiguientes responsabilidades.

BUFONES

No me refiero en este artículo a los dos grandes guardametas, Lorenzo (Milan, Genoa e Inter) y Gianluigi (Parma y Juventus), que han llenado dos épocas en la squadra azzurra y cuyo apellido lleva dos efes.

En estas líneas voy a esbozar la moderna actividad de esos personajes chuscos, retratados por el gran Diego Velázquez o inmortalizados por Giuseppe Verdi en su ópera Rigoletto.

Hay noticia de que tanto en Grecia como en Roma gozaron del favor de los poderosos. En la Edad Media, los más importantes llegaron a alcanzar grandes riquezas e incluso títulos de nobleza. Con el Renacimiento pasaron a ser la ‘conciencia’ de los príncipes, ya que se atrevían con su graciosa palabrería a decir verdades como puños. La proliferación de esta actividad, llevó a personajes deformes, como enanos o jorobados, a buscar en ella la forma más fácil de ganarse la vida.

Después, con los Derechos Humanos emanados de la Revolución Francesa, desaparecieron afortunadamente de la circulación.

 

En la actualidad los personajes bufonescos han reaparecido invadiendo los medios de comunicación, generalmente en los programas llamados telebasura, pero también tintinean sus invisibles cascabeles en el ámbito deportivo. En algunos casos con cargos de supuesta responsabilidad, como subdirector, redactor jefe y similares.

 

No es necesario dar nombres y apellidos pues en el ánimo de todos están los insignes nombres de los robertos, tomases, manoletes...

Parece ser que muchos de ellos tienen título de periodista y algunos incluso trabajan en medios que pertenecen a empresas que se dicen progresistas.

Pues, qué bien. A golpe de progreso llevan camino de regreso a las cuevas de Atapuerca.

Todos ellos no tienen tiempo de ir al fútbol, entre el periódico, la emisora de radio, los estudios televisivos, los viajes a provincias para promocionar sus medios o visitar peñas de clubes afines... les impiden asistir al fútbol del que viven. Bueno, no del fútbol sino de lo que rodea a este maravilloso deporte. Los posibles fichajes que casi nunca aciertan, la situación interna del club, maravillosa en el suyo y terrorífica en el rival, los extraordinarios rendimientos económicos del merchandising, las campañas descalificativas de las personas que no les caen bien o las encomiásticas de quienes sí.

¡Fuera Luis! y ¡Raúl, selección! son recientes ejemplos.

 

Hace pocos meses, unos de estos ilustres informadores se retrataba en su periódico limpiando los zapatos de Ronaldo. Sonríe, se cree gracioso y no es consciente que denigra a su medio, se denigra él y denigra al director que la publica, porque demuestra nula sensibilidad hacia su profesión y su autoestima. ¡Ah, pero eso vende! Claro que sí, como los programas llamados de corazón que gozan de estimables audiencias.

El periodismo, como escribió un amigo mío, o es relato sereno, justo, atinado, o es juicio frío, análisis ponderado, crítica serena. ¿Qué parte de responsabilidad toca a los limpiabotas de futbolistas, a los monaguillos que inciensan a jefecillos o peñistas radicales, en el crecimiento de la violencia futbolera?

Estos palmeros de ultragrada, pelotas de los ‘genios’ futbolísticos, muñidores de falsas e interesadas noticias, pontifican a diestro y siniestro conformando una opinión que trasciende a jóvenes todavía por formar. Quien no se respeta a sí mismo, como el falso acordeonista que ni siquiera es capaz de mover los dedos sobre el teclado de su instrumento, no puede pedir respeto a los demás.

 

Así nos luce el pelo.