Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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octubre 2007 - Artículos

Ilustrísimo Señor...

Aunque ganó al Levante, el Atleti mostró un fútbol vulgarote en la cancha del colista; esa es la pura verdad. A los que piensan: bueno, pero son tres puntos, habrá que recordarles que el balompié es un juego concebido para entretener, no para aburrir con tamañas contabilidades, y que López hizo un penalti que el árbitro no pitó y que Riga estrelló un balón contra el larguero y que el farolillo rojo consiguió embotellar a su oponente en el tramo último del match y que…

Por encima de jugar bien o mal, hay que saber jugar: es decir, hay que saber darle al partido lo que éste pide. Anteayer sólo supieron jugar Maniche y Agüero (el portugués debido a su experiencia y el argentino porque está iluminado y pletórico, lo que le permite intentar lo posible y lo imposible; lo primero le sale siempre y lo segundo le sale bastantes veces; es un completo gozo verlo).

Muellemente recostados en su pereza mental, los comentaristas escupen los tópicos con la rutinaria displicencia de un mascador de tabaco. Se habla de la descomunal (sic) pegada del Atleti, pero lleva 16 goles en nueve partidos, ni siquiera dos por encuentro (hablamos por supuesto de la liga, no de los entrenamientos del jueves). Se habla de la profundidad de banquillo del Atleti, también contra toda evidencia porque Reyes y Simao son anárquicos y tácticamente nulos y porque no hay delanteros capaces de suplir siquiera un cuarto de hora a los dos titulares y porque la pareja de medios se ve obligada a actuar tanto en las capitales de provincia como en las aldeas más remotas.

La plantilla que adiestra y conduce Aguirre regala a sus adversarios dos de las tres plazas de extranjero, y puede dar gracias a que la Uefita no es, contra lo que sostienen los alucinados después del porro, una competición exigente (hasta ahora ha consistido en pachangas frente a rivales del tres al cuarto e incluso bastante peores; lo siento queridos, pero la UEFA es la segunda división del fútbol europeo; peor aún: algunos de los clubes participantes las pasarían moradas en la regional de nuestro país).

Hasta ahora, de los nuevos sólo se han consolidado en el once que suele saltar al campo Raúl García y Forlán. Los artífices de la leve mejoría observada hasta la fecha son gentes como Maniche, Seitaridis, Pernía y Pablo, que ya estaban aquí. Ellos y, claro está, el Ilustrísimo Señor don Sergio Leonel Agüero del Castillo, cuya inspiración, espléndida forma, depurada técnica y alegría han contagiado a un once por lo común vagotónico. Que le dure el estro y vosotros y yo lo veamos. Amén.

El relé de los capullos

Por lo común los delanteros, cuando ponen rúbrica rematadora al juego del equipo, lo único que hacen es cumplir con su deber. Entonces los cronistas deportivos proclaman: "Fulano acudió al rescate" o "Zutano se echó a las espaldas al equipo", o "Mengano salvó al Tordesillas". Pero de tarde en tarde, el delantero ejerce de crack, disociando su actuación de la del resto del conjunto en el que actúa, conjunto que, como le aconteció al Atleti en Moscú, no da una a derechas. Y los cronistas anotan: "Fulano acudió al rescate", o "Zutano salvó al Tordesillas"…etc. Lo cual quiere decir que ni ven, ni oyen, ni entienden. El triunfo les dispara un relé en el cerebro: el del ditirambo, y la derrota otro contiguo: el de la flagelación. Y que nadie los saque de ahí.

Agüero fue ayer un crack, un verdadero crack, un maravilloso, completo y fenomenal crack. Su primer gol fue un primor y el último, digno de Maradona. ¡Cuántas veces no habrá marcado el "Pelusa" hacia el final del partido ese tanto agónico, medio cayéndose, metiendo por debajo del balón de modo inverosímil e in extremis la punta de la bota!

