Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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mayo 2006 - Artículos

Sucia treta

El Atleti no ha perdido a Rosicki por falta de dinero sino por falta de vergüenza. Y conste que no juzgo si era conveniente ficharlo o no. Al precio que están hoy los futbolistas, Rosicki parecía barato; además, nunca sobran los refuerzos en la línea medular, pero ya en su día se antojaba dudoso que Ibagaza y él fueran a convivir en el mismo once, porque son como dos gotas de agua y los técnicos del Atleti –a diferencia de los culés– no comulgan con la idea de juntar hombres de las mismas o similares condiciones. La renovación del "Caño" y la adquisición del volante checo, a ojos de Ruiz y Gil Marín, eran incompatibles por razones deportivas, aunque también económicas. ¿Cuál de los dos iba a resignarse a la suplencia, sintiéndose ambos figuras? ¿Podía permitirse el Atleti tener a uno de los dos en el banquillo con lo mucho que cobran? (Pequeña nota al margen: en la última memoria del club, la deuda con los jugadores ascendía a unos 23 millones de euros. A lo mejor, éste es el motivo por el cual tantos futbolistas del Atleti se desinflan en marzo o abril. Y no me digáis que eso no influye. Todo influye.)

Ahora dicen que Aguirre no estaba enamorado de Rosicki (y que tampoco es un fan del "Caño"). Pero quizá sólo se trate de un infundio (el enésimo) para disimular el morrocotudo traspié. Porque esta es la gran enseñanza del caso Rosicki: el Atleti es menos que un perfecto don nadie en el fútbol europeo; es un mamarracho cuyos tropezones provocan hilaridad. Y si deploro la pérdida de Rosicki no es tanto por el menudo y bullicioso medio de enlace cuanto por el bofetón simbólico que le han vuelto a propinar al club.

¿Hay derecho a estar fichando un jugador durante meses? Lo hay, pero sin que trascienda. Cuando ambicionas incorporar a tu equipo a un futbolista, lo compras sin más y, si no tienes dinero, renuncias a él de buena gana. En cualquier caso, la rapidez y el sigilo en las negociaciones son fundamentales (y si la rapidez es imposible, resulta crucial extremar el sigilo).

¿Por qué se afirmó hace meses que Rosicki estaba atado?

Para que los seguidores colchoneros perdieran de vista los desastres presentes y aplazasen sine die la exteriorización de su enojo. Este y no otro es el quid de la permanente huida hacia delante que los okupas del Atleti denominan "nuevo proyecto", treta bastante sucia de la que son cómplices entusiastas los periódicos, los cuales, en asunto de deportes, entierran la realidad bajo montañas de somníferas trolas.

Por eso ahora, ‘atado’ significa meramente ‘apetecido’. Usted puede atar a la figura que desee porque atarla no le obliga a desembolsar ni un euro y la figura así atada puede zafarse con un simple chasquido de sus dedos índice y corazón.

Maletas vacías

El señor Cerezo dice que está muy satisfecho y orgullecido de que Pablo, Torres y Antonio López vayan a la selección. El señor Cerezo, al mismo tiempo, está fastidiado, decepcionado, enojado y todas esas cosas, por culpa del ridículo que ha hecho el Atleti durante temporada 2005-2006 (omite pronunciarse sobre las anteriores).

El señor Cerezo no cabe en sí de gozo porque la convocatoria de Luis y la de otros seleccionadores, que han incluido en sus combinados a hombres del tercer conjunto de la capital de España (en efecto, se clasificó por detrás del Real y del Getafe), demuestra que el Atleti es ¡uno de los mejores clubes del mundo! (sic).

Pero a continuación, el señor Cerezo cae en un profundo estado de melancolía y confiesa que no quiere futbolistas perdedores, por lo cual anuncia que, cara a la próxima temporada, los va a traer ganadores y aconseja a los que no lo son que renuncien a vestir la zamarra del Atleti. (Una de dos: o sabía que los adquiridos durante todos estos años eran perdedores, ¡pero aún así los compraba!, o ha hallado el método infalible para distinguir los paquetes de los cracks.)

Rosicki ha debido de escuchar la recomendación de Cerezo porque se ha ido al Arsenal, un club que da refugio y asilo a los falsos ases, no como el Atleti, que los repudia. (Rosicki, por obra y gracia de una prensa hecha por zoquetes para zoquetes, llevaba aquí desde enero; era como de la familia, pensábamos que incluso había cobrado alguna mensualidad.)

Rosicki se suma a la lista bastante tonta de pseudo-figuras que Cerezo desdeñó fichar cuando la prensa los daba ya por fichados: Piojo López, Riquelme, Eto’o, Robinho… Ahora bien, notad que estos disloques siempre ocurren cuando el telón de la temporada ha caído (qué curioso, ¿verdad?) y no hay ocasión para organizar un tiberio en el estadio.

Por su parte, al señor Gil Marín no se le pasa el disgusto y sería dichoso si pudiese poner a los jugadores banderillas de fuego. (Habéis sido muy malos y os voy a pegar unos azotes en las posaderas, para que aprendáis.)

Ahora bien, a fin de llevar a término su demagógica vendetta, Gil Marín confiaba en que la UEFA otorgase a los equipos españoles dos plazas en la Intertontos y que el Coruña renunciara a la suya. ¡Cómo, uno de los mejores clubes del mundo mendigando un lugar en tan formidable torneo a otro que, apenas hace dos o tres lustros, era un cuadro ascensor! (No me sorprendería que Gil Marín le hubiese rogado a Aguirre que se opusiera al castigo porque, en cuanto el mexicano aterrizó en Barajas, la primera medida que tomó fue cegar esa fuente de ingresos y renombre que, como nadie ignora, es la Intertontos.)

El señor Cerezo y el señor Gil Marín no temen que podamos pensar que sus cerebros no rigen bien. Todo les da igual, excepto el momio del Atleti, al que pretenden seguir aferrados, clavados, como gatos muertos de miedo a una techumbre de madera. Su extraordinario disgusto es tan de boquilla como su fenomenal satisfacción. Ellos tratan de sintonizar con el forofo para engañarlo y que les deje vivir en paz. Y el forofo lo que quiere es presumir y pegar. Presumir de club histórico con miles de proyectos por delante y tres internacionales en el once de Luis y pegar a los miembros de la plantilla que acaban de hacer otro papelón (y van ciento).

Periodistas y dirigentes, cómplices en la fabricación de superequipos que luego no pasan de la mitad de la tabla, se refugian detrás de los poco avispados seguidores colchoneros y disparan contra los futbolistas: ¡vosotros sois los culpables! Unas veces los acusan de no sentir los colores (¡los muy mercenarios!) y otras de mera ineptitud (¡no valen un pimiento!), y ni siquiera reparan en la incompatibilidad de ambos pareceres.

Aunque no sé si es peor leer sus análisis o tragarse sus notibulos (mezcla desproporcionada de noticia y bulo). Por ejemplo, ¿sabíais que Abramovich y Ferguson pugnan por Torres? Ofrecen 20 kilitos y de regalo a Drogba o a Van Nistelrooy (¿Y por qué no al ludópata de Rooney?)

Y luego están los idiotas de profesión. Sin ir más lejos, el que aún le reza a Jesús Gil, santo patrón y mártir de los indios que siguen empecinados en hacer el indio. ¡Echa de menos su coraje! (¿De qué loquería se habrá fugado tan prodigioso psicólogo?) En realidad el muy asno siente nostalgia del "tal y tal y tal", de la bronca perpetua, de los alardes de chabacanería y mala educación y de las bravatas que inflaban las primeras de los rotativos. (Los mosqueos quedaban entonces más convincentes y resultaba más fácil aturdir a los abonados.)

Ahora no se lleva el aire Borsalino o Capone, sino una cierta bonhomía de angelote tarado, una credulidad rayana en la mera descomposición cerebral. Así, uno de estos ceporros terminales felicita a Cerezo y Gil Marín por haber logrado, en una partida de póker, sacarle a Ruiz Gallardón ¡la propiedad de la Peineta! ¡Menudo pardillo el alcalde!, ¿eh? (Pasado mañana es el "Día del orgullo freaky". Sugiero a los periódicos que aporten a la celebración sus redacciones deportivas al completo.)

Sí, queridos, éstos son los mandamases y comentaristas que los dioses nos han deparado, y me pregunto si no es hora de que los maletas hagan la maleta para irse a la playa a roncar el próximo sueñiproyecto. Con un poco de suerte podría extraviarse el avión y aparecer ellos en Timbuctú. En este caso todos saldríamos ganando. ¿Quién iba a echar de menos unas pocas maletas vacías?

El manoseo

El caso Torres ya está en manos de los críticos merengues (estación término de su azaroso viaje), los cuales fingen considerar imparcialmente el affaire. Pero se han tomado en los últimos días muchas (demasiadas) molestias, ponderando el asunto desde el punto de vista de lo que le conviene al jugador, como para que la maniobra haya pasado desapercibida. Hace tiempo se lo dijo a Torres el propio Amancio: "Vente con nosotros, si quieres triunfar". Ahora la consigna es: "Vete a Inglaterra porque el club en el que estás es gafe".

Viniendo del madridista, la imputación de gafe quiere decir: ojalá que tus desgracias no tengan remedio. Como es sabido, el gafe lo es por siempre jamás y nada puede hacer para evitarlo. Dos adolescentes aspiran al título de miss; si una queda convicta de su fealdad innata, poco costará que renuncie a presentarse al concurso. El crítico merengue suele aprovecharse de la debilidad rojiblanca para ahondar en la llaga de El Pupas y procurar que se infecte. Por eso vaticina que las tribulaciones de Torres concluirán cuando cambie de camiseta. Así, los que temen que aún pueda convertirse en un verdadero crack respirarán tranquilos.

Ahora bien, ¿qué ha sucedido para que los habitualmente desdeñosos próceres del lobby blanco hayan condescendido a manosear el porvenir de Torres? ¿Les habrán alarmado los fichajes de Agüero y Aguirre? ¿Recelarán tal vez un resurgir del Atleti? Qué idea.

A Torres le falta familiarizarse con el gol, pero ni Eto’o ni Villa eran a sus años grandes arietes y cosían a balonazos a los guardametas. Ahora ven portería con alguna facilidad. El director de un periódico deportivo del Madrid repite que a Torres no se le da el mano a mano con los porteros, pero el camerunés tampoco es un as en esa faceta y lidera el trofeo Pichichi desde que milita en el Barcelona. Y el menudo punta astur ha estrenado su olfato goleador en el Valencia. No me extraña. Protegidos por instituciones normales y rodeados de compañeros valiosos, Eto’o y Villa han madurado y hoy destacan.

Pero Torres está en un club que siempre suscita la profundísima pregunta: ¿Qué le pasa al Atleti? Y mil respuestas a cual más idiota. Al Atleti le pasa Gil Marín y Cerezo, punto. Todo lo que emana de ese tándem de urracas ladronas (título que tomo prestado de una ópera de Rossini) trasciende a ineptitud, mendacidad y marrullería.

Sin embargo, los comentaristas, colchoneros o merengues, farfullan cualquier explicación menos la obvia. De ahí que de los lamentos de los primeros y el sumario veredicto de los segundos se parezcan como dos gotas de agua: eluden el único diagnóstico plausible que se desprende de la situación. Pues la culpa la tiene en exclusiva la pareja de buhoneros vendefuturo que, una vez más, han salido reforzados después de promover el ridículo.

El Atleti hodierno es el producto de una larga okupación protagonizada por una familia more siciliano, a la que seis o siete indocumentados con licencia para estropear el idioma gustan de eximir de toda responsabilidad. Y resulta inconcebible que alguno de esos memos diga que es muy fácil ser jugador del Atleti, pues no conoce otra profesión en la que fracasar sea tan rentable. Yo conozco una: la de periodista deportivo, para la cual no hay límite: se puede caer tan bajo como se quiera.

Rueda de peones
Son tan desvergonzados y tan estúpidos algunos de los personajes que rodean al Atleti (en especial los intoxicadores de profesión que fungen de periodistas), que pretenden la cuadratura del círculo, o sea: hacernos creer que no desean que se vaya Torres, y al tiempo ayudar a venderlo (ahora o nunca) al mejor postor. Con una mano agitan una pancarta en la que pone “Torres for ever” y con la otra garrapatean las cifras multimillonarias del inevitable traspaso y los nombres de los clubes que, después del Mundial, rivalizarían en la puja por el Niño: Manchester, Arsenal, Tottenham…

¿Hay derecho a decir que el club jura que no va a traspasar a Torres y al mismo tiempo que el traspaso es inminente? ¿Se puede quejar el proferidor de tales torticeros sinsentidos del guirigay organizado (¡por él y los cafres que lo imitan!) en torno a este asunto, y son admisibles sus ruegos a los dioses para que pongan fin cuanto antes a la incertidumbre? ¡Qué poca vergüenza, qué nulo seso!

Torres tiene contrato en vigor con el Atlético de Madrid. Ergo nada ni nadie puede obligar al club a desprenderse del futbolista. De modo que si, lo venden, será motu propio, será porque Gil Marín y Cerezo aceptan que se marche.
En mi opinión, es lo que anhelan con toda su alma (de ahí que hayan azuzado al bobo de Coria y esparcebulos que les sirve fielmente).

Cerezo y Gil Marín, que no reposarán hasta haberse pulido el Calderón -para así colocar ante un hecho consumado a los seguidores colchoneros y a las autoridades de la capital de España-, están locos por que se vaya Torres, pero tiene que irse él, declararlo él, pedir la baja él; porque ellos no están dispuestos a arrostrar la cólera de la afición (cólera que ya les tenía que haber alcanzado).
Pero le encargan la parte visible del subrepticio plan (fingir que aman a Torres sobre todas las cosas, mientras retan al jugador a que dé en público el primer paso hacia la puerta de salida) al mayor cretino del orbe. Ese merluzo, ese incompetente, ese analfabeto (la deshonra de una profesión ya de por sí poco honrosa), asegura que Gil Marín y su socio han puesto al “borde del abismo” (sic) a Bahía, la empresa que representa a Torres. Pero se le escapa que, de tirarse Torres al abismo -en cuyo fondo le aguardan los pies de los caballos, pues ante la afición quedaría como un niñato que deserta- , en el club verían con buenos ojos que se largara al Manchester a cambio de 21 millones y Van Nistelrooy. Esto es: el club no quiere que Torres parta, pero sí lo quiere; ya lo creo que lo quiere.

La ilusión de los aficionados del Atleti es un toro moribundo alrededor del cual trabajan, a fin de que termine de echarse cuan largo es, los ínfimos subalternos de dos pinchauvas de la peor estofa. Pero en la rueda de peones que marea al confuso animal se utilizan capotes andrajosos. Lástima que no haya aquí un presidente que les dé los dos avisos.
Más criterio y menos consignas

En el Atleti (y me refiero al club pero también al minúsculo y aturdido lobby que lo rodea) prevalecen las consignas antes que la reflexión. Así la más divulgada hoy es la de que el Atleti es una entidad grande y, por tanto, compra y no vende.

La inflexibilidad en las posturas nada nos dice sobre lo atinado de las mismas (es casi una señal de lo contrario). ¿Acaso se quiere mostrar una firmeza de criterio del tipo aunque se hunda el mundo? Es verdad que el Atleti ha dado sobradas muestras de carecer de una política (la especialidad de los Giles ha sido el bandazo), pero permanecer inmóvil para aparentar que las cosas ya no se hacen a capricho de un hombre llamado caballo es otro error, uno más.

La doctrina oficial es que el Atleti posee una plantilla joven y con futuro, llena de ases en ciernes y a la que únicamente le faltan un par de refuerzos de calidad. Se afirma también que el once posee una base sólida y que, en líneas generales, el club está a punto de lograr un equipazo. Discrepo.

Ya el año anterior critiqué ambas tesis y no veo motivo ahora para mudar de dictamen. Tampoco comparto la opinión de que el Atleti haya de aferrarse a unos futbolistas que no acaban de rendir conforme a lo que se esperaba de ellos. Debería conducirse con astucia y comprar y vender astutamente.

¿Vender a quién? Pues como poco a dos de sus valores más celebrados por la crítica: Perea y Luccin. El colombiano despeja el balón al tuntún y, lo que es peor, no sabe interpretar las situaciones del juego. Al principio engaña porque es veloz, potente y se cruza, pero en cada partido —incluso en los más boyantes para él— comete un par de pifias que siembran el desconcierto en la zaga propia. En cuanto a Luccin —ojito derecho de Ruiz— es otro que tal. Buen mozo y con técnica, carece del temperamento y de la lucidez que la posición de mediocentro exige. Regala balones en zonas del campo donde está prohibido ser tan dadivoso; es el rey de la falta absurda; los árbitros lo fríen a tarjetas; suele autoexpulsarse…

El club también debería poner en el mercado a dos de sus magníficas adquisiciones del último ejercicio: Petrov y Kezman, sobre cuyas palmarias carencias no insistiré.

Los cuatro cobran mucho y juegan poco, pero aún son jóvenes y gozan de cierto cartel. Aprovéchese la oportunidad para recuperar el dinero invertido en su fichaje y, si es posible, obtener alguna plusvalía de la fama que aún atesoran (es el caso de Perea). Dentro de unos meses será tarde.

Después (o simultáneamente) hay que evaluar la temporada que han hecho Galleti, Valera, Velasco, Molinero, Gabi, Zahínos, Colsa… ¿Valen para el equipo titular? ¿Son útiles para hacer plantilla? Yo me desharía de casi todos (de Velasco, Colsa y Zahínos, para siempre; de Gabi y Molinero, por el momento), en las operaciones de incorporación de sus posibles sustitutos, y dejaría uno o dos para completar el plantel. (Calentar el banquillo, se decía antes, pero los tiempos han cambiado. Ya sólo lo calientan el segundo portero y algún veterano que asume con disciplina su suplencia —García Calvo—. Los demás han de estar listos para intervenir en cualquier instante.)

De los canteranos de nueva hornada (Mario, Braulio, Rufino, Vara, Moreno, Sicilia, etc.) mejor no hablar. Entrenadores como Murcia abaratan la elástica del Atleti, hasta el punto de hacernos creer que merece lucirla cualquiera.

No veo claro el porvenir de Ibagaza, cuya renovación se hizo a regañadientes. El Caño pudiera regresar a Mallorca o irse a otro equipo, aunque en tal caso tendría el Atleti que pagar parte de su sueldo.

¿Y Torres? Al parecer su destino dependerá de si triunfa o no en Alemania. Si triunfa, hay un par de clubes importantes que pujarán para llevárselo. Si no, se quedará otra temporada en el Atleti. Y tendría que ser al revés. Quiero decir que Torres debería irse si (y sólo si) es incapaz de progreso.

¿A quién debe traer el club? No voy a dar nombres sino a establecer unas pautas orientativas.

El deportista de la alta competición ha de reunir técnica, facultades y algo de cerebro. La plantilla del Atleti abunda en bobos. No es que les falte experiencia; es que se dejan obnubilar. En cuanto los adversarios usan el menor ardid, los del Atlético ponen cara de estúpidos. Equipos como el Sevilla o el Villarreal parecen, por comparación, saturados de pillastres.

Luego hay otras cuestiones. Por ejemplo, los zocatos, que no sólo sirven para jugar por la banda izquierda. Son necesarios también en el centro (de la zaga, de la media, de la delantera). Un conjunto equilibrado ha de poseer cuatro o cinco hombres que manejen con soltura el pie zurdo. ¿Y los chutadores? El Atleti de hoy no los tiene, ni siquiera de segunda fila (con la excepción de Maxi). En fin…

Dicen que van a traer a Agüero y Rosicki. ¿No son muy pequeños? (Pernía es otro canijo.) ¿Y no es mucho dinero por un chaval, como el argentino, que no vale, hoy por hoy y siendo muy liberales, más que Messi? (¿Alguien cree que Messi revolucionaría el Atlético actual?)

Así mismo ignoro por qué no se exploran mercados como el francés y el brasileño y por qué no se buscan en nuestro país a esos juveniles que están a punto de descollar y cuyo precio todavía es asequible.

Una semifinal

Acostumbrados a los tostones broncos que nos infligen el Atleti y sus rivales en el Calderón y por ahí, la eliminatoria Milán-Barça tuvo que parecernos a la fuerza una delicia. Dos partidos de fútbol no maravillosos pero sí auténticos. El Milán, más fuerte, alto, experimentado y cuco, frente al Barcelona, más joven, dinámico, veloz y alegre. Sí, dos encuentros de alta competición y un espaldarazo a Rikjaard y su peculiar mezcla de italianidad y holandesía, con ejecutantes brasileños, franceses, españoles, mexicanos... Hace tiempo bauticé el estilo del Barça con el nombre de "Fútbol fusión" y no me arrepiento. Los blaugranas rozan a veces la excelencia, aunque sólo cuando trabajan con ahínco en las labores defensivas y conservan su desparpajo atacante.

En la ida (soberbios Iniesta, Edmilson y Ronaldinho), el Barcelona maniobró casi a placer porque sus adversarios han envejecido y ya no tienen las piernas de antes.

Pero en la vuelta se le complicó la eliminatoria. ¿Por qué? En parte por la precipitación con la que actuaron algunos de sus hombres: Eto’o y Deco; en parte por el buen trabajo del Milán (sí señores, el oponente también juega); y en parte por el vértigo de sentirse prematuramente en la final.

Cuesta admitir que se pueda poner a Stam de lateral diestro y al cuarentón Costacurta de lo que queráis sin pagarlo con una debacle. Pero, misterios del fútbol, ni Ronaldinho ni Eto’o trituraron a sus marcadores. Kaká y Seedorf, fríos y despistados en San Siro, resucitaron en el Nou Camp, pero desentonó Pirlo, que nunca fue un mediocentro.

En fin, el árbitro también colaboró anulando la única acción útil de Sevchenko.

Rikjaard ha probado en el Barça que varios jugadores de similar porte y análogas características (Xavi, Messi, Deco, Iniesta…) son alineables al mismo tiempo. Nunca temió que se estorbaran; al revés, se coordinan y complementan perfectamente. Frente a los cuadros compuestos de especialistas, donde impera un férreo reparto de papeles, el Barça ha puesto de moda la polivalencia. Y así, Ronaldinho y Messi actúan de falsos extremos, o de distribuidores, o de segundos delanteros, y Eto’o tampoco ocupa una posición fija. Edmilson y Marquez se desenvuelven tan bien en la zaga como en la medular, etc.

Dicho esto hay que añadir que el Barça da la impresión de que le falta algo. ¿El qué? ¿Algún centímetro y algún kilo más en sus centrocampistas?; ¿un poco de velocidad en Ronaldinho?; ¿un delantero como el Ronaldo de los buenos tiempos?; ¿salud?; ¿cierto empaque en las grandes citas? Tal vez.

¿Y convenís en que le sobra acaso cierta pinturería en Deco y en el propio Ronaldinho? En fin, nadie es perfecto, pero algunos imitan la perfección y les sale casi clavada.

Tres minucias

(I)

La derrota contra el Mallorca contuvo un penoso incidente que ha pasado desapercibido para los medios de comunicación (al menos para los pocos que consulté). Y no me extraña porque los cronistas están más preocupados de Agüeros y Niños que de cumplir cabalmente con su tarea, la cual prescribe, entre otras cosas, una defensa sin ambages de la deportividad. Hablo del rifirrafe entre Kezman y parte de la hinchada del Calderón. El nueve serbio, en vez de aguantar impávido los insultos y recriminaciones que provenían de uno de los fondos (como era su deber), dio en contraatacar con gestos despectivos y palabras gruesas. Actuó de un modo irresponsable y nadie se lo reprochó.

Ya en mi libro "El Rojo y el Blanco" critiqué acerbamente la tolerancia para con los jugadores que se timan con el público. El juego deportivo se funda en una división de papeles estricta: los que juegan y los que miran. En cierta ocasión, Raúl, después de marcar un gol en el Nou Camp, se llevó el índice a los labios y mandó callar al público blaugrana. Un escritor dijo que aquel acto probaba lo "bien amueblada que tiene la cabeza" (¡sic!). Todo lo contrario: fue una necedad doble (la del as del balón y la del crítico).

Los deditos silenciadores de las hinchadas rivales, las celebraciones en las que los futbolistas trepan por la grada para abrazarse a la gente o multiplican las cucamonas y los diálogos entre los profesionales y la afición, tienden a abolir la frontera que separa el cemento del césped y convierten a los espectadores en partícipes activos del juego. Nada más contrario al espíritu del deporte y nada más peligroso, porque los más forofos sólo necesitan una señal (un leve pretexto) para intervenir por las bravas (es lo que ocurría a menudo en los juegos medievales precursores del balompié).

¿Qué era el público de los estadios antes? Un testigo privilegiado del acontecimiento. ¿Qué parece ahora? El verdadero protagonista del match.

(II)

Uno de los comentaristas de la actualidad colchonera menos sagaces –y los hay de concurso– acaba de descubrir que el Atleti no tiene un "equipo ganador". ¡En buena hora! Total, sólo quedan un par de jornadas para que el campeonato concluya. Tan lúcido analista, después de rezongar una serie de latiguillos y de dar por perdida la batalla en pro de la renovación de Murcia (¡qué paliza, –oh Señor–, nos han propinado con el asunto!), recomienda a Gil Marín y Cerezo que contraten a un equipo de psicólogos. No me opongo, a condición de que los atendidos en primer lugar sean él y la tropa junto a la cual se alinea (los de las pretemporadas triunfales, los del descenso "por culpa de la intervención judicial del club", los hinchas del Porvenir.)

(III)

Tuve la oportunidad de ver por televisión una entrevista a Di Stéfano, con motivo de haberle sido concedida la Medalla de la Comunidad de Madrid. En un momento de la conversación, el presidente honorario del Real dijo: "Mi suerte fue venir a un club grande". ¿Un alarde de modestia?, ¿un simple lapsus? Temo que algo más. El Madrid no era un club grande cuando se enroló en él Di Stéfano, pero el pobre ha oído tantas veces la letanía de la grandeur merengue que, en su cerebro anciano, el Madrid ya era mucho Madrid cuando él, la Saeta Rubia, cambió Bogotá por el Foro. ¡Y luego dicen que la propaganda es un conjunto de tretas inocuas que no tienen el poder de distorsionar nuestra noción del pasado, del presente y del futuro!

Mensaje implícito en toda presunción blanca: el Madrid siempre fue el mejor y por eso siempre lo será. En cierto modo su superioridad es una especie de arquetipo platónico; preexistía al propio fútbol. Hasta Di Stéfano lo reconoce.

Luna nueva

Lacónicos como partes de defunción, se suceden los balances de la temporada que expira. Es una pena que los que se apresuran ahora a adjetivar de modo escueto y preciso la trayectoria del Atleti (no vaya a ser que nadie pueda reprocharles haber mirado para otra parte), cultiven casi hasta el final del ejercicio balompédico la quincalla de una ilusión fantasmagórica. Con ello le hacen un flaco favor al club y uno bastante gordo a los que lo desgobiernan. (Pero quizá se trate precisamente de que Cerezo y Gil Marín lleguen incólumes al verano.)

No vi el partido de ayer porque me maliciaba un epílogo desastroso. Además, el Atleti subnormal de esos tunantes, a los que vitorean alegremente notorios mastuerzos, es la cosa más aburrida del orbe. Su fútbol es plúmbeo y salta al césped vencido de antemano. (¡Siete veces lo ha tumbado ya el Osasuna de Aguirre!)

Escuché por el transistor a un locutorcillo (a lo largo de la retransmisión del match, emplearía ad náuseam el incorrecto y repelente palabro "recepcionar" —por ‘recibir’, ‘dominar’, ‘controlar’ o ‘parar’ la pelota—), el cual nos informó de que parte del público gritaba a los jugadores en las postrimerías del encuentro: "¡Mercenarios!". Pensé: los mismos idiotas; la misma falta de neuronas. (Mientras, el resto de los penitentes desfilaban bajo la lluvia, silenciosos y dóciles como ovejitas luceras.)

¿Y los dos tunantes? Tan invisibles y lozanos como de costumbre. Acaban de estrenar escudo: el "Kun", un niño con el que reemplazar a otro que ya se afeita, aunque su fútbol aún sea imberbe. Y volverán a crecer sus mentiras, ¡oh sí! Y se harán tan grandes que eclipsarán la verdad.

Alquimista cenizo

Hasta tal punto estará obligado quien escriba sobre el Atleti a indagar en el idioma, para referirse con palabras ligeramente distintas a la monótona reiteración de los mismos fenómenos (decepción, desilusión, petardo, fiasco, fraude, estafa, ceguera, chaladura, necedad, obcecación, estupidez...),  que, al cabo de unas pocas semanas, se hallará en disposición de elaborar un tratado completo de la sinonimia.

 

El comentarista que se ocupa del Atleti corre el riesgo de aburrir porque la realidad que describe es aburrida y porque es muy difícil que un especialista en el tedio no acabe bostezando él y haciendo bostezar a sus lectores. Por fortuna uno puede invocar el ilustre precedente de Voltaire: "Me repetiré hasta que me escuchen". Pues bien, escuchad porque no tengo nada diferente que deciros.

En el terreno de juego, el Atleti de hoy (infiel a su historia y fiel al rumbo que han trazado Giles y Cerezos) defrauda con avaricia porque no tiene grandes jugadores. Y no los tiene porque quienes confeccionan el equipo saben más de chanchullos, marrullerías y dineros opacos que de balompié. De la entidad deportiva que fue in hilo témpore, el club sólo conserva la fachada. Por dentro es un mercadillo de baja estofa; sus administradores no administran: especulan, trapichean. 

 

Pero el público y los periódicos condenan a los futbolistas y absuelven a los mandamases; son como un jurado que indultara al asesino en serie y mandara a la cárcel al pequeño timador. Quiero decir: aquí no hay inocentes, pero los menos culpables son los jugadores y el mister.

 

Ni Kezman ni Petrov (sobre el papel, los grandes refuerzos del presente ejercicio) valen ni por asomo los millones que costaron. Hace un par de meses Gil Marín todavía fardaba de haber adquirido a Petrov, Kezman y Maxi por una cantidad inferior a la que el Madrid había invertido en la compra de Sergio Ramos, pero Ramos pronto será una de las figuras de la Liga (ya lo sería si en vez de ponerlo de central -¡qué ignorancia!- lo hubiesen incorporado a la media), mientras que el Atleti tendrá suerte si logra resarcirse de lo despilfarrado en el búlgaro y el serbio.

 

Esos dos cracks, ni rodeados del aura que sólo despiden las estrellas al uso y fabrican críticos ignaros, han sabido venirse arriba. Pero que conste que hacen lo que pueden; únicamente ocurre que incluso el Calderón actual les viene grande.

En el balompié de hoy, los menos sospechosos de escurrir el bulto son los profesionales porque se juegan mucho en poco tiempo. Es más, en las pobres actuaciones de Kezman y Petrov cualquiera advertirá una circunstancia: el nerviosismo de que ambos son víctimas. Quieren regatear hasta a su sombra y marcar goles antológicos y, como no lo consiguen, los devora la ansiedad. Parecen peores de lo que son, algo que, para desgracia del Atleti, se ha convertido en la marca más acreditativa de la casa.

 

El Atleti de los Giles y Cerezos es un alquimista cenizo, que trasmuta, no ya el oro en hierro y la plata en plomo, sino el cobre en canto rodado. ¿Alguien da menos?