Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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julio 2006 - Artículos

Truhanes

(I)

La prensa del ramo ha hecho de vender a Torres una cuestión de honor . Como no trabajan por libre, sino al dictado o por sugerencia de Gil Marín, concluyo que la casa no termina de renunciar a que Torres se marche. Debe de ser una urgencia monetaria del hijo del Difunto, porque de lo contrario no se comprende tanto empecinamiento. Aunque quizá haya influido el considerable papelón que han desempeñado los esparcidores de bulos, a los que se viene consintiendo que sistemáticamente arrumben las noticias y las sustituyan por falsedades. Ellos se habrían propuesto dar por fin una noticia y por eso no cejan.

Torres, salvo lesión de gravedad, no puede hacer otra cosa que revalorizarse en el Atleti. Este año tendrá a su lado a Agüero; juntos pueden llevar un poco de alegría a la afición rojiblanca, cuya ilusión es una espora en el desierto del Gobi. ¿Qué prisa hay en traspasarlo?

Ya lo sé: a Torres únicamente le quedan dos años de contrato. Por eso lo suyo es que el club no se limite a dar por zanjada la crisis (que él mismo provocó o toleró) y le ofrezca renovar. Alejaría así el fantasma de una fuga por cuatro perras o incluso gratis. (Yo iría también subiéndole la cláusula rescisoria al "Kun", porque ese pastelito se lo pueden birlar en cuanto lo pongan en el escaparate.)

(II)

No sólo era una filfa Landis, sino también el barato Mahabharata que narraron los aedos a propósito de la hazaña camino de Morzine del antiguo coequipier de Armstrong. De modo que, por culpa de un pipí interpretado por los doctores, los ejemplares de la grandiosa epopeya no llegarán a las librerías de viejo. Es lo que nos fríe (y no el suceso en sí): nos han reventado el triunfo y su demasía mitopoyética. ¿Golpe mortal al ciclismo? En todo caso, a la fe de los feligreses mitómanos, quienes tiempo ha renegaron del deporte. No se ha perdido nada.

Al segundo en París le han hecho un presente irónico, por no decir griego. –"Ah, claro, tú fuiste el que quedó segundo y luego ganó porque descalificaron al americano. ¡Pobre americano!". Queremos gloria aunque sea con trampas (sobre todo con trampas, pues es la única manera de que se amontone en torno a un individuo o a un club). La elegía por los inconvenientes de desenmascarar al tramposo incluye los largos años de sacrificio de éste, su apetito de victoria, lo bien que trata a su mujer y a su perro y la venenosa sospecha de que sus rivales no son más limpios que él, sólo que han tenido más suerte con los tubos de ensayo. Y aún hay personas que se admiran de que el gallego dijera conformarse con el segundo lugar.

(III)

Cayó la cólera de los jueces sobre la Juve, otra que tal. En su día mucha gente pensó en voz lo suficientemente baja: "¡Si es que marcan unos goles!, ¡si es que les pitan unos penaltis a favor!" Ahora, los aficionados proclaman con voz de barítono: "¡Se veía venir!"

En la autodenominada "Liga de las Estrellas" la satisfacción ha sido unánime; sin embargo, todos hemos visto aquí campeonatos falsificados (y no uno ni dos) por increíbles arbitrajes y nunca nos pareció necesario indagar los motivos de la exacción. Eran obvios: se trataba de proteger al MITO, que sólo defeca éxito si tritura entre sus dientes verdad y justicia. ¿Y qué pretenden que coma? Es su dieta.

(IV)

Las (y los) trotaconventos del lobby merengue –qué profesión tan bonita la de manporrero de las alocuciones de los cracks– le preguntan a Cannavaro: "¿No es un sueño jugar en el Madrid?" Y él, con las ambiciones balompédicas colmadas, elude pronunciar ese "¡oh, yes!" que hubiera engordado en los titulares de los papeles playeros (sólo aptos para envolver la merienda) que se ha convenido en llamar periódicos, y añade que, de no haber sido por el descenso de la Juve, aún seguiría en Turín. Termina de hablar sonriente, y cuatro idiotas con gomina en el encéfalo corean: "¡Duce! ¡Duce! ¡Duce!"

Un rubí y mucha bisutería

En uno de esos lánguidos partidos de pretemporada sin nada reseñable (salvo que el Atleti, vestido de arlequín pelma, sigue obtuso, fallón y aburrido), Agüero marcó un gol que, en efecto, recuerda los que conseguía Romario. Por una vez, Kezman no se dejó arrebatar la pelota, maniobró decentemente y su pase fue a parar a las botas del "Kun", que hizo varias cosas, todas muy bien: controlar el esférico, acelerar, buscar al central, regatearlo y picar el balón a la salida del meta. Agüero es uno de esos jugadores que necesita suerte —¿quién no?—, pero toda en forma de salud, porque es listo y hábil, pequeño pero robusto; posee velocidad y desparpajo. Si se alía con Torres, habrá que esperar a ese minuto del encuentro en que uno u otro fabriquen y/o rematen el gol que nos sacuda de la modorra, porque la temporada, queridos, no promete grandes festines de balompié. Los dos críos y Maxi han de ser la dinamita del Atleti.

¿Y los otros nuevos? No me desagradó Miguel de las Cuevas, jugador vivo, rápido, nada endeble y con técnica. Lo pusieron en un sitio que no es el suyo y él tan campante. Nada más salir, le regaló a Toché un pase interior medido que Agüero no hubiese desaprovechado.

Y hubo una jugada defensiva de Zé Castro (rodeado por dos rivales supo defender la pelota con determinación y técnica hasta que le hicieron falta) que tampoco estuvo mal. Seitaridis, nada de nada. (Ruiz contó que ha disputado ocho partidos en dos años, sin haber sufrido lesiones. ¿Qué fue de su pretérito poderío?) Pernía sigue sin entusiasmarme y los canteranos Braulio y Toché harían bien en buscarse otro club.

Galleti, Valera, Kezman, Gabi, Luccin y Petrov, puro déjà vu. Con el dinero que costó tanta mediocridad se podía haber fichado dos o tres futbolistas importantes, pero los popes del Atleti los prefieren talcualillos. Algo les sacarán.

La primera de García Pitarch

En el fútbol profesional de hoy sobran los listillos y los tontos. En el Atlético, desde hace dos puñeteras décadas sólo hay listillos y tontos. ¿Quién ha sido el tonto que ha comprado a Mista? ¿Algún listillo?

Siempre lo dije: para contratar a un Zidane no hace falta talento; hace falta dinero. Y hasta para el aficionado menos entendido, Maradona era un número uno. La cosa cambia cuando la valía del jugador no es tan evidente. Kluivert (ojito derecho de la crítica estetizante) era un falso crack y este Mista que nos acaba de endilgar el Valencia es otro paquete con caché de figura. Se trata de un lento sin demasiada calidad; tuvo un año interesante y después se eclipsó, igual que Javi Moreno. El Atleti, con él, no completa una "delantera de lujo", como aseguran los analfabetos de los periódicos; le soluciona un problema al Valencia, que es un rival directo y anda corto de fondos, como todo el mundo, salvo el Madrid y el Barça.

Aguirre ha pedido un medio de enlace (Raúl García), pero Gil Marín le ha explicado que no hay dinero. Sin embargo, parece abundar para operaciones de dudosa naturaleza que no embonan el equipo sino que lo debilitan. Mista apenas jugará, salvo que el Atleti traspase a Kezman, y es uno de los hombres del cuadro ché que más salario percibe. ¿Aceptará una rebaja? Apuesto a que no.

Tal vez algún día alguien se digne explicarnos el motivo por el cual Gil Marín siempre prefiere tres jugadores mediocres a uno bueno. Los tres mediocres juntos cuestan lo mismo que el bueno y, no bien ingresan en el plantel, se convierten en candidatos a abandonarlo.

Es la primera hazaña del nuevo secretario técnico y la enésima de Gil Marín. García Pitarch empieza a conducirse como el típico aspirante a empleado del mes, justo lo que el otro necesita para hacer sus trapicheos.

¿Cómo que nada?

Coincidencia casi general (por tanto, de carácter epidémico) en los periódicos deportivos: Torres debe irse del Atleti, si quiere progresar. Es raro que concuerden en el dictamen la inmensa mayoría de los comentaristas y críticos, tanto merengues como rojiblancos. (Hay alguna excepción, pero se bate a la contra.)

Y también es extraño que casi todos muestren un interés poco común por el futuro del chaval (¡qué criaturas tan solícitas!, ¡qué buenas entrañas tienen!) y tan poco por el del club que lo encumbró. (Y lo encumbró sin victorias, que ya tiene mérito). Por una vez, subordinan la entidad a una persona, y mientras dicen anhelar el triunfo de ésta, les trae sin cuidado lo que pudiera sucederle a aquélla.

He aquí el último ejemplo de tartufería embozada de análisis. El ideólogo de turno, después de confesar con cínica llaneza que todos los años él y los falsos informadores que son como él tratan de colocar a Torres en otro equipo (sin haberlo lograrlo hasta el presente, aunque más de una vez creyeron salirse con la suya), concluye el alegato en favor de la venta del "Niño" preguntándose qué sucedería si los númenes del fútbol no fueran sordos a su plegaria.

"Y entonces, ¿qué? Entonces... nada. Habrán ganado los dos (el club y el futbolista). Torres, la posibilidad de jugar en Europa, en un equipo grande (el subrayado es mío), y no sentirá la presión de la afición, un peso que El Niño ha llevado con dignidad. Y el Atlético seguirá su camino, el mismo que siguió cuando se fueron Gárate, Luis Aragonés, Adelardo, Futre... Es decir, seguirá teniendo grandes jugadores. Y a Torres, en la despedida, habrá que rendirle homenaje por soportar en sus hombros el peso de un club tan grande (el subrayado vuelve a ser mío) en los peores momentos".

Niego la mayor, niego la menor y niego las intermedias.

¿Es tan estupenda la oportunidad que le ofrece el Manchester a Torres? Ni aquel campeonato es mejor que éste, ni el conjunto inglés un club puntero en Europa. (Lleva años fracasando en la Champions y en la Premier).

¿Se va a librar de la presión Torres en el Manchester? Al contrario, porque se le exigirá el rendimiento de una figura contrastada y, en cuanto al cariño, partirá de cero.

¿Continuará el Atleti como si tal cosa? Criar a un buen futbolista para ver después cómo otros lo aprovechan es una clara confesión de inferioridad; ese hecho, de producirse, ratificaría y ahondaría la pequeñez hodierna del club.

¿Es comparable la salida de Torres con la de Luis, Gárate, Abelardo y Futre? Sólo para un perfecto ignorante. Los tres primeros se jubilaron en el Atleti con una magnífica hoja de servicios y después de brindar al club los mejores años de sus carreras. Futre se fue a mitad de temporada y por la puerta de atrás (ya estaban al mando los Gil), y el Atleti sudó la gota gorda para zafarse de la promoción durante dos campañas consecutivas (93-94 y 94-95).

¿Garantiza la marcha del "Niño" el ingreso en el club de otros importantes jugadores? Tampoco. ¿Quién suplió la baja repentina de Vieri? Nadie. (¡Y lo vendieron por 4.500 millones de pesetas!) ¿Qué cracks pueblan la nómina del Atleti desde su regreso a la división de honor? Ninguno.

¿Es el Atleti un club "muy grande" aunque en sus peores momentos, como sostiene el indocumentado cobista? No, nunca fue muy grande, pues jamás ganó la Copa de Europa. Pero tampoco hoy es el de antaño, ni mucho menos. Malvive por culpa de la nefasta administración a la que se ve sometido desde hace dos décadas. Y los despropósitos continuarán mientras no abandonen el Calderón los okupas. El que se tiene que ir (y me da lo mismo que se hagan con su ficha el Manchester o el Inter ) es Gil Marín y no Torres.

Tres menudencias

(I)

Vuelve Capello al Madrid y está encantado el hombre. Lo dijo en su día Zidane: "Soy muy feliz; estaba deseando cambiar la liga italiana por la española". Pero Zidane, como Capello, no vino a nuestro campeonato; vino al Real, que es muy diferente. (El burgués que nunca salió de Somosauguas o la Moraleja, afirma extasiado: como en esta ciudad no se vive en ningún sitio; ¡qué piscinas, qué arboledas, qué silencio por las noches!)

A propósito de Capello, ¿cuánto tardarán los finolis en reprocharle que el balompié que preconiza no hace aficionados sino marmotas, mientras cruzan los dedos para que gane como sea?

(II)

Desde que Gil entró en Marbella, sobrevino el desbarajuste, muy aplaudido por la gente de orden. Era porque el caos proliferaba con aspecto de orden (también pasó con los nazis). Los gamberros iban uniformados y matoneaban a las prostitutas y a los mendigos. (Además, el déclassé de extrema derecha se rasura la barba y se corta el pelo; no es un hippie o un vulgar melenudo; conoce la higiene.) Y luego estaban los parásitos del papel cuché y las farras nocturnas. Hasta regresaron los jeques.

Ahora bien, el jardín no tardó en revelar su condición de selva. Todos los alcaldes desde que Gil arregló Marbella han ido a la cárcel (incluido el Difunto). Los periódicos generalistas (o de información general) cargaron contra Gil (aunque no mucho y no todos). Empero los deportivos lo adularon, lo disculparon, lo alentaron, lo vitorearon... Daba espectáculo y presidía el Atleti (doble motivo de felicidad para una prensa que ha logrado ser amarilla sin dejar de ser blanca).

Esos torpes aún añoran a Gil, y en los homenajes que, con cualquier pretexto, tributan al fundador de la dinastía sus allegados, nunca falta el plumífero que ejerce de cronista cursi.

"… era un proyecto que fundó mi padre y que ahora se ha consolidado. Fue su legado, su sueño y con esta iniciativa queremos homenajear la idea que siempre tuvo en mente". Óscar Gil, responsable del desarrollo urbanístico de Los Ángeles de San Rafael, habla así de Jesús Gil, su padre, que recibirá hoy al mediodía un homenaje en el complejo donde se ha concentrado una temporada más el Atlético. El emotivo acto, al que acudirá la plantilla y cuerpo técnico rojiblancos, (…), servirá para descubrir un busto y una placa en recuerdo y homenaje a la labor de Jesús Gil por un proyecto que perdura y sigue en crecimiento y expansión

¡Los Ángeles de San Rafael, cuya primera techumbre se vino encima de los convidados a la inauguración! ¿Y qué hacen descubriendo placas y homenajeando al promotor de la idea los jugadores y técnicos del Atlético de Madrid? Comprendedlos: los deportistas son pequeños, peludos y suaves, como Platero y esas cosas que se ponen a la entrada de los pisos para que la gente se limpie las suelas de los zapatos. No me tiréis de la lengua.

(III)

"Si Torres se marcha, el Atlético no se va a morir". Gran verdad; no se va a morir porque ya está muerto. El autor de la frase es —quién si no— el plusmarquista de la verborrea, un tipo al que ficharon para que marcase goles y sólo sirve para gallear fuera del campo. Fue uno de los peores futbolistas que se vieron en Alemania, pero ideó una forma de sobresalir: hacerse expulsar. Trata de erigirse en portavoz rojiblanco, se tima con los ultras, goza de gran cartel en los medios... (Algo parecido ocurre con Guti en la trinchera de enfrente). A este Kezman, ¿por qué no lo querrá el Manchester?

Horchata en las venas

Gondad. (No es un error. Si hubiese querido escribir ‘bondad’, lo habría hecho.)

Como se extinguió el affaire Pablo, ahora reavivan el de Torres, aunque apenas hay pavesas en esa fogata de asar sardinas. Después de la autohumillación pública del central (¡qué bobos y qué masocas son los jugadores, santo cielo!), varios son los recién llegados que han puesto sus barbas a remojar. Nos informan de que incluso el imberbe pibe Agüero ya estudia el manual del güen rojiblanco, según uno de cuyos artículos: el güen rojiblanco jamás jugará en el Madrid, y poco importa que tampoco lo haga en el Atleti. O sea, güen rojiblanco es aquel que, si futbolista hábil, antes o después se pirará del Atleti, pero nunca al Madrid. Van a incorporar a la camiseta de los blancos el eslogan: "El mejor club del siglo XX". En la del Atleti bordarán: "Pequeño club grande del que los cracks pueden marcharse cuando se les antoje, salvo al Madrid". Es un poco más larga pero no menos pertinente.

Soy un bicho raro, lo reconozco. A mí lo único que me molesta de los trasvases Atleti-Real es que a los madridistas les damos buenos jugadores y ellos, en justa reciprocidad, nos enjaretan paquetes.

Duro aprendizaje.

De cualquier forma, al asunto Torres le debemos algunas enseñanzas provechosas. Ahora sabemos, gracias a Gil Marín, lo que sienten los incondicionales de los clubes inferiores antes del inicio de una campaña cualquiera: la inquietud de no poder retener a ese jugador que, contratado por una módica cantidad o surgido como por arte de magia en las categorías inferiores, logra sobresalir. (Aunque no todos se dejan zarandear por el deseo de los grandes. Ahí está el Osasuna, a cuyo cotizado futbolista Raúl García nadie ha importunado con las supuestas ansias del Atleti por hacerse con sus servicios.)

Quien os entienda que os compre.

¿Es el Atleti un grande? No, si se ve obligado a vender a su jugador más valioso. Sí, haga lo que haga, en virtud de su historial. Ahora bien –discurren los mismos–, si el Atleti quiere volver por sus fueros, debería vender a Torres y con el producto de la operación fichar a dos o tres futbolistas que lo engrandecieran. Primera conclusión, irrebatible: el Atleti no es un grande o es un grande sedicente. Otra, hipotética: quiere y no puede. Tercera, suspicacísima: no quiere, pero lo disimula muy bien y no renuncia a presumir.

Gastad cabeza.

Yo deliberaría con el lógico pragmatismo. Por ejemplo: los buenos delanteros no abundan y Torres es (con todas sus imperfecciones) un buen delantero. Además, poseer un capital no garantiza su feliz utilización. Haced memoria: ¿qué le pasó al Barça de Gaspar? Con el fabuloso botín de Figo, trajo a Simao, Giovanni, Rochemback, Overmans, Petit…, al frente de los cuales puso a Reixach. O sea: tiró el dinero a la basura. Si me juráis que va a reinvertir la pasta que nos pudieran ofrecer por el "Niño" un Monchi, todavía; pero sus homólogos rojiblancos han sido hasta ahora verdaderas nulidades. De manera que lo aconsejable es quedarse uno como está. Torres es el pájaro en mano; sus sucesores, aún vuelan.

Semejanzas engañosas

Invocad precedentes, pero sin dejaros ninguno. Últimamente se ha esgrimido mucho el caso de Peiró, no así los de Mendoza y Hugo Sánchez. Peiró y Mendoza proporcionaron unos fondos que eran necesarios para proseguir, en un caso, y culminar, en el otro, las obras del Manzanares. Sin el "Galgo del Metropolitano", el Atleti dejó de ganar lo poco que ganaba (la Copa, la Recopa…) y atravesó un bache. En cambio, para cubrir la ausencia de Mendoza (cuyo mejor momento había pasado ya) existía en el plantel un joven que se llamaba José Eulogio Gárate.

No, la situación actual se parece más a la que envolviera el traspaso de Hugo al Madrid. Con los millones que el Madrid desembolsó por el puntal mexicano, Vicente Calderón trató, sin demasiada suerte, de reforzar el equipo con cuatro o cinco hombres: Da Silva, Uralde, Salinas, Setién, Alemao… (¿Lo habéis notado? ¡Tres nueves para olvidar a uno solo!) Pero el Atleti no volvió a esa añorada cumbre que, con Hugo, tampoco se había dejado escalar. (El que perora sobre salas repletas de trofeos miente como respira; también puede ser que desconozca el significado del adjetivo ‘repleto’. Ni siquiera en sus mejores años, tuvo el Atleti vitrina reventona.)

Juicio (sin duda condenatorio) de intenciones.

Tengo para mí que, si fuera por el hijo del Difunto, Torres se abriría al modo de Vieri, esto es: unas horas antes de comenzar el campeonato; así no habría forma humana de sustituirlo. Como este año se va a salir Kezman (el rey de los bocazas) y tal vez explote Agüero, Torres sobra. Es decir, para quedar décimos en la tabla no hace falta ningún Torres. ¿No sería mejor emplear ese dinero en devolver parte de lo adeudado, descontada una fuerte comisión para el mercachifle? Así razonan para su coleto el mercachifle Gil Marín y sus mariachis, esos zotes de marca mayor. Pero claro, ahí está el público. ¡Ay el día en que abandone su postura a lo guerrero de Xian! ¡Ay el día en que la estatua de terracota o de sal recupere el movimiento y la sangre vuelva a sus venas!

Escrúpulos de hermana lega

¡Que cunda la demagogia y olé! De modo que, bajo ninguna circunstancia, vamos a jugar de prestado en el Bernabéu; lo jura Cerezo por éstas que son cruces, entre los vítores de los detestables memos que aplauden su presunta intransigencia. Y ¿dónde propone el inflexible que lo hagamos cuando vengan los JJOO? ¿En Vallecas? ¿En el Cerro del Espino? ¡Pero si incluso el gran Gil y Gil (Gil al cuadrado) utilizó el coliseo madridista para el Atleti-Celta que inauguraba la liga 1996-97! ¿O ya nadie recuerda las mariposas voraces que se merendaron el césped del Calderón, el año en que volvíamos a la Copa de Europa?

Ha llovido mucho desde entonces, y es comprensible la falta de memoria. (Aprovecho la oportunidad para decir que lo único útil que han hecho por este club los inútiles que lo okupan es dotar al Manzanares de un césped pulquérrimo, gracias al festín vegetariano de los lepidópteros. Es una pena que tan mullida alfombra no haya servido para dar buenos espectáculos de balompié, pero que nadie culpe a las orugas.)

Y si Gil no le hizo ascos al Bernabéu, qué pensaremos de los antiguos, para quienes no era ningún desdoro mudarse una temporada al campo del eterno rival. El Atleti usó el recinto del Madrid y el Madrid el del Atleti (cuando el primero construía el Metropolitano y el segundo el Bernabéu, sin ir más lejos). Preguntad al tarado ignorante que jalea a Cerezo qué fue lo que ocurrió, pues seguro que os dirá: tuvo que tratarse de una mayúscula traición a las esencias, de una conculcación inaudita de los sagrados principios y valores. ¡Menudo maula!

El pobre cerebro de ese idiota relapso, absoluto monarca del pasteleo más despreciable, no da para más. A él le gusta la miseria del Atleti, vaya si le gusta, siempre que se la adoben con un poco de fingido esplendor y un mucho de bla, bla, bla gradilocuente. Aunque seamos unos desvergonzados mendigos con las uñas negras, tenemos que exhibir modales de grandes señores y esmalte encima de la suciedad.

Ese besugo en el mostrador de la pescadería nos dice que la gallarda facundia de Cerezo contrasta con la mudez culposa de Pablo. ¿Y qué quiere que nos explique Pablo? ¿Que Gil Marín es un impresentable que simula haber sido sorprendido en su buena fe por un agente maquiavélico cuando, en realidad, fue él, Gil Marín, el que promovió activamente la marcha del defensa?

Pero ¿de qué me asombro? Si ahora el embustero compulsivo se nos aparece en los periódicos (¿le dejaron entrar los conserjes o las telefonistas?) como un tipo apaciguador y magnánimo que olvida pronto las ofensas; ¿acaso las hubo, bribón?

¡Ah si el precio a pagar para que se solucionasen los problemas financieros y deportivos del Atleti fuera tener que jugar unos meses en la casa blanca!

No es el peor de nuestros males el que sólo abran la boca, para hablar en favor del club, los más incapaces de palabra y los más cortos de entendederas. Un ejemplo: "Gallardón no nos toma en serio". ¡Como si no supiera el alcalde con quiénes trata! Ahora bien, podemos ponernos en plan cursi y, si nos peta, robarle las palabras a Pascal: "El corazón tiene razones que la razón no entiende", que ya usurpó el departamento de marketing de Cerezo para producir otro bochornoso anuncio. Pero lo único que conseguiremos así es matar de risa a Gallardón y… al propio Cerezo.

Mi razón dice que el corazón de algunos se muere por presumir y está podrido de mentiras, y que de ese prurito irrefrenable y de esa incapacidad para hacerse cargo de un mínimo de realidad viven estupendamente muy notorios granujas. Porque del affaire de la Peineta nada sabemos con absoluta certidumbre y lo que intuimos huele fatal. ¿Cuánto aforo va a tener? ¿Quiénes serán sus propietarios? ¿Qué le van a dar al Atleti por irse del Calderón? ¿A qué bolsillos irán a parar las plusvalías del eventual pelotazo? Esas son las preguntas que debería hacerse el seguidor colchonero y no escrupulizar a propósito de bobadas.

No, buana

El Atleti no termina de reforzar su centro del campo con un jugador indiscutible, y me temo que eso le condena otra vez a jugar roto por el eje durante el próximo ejercicio. Ni la incorporación de Costinha (discreto Mundial el suyo), ni la de Agüero, en quien los megáfonos de Gil Marín saludan ya al sucesor de Maradona o al otro Messi, constituyen una garantía de eficacia en la medular, que no en vano recibe ese nombre.

El runrún de los zánganos apunta a un presunto interés por Delporte y Simao (dos mediocridades extremosas). Por lo visto es inútil que la Copa del Mundo haya condenado in absentia (nadie los utilizó) el uso de extremos como los de toda la vida.

Las soluciones propuestas para suplir al medio que no vendrá (zurzir el prestigio de Gabi o reubicar a la "Fiera" en el puesto de medio de enganche) tampoco convencen, y con razón: Maxi es un interior que chuta y Gabi un suplentito y gracias. (En las últimas horas, otros dos nombres han alborotado el gallinero: Zé Roberto y Pablo García. Espero que se trate de una broma de mal gusto. El primero fue el peor de Brasil en Alemania. Está acabado. El segundo es un mala leche lento y torpón. Puestos a pensar en hombres de club, hay un jugador en el Corintians (Ricardinho) que actúa en el puesto que pretende reforzar Aguirre. No creo que resulte muy caro y sacaría al Atleti del apuro al menos durante un par de temporadas.

Así pues, hablamos de un once titular a base de: Leo Franco, Seitaridis, Pablo, Perea, A. López, Luccin, Costinha, Maxi, Petrov, Torres y Agüero. O sea, el de la liga anterior con tres incorporaciones: el lateral heleno, el medio portugués y el punta argentino. Un refuerzo por línea. ¿Mejor este Atleti que el de la última temporada? Sí, pero ¿cuánto mejor? Buena pregunta.

Hay cierta expectación por ver al tándem Torres – Agüero escoltado por la "Fiera", que cumplió en junio con la albiceleste. Ahora bien, todos los cálculos y las estimaciones pudieran resultar ociosos porque la claque de ese vaina que aún mora y hace proficuos negocios en la ruinas del club rojiblanco no renuncia a traspasar a Pablo y a Torres (el 40% de la famosa base).

Por fortuna, Aguirre ha estado listo y certero en los dos affaires de la canícula: el triste de Pablo y el alegre de Torres. Los periódicos, infestados de forofos sin una porciúncula de materia gris, aún quieren cobrársela al defensa: un profesional que se siente, con toda la razón del mundo, estafado y utilizado por Gil Marín. Pero el "Vasco" no está dispuesto a permitir que esos badulaques sin oficio ni beneficio (como no sea el de intoxicar), indispongan a la afición con uno de los pilares del conjunto. ¡Sólo faltaba que la modosita afición del Atleti la emprendiera con el central, aunque preveo que los seguidores más cerriles lo reciban de uñas porque no mueven un dedo si no es en perjuicio del club y en beneficio de su parásito.

Aguirre hubo de pedir perdón en nombre del futbolista, cuando éste no tenía por qué disculparse, pues hizo lo que le sugirieron en el club, aunque el incapaz y demagógico Gil Marín lo haya puesto después a los pies de los caballos, todo por el imperdonable delito de querer mudarse al Bernabéu.

El "Vasco" también se apresuró a declarar que, si se iba Torres, había que hacer otro equipo. Una afirmación astuta, en el marco del sordo pulso que, desde su llegada, se ha visto obligado a mantener con la pseudo-directiva del Atleti. Gil Marín prescindiría con gusto de ambos jugadores (porque está tieso, sin blanca), pero el entrenador se niega a que le hundan el buque antes de comprobar si flota. Excelentes noticias: ha venido a luchar, no a decir: "Sí, buana".

El "Vasco" ejerce ya en el Manzanares como bombero extintor de incendios gamberriles. Es un curro extra y pésimamente pagado que él ha asumido sonriente. Que le duren los reflejos, el buen talante y la paciencia, pues aquí el pirómano tiene la llave del club.

Punto y final

Dominaba Francia y él era el mejor hombre sobre el campo. El marcador registraba un empate de los llamados engañosos. En cualquier momento el fortín italiano podía desmoronarse, aunque apenas quedaban unos minutos para perforar la última muralla. Pero entonces sería vital su presencia para chutar el primer o el último penalti de su equipo. Y de pronto Zidane le propinó un cabezazo a Materazzi y abandonó la final y el balompié.

Unos minutos antes había estado a punto de culminar dos gestas: la del combinado francés y la suya propia. ¿Quién antes se había retirado ganando la Copa del Mundo? ¿A quién le había sido dado en el último partido de su carrera izar la copa de las copas después de conseguir los dos goles del triunfo? Pero el cabezazo al balón encontró la manopla del portero transalpino y lo pudimos ver blasfemar contra los dioses del fútbol. ¡Cabrones, me vais a dejar sin trofeo, lo presiento!

Italia ganó porque resistió y a Francia se le soltó uno de los cables de acero en plena ofensiva: Zidane, el veterano, el jefe, la figura del match. Italia que, a partir del segundo periodo, estuvo a merced de la superior capacidad física francesa, ganó la tanda de penaltis como un náufrago la costa de los caníbales, pues aquella playa prometía poco, salvo un aplazamiento de la sentencia. Pero allí, donde otras veces había perdido, esta vez ganó. Sucede a menudo: quien menos ha hecho en el encuentro tira confiado los penaltis porque se siente protegido por la fortuna, que es una hieródula, o sea: mitad diosa, mitad ramera.

La nueva bola de cristal se llama "estadística". Soban los números para extraer de ellos la cifra del porvenir. Es una superstición, pero nos complace acaso porque ignoramos otros modos de exaltar la cantidad a calidad.

El peor penalti lo lanzó Pirlo, pero Barthez ya no estaba en la portería. Los metas no se lucieron precisamente en las penas máximas. Nunca he comprendido por qué los porteros no aguardan (no digo siempre, pero sí a veces) a que el chutador dispare.

A Pirlo lo eligieron tercer mejor jugador del campeonato y el más destacado de la final. Es una prueba de ignorancia. Pirlo, antiguo delantero reciclado hoy en medio-centro, no corta ningún balón y, lo que es peor, los pierde en zonas comprometidas. Nuestro Guardiola tampoco recuperaba mucho cuero, pero su tobillo era una muñeca y rara vez se dejaba interceptar un pase.

Últimas boqueadas

No hay que preocuparse por las explosiones de patriotismo más o menos sobreactuado que promueve la Copa del Mundo. Se ponen a cantar el himno de su país con un fervor un ápice cómico y, de pronto, los enfoca la cámara y ellos se ven en la pantalla gigante del estadio. Entonces dejan de rugir el "God save the Queen" o "La Marsellesa" y en su rostro amanece un estupor infantil, dentro del cual se abre paso una sonrisa encantada (la de quien encuentra una sorpresa en el roscón de Reyes o un billete de 20 euros en la calle); pellizcan el brazo de su acompañante: "¡Mira, si estamos en la tele!", y se ponen a saludar. De modo que las caras pintadas, las pelucas, las banderas y los recios ¡Deutschland! o ¡England! tienen un límite, están dentro de un orden.

Como las llantinas colectivas. En cada campeonato se pone de moda la exhibición de un comportamiento masivo diferente; así la ola o el lloriqueo. La ola es la broma del entusiasmo; el lloriqueo, la broma de la desolación. Son comedias y todo el mundo lo sabe en su fuero interno.

"Los alemanes se sienten orgullosos". Pues no sé de qué, si al fútbol nos referimos. A esta breve infatuación, a este alza semibufa de la autoestima la califica un diario de "sano patriotismo". (Codazo en las costillas de sus lectores españoles.) Poco les durará el teatral subidón y es bueno que así sea.

Este mundial perdurará en la memoria, no por las jugadas increíbles y la consagración de nuevos astros del deporte rey, sino por las magníficas instalaciones y el comportamiento civilizado del público. En efecto, las hinchadas, a las que la industria del espectáculo insufla un nacionalismo de ocasión, han sabido convivir sin incidentes.

Perdieron Brasil y Argentina. Ganaron Francia e Italia. Otra vez aquí los italianos, que siempre empiezan al trantán y que al final compiten muy bien. ¿Parecen cansados? Témelos.

Alemania ya debió perder con Argentina, pero Argentina que dominaba el match, se desdibujó en 15 minutos y, cuando quiso rehacerse, ya era tarde. (Para colmo, la lesión de su portero impidió que Pekerman sacara a Messi).

Final: Italia contra Italia. Me explico. Italia siempre juega a lo que le dejan y no exclusivamente al catenaccio, como le reprochan sus detractores. Exactamente igual que este combinado francés. Es como si ambos conjuntos preguntasen a sus adversarios: "A ver ¿cómo queréis que juguemos?" Si no dominan el balón, no se impacientan; si lo dominan, tampoco se vuelve locos. De Italia dicen que especula con el resultado, pero en la prórroga contra los teutones nunca dio el empate por bueno.

He ahí, pues, dos presuntos rácanos a los que el fútbol premia más de lo que merecen, pero de los franceses no se dice. ¿Quizá son usureros con esmoquin?

Francia es fuerte, muy fuerte, atrás. Delante dejan solo al agacelado Henry. Zidane flota entre líneas y Ribery es una suerte de cartero valiente. Vieira se aventura en suelo enemigo rara vez, sólo cuando olfatea una oportunidad. Y ese es todo el esfuerzo ofensivo de Francia. Los de atrás apenas suben y cuando los laterales se animan a correr la banda no tardan en recular hacia el propio campo.

Los buenos (lo exigen la leyenda y el marketing) siempre han de parecer muy buenos, mejores de lo que son. Se trata de exagerar la diferencia entre el que pierde y el que gana. Se diría que los dos competidores estaban predestinados: el uno a la derrota, el otro al triunfo.

Ha sido un Mundial sin figuras atacantes. Por ejemplo, ninguno de los jóvenes emergió con fuerza. ¿Cristiano Ronaldo? Sí, acelera con la pelota controlada y se mueve, pero no chuta y es demasiado cuentista. ¿Y Los veteranos? Mi impresión es que todos los que anunciaron su retirada hacen muy bien en colgar las botas. También Zidane. Comprendo que sus últimos sorbos de gloria conmuevan a muchos aficionados y que, como hace falta un crack que personifique (incluso acapare) el talento y la suerte, los periodistas del Madrid (después de haberlo jubilado, los muy ingratos) hayan elegido a Zizou como figura de este Mundial. Pero los elogios hacia el 10 de Francia pecan de excesivos. ¡Si el mejor partido de su selección fue contra Togo y él no actuó!

Por fortuna, no hubo tandas de penaltis en las semifinales (y deseo que respeten también la final). El reglamento de la Copa del Mundo 2006 suprimió el gol de oro en la prórroga, al considerar sus redactores que es demasiado castigo para quien lo encaja y demasiado premio para quien lo logra. ¡Como si asignar la victoria y la derrota mediante la suerte de los penaltis fuese más justo!

El gol de oro pertenece al espíritu del fútbol, no así las penas máximas fuera del match, porque en el balompié, como en otros deportes, nada hay como el balón en juego.

Autodestrucción

1) Rabiosamente freaky.

Cuando no hay nada de qué informar, llega la troupe de los freakies para amenizarnos la canícula. Sus cerebros juntos no reúnen neurona o neurona y media. Alguno de ellos serviría incluso para suplantar a "Indi" y no le haría falta disfrazarse —oh sí, sabéis a quién me refiero—.

Han discurrido una política muy a propósito para enervar al seguidor del Atleti y desmoralizarlo. Se basa en tres premisas: el traslado a la Peineta, la venta de Torres (o de cualquier otro futbolista útil y con caché) y la subida de los abonos. ¿Que no es original? Tal vez, pero no me negaréis que los flecos son bastante sabrosos. Para cubrir la hipotética baja del "Niño", nos proponen a Saviola, un bigardo que obligará a corregir la altura de las puertas del Calderón y que, como todo el mundo sabe, ha triunfado en el Barça y en el Sevilla. (Con él y Agüero podemos aspirar al título de la delantera de bolsillo más chula de la Primera división.)

Se ha dicho también que perseguimos la contratación de un portero mexicano y de un central. Claro, el meta nos permitiría ocupar la plaza de extranjero que nos sobra, y el central, deshacernos de Pablo. (Lo del portero es un síntoma de que las furias vuelven a cernirse sobre nuestras cabezas. Cada vez que hemos tenido uno decente, Gil Marín se ha empeñado en comprar otro: Toni Giménez, Aragoneses…)

Ahora bien, me extraña que el pandemónium imperante no adquiera un matiz más halagüeño. Nadie sugiere, por ejemplo, cambiar a Torres por Carvalho, Essien y Drogba, ni insinúa que el Milán propone el trueque de Maxi por Kaká, o que un tal o cual club desea a Kezman con frenesí, etc., etc.

Eso sería vender ilusión (la mercancía más averiada del puesto), pero ya no estamos en esa fase risueña y bobalicona. Ahora toca el escalofrío, la película de terror. Ya no se nos prometen bienes, por muy inalcanzables que se nos antojen, sino verosímiles males sin cuento. Los tontos susurran en la oscuridad: "¡Uuuuuh, todo puede resultar mucho peor de lo que imagináis, uuuuuuh!". A falta de la cervecita y el aire acondicionado, combaten el calor con sudores fríos.

2) Quite

Un profesional del fútbol es del equipo que le paga. El periodista que ha escrito que Pablo sobra en el Atleti, porque es un desertor que quiere cambiar de club, se pone la bufanda del forofo. Lo hace para respaldar a Gil Marín, cuya estrategia consiste en que Pablo se marche por la puerta de atrás como un transfuga.

El ruido que Gil Marín hace ahora en las radios y los periódicos es pura comedia. Él trata de que pase inadvertida su maniobra, pero los representantes de Pablo han explicado el asunto en términos que no dejan lugar a la duda. Gil Marín no le pagó a Pablo lo que Pablo pedía por renovar. Para que estampase su firma, le prometió a cambio que le permitiría irse si traía 15 milloncitos.

Le sobra la razón a Camaño cuando se pregunta: si era obligatorio que Pablo se fuese, ¿qué más da que sea al Real? En efecto, ya es hora de acabar de una vez por todas con esa pordiosería rastrera consistente en que cuatro idiotas le ruegan a los dioses que el buen jugador del Atleti se vaya a donde le plazca, excepto al Madrid. El hecho significativo es que los buenos jugadores no duran en el Manzanares porque el dueño del Atleti, esa nulidad con piernas, no vale para retenerlos.