Pero como los críticos no se enteran de nada y los periódicos son merengues, nos hemos desayunado hoy con la sonrisa de Robinho en la portada de cierto papel, en el cual Robinho refiere sus (ignoro si interesantísimas) consideraciones acerca de la necesidad de ser feliz para jugar bien al fútbol. ¡Qué inmensos capullos!

Mudo

Hoy toca ser parcos: ¡oh dioses!

¿Qué había hecho hasta aquel instante? Marcar un gol fabuloso y correr para ahuyentar el frío. Y entonces… ¡oh dioses!

Walhala barato

Lees las enormidades que se publican y miras la clasificación y no puedes acabar sino bisojo perdido. ¡El mejor Atleti en 10 años va sexto! ¡Cómo no habrá sido la prodigiosa década! Reconozcámoslo: el Atleti apioló el domingo a un (dicen) flojo Zaragoza. Todo equipo que pierde con otro por cuatro a cero ha estado mal, de eso no cabe la menor duda. Ahora bien, la flojedad y la fortaleza de un equipo son relativas en el 99% de las ocasiones, relativas al adversario. En el otro uno por ciento toleran ser adscritas a la esfera de las vicisitudes enigmáticas, las cuales buscan y encuentran refugio en el sumario dictamen fatalista: "Ha sido una noche aciaga".

¿Fue un noche aciaga la del Zaragoza en el Manzanares? ¿Lo fue la del Atleti en el Nou Camp la jornada anterior? Opino que los maños se tropezaron con un Atleti estupendo (el mejor posible), mientras que un Barça normal abatió a un Atleti ahuevado y huevón. Esto es: para que los colchoneros se cubrieran de gloria los blaugranas no tuvieron que sobresalir.

No me resisto a intercalar unas cuantas preguntas a propósito del match contra el Barça. Desde que el coraje de un mister se mide por la cantidad de delanteros que pone en liza o de defensas que deja en el banquillo, los entrenadores astutos (y acomodaticios) han hallado un método sumamente fácil de granjearse una inmerecida reputación de gente atrevida, valiente. ¿Quiso Aguirre quitarse el sambenito de cobarde con la temeraria alineación ante el Barcelona? ¿No debió fortalecer el centro del campo olvidándose de los extremos? ¿Por qué planteó una lucha de poder a poder contra un conjunto más técnico y más robusto? ¿Aspira el "Vasco" a entrar en el barato Walhala de los críticos?

Me complació la presteza con la que se replegaba el Atleti cuando el Zaragoza iba al ataque y me gustaron Maxi y Luis García, que no son extremos puros (sino interiores) y que mejoraron con mucho el rendimiento ofrecido hasta ahora en las alas por Simao y Reyes. (No son las mejores noticias, habida cuenta de lo que costaron los dos pollos mencionados en último lugar.) Además, tanto Luis García como Maxi ayudan más que sus endebles (y, en el caso del andaluz, quisquillosos) colegas. Agüero y Forlán siguen en racha (absoluta el Kun e intermitente el uruguayo), pero el carburante no les durará toda la temporada, y Maniche y Raúl García se han consolidado, aunque lo más seguro es que la cantidad de encuentros y viajes termine por pasarles factura.

Claro que la escasez de efectivos útiles en la medular puede ser aliviada. Ahora televisan hasta los entrenamientos. El último jueves en que hubo partidillo, un tal Cléber Santana no dio un solo balón al rival y tocaría unos 50. No ignoro que los entrenamientos distan mucho de ser la competición, pero también se entrenaban Raúl García y Jurado y éstos fueron bastante más generosos con los oponentes. Santana disfrutó de diez minutos contra el Zaragoza, cuando el partido ya era un entrenamiento, y lució otra vez. Es una buena noticia que Cléber se asome un poco, porque Maniche y el mentado García necesitan de alguien capaz de suplirlos cuando las lesiones, el cansancio o las tarjetas les impidan actuar.

