GAUDEAMUS… SED NON DEDISCAMUS
Sí, yo fui otro de los anónimos que asistieron a
la reunión de atléticos llamada con acierto Gaudeamus Atleti. Gaudeamus
porque nos alegramos de ser atléticos, porque nos sentimos orgullosos
de nuestra historia y no tenemos la menor intención de olvidarla y no
pensamos tolerar que se minimice o sencillamente se mienta sobre
nuestro pasado, brillante y glorioso por más que el presente no lo
corrobore.
Y digo por un lado que no queremos olvidar nuestro pasado, pero por
otro a veces no tengo la completa impresión de que la mayoría del
entorno rojiblanco se tome de verdad en serio esta tarea. Me da la
sensación de que hablamos de historia y algunos no ven en ella más que
las batallas del abuelo Cebolleta, interesantes, agradables de oír,
emotivas si cabe, pero algo al fin lejano, separado de la realidad
actual y cuya utilidad no llega mucho más allá de la mera anécdota.
Decía Bernardo Salazar, mi admirado don Bernardo, que uno de los
grandes problemas del Atleti actual era la pérdida de la cultura de
club, y ojo, estoy seguro que se refería tanto a la institución como al
propio aficionado medio. La historia, sin duda, aparece como un valor
importante, pero a su vez adjetivo y de una utilidad casi nula en el
combate con los actuales gestores, y a su vez arruinadores, del Club
Atlético de Madrid.
Y la historia, señores, y sobre todo su conocimiento, son básicos
en esta tarea. Si nos ofendemos por ver al Atleti noveno en la tabla y
eliminado en la Copa en octavos ante el Osasuna o el Recre, si nos
abochorna hasta el extremo un 0-6, no es porque tengamos falsas ínfulas
de locos megalómanos, sino porque nuestro pasado demuestra, requiere,
exige, salir de esa mediocridad y, como dice Petón, “que el Atleti se
ponga al paso de su historia”.
Y créanme, posiblemente sea tan eficaz en la defensa del club que
Bernardo, Ildefonso, Fernando y otros más den un puñetazo en la mesa y
pongan las cosas en su sitio cada vez que alguien del club o ajeno a
él, no respete la realidad de nuestro pasado, que perdernos en la
enésima diatriba sobre delincuentes, sobre asaltos al palco o sobre
periodistas cómplices con el saqueo.
Y no dudo en absoluto que todo esto sea necesario, sin duda, ya que
sin estos luchadores, sin estas voces discordantes posiblemente
seguiríamos oyendo que “el que no tiene un hijo drogadicto, tiene una
hija prostituta” y seguirían fichando ciudadanos del Tercer Mundo a
precio de crack futbolístico.
No hay duda que esa rebeldía, esa crítica, es necesaria, pero lo es
tanto como respetar como se debe a nuestro comité de sabios, a nuestros
guardianes de la historia, porque sin ella, sin tenerla presente en
todo momento, la lucha pierde todo su sentido.
Victor Hegelman.