Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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abril 2008 - Artículos

El gafe

Hoy no vino el "Gorras", gafe oficial de la taberna donde contemplo los partidos del Atleti, y la gente imputó a esa ausencia el que el equipo del Manzanares no saliese derrotado del coliseo Alfonsito Pérez. (El poder del Real Madrid se echa de ver en estas aparentes insignificancias. ¿Cómo han conseguido que una medianía balompédica simbolice algo? ¿Pensará la gente dentro de 10 ó 20 años que el tal Alfonsito Pérez era el primo hermano de Di Stéfano?)

La suerte nunca le fue permanentemente esquiva al Atleti, al revés de lo que sostienen los ideólogos puperos. La suerte es ciega, sorda y muda (algunos creen incluso que no sabe beber) y no le guarda ausencias a nadie. Por eso, aunque el Atleti hizo hoy un partido penoso, birrioso, calamitoso, asqueroso, la jornada le resultó favorable y lo dejó casi con un pie y medio en la ronda previa de la Champions. Claro que el Atleti tiene un pequeño elixir (no me atrevería a llamarlo antídoto) contra la mala suerte. Se llama Agüero. Lo que admira de él es su capacidad para lograr un gol tras una asistencia consistente en un patapún palante digno de los guiñoles del Canal Plus. Los balones que no son de nadie, y no hay otros, son casi siempre suyos. Además, está lejos de su mejor forma, consecuencia de no haber descansado en las dos últimas temporadas. Pero casi da igual porque es tan bueno que hasta cojo transmite peligro y hace daño. (Ayer, renqueante, fue respetado por Aguirre, que no se atrevió a sustituirlo, y no por miedo a la temible y entendida grada colchonera; sino quizá por simple superstición; ahora mismo el "Kun" es el Cid Campeador del Atleti, cuya mesnada está habituada a perder y a pasar por las competiciones sin pena ni gloria.) Atención, pregunta: ¿por qué los paletos de esos campos de Dios odian a Agüero? Porque no es Raúl. Del Madrid aceptan hasta el robo (porque en el fondo son del Madrid). Del Atleti no toleran ni la más pequeña porciúncula de talento; la sienten como una ofensa intolerable, inadmisible.

Con mis amigos merengues discuto sobre si Granero es mejor que De la Red o a la inversa. Ellos creen que Granero es superior; yo opino que De la Red tiene más probabilidades de llegar ser alguien en el fútbol. Hoy De la Red falló un penalti, pero jugó bastante bien. Es mucho mejor (y siempre lo será) que nuestros Raúl García y Camacho. Le faltará un hervor táctico (no lo discuto), pero esa inmadurez la solucionan los partidos. Nuestros medios, por contra, no tienen solución. Raúl García es técnico y fuerte, pero actúa a cámara lenta; a Camachito le falta clase y no le sobra cuerpo.

En fin, el combate entre un equipo desilusionado y sin delanteros y otro senil y amilanado por dos décadas de destructiva okupación acabó en tablas. No vino el temible "Gorras", pero los que mandan en el Atleti son tan inútiles y golfos que se bastan y sobran para suplir a cualquier modesto gafe de barrio. Ahora bien, no contaban con Agüero. Que los dioses lo preserven de todo mal.

¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad!

(I)

Da la sensación de que la mayor parte de los seguidores del Atleti se conformarían con que los dioses fulminaran a Aguirre, a Pablo, a Reyes, a Cléber y algún otro jugador y respetasen las efigies de los okupas. (Es más, para esa mayoría, los dioses son los propios okupas, y el derecho de éstos a okupar y mangonear es inalienable e indiscutible. Incluso me atrevería a afirmar que la mayoría de esa mayoría echa de menos al difunto Gil, autor de la úlcera del club, porque en noches como la de anteayer hubiese despotricado contra todos, desde el árbitro hasta el utilero, en demagógica sintonía con el furor canijo y resignado de miles de colchoneros que aún creen que la cosa va de mercenarios contra apasionados, de ricos contra pobres, de vikingos contra indios, de vagos contra trabajadores, de cánceres contra salvadores, cuando en realidad es un viejísimo thriller de golfos contra ilusos, aunque sin ningún suspense.

Y así el día de las peñas (¿qué han hecho esas señoras por el Atlético de Madrid? Absolutamente nada, de ahí el homenaje), el cuadro del Manzanares se quitó la careta y proclamó que no desea jugar la Champions, que mejor otro año, que se siente mal y con pocas ganas de juerga. ¿A quién se le ocurre ofrecer a un enfermo terminal unas vacaciones en las islas Fidji, cuando le costaría horrores hasta a subirse a un taxi?