Impresentables y paranoicos

(Román paladino.) En la página de Señales de Humo se reproduce un artículo, publicado por el ABC y firmado por un tal Montero Glez, que quiere ser una reivindicación del actual seleccionador nacional de fútbol. El texto, escrito en un castellano visceral y torpe, abunda en la doctrina montaraz de las verdades como puños. (¿Cuándo adquirió la verdad forma de puño? Pues cuando el ademán de cerrar la mano y mostrar el puño crispado logró intimidar a quien de otro modo hubiese hablando libremente y acaso dicho alguna verdad enojosa.) Modelo de verdad como puño (o proferida "sin pelos en la lengua"), según Montero Glez, sería la frase: "Dígale (a Henry): soy mejor que usted, negro de mierda", con la que Luis Aragonés arengó a Reyes en un entrenamiento. En ella el vocablo ‘mierda’ funciona como pleonasmo del vocablo ‘negro’. Digo ‘pleonasmo’ porque, al parecer, nunca hubo negros de ambrosía, y resulta casi ocioso cubrir de excrementos (peor aún: un negro de mierda es un negro amasado con mierda) ese adjetivo que suele utilizarse como sustantivo con ánimo injurioso. (Nueve de cada diez veces el epíteto ‘Negro’ es un nombre común denigrante.) Montero Glez (que confunde verdad y sinceridad, sinceridad y cinismo) elogia la franqueza de Luis y se declara enemigo jurado de lo políticamente correcto (porque, según él, lo políticamente correcto "carcome el idioma"). Pero el rudimental castellano de Montero Glez está ya carcomido por una nulidad de pensamiento y una tosquedad expresiva que ninguna corrección política lograría agravar.

Los que piensan que simpatizar con un equipo de fútbol implica una adhesión inquebrantable a todo cuanto emana de él, me recuerdan a aquel presidente de los EEUU que apoyaba a un dictador centroamericano (¿Trujillo? ¿Somoza?) con el siguiente argumento: "Ya sé que es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra".

Por mucho que me duela admitirlo, Luis Aragonés no ha estado, como hombre público, a la altura del cargo que aún ejerce. Sus métodos presuntamente motivantes, sus cortes de mangas a los jugadores, sus exabruptos y sus hoscos silencios, sus piques con tal o cual figura del combinado nacional o sus discusiones con los hinchas forman una ya larga cadena de errores en la que cada nueva metedura de pata empequeñece la anterior. En descargo de Luis se aduce que está nervioso, que se siente acosado por los periodistas, etc. Pero aguantar el estrés y soportar a la ignara prensa del ramo van en el magnífico sueldo que cobra Luis. El hombre público ha de saber sufrir con longanimidad y buen talante los picotazos inherentes al papel que desempeña. De fútbol (como de toros y de política) todo el mundo entiende. El profesional estima que él sabe más y, por lo común, es cierto, pero si el balompié no interesase a las muchedumbres (hasta el punto de que en cada aficionado habita –y se engríe– un pequeño entrenador), Luis no tendría la celebridad de que goza y no ganaría lo que gana. El ídolo no asciende a su pedestal sólo para ser venerado o respetado; también corre el albur de ser manoseado y zarandeado (aunque no en carne y hueso, sino en efigie). Lo que en ningún caso puede hacer el ídolo es bajar del pedestal por su propio pie y enzarzarse en disputas inútiles con los feligreses que lo abuchean o le rezan a otro santo.

