Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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enero 2009 - Artículos

Chupitos de bíter

Lo peor de la miseria efectiva que han traído los okupas y quienes los apoyan es que muchos aficionados al fútbol seguidores del Atleti ni siquiera pueden, ya no, dejarse distraer como si tal cosa por las vicisitudes de los campeonatos, pues lo que ocurre detrás de las bambalinas es feo y grave, muy feo y muy grave. ¿Cómo sumergirse voluntariamente durante un par de horas en un orbe ingrávido y gentil como pompa de jabón? Cuando han demolido tu casa, ¿de qué sirve ponerse a jugar entre las ruinas a que habitas un palacio? La ligereza del deporte se ha convertido para esas personas, las más conscientes, en la pesadez de la vida seria. Les han robado, junto con el club, la despreocupación.

Hemos vivido demasiado tiempo de espaldas a la realidad; y ésta, impaciente, ha comenzado a darnos golpecitos en el hombro. Todo indica que, si rehusamos darle la cara, nos la partirá. Pero aún es posible elegir entre la bofetada y el puñetazo.

Derrotas como las infinitas de los últimos años hubieran debido servir para que la gente colchonera abriese los ojos, pero les han cosido los párpados con legañas endurecidas: el producto reseco de tanto sopor. Y hasta los seguidores con cierto espíritu crítico llaman "fustigarse" a denunciar las tropelías y a indicar los defectos, y prefieren oír los aburridos cánticos de las viejas sirenas. El hijo del vecino te cae bien. Pero si, en vez de prodigarle carantoñas, señalas: "Este niño es bizco", el familiar se sulfura:

-"¡Oiga, que es mi hijo!".

-No he dicho que fuera ilegítimo sino bizco.

-"Le repito que es mi hijo.¿Por qué no se mete con el de ese otro?".

-Porque no bizquea, como el suyo, y le tengo simpatía.

Lo que el familiar anhela oír es una rapsodia como la siguiente:

"No nos dejemos llevar por la euforia. Vaya repaso se llevaron los holandeses. Seamos prudentes que esto no ha hecho más que comenzar. Que me digan quién puede ofrecer tanta inventiva en ataque como la que coloca sobre el campo el Aleti. Tranquilidad, la Champions es, prácticamente, una competición desconocida para nuestros colores. El Kun, ese Romario con más metros de recorrido, pide como Isinbayeba que entremos directamente en la segunda fase porque estas alturas son poca cosa para tal barbaridad de talento. Cada partido son noventa minutos y hay que jugar contra todos dos veces, hasta el último instante no se debe cantar victoria. El vídeo del Philips Stadium circula por Europa y a Felipao Scolari se le pone el bigote mirando a Caxias cada vez que ve a la máquina rojiblanca abalanzarse sobre el arco adversario; Mourinho manda mensajitos cariñosos a los portugueses del Calderón para que recuerden que sigue siendo amigo; Benítez propone la santa alianza en esta primera tanda y los demás los demás bastante tienen con lo que tienen. No hay peor enemigo que el exceso de confianza. Desde Leo Franco hasta Banega que fue el último cambio, jugó la escuadra colchonera con esa superioridad campeona de la que gozan las formaciones elegidas, esas que solo pierden cuando se equivocan pero que son imbatibles si están a lo que están.Aún no hemos ganado nada como para levantar la voz. La catarata de ánimo que promete desbordar Neptuno tras una docena de años secos no es ficticia, mojará al pueblo o no, pero miente quien niegue que esta plantilla provoca ya las mejores sensaciones de las sentidas en todo este tiempo de escasez. Tampoco los holandeses eran tanto. El PSV sólo había perdido en Eindhoven con un equipo español, el Barsa, y además somos deudores de una buena noche que nos dio hace años el equipo de la Philips como recordaba Picu con tino; no tiene el Bolton un futbolista como Afellay y al cabo nos afeit no, la diferencia está también por detrás, no sólo en la mejora vertiginosa, y emocionante, del Kun y su buena compañía de ataque, no: el equipo ha crecido y de él depende colocarse a la gigante altura que al club le corresponde y que es esa que permite mirar a los ojos de los más grandes sin bajar la vista nunca. Como toda la vida. Y machete, guadaña y cabriteña manchega de trece muelles para todas las cursivas."