(II)

¿Qué custodian los ángeles custodios o guardas de la obra, que yo prefiero denominar ‘esbirros’? La demolición, la pila de escombros, el saqueo rutinario… Uno de ellos, al poco de comenzar la temporada: "Para luchar por la Liga, un campeonato en el que impera la regularidad, no veo a este Atlético todavía suficientemente armado, pero sí para llevarnos la UEFA o la Copa del Rey. En estos torneos en los que cualquier cosa puede pasar, tenemos efectivos más que suficientes para llegar muy lejos. Hay ilusión, las aburridas palabras de muchos agoreros tópicos (sic) están quedando en el olvido y ver las evoluciones en el campo de este renovado equipo empieza a ser un ejercicio visual y emotivamente placentero". El mismo personaje o sus sosias hace unas semanas: La Champions sería el mejor premio para una temporada muy irregular (¡sic!) en la que, solo a medias, podemos decir que se han cumplido los objetivos (¡sic!). Lograr jugar la Liga de Campeones la próxima temporada evitaría hablar de fracaso (¡sic!) y aliviaría la decepción de no acabar con la sequía de títulos que acumulamos desde hace más de una década. El tiempo pone a cada uno en su sitio y con el devenir de la temporada ha quedado demostrado que el equipo es corto y esta descompensado".

¿Temporada muy irregular? ¿Se han cumplido a medias los objetivos? ¿Evitaría hablar de fracaso el cuarto puesto en la Liga? Si algo ha demostrado el devenir de la temporada es que este necio no tiene ni idea de fútbol y que su oficio es ayudar a los okupas, como pone de relieve su principal inquietud: que se hable del fracaso, no ya el fracaso en sí. (Por lo demás, tengo malas noticias para él: el tiempo pone a cada cual en… una tumba; tiempo al tiempo.) Pero detrás del biombo de las tonterías y los falsos análisis, los okupas hacen cálculos. Como es de dominio público, poseen un proyecto, cuyas bases ha enumerado el mandamás Don Nadie: fortalecer la marca "Perdedores de Madrid", con la derrota como única seña de identidad, y, para los muy exigentes, una promesa: Agüero jamás se vestirá de blanco. Los hay que se quejan de vicio.

(III)

Sin embargo, muy fácil lo deben de ver los ideólogos merengues cuando, para conminar a Agüero a cambiar de club, se atreven a decir: "La cuestión es si quieres estudiar en Harvard o terminar el curso de electricista de CCC, cantar en la Scala de Milán o actuar en las fiestas de Alpedrete, vestir de Armani o seguir comprando en Almacenes Arias, ser portada de Marca tres veces por semana o salir en la página 28, jugar en el equipo de los que disfrutan o en el de los que sufren, en el que tantas veces ha tocado el cielo o en el que ha vivido hace nada en el infierno, el que juega en un estadio de leyenda o el que va a jugar al lado de la M-40, ir de gira a los Ángeles (California) o hacer la pretemporada en los Ángeles de San Rafael (Segovia)".

Hay que entender a esta tropa; creen escupir sobre un cadáver: el Atlético de Madrid, y, claro, los cadáveres nunca se yerguen para responder a las ofensas; por tanto es fácil injuriarlos o burlarse de ellos a mansalva. Se dirá que escupir sobre un cadáver no es un gesto muy noble, pero es un signo de poder. ¿Quién se lo puede permitir si no es el vencedor absoluto, definitivo?

-Ya podrás.

-Por eso lo hago, porque puedo.

La pasión más acendrada de los madridistas es el pavoneo, y en este caso, nada más asequible, ya que se trata de hacer posturitas frente a un trofeo de caza. La antigua alimaña peligrosa nos mira aún feroz, sí, pero desde el escudo sobre la chimenea donde lo inmovilizó el taxidermista.

También hay que entender que el poderoso suele ser envidioso, y en cuanto alguien tiene algo mejor que lo suyo o más reluciente o más nuevo (aunque sea un amuleto olvidado sobre la mortaja del cadáver), su mirada, siempre por encima del horizonte, que abarca siglos y no repara en los demás, pues no los ve de puro pequeños, bizquea de un modo curioso.

Ahora bien, tanta cínica franqueza esconde un peligro: que los seguidores del Atleti, viendo así tratado y re-tratado al club por el que simpatizan, se pregunten: ¿Cómo ha podido caer tan bajo la entidad que hasta el último mequetrefe de un diario deportivo se atreve a ponerla delante un espejo que ni los del Callejón del Gato, que inspiraron el esperpento a Valle Inclán? ¿Quiénes son los responsables de este hazmerreír? Y no es inverosímil que los ideólogos mayores del periódico donde trabaja el sujetillo (los mismos que han ofrecido el Madrid para que el Agüero no se vaya de España, ¡menudos próceres!) hayan tomado cartas en el asunto. "Puedo asegurarles que ni yo, ni MARCA ni ningún medio de comunicación de ámbito nacional saca beneficio alguno de que al Atlético le vayan mal las cosas y, por tanto, les garantizo que no hay ninguna intención de desestabilizar a su club. Aunque les parezca difícil de creer, a la Prensa le vienen mejor las victorias que las derrotas y las buenas noticias siempre venden más que las malas. Si el Atlético, el Real Madrid, el Sevilla o el Valencia siguieran en competición europea, les puedo asegurar que los dirigentes de todos los medios de este país estarían mucho más contentos y la situación sería mejor para todos".
¿Es tan idiota como parece? No, el tipo finge ignorar algo que es inherente a la propia estructura del deporte: gana uno; pierde el resto. De modo que sería imposible que a todos les fuera bonito. Y ese piadoso brindis al sol (ojalá pudieran todos clasificarse), válido si acaso para las rondas preliminares de las competiciones europeas, es imposible en las nacionales e incluso en las otras, no bien avanzan los torneos. De manera que la frase si algo testimonia es cuán poco cuesta regresar del cinismo a la hipocresía, aunque sólo sea por unos instantes.

