FÚTBOL TELEVISADO
Supongo que a la mayoría de aficionados les tiene sin
cuidado el canal en el que se televisen los partidos de fútbol. Lo lógico es
que quieran ver el mayor número posible y al menor coste.
Dentro de estos dos parámetros, sería conveniente que
supiéramos con suficiente antelación los horarios y programas para adecuar
nuestros compromisos familiares, sociales o laborales con la contemplación de nuestro
equipo favorito o los partidos de nuestro interés.
Pues va a ser que no.
Otro tema distinto, ajeno a la voluntad de los televidentes,
es el de los derechos que tiene una u otra cadena para ofrecerlos. En su
momento se firmaron unos contratos entre los clubes y las empresas mediáticas.
Pues bien, que se respeten y en caso contrario, que intervenga la Justicia, con
urgencia, y resuelva el contencioso cuanto antes.
Lo que los aficionados deben conocer, es que sus clubes
viven, hoy en día, fundamentalmente de los ingresos que produce la venta de
esos derechos y que esas cantidades supermillonarias deben ir íntegramente a
las arcas de su club. Con las máximas garantías de cobro, por supuesto. En eso
deben ser rigurosas las Juntas Directivas.
Otra cuestión diferente es cómo se nos sirven las imágenes y
sus comentarios. Lo de las imágenes tiene su miga. Hay cadenas que lo hacen
mucho mejor que otras. Me dicen que es un problema de realización. Que hay
realizadores mejores y peores. Eso de elegir el plano, largo o corto, la
repetición de la jugada en el momento adecuado y oportuno, el enfoque del juego
o de los personajes que lo rodean y muchas otras variables que cada uno de
ellos se saca de la manga. A veces la repetición de una acción sin interés, o
ver en su localidad a un personaje mediático, nos hace perder una jugada
decisiva.
Respecto al sonido, hace tiempo que dejé sin voz al monótono
De la Casa y al insustancial Míchel. No me aportaban nada y preferí escuchar
los variopintos comentarios radiofónicos.
Ahora, hay muchos partidos en los que no cabe más remedio
que mantener el sonido del televisor porque nadie los retransmite por las
ondas.
¡Qué horror! Generalmente es un personaje indocumentado que
se hace acompañar por un par de ex futbolistas que le siguen la corriente en su
narración. Supongo que la pela es la pela y no vayan a quitársela.
La mayoría de los locutores han vuelto a las cavernas.
Retransmiten como si fuese por la radio en lugar de un medio audiovisual.
Gritan como posesos la obtención de un gol, intentan dar emoción a jugadas
muchas veces intrascendentes y nos repiten hasta la saciedad, a veces
erróneamente, el desenlace de las jugadas. Pero, si las estamos viendo...
Entre los comentaristas los hay de toda condición. Haber
sido futbolista o entrenador de élite no significa reunir condiciones para esta
función. Basta con escuchar a Míchel, Carrasco, Pedraza, Karpin, Adelardo... y
un amplio etcétera.
Queda bien acercar un argentino al micrófono. Su acento y la
palabrería exótica lucen mucho. Así, Valdano, Cappa, D'Alesandro o el mono
Burgos, pueden lucirse en sus disertaciones, a veces de una cursilería
galopante.
No digamos si los personajes maltratan nuestro idioma y
desconocen nuestra historia. Aquí, además de futbolistas, se incluyen
periodistas también extranjeros. Los hay parcos, lacónicos, superexpresivos, verborreicos,
graciosillos e incluso un superpayaso en La Sexta a quien se presenta como un
crack. Ni sabe de fútbol, ni le importa manifestar su desconocimiento. A final
de mes pasará por caja y ¡a vivir del tiqui - taca!
¿Serán más baratos los extranjeros o no se encuentran
suficientes nacionales con capacidad para desarrollar esa función?
No creo que en ningún país del mundo se dé un caso parecido.
Comenzó en su momento el Canal Plus con Robinson y todos siguieron a rueda
hasta rozar en muchos casos el ridículo.
El fútbol no es un circo, aunque algunos así quieran presentarlo. Es un
deporte, un espectáculo y la pasión de millones de seguidores que se merecen un
respeto.