Pero estas cursis enormidades (proferidas por quienes, no pudiendo hablar, lo hacen por los codos) intoxican a los aficionados y constituyen un matarratas para el club. A mayor abundamiento: si todo triunfalismo repugna, el de los habituales perdedores es directamente vomitivo.

Cierto opinante de un periódico de Barcelona que echa sus redes en Madrid y que prefiere arrimarse a los okupas antes que a la verdad, se refiere a los distintos estamentos del Atleti (jugadores, directivos, preparadores…) e incluye en la nómina a los medios de comunicación. ¿¡Cómo!? ¿!La prensa forma parte del club!? No creo que se trate de un lapsus, e ilustra sobre el concepto de la profesión que tienen estos profesionales. No son (ni se consideran) más que los vendedores de la planta joven y colchonera de El Corte Inglés. Sin embargo, ¿para qué sirve un periódico que no es independiente (independiente de aquellos sobre los que informa)? Ni para envolver bocadillos.

Los medios de comunicación son culpables de lo que le pasa al Atleti por acción y omisión, o sea: no sólo por lo que dejan de hacer sino también por lo que hacen. Su pereza no exenta de ajetreo, su verbosa cobardía, su hercúlea ignorancia y su incurable tendencia a mirar con fingido arrobo hacia otro lado, agravan y profundizan el saqueo del Atleti. Y basta ver las jetas que aparecen en la foto del almuerzo de Javier Aguirre con los curritos de un papel de Madrid para darse cuenta de en qué manos está hoy la información deportiva.

Que, en materia de deporte, sólo venden periódicos las buenas noticias, lo prueba el affaire Ramón Calderón y la famosa crisis del Madrid: un festín para hienas, buitres y zorros plateados que duró mes y medio. Aquí no se vaciló en suministrar a la opinión pública una quíntuple ración de malas noticias: golfadas, triquiñuelas, conspiraciones, fraudes... ¿Es que al consumidor merengue el gusta la carne putrefacta y bien repleta de gusanos? ¿Es que el "Marca" se ha tomado todas esas molestias para expulsar de sus páginas a los lectores madridistas? ¡Oh, sí!

Un club como el Barça encara la Copa en el plan de quien se ve obligado a elegir un postre antes de haber probado los platos principales. Esto es: como una suerte de extraño aperitivo. Y, como es natural, aborda el asunto con la debida cautela. Rehúsa estrellar su apetito contra unos vulgares entremeses. Al Atleti, en cambio, lo invitaban a ponerse ciego (un día es un día) los triunfalistas, los que anhelan a toda costa presumir de un título. Pero el Atleti es como esos diabéticos que no pueden permitirse ni oler el dulce. Además, ¿no había proclamado la mercadotecnia en agosto que el partido más importante de la temporada era el del Schalke 04? Pues ya se ganó.

Cuando Gil Marín declara que la prosperidad económica (la suya, por supuesto) no tiene porque verse afectada por los malos resultados deportivos (del Atleti, por supuesto) y que hay que separar las dos facetas, no hace otra cosa que esbozar su programa máximo: hacer del hundimiento del club un gran negocio… para él, por supuesto.

El Atleti es el único equipo de los que participan en la Copa de Europa del que dicen: ya lleva ganados tantos millones y, si pasa tal o cual ronda, ingresará tantos otros. Se quiere transmitir la sensación de que la entidad escapa de la penuria, pero el efecto es el contrario. Aireando esa calderilla, consiguen que sospechemos que el único que escapa de la penuria, propagándola en torno suyo, es el heredero del chorizo y chorizo él mismo. Muchos se preguntan a qué juega el Atleti, pero deberían preguntarse: ¿para qué juega el Atleti? Para hacer ricos y famosos a dos timadores del montón.

¿Cómo se le quita un caramelo a un niño, cuando éste ya lo tiene en la boca? Consiguiendo que le sepa amargo. Ni Maradona ni los 20.000 parientes de Agüero han desestabilizado al Atlético de Madrid. Son los okupas del club el ojo del huracán. Alrededor del tinglado caótico en que han convertido los despachos del Manzanares, las cosas vuelan por los aires y se van al garete. Y ellos tan tranquilos.

Que Agüero se va a ir nadie lo discute. Los únicos interrogantes son: cuándo, cómo y adónde. En un papel florece el rumor de que el Atleti ha puesto sus ojos en otro joven delantero Keirrison (¡qué irrisión!). Y se murmura que Agüero ha alineado en su equipo ideal a Ibrahimovic y preterido a Messi. Estas cosas, juntas, pudieran significar algo. El despiste del pequeñín, más que la pamplina irrisoria y más que las papelinas que distribuyen los agentes de los jugadores a través de los diarios.

Agüero
se va (se irá) porque es demasiado jugador para el Atleti. Por otra parte, los que se quedan son incapaces de levantar el club, y sólo por eso le serán leales hasta el término de sus contratos. En realidad con Agüero empieza a pasar lo que ya ocurrió con Futre y con Torres. Vemos la patética figura de un joven astro amarrada al maloliente cadáver de una expectativa de éxito engañosa, mero artificio improvisado por un gang de estafadores. Pero lo único que preocupa a una porción de aficionados es que el "Kun" pueda irse al Madrid, temor que acredita la estupidez resignada de esos incorregibles panolis.

Con lo del cambio de estadio sucede algo similar. Mucha gente se pregunta qué va a suceder con el actual himno, cuya letra dice: "Yo me voy [pleonasmo] al Manzanares, al estadio Vicente Calderón / Donde luuuchan, etc, etc.) Yo les aconsejaría que no le diesen muchas vueltas al asunto. ¿Qué significa hoy "Allons enfants de la patrie / le jour de gloire est arrivé"? Nada. Evoca, todo lo más, un conjunto de lactantes enfrentados a un pelotón de amas de cría gallegas. Pues bien, adoptad « La Marsellesa » como himno. Los himnos sólo son soportables cuando su letra, trabajada por el tiempo, se ha transformado en una colección de absurdos.

(Excrecencia.) Le preguntan a Cerezo de quién es el Atlético de Madrid, y él responde que de los socios. Engaña a la griega, o sea: enunciando la verdad. Es de los socios, sólo que el Atlético de Madrid no tiene socios; tiene abonados. O sí tiene socios, pero no son los abonados. El Atleti es de Gil Marín y de su socio, Cerezo, más del primero que del segundo.

El Atlético tenía un tumor. La afición pudo ser el cirujano, pero se contentó con negar la enfermedad o con aplicar fomentos a los miembros saludables. Ahora el tumor es el propio Atlético. A eso llamaría Freud instinto de muerte. Y así los que gritan con locura: "¡Atleti hasta la muerte!", no tardarán en ver atendidas sus plegarias. Pero, en contra de lo que ellos suponen, el club fenecerá primero.

Dignas derrotas, dignas, dignas...

La afirmación de que el Atleti cayó dignamente la última vez que viajó a Barcelona (ampliamente repetida) da idea de hasta qué punto han asumido en lo más hondo de su corazón muchos aficionados rojiblancos (y los que los apacientan) la inferioridad deportiva del club. La noche del miércoles el equipo de Aguirre fue impotente para complicarle la eliminatoria a un Barça rebosante de extras, ante un público adormilado que llegó incluso a hacer la ola para combatir el frío ambiental. Los tres jóvenes medios que el equipo de Aguirre puso en liza: Banega, Raúl García y Camacho, lentos como tartanas, se mostraron incapaces de quitarle una sola pelota a Yaya Touré, quien maniobró e impidió maniobrar a los otros cuando quiso y como quiso. (Banega es técnico y con visión, pero parece como si acabara de levantarse de la siesta; camina más que corre y necesita regatear para abrirse ángulo en los pases (el suyo es un regate sin progreso, sin internada). Raúl García centraría y tiraría con mucho gusto, pero siempre llega después, y sacude para hacerse perdonar la tardanza, y Camacho, otro leñero por incapacidad, es una piedra nada preciosa y aún por pulir. (Nadie le está cortando la trayectoria porque sencillamente carece de ella.)

Ignoro cuál ha sido el régimen de entrenamiento seguido por los futbolistas rojiblancos desde que volvieron de vacaciones, pero lo cierto es que semejan fantasmas gemebundos que arrastraran una pesada bola de plomo. Sin velocidad y sin fondo, ¿qué se puede hacer hoy día en el fútbol? Únicamente comentarlo. Tampoco entiendo cómo demonios puede acalambrarse un futbolista de 20 primaveras después de 60 minutos de partido. (Agüero está irreconocible: se trompica o se cae en los regates, ha perdido velocidad y no aguanta una carrera de 15 metros; y sin Agüero no sólo no hay paraíso; tampoco hay purgatorio.) Las loas a un Simao hiperchupón también se antojan gratuitas. ¿Y qué decir de la pareja Pernía /Perea. Pues que volvió a dar la noche a los suyos, y me pregunto por qué los que odian y culpan a Pernía, aman y disculpan a Perea, de largo, el peor jugador que tiene el Atlético de Madrid y uno de los más negados de esta Liga (sin criterio, sin clase, sin colocación, nervioso, irascible...). Pero la gente le perdona seis pifias por cada cruce aparatoso y toma por carácter su tendencia a acudir como locomotora de tren a las jugadas que no requieren tanto brío. El miércoles recuperó algunos balones para darse el gusto de regalárselos otra vez al delantero rival, y se tiene la impresión de que necesitaría un campo dos veces mayor para no mandar continuamente el cuero fuera de banda. El aficionado de hoy no le da mucha importancia a las pérdidas de balón, pero, antes que sacar a un tío que alimenta y desahoga constantemente al adversario (aunque éste no sea Alves), más le valdría al Atleti jugar con 10.

La titularidad sempiterna de una serie de elementos inútiles, sobre los que no debería haber ya la menor discusión (y es higiénico que el público los silbe cuando fallan) lastra cualquier sistema. Pero claro, como el otro día no hubo sangre (aunque sí los cansinos y humillantes olés de una afición que había pagado para ver al Atleti y no se encontró ni con el Poli Egido), pues todos contentos.

La felicidad

Uno de los dos equipos de Madrid es dichoso (o lo era hasta el domingo 4 de enero a las siete en punto de la tarde), aunque va lejos del líder en el campeonato. Lleva sin ganar ni a las chapas más de una década (y lo que te rondaré), pero rebosaba satisfacción y estaba pasando –según decían– unas Navidades de ensueño. El otro, en cambio, no levantaba cabeza desde que hace un mes y medio se le declarase (o le fuera prescrita) una crisis de caballo. Tan es (o era) así que sus dirigentes, compelidos a reaccionar, primero despidieron al entrenador y después reforzaron el plantel (campeón de las dos últimas Ligas, por si alguien lo ha olvidado); empero, sus seguidores no las tienen todas consigo y exigen nuevas medidas. Ah, se me olvidaba un detalle que ayudará a completar el estupefaciente panorama: entre el primer equipo y el segundo mediaba hasta el domingo famoso ¡un punto en la clasificación, a favor del primero!; ahora la ventaja es del cuadro en crisis, que le saca al feliz ¡cinco puntos!

Tan ufanos estaban los botarates en jefe que okupan el Atlético de Madrid (suficiencia que arrullaban las vacaciones), que por una vez habían escondido a García Pitarch (el mensajero de las desgracias, el pregonero de la subida del pan, el cínico verdugo de la ilusión) y habían salido a pasear a cuerpo gentil ellos, previa consigna repetida ad libitum por sus cubicularios de los periódicos, a saber: lo perfectamente que colma toda aspiración colchonera enseñarle al Madrid el dorsal, la culotte o ese lugar donde la espalda pierde su honesto nombre. (Nunca se les ocurrió pensar ni a los cubicularios ni a sus jefes que esa felicidad gritona y entreverada de profecías de un hortera rosa-fucsia, no sólo confirma el minúsculo tamaño del club, sino que lo empequeñece aún más. Han convertido al Atleti en un bonsái.)

Pero es sabido que la alegría dura aún menos en la casa del necio que en la del pobre. (Y pensar que al Madrid le inquietaba o le irritaba que el Atleti fuera por delante en el campeonato era otra de las fantasías para consumo interno de los cubicularios y los okupas, que no saben que, de puro microscópicos e insignificantes, son invisibles para los merengues.)

De ahí que la invitación de ciertos ideólogos a disfrutar sin reservas del magnífico presente (el tercer lugar que se transformó en el quinto por arte de magia) sonara demasiado a "Goza, que te queda poco". Pues bien, la última cena del cerdo no es la última cena del condenado a muerte porque el animal, al revés que el ser humano, ignora que va a morir. Inherente a la condición humana es la facultad de prever. Y habría que ser muy animal para limitarse a fruir con cuatro goles (por muy de Agüero que sean), cerrando los ojos ante las patrañas y triquiñuelas que ocultan la destrucción programada del club. Por citar la última: esa fabulosa ciudad deportiva (en realidad, un gran parque de ocio) cuya fama ya se extiende por la redondez del orbe, aunque el primer ladrillo no haya sido colocado aún. Aquí se omite (un mero lapsus sin trascendencia) que el Atlético no puede construirla porque no tiene dinero, y serán los que financien las obras los explotadores y beneficiarios exclusivos de las mismas. Al Atleti le permitirán, a lo sumo, entrenar en los páramos de Alcorcón, a cambio de un canon (que en la vida nada es gratis) de la misma naturaleza del que paga ahora por el uso del Manzanares, antaño su casa. Esto es como lo de los pieles rojas: primero les quitaron las tierras y la existencia; después confinaron a los raros supervivientes en reservas inmundas y más tarde usaron sus nombres, exóticos ropajes y utensilios (la pipa de la paz, el bélico tomahawk, etc.) para atraer a los turistas. El saqueo del Atleti –como expliqué en mi penúltima monserga– es en su nombre, a sus expensas y por gente pintada a brocha gorda de rojo y blanco.

Pero detrás de ese fulero "¡Venga tío, no le hagas asco a la copa de Vega Sicilia; apúrala y que te quiten lo bailao!" de los ideólogos puede haber cierta mala conciencia (if any). Imaginemos a alguien obligado por su profesión a ejercer la crítica y a informar, pero impotente para hacerlo por falta de luces, por vagancia o por mera cobardía. Semejante individuo tenderá a calumniar el menor conato de sensatez como producto del resentimiento, de la envidia, de la incapacidad de gozar y otras hierbas. Y redoblará sus esfuerzos para desacreditar a los que, ante la nunca vista ni oída hazaña de ir terceros o quintos, pronuncian un tajante: "No sirve, idiotas". Los ideólogos no ignoran que se han ganado a pulso el desprecio de los 14 disidentes (según el cómputo harto optimista de Cerezo) que no les ríen las gracias (if any); y no los pueden dejar en paz. Quizá teman que ese puñado de personas nada contentadizas sea el germen de una oposición más numerosa y operativa. (El germen es siempre pequeño, pero atesora un potencial de eclosión y desarrollo que no tienen la planta o el árbol ya adultos.) Sin embargo, no conviene descartar otro factor: los creyentes de cualquier fe (y más los conversos a la fuerza y, peor aún, los sacristanes pelotas de pontífices y prelados) experimentan el descreimiento ajeno (por minoritario que sea) como una amenaza a sus convicciones y a su posición. En el reino de la rabiosa y estruendosa unanimidad, no cabe la negación, ni tan siquiera la duda. Pues para ellos la toba del cohíba; nosotros hace tiempo que dejamos de fumar.

Taquigrafías (VI) (¡Desalojad a los okupas!)

Hay un papel que ofrece este próximo domingo, junto con su acostumbrada quincalla informativa, un forro polar con los colores del Atleti. Pueden alargar la promoción hasta agosto porque la gelidez que transmite este club no es la del invierno sino la de los cadáveres.

El equipo suplente del Barça, enriquecido con cuatro titulares: Messi, Alves, Touré Yaya e Iniesta, ridiculizó al Atlético de Madrid en el match de ida de los octavos de final de la Copa del Rey. La cosa me trajo a la memoria la tranquilidad con la que Muhammad Alí impartía lecciones de boxeo a sus sparrings. Buena parte del encuentro consistió en un rondito por la banda derecha del ataque blaugrana (e izquierda, vistas las cosas desde el otro lado). Messi y Alves jugaron al tuya-mía con Pernía y Perea, dos profesionales (aunque no del balompié) que jamás hubieran soñado con pertenecer a la plantilla del otrora club de fútbol Atlético de Madrid. Ni con la ayuda de Simao, lograron cerrar los dos honrados zoquetes esos 20 metros de campo. Los aficionados primero la emprendieron con Iturralde, luego con el Barça y Cataluña y más tarde con Aguirre, pero al final un conato de nobleza y de buen gustó les arrancó una ovación cerrada a Messi. El deporte es saber perder, y ni el árbitro, ni el preparador colchonero (de quien me ocuparé por lo menudo otro día), ni mucho menos los catalanes tienen la culpa de que el Atleti de hoy no valga ni para entrenar al Barcelona. Lo dicho: ¡desalojad a los okupas!