"No sé si el Atlético volverá a ser el que fue antes de convertirse en una Sociedad Anónima, pero mucho me temo que, en la situación actual del fútbol europeo, al club rojiblanco le resulta tremendamente complicado competir con clubes que le triplican en presupuesto y en impacto mediático, de ahí los esfuerzos de los actuales gestores del club en intentar dar a conocer la marca Atlético de Madrid para que el club siga creciendo. En cuanto a los jugadores, yo me resisto a poner la mano en el fuego por ninguno, puesto que todos son profesionales y miran, como haríamos ustedes y yo, por su propio beneficio y el de sus familias".

Sí lo sabe o cree saberlo (sobre todo, lo desea), la duda es retórica, como también lo es el "mucho me temo", en el cual vuelve a triunfar el calloso cinismo que rezuman sabidurías del corte: "Esto es lo que hay, c’est la vie, mon ami". El Atleti no volverá a ser competitivo, pero eso no es culpa de nadie, es una fatalidad. Más aún, aunque sean elogiables los esfuerzos ímprobos de los okupas para dar a conocer la marca (o sea, para devolver a la vida al cadáver), "Alpargatas Pérez" no es Addidas y nunca lo será, ¡por éstas que son cruces! Y de nada vale que los gerentes de la alpargatería sean muy ingeniosos, se desvivan y sufraguen generosamente la operación mercadotécnica (¡oh, sí!), porque la suerte está, más que echada, tumbada a lo largo. De modo que nadie acuse (¡no, por favor!) a Gil Marín y a Cerezo de negligencia (no ya de delincuencia), ya que su tarea es imposible y está condenada al fracaso. Es todo lo más un nice try o una beau geste, o sea: una tentativa tan hermosa y admirable como inútil.

"Yo entendería perfectamente que el Kun se marchara del Atlético, como en su día se fueron otros, y no creo por ello que haya que considerarle un mercenario. Fernando Torres está demostrando que la vida no se acaba si te tienes que marchar del club de tus amores y que, incluso, eso puede ser bueno para el futbolista y para el club. El Atlético de hoy es mucho mejor equipo que cuando estaba Torres y Torres es hoy mucho mejor futbolista que cuando jugaba en el Atlético. Sinceramente, y entiendo que ustedes no estén de acuerdo, creo que al Kun le ocurriría lo mismo, pero también estoy seguro que el Atlético seguirá su camino sin Aguero, porque las instituciones están por encima de las personas".
¡Caramba: he aquí otra vez la falaz conseja: es bueno para un club perder a su mejor hombre! Y a fin de probarlo, el caradura nos engrasa de nuevo la marcha de Torres, del mismo Torres que no iba a triunfar en ningún sitio, que no era nadie, pues no tenía talento ni para descalzar el pie derecho de Raúl. Si bien Torres, el sobrevalorado, el paquete con envoltorio de figurita, era también Torres el quemado, el frustrado, el que ya no podía progresar aquí en el Atleti y cuya permanencia en el club tanto perjudicaba a la entidad y al propio futbolista.

Y, qué duda cabe, desde que se fue Torres el Atleti es mucho mejor equipo. Ridiculizado en la Copa, ridiculizado en la UEFA, y cuarto en la Liga, con el Santander echándole el aliento en la nuca, es mucho mejor. Porque los grandes jugadores hunden a los equipos y lo mejor para el bien de éstos es que aquellos se vayan. Aquí ya se mira otra vez de reojo al "Kun". Si éste se marchase aburrido y asqueado (la cosa no tardará en suceder), el Atleti sería mucho mejor aun. Y aunque no lo fuera, "seguiría su camino, porque las instituciones están por encimas de las personas". ¡Cómo!, ¿¡andan los cadáveres!? Claro que sí, sólo que el camino que recorren no lleva a la ermita sino al cementerio.

(IV)

La pregunta no es por qué se ha confiado el periodismo deportivo a semejantes botarates. La pregunta es por qué tantos seguidores del Atlético de Madrid se sienten más ofendidos por las burlas que por las veras, por los chascarrillos de un vecino más o menos bocazas y faltón que por los embustes y triquiñuelas del okupa, que los tima un año tras otro, y sus secuaces. En efecto, la pregunta es: ¿por qué tanta obsesión por la imagen y tan poca por la realidad? ¿Y por qué, cuando se enfadan esas buenas gentes, escogen absurdamente a un entrenador y a unos meros futbolistas como blanco de su cabreo, dejando incólumes a los que han contratado a 200 profesionales tan grises como los que fracasan hoy?

En el arquetípico chiste de rubias, una de ellas se examina de aