Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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noviembre 2011 - Artículos

El plantillazo

La propaganda, nos dicen los propagandistas, también es información. Mienten. La propaganda desinforma, y, no contenta con ello va suplantando a la información. Es un impostor. Pero las inocentes exageraciones, embustes y tergiversaciones de la publicidad hace tiempo que saltaron de su ámbito original para extenderse por todas partes. La propaganda no es ya a estas alturas una suerte de ungüento que lo impregna todo; va por delante de las necesidades del mundo comercial; se ha emancipado de su utilidad como engrasadora del consumo. En el deporte, por ejemplo, casi todo es propaganda. Y no se trata de inducir al consumo de héroes, estrellas y victorias; se trata de producir la realidad misma; se trata de crear los héroes y las estrellas y promover ciertos resultados. Tomemos el caso del Atlético de Madrid.

La mal llamada crítica deportiva (una grey de simples forofos con patente para emborronar cualquier texto y órdenes no escritas de mentir al precio que sea) sostuvo, sostiene y sostendrá hasta el final que el Atleti es dueño y señor de una plantilla compensada, con dos jugadores de garantías por puesto. ¿Simple ignorancia? No, esta ignorancia es compuesta.

Al objetivo general de no hablar mal de nadie y exagerar el valor de lo que el espectador compra (una variante de la estafa), se superpone otro: el de seguirle el juego a los okupas del club para que nadie los perturbe en sus chanchullos. Este juego, peligroso y protodelictivo, dará con los huesos del Atleti en la nada, pero eso no arredra a los propagandistas, y resulta inútil señalar a quién beneficia la situación.

Cualquier aficionado al balompié que no se deje atontar por ese malentendido que se llama amor a los colores (y del que hablaremos otro día) entenderá que el portero cedido por el Chelsea, aún verde, está solo, pues ni Joel ni Asenjo son de confianza. Lo poco que se ha visto de Joel induce a sospechar que es pesadote de piernas y algo histérico. Asenjo por el contrario es tan liviano como irresponsable.

Ninguno de los centrales merece la titularidad. El de más nombradía, Godín, ha ofrecido hasta ahora un rendimiento muy poco acorde con su caché. Miranda no se coloca mal y tiene toque, pero carece de fortaleza y atrevimiento. Es un tímido más preocupado de no fallar que de acertar. No puede con los delanteros vigorosos y rápidos. Los laterales son flojos de cuerpo y de espíritu, aunque no tengan mala técnica. Uno de sus sustitutos (A. López) redunda en los defectos y virtudes de los titulares. Perea es un negado con borceguíes; quizá ni siquiera sea un jugador de fútbol. El medio del campo carece de personalidad o cuando la tiene no le acompañan las facultades. Mario peca de bobo; Tiago, de lento y poco ágil; Koke empieza bien, pero luego se diluye; Gabi es una mezcla de los otros tres: un poco bobo, un poco lento y tiende a diluirse.

¿Es que todo el talento del Atleti actual se concentra por delante de la pelota? Nada de lo visto hasta ahora autoriza la hipótesis. De hecho uno de los peores jugadores en lo que llevamos de campaña es el ubicuo Diego, al que los locutores se empeñan en alabar mecánicamente ("si él no aparece no pasa nada"), cuando deberían censurarlo por su obcecación y su vedetismo. No conozco un medio de enganche, mediapunta o lo que sea que suministre tantos balones a la zaga enemiga. Es una máquina de pasar mal y a destiempo. Diego no es un crack, todo lo más un jugoncillo. Se hace ver mucho; cuando da un pase parece que ha dado dos. Inconstante e irregular, a menudo se precipita; a Turán no le sobra el fuelle y se escaquea (de pronto te preguntas dónde andará y si no se habrá ido a por el periódico). El turco no es ni medio, ni extremo, ni delantero, sino una especie de hombre orquesta en miniatura, al que conviene dejar a su aire porque se orienta bien, aunque abusa del balón en corto.

Esos dos y Reyes son como futbolistas de otra época o de otro fútbol, si bien Diego y Turán pueden jugar a un toque o dos, mientras que Reyes se empecina en abusar del regate. Lo suyo no tiene arreglo. Salvio y Juanfran son secundarios de poco lujo.

En cuanto a los delanteros, Falcao remata, pero su territorio no excede el área grande. A veces le pasa lo que a Forlán, que le dan un balón y devuelve el cubo de Rubik. Adrián es listo e improvisa, pero hay algo en su físico (un punto de blandura o endeblez) que debe corregir si quiere llegar lejos. Hay jugadores que empiezan por la cabeza; es el caso de Adrián, no el de Diego, cuyo estilo es el alboroto. ¿Cuántos balones regala Adrián? ¿Dos o tres? ¿Cuántos pasa bien Diego? ¿Tres o cuatro?

En fin, si los titulares no parecen futbolistas indiscutibles, mucho menos los suplentes. No obstante, para la crítica nada crítica, Falcao es un depredador del área descomunal, Adrián recuerda poderosamente a Gárate, Gabi ha vuelto más maduro de Zaragoza, Turan y Diego son cracks indiscutibles, aunque nadie en Europa opine lo mismo, a Salvio lo adoran los seleccionadores argentinos (Yo creo que lo usan como mascota; opinarán que les da buena suerte y por eso lo sientan en el banquillo), etc.

Las goleadas del Atleti aquilatan la valía de sus hombres menos que las derrotas en Barcelona y Bilbao, pues los triunfos resonantes se han producido como consecuencia de la ausencia de adversario y de la actuación estelar de algún futbolista: los festivales rematadores de Falcao frente a guardametas memos y dos buenas noches de Adrián. Un ejemplo paradigmático lo ofreció el choque con el Udinese. Pese a los ditirambos no hubo un gran partido. Me explicaré. No compareció el rival (once rayados de negro y blanco, casi todos suplentes, y un entrenador en atuendo como para la caza de osos polares, como si Madrid fuera el Cabo Norte.) y, aunque solemos llamar 'gran partido' a la paliza que un conjunto (el nuestro) le propina a otro, si dos no juegan no hay choque ni bueno ni malo. (Es así para cualquiera que tenga el más mínimo sentido del deporte.) Pero tampoco lo hubo porque el Atleti no actuó bien ante tamaña perita en dulce. La culpa la tuvo un centro del campo inarmónico, que no interpretó adecuadamente las situaciones del juego.

De modo que la propaganda sobre lo fichado por Mendes para disfrute de un graderío cegato e iluso, que juzga posible que el Atleti pueda lozanear en el césped pese a las bribonadas de sus directivos, merece que enarquemos la ceja y arruguemos el ceño, pues, si hay volatilidad en los mercados, la del talento que adjudican los ignorantes a lo que contrata Gil Marín galopa como purasangre en hipódromo. Ese talento cotiza al alza frente a los vencidos y se hunde frente a los grandes o frente a los pequeños que no se arredran.

La propaganda busca la resignación eufórica del hincha del Atleti. Y si nada de cuanto ella sostiene es confirmado después por la competición, apela al carácter íntimo del club, un jorobadito gafe a quien el infortunio suele subírsele a la chepa. Los ideólogos son cada vez más burdos. Señal de que pueden permitírselo.