Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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mayo 2012 - Artículos

Fiebre del miércoles noche

 

A veces sabe uno lo que va a ocurrir desde el primer momento. Es el caso de la final del otro día porque el Athletic Club (el Bilbao, para los menos puristas) fue un equipo nervioso y tierno desde que el árbitro silbó por primera vez, y su rival disfrutó de un encuentro plácido, pese a que Cortois trabajó bastante más que su colega de "El Bocho". El partido me recordó aquel duelo por la Champions en que el Valencia apenas le hizo pupa al Madrid. La antítesis de la blandura de los leones fue Falcao, que se movió en el escenario con la soltura de una prima donna. Su segundo gol fue paradigmático de lo sucedido: un defensa del Bilbao no sabe qué hacer con la pelota; ¿alguien la quiere?, pregona; un contrario se la toma prestada, y el obsequio le llega a Falcao que marca un magnífico gol.

El público de San Mamés encajó el revés con el natural careto largo, sin ocultar que los suyos habían perdido; guardó silencio y contempló entre ausente y respetuosa la alegría de los otros. Aquí y allá se impuso la cordura. Simeone se condujo con elegancia en la victoria y sus muchachos también, y estuvieron hasta cariñosos con el rival. Quizá sobraron las lágrimas de los jugadores del Bilbao, que eran más de impotencia que de disgusto. Pero ya no hay balompié sin esa clase de performance en la que el jugador se traviste de hincha.

No existe la gran victoria sin el gran adversario. Ninguno de los equipos con los que se midió el Atleti en la EL lo es. Sin embargo, este triunfo vale más que el obtenido hace dos años contra el Fulham. A aquel choque se llegó tras numerosos empates, resueltos por el mayor valor de los goles fuera de casa. Esta vez hubo una completa superioridad.

Un conocido, al comprobar que yo no rebosaba felicidad estentórea, quiso animarme: "Venga tío, no seas estrecho, que un título es un título, aunque sea el de Miss Chinchón". Que me perdonen los triunfalistas, pero no dejo de contemplar a través de la nueva copa (¿será transparente?) los 44 puntos que nos sacó el Madrid en la liga o la lucha a cara de perro con el Levante o el Osasuna para quedar quintos.

Juanfran, un recién llegado al Atleti, lo había expresado horas antes de probar a qué sabe la gloria europea... de segunda división: "Si no nos clasificamos para la Champions, la temporada no habrá sido buena". Que se lo diga a los forofos y también al club, que ha vuelto a decorar y falsificar con propaganda su torpe y nada escrupulosa gestión. Los Gil siempre quisieron (y han logrado) un tipo de seguidor con no más caletre que el niño del último spot. El pequeño está justificado por su corta edad (aunque, aleccionado por la Sra. Rushmore, omite citar entre los grandes clubes del Viejo Continente, con los que se codea en su imaginación el Atleti, al Real Madrid y al Barça). El adulto, en cambio, no tiene disculpa. Claro que Gil Marín y Cerezo podrían alegar que los incondicionales del club son como niños. Amén.

Por cierto, nadie protestó por este nuevo insulto a la inteligencia del aficionado colchonero; pero quizá el vídeo no lo insultaba sino lo describía.

 

 

Noche de teloneros
A mis amigos merengues les dije en infinidad de ocasiones que era poco realista pensar que el Barça no iba a dominar nunca. A mis conocidos del Barça les he dicho más de una vez que es poco realista pensar que las tornas se han vuelto definitivamente. A mis amigos y conocidos del Atleti les he insistido por activa y por pasiva en que... Bueno, dejémoslo. Andan con la mente en Bucarest, como los antiguos reyes de León en Babia.

El objeto del arrobo es la EL, que debería llamarse la LL (Losers League) o LC (Losers Cup). La UEFA, siguiendo las pautas de la internacional del marketing (esa cuca fábrica de somníferos), ha hallado un modo de que los habituales fracasados exulten. Es una copa a la medida de los que no tienen fuerzas para levantar un trofeo mayor. A la final de este año acuden el Athletic de Bilbao (estricto cultivador de la cantera por motivos nada santos) y el felizmente okupado Atleti de Madrid.

Y es justo reconocer que esta vez sí, esta vez los mandamases del Atleti han confeccionado una plantilla maravillosa con cuatro fantásticos jugadores y cinco o seis seleccionables por España, algún otro por Bélgica y Argentina, y lo han hecho contra todo pronóstico y con una pequeña y poco representativa parte de la afición de uñas por la venta de las figuras que conquistaron la anterior LL (perdón, EL). ¡Canallas, aquel era un equipo campeón! ¡Listillos, ya tenemos otro que vale tanto o más!

Así de injusta es la vida; te esfuerzas por agradar al seguidor, incondicional de la derrota y hasta del latrocinio (dándole más derrota y robando como nunca), y algunos dejan el abono o lo parten en trocitos, otros silban o patalean... La gente es muy rara. Menos mal que a la postre se impuso el sentido común y acaparó las injurias más recias el mercenario de mal agüero (ojalá que le partan la piernas en cuatro cachos) que se fue a perder a Manchester.

Queda probado, por consiguiente, que el mercadillo veraniego del club sirve no sólo para que los okupas se forren, sino también para colmar el apetito de triunfo de una hinchada que se sacia con un bocatín de calamares. No hay otro ejemplo de estómago tan agradecido.

Pero, por fortuna, donde dos o tres miopes y amargados únicamente ven destrozo y desmantelamiento, los centenares de miles de ojos de halcón y espíritu asertivo vislumbran una aurora permanente y hasta una guía para los años venideros.

Pues ya no importa que el equipo vuelva a hacer el ridículo en la Liga, siempre que en las postrimerías haya una copa (del material que sea) de la que presumir; incluso basta con disputar la final; y si ésta depara la victoria, magnífico y si no, mejor aún, pues el Atleti ha dado con el ungüento mágico que permite transformar el disgusto en una jornada de afirmación de las esencias. La secta del colchón tiene la patente en exclusiva.

Que la dignidad es el punto fuerte de los detractores de Gil Marín y Cerezo (los hay aunque parezca increíble) lo prueba el hecho de que los que motejan de bribones a los incomprendidos dirigentes sean los primeros en sumarse al triunfalismo, o sea, en personarse ávidos en el guateque de donde se habían marchado unos minutos antes dando un portazo porque no había gaseosa.

En otras circunstancias este duelo entre los Founding Fathers y su antigua sucursal (el Atleti brotó del mal perder del Madrid y de la bilbainada subsiguiente) sería interesante, incluso emotivo. Hoy sólo puede ser bestial, brutal, colosal, trascendental, mayúsculo, histórico, a vida o muerte, etc., pero únicamente si pierde el club de Madrid alcanzarán sus masas un paroxismo a la altura de tan gloriosa decepción.

Agradezcamos a los Gil y a Cerezo, pues es obra suya, este carrusel sentimental, lo-ló, lo- ló, lo-ló.