De modo que la presunta deserción del defensa es una especie de capote con el cual un lamentable subalterno, infiltrado en un medio de comunicación, ha acudido al quite, y os apuesto lo que queráis a que Gil Marín saldrá del charco en el que lo ha introducido su inveterada torpeza sin una mácula en el traje. La blancura de Pablo, merecedora de que lo echen, es un subterfugio para poder traspasar al jugador sin que el abonado se digne a indignarse. A Gil Marín le ha fallado, por el momento, Torres y Maxi (según dicen) tampoco colabora. Pero Gil Marín necesita que alguno de los tres futbolistas mencionados salga club, aunque no lo pueda confesar porque entraría en contradicción con la monserga de que la base del equipo es intocable. Como siempre, está preso de sus propias fanfarronadas y miserias.

3) Farolito rojo.

El club débil apenas dispone de una baza para retener a sus futbolistas cotizados: una cláusula de rescisión disuasoria. El fuerte le brinda, además de un mejor salario, un marco tranquilo para que desempeñe su actividad. El Atlético paga menos, paga mal y destroza los nervios y la reputación de sus profesionales. Sobre el papel, es un grande; bajo el papel, un pequeño incorregible. Y Gil Marín es el individuo que menos derecho tiene a acusar a los representantes de prostituir el fútbol. Desde que él y su progenitor y maestro comenzaron a manejar los destinos del Atleti, los representantes pululan alrededor de la entidad. Los Gil le han colgado un farolito rojo al Calderón; los Gil han forjado el Atleti de hoy. ¿Y qué es el Atleti de hoy? Un furciclub, por inventar un eufemismo.

Por cierto, el que Tomás Reñones haya ingresado en la cárcel no es algo anecdótico y me extraña que ningún analista, comentarista o editorialista haya parado mientes en la coincidencia. Hombre de confianza y testaferro del caos marbellí, Tomás era el empleado ejemplar sobre el que recaían todos los elogios de la familia de okupas. ¿Y ahora? Carne de presidio.

4) Ultrapanoli

El caso es presumir, venga o no a cuento, sobre todo cuando no viene. Una de esas plumas (de avestruz) que se han cosido los párpados con bramante para no ver ni a tres a caballo de un burro y que tanto daño le hacen al Atleti ocultando el que otros le infieren o achacando los males de la institución a la fatalidad, se atreve a sostener que el Mundial ha relanzado a los jugadores colchoneros (¡sic!). No sabe una palabra de fútbol, el pobre, y por eso insiste en que la botella está no ya medio llena sino rebosante, cuando a lo sumo le queda un dedo de turbios e imbebibles posos.

De los ocho rojiblancos que viajaron a Alemania: Torres, Maxi, Kezman, Antonio López, Pernía, Pablo, Leo Franco y Costinha, sólo los dos primeros han dejado alguna impronta, sin consagrarse. Antonio López o Leo Franco fueron suplentes, Pernía tuvo una actuación discreta, Kezman hizo el asno (es su costumbre), Pablo se limitó a cumplir…

5) La indumentaria.

La UEFA quiere suprimir las rayas en las camisetas de los equipos. Seguramente obra así instigada por los anunciantes, que son el verdadero poder hoy. Pues bien, el Atleti ha mandado diseñar unas elásticas que no convencen ni a los más forofos. (A muchos atléticos, entre los que me incluyo, no les gusta del Atleti actual ni la indumentaria.) Y es raro que, en trance de perder el colchón, nadie se haya inspirado en las segundas equipaciones del club durante los 60 y 70. Hubo dos bastante conseguidas: una a base de pantalón blanco y camiseta roja, con delgadas cenefas blancas en el cuello y los bordes de las mangas. La otra, toda azul salvo las medias. Pero la sobriedad en el atuendo de entonces se avenía muy bien con la seriedad del conjunto en los campos que visitaba y su carácter de once difícil de batir. Hoy lo tumba cualquiera y se disfraza de payaso.

6) Profecía.

Un día lloverá y un alud de agua y lodo barrerá a los que se entretienen organizando fritangas borrachuzas en el cauce seco del río. Sus cuerpos quedarán flotando boca abajo y nadie podrá decir que ha sido un ajuste de cuentas.

Gimoteos

Algunos comentaristas se lamentan del cuento de Henry en el forcejeo con Pujol (preludio del tanto que ponía a los franceses por delante); son los mismos que celebran las picardías de Torres, de Joaquín, de Villa.... Pero medir las acciones por el mismo rasero exige equidad, virtud que no entra en los cálculos de los ideólogos del consumo. Recuerdo que los mismos que le rieron a Raúl el gol con la mano ante el Leeds en aquella Copa de Europa, se sulfuraron hasta la grosería cuando el árbitro egipcio nos robó en Corea.

El teatro (lo he dicho alguna vez) tiene sus salas y debería ser desterrado de los campos de fútbol, interprétenlo Henry o la Niña de los peines. Y si los medios de comunicación defendieran la deportividad, hace tiempo que los comités disciplinarios habrían tomado las medidas justas. De modo que todo está patas arriba por culpa de los fariseos que invocan la ley del embudo.

Luego vienen los gimoteos por la derrota. El balompié, como todo deporte, es una fiesta de la competición. Al balompié, como a tantas cosas públicas, hay que ir llorado de casa. No sólo sobran las lágrimas sino también los pseudoanálisis que les ponen un epílogo fúnebre.

Buscar una trascendencia en el juego (que no aspira a trascender sino a transcurrir) es un ejercicio tan cursi como vano. Decir que las victorias deportivas unen a los países es una solemne estupidez, ya que entonces las derrotas disgregarían en igual proporción, y al tener el deporte una estructura piramidal (gana uno y pierde el resto), por cada unión se producirían docenas de divisiones. Con el tiempo, no habría países que compitieran.

Y la consideración de que una victoria o una derrota demuestran algo con respecto no ya a los que rivalizan sino a quienes les jalean y apoyan, o a la ciudad o la nación de las que los participantes son originarios o residentes, es otra memez no por muy repetida menos falsa. Ni los éxitos de Nadal hacen de España una tierra de titanes, ni los fracasos de la selección de fútbol, otra de alfeñiques.