*

(El chasco.) Con la pretemporada de la Fórmula Uno, las secciones de motor de los periódicos españoles se las prometían muy felices y contrataron especialistas en… hinchar el perro. Me viene a la memoria aquel trompo de Hamilton en Jerez o en Cheste y el coro de burlas piadosas que suscitó: "Chaval, ¿ves lo que pasa cuando te mides al mejor?" Empezaron las carreras y, tras los dos primeros grandes premios, el tercer título de Alonso se antojaba pan comido. Luego las cosas se torcieron y los bardos devinieron en paranoicos de hospital. La dolencia cursó con altísima fiebre y peroratas delirantes. Así el favoritismo del team hacia el piloto inglés (Ron Dennis prefiere, en efecto, que gane Hamilton) dio paso a la tesis del sabotaje del coche de Alonso. Interesa que nos detengamos en el asunto del favoritismo porque la queja del vigente campeón ha sido desde que fichó por MacLaren monotemática: "No me quieren". (Pero Alonso no puede exigir cariño; sólo el mejor coche posible. El afecto se da espontáneamente, nunca por contrato.)

Cada vez que ganaba Alonso era mérito suyo; cada vez que lo hacía Hamilton los listos daban una explicación más o menos truculenta. No soy un experto en chasis, neumáticos y combustibles, pero la historia de las telemetrías copiadas huele a ridículez. (Érase un estudiante empollón que le pasaba los apuntes a un zoquete y éste sacaba mejores notas en los exámenes.) Lo cierto y verdad es que Hamilton ha superado en muchos entrenamientos a Alonso y ha cometido menos errores que éste en la largada de los grandes premios. (El propio Alonso ha declarado que, si triunfa Hamilton, lo felicitará porque habrá merecido el título.)

En mi opinión, Alonso no supo identificar el peligro de dejar crecer a su joven coequipier y, sin embargo, rival. Antes de que la competición diera comienzo debió de pensar que el mundial lo ganaría Ferrari, y, tras la disputa de las dos primeras carreras, quizá pasó a creer que vencería él sin demasiado esfuerzo. A su compañero hubiera debido bastarle con escoltar al jefe de filas. Pero el novato no se conformó; le confiaron un estupendo coche, se vino arriba y dejó para Alonso (que todavía es un muchacho) la amargura de imaginar manos negras y confabulaciones.

Capítulo aparte merece la parcialidad (indiscituble, escandalosa) de los comisarios de la FIA, pero sospecho que los hilos de esas marionetas no los mueve Ron Dennis sino Bernie Ecclestone, personaje del que se habla poco, quizá porque no conviene enojar al dueño de la carpa, que paga los payasos y los elefantes y que le va a hacer a Valencia el inmenso favor (mendigado por las autoridades de la ciudad) de convertir sus avenidas en un scalextric.

De cualquier forma es nauseabundo que los mismos periódicos que procuran con tanto ahínco que su club predilecto entre en la competición de balompié con las espaldas bien cubiertas se indignen porque los árbitros y los comités de la Fórmula Uno (la FIA) ayuden al contrincante de Alonso. Y apuesto una botella de Vega Sicilia contra un tetrabrik de Don Simón a que, si Hamilton fuera el de casa, exultaríamos (¡un debutante que se le sube a las barbas al campeón, y no un campeón cualquiera, sino el que jubiló a Schumacher!) y nuestros bardos motejarían a Alonso de soberbio y le reprocharían su mal perder.

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(Para Iván.) El famoso video está, como se ha señalado, en la onda de las patanadas de Torrente y, a mi parecer, guarda un parentesco innegable con los spots que paga el club para fidelizar a sus seguidores. ¿Cómo contemplan los publicistas al seguidor del Atleti? Como a un individuo con escasas luces que, incapaz de comprender lo que le pasa al Atleti, tampoco halla el modo de entrar en el Bernabéu a tiempo de presenciar un derbi. (Lo segundo es, si me apuráis, más difícil que lo primero). Al seguidor colchonero lo han escarnecido los Gil, estafándolo un año tras otro, o insultándolo paladinamente ("hijos de mala madre" y "cornudos" les llamó Gil padre, por cierto, muy en la línea del sabroso y veraz castellano preconizado por Montero Glez), sin que el sufrido seguidor se incomodara o mostrara el menor disgusto. ¿Qué tiene de anormal que los publicistas exploten el filón de la poltronería disfrazada de fatalismo o de nobleza? El hincha del Atleti es una caricatura de aficionado al fútbol. El tonto del pueblo es alguien… en el pueblo. Él ha decidido ser el tonto del pueblo… en la aldea global, y ésta ha tomado nota. El hincha del Atleti ha tolerado que los okupas formularan el gran pregunta (no del millón de dólares, sino de los cinco céntimos): ¡Oh dioses!, ¿por qué somos del Atleti?, misterio sin resolver, más aún, irresoluble, pero misterio no intrigante sino jocundo, pues mata de risa a los demás.

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(Para Javier) Del libro no tengo otras novedades que ofrecerle que las le adelanté en su día. Pero en el post en el que me pide noticias de "Abrazados a la miseria", dice usted algo que repiten otros comentaristas y profesionales del fútbol, incluido Luis: habla usted de la histórica forma de jugar del Atlético de Madrid. Creo que Aragonés dijo una vez que el carácter del Madrid era ganar y el del Atleti el contraataque. No puedo estar de acuerdo. Primero porque la victoria y el contragolpe no son cosas homogéneas. Y segundo porque el contraataque es una faceta del juego, no un estilo de juego. El Atleti de la época de Luis, Gárate, Adelardo, Alberto, Ufarte… era un equipo completo, uno de los mejores de Europa: se defendía y atacaba y, naturalmente, practicaba el contragolpe muy bien. No hay gran conjunto que no sepa hacerlo. De modo que no es una suerte menor ésta del contragolpe (como pretendieron hacernos creer en su día los idólatras de la Quinta del Buitre, esos estetas cursis). Pero ningún equipo grande se especializa en el contraataque, pues se trata de una maniobra propiciada por una situación muy concreta. Un match de fútbol es más rico, y los grandes conjuntos están a la altura de esa abundancia.

Knock Out

Sobre el papel había partido, no en vano se enfrentaban un Barcelona con varias bajas y alguna figura lejos de su plenitud y el mejor Atleti que podáis aspirar a ver. Pues bien, el primero despachó al segundo casi con displicencia. Salió el equipo de Aguirre en plan estiloso, pero también lento y sin profundidad, y durante 20 minutos pareció a la altura de su afamado oponente. Luego vino la cantata en do mayor de Abbiati, que puso punto y final al encuentro (¡y eso que aún quedaban 70 minutos!) Desde hace dos Giles (propongo esta forma de medir la ciénaga de tiempo muerto en que chapotea el Atleti), la fe del equipo rojiblanco no mueve ni una vaina de altramuz, y la menor adversidad lo pone fuera de combate.

Al cuadro de Rikjaard le bastaron su trabajo en la zaga, la viveza de sus diminutos medios y una fulgurante intervención de Messi para noquear a un contrario premioso, sin vigor y convicto de su absoluta inferioridad. (Y eso que Henry está fondón y el Ronaldinho de ahora no regatea ni a una silla. Un Barça pletórico hubiera aplastado al Atleti sin despeinarse.)

¿Qué es un crack? El que destaca en este tipo de encuentros, no el que se pavonea ante el Erciyesspor. En el Atleti nadie fue nadie, pero Aguirre identificó en la masa informe de su conjunto dos garbanzos negros: Reyes y el "Kun", y los envió a la ducha mediado el segundo periodo (incomprensible rigor que absolvía, por ejemplo, la vagancia de Forlán y la insoportable liviandad de Simao).

La contumaz propaganda de los okupas fantasea un Atleti incrustado entre los grandes. En tardes como la de hoy, el spot se cae de la valla; los operarios de los okupas no tardan en colocarlo de nuevo, pero es inútil. Evocad esos carteles electorales que, meses o años después de la votación, aún perduran, en los que el candidato derrotado de una formación desconocida nos sonríe muy seguro de sí. Los maliciosos niños le han puesto un ojo a la funerala y careado un diente con tinta de bolígrafo, y él sigue impertérrito mirándonos desde la eternidad de su jactancia fofa. ¡Pobre iluso!

Crónica tardía

No fue fácil encontrar un café en Oviedo donde pusieran el partido del Atleti. Vetusta es una ciudad muy merengue y los colchoneros no existen tan al norte. Pero hasta en provincias hay sitios donde televisan el cricket, la petanca sobre hielo (o curling), las carreras de caracoles, el póker…; también los partidos del Atlético de Sebastopol. De modo que, tras una diligente caminata, topé con un antro de góticas tragaperras e innumerables televisores, las cuales hacían pensar en los ojos divididos en facetas de los insectos. En una de esas cajas tontas cabía holgadamente el Atleti-Osasuna.

Festival atacante del equipo local, frente a un conjunto forastero no tan débil como pareció en algunas fases del choque. Dos magníficos tantos y media docena larga de tiros que lamieron o mordieron los postes. Los jugadores del Atleti chutaron dos veces muy bien y mal durante el resto del partido, y el último pase fue a veces precipitado o defectuoso, pero el equipo maniobró en todas sus líneas con una sincronización y una solidaridad promisorias. De continuar este espíritu de conjunto (del que ponderaré sobre todo los apoyos, los desmarques y las ayudas de Forlán), los más recalcitrantes olvidarán enseguida la figura del organizador exclusivo, léase Riquelme. Brilló en especial la pareja de medios: Maniche y Raúl García. Al despreciado portugués el frenesí de los puntas le privó de mojar en un par de oportunidades; confío en que Aguirre los haya llamado al orden.) Lo que peor funciona en el equipo de Aguirre son las famosas alas, circunstancia que se debe a la estratagema de situar a los diestros en la izquierda y los zocatos en la derecha. Contra el Osasuna los centros parabólicos de Seitaridis tropezaron con las zurdas de Forlán y Maxi, cuyos disparos se fueron a las nubes. Quizá Aguirre persiga que el ocho y el diez no profundicen hasta la línea de fondo. Colocándolos de ese modo tan antinatural les quita capacidad de desborde, les obliga a centrar sin apurar el campo y a mantenerse junto a los medios de cierre y enlace.

Hablando de Agüero: marcó un golazo que desmiente ese elogio minimizador que he oído en boca de algún comentarista, a saber: tiene (sólo) unos cuatro o cinco metros iniciales irresistibles. Y los cuatro o cinco siguientes y los cuatro o cinco postreros… Un consejo: ved al joven as como si cada partido fuera el último porque no tardarán en quitároslo.

El lunes eché una ojeada a la prensa deportiva. Un periódico de Madrid ni siquiera le dio al Atleti una tirita con el resultado en la portada, que acaparó el enésimo milagro merengue, con un gol heroico (sic) de Sergio Ramos. En las páginas interiores, y de limosna, había un jergón y una manta para el Atleti (el mismo ajuar que para el Español, el Murcia o el Zaragoza.) La marrullería es vieja: no bien la más ligera brisa amaga con henchir las velas del Atleti, los ideólogos del lobby blanco fruncen el ceño. (El director del referido papel confesó no hace mucho que, en la última década (sic), la ciudad se había volcado con el Madrid y había descuidado al Atleti, dictamen hipócrita pues omitía la propia responsabilidad en el ninguneo, encubría la naturaleza de éste y no entrañaba ningún propósito de enmienda. El interrogante: ¿es por ventura el Atleti un club de Madrid o de Sebastopol? no sigue en pie, ya que los hechos lo han despejado con largueza, pero me gusta refregárselo por el hocico a los camanduleros del lobby, quienes me recuerdan la acusación de Nietzsche contra los sacerdotes de toda época y fe: "Jamás han dudado de su derecho a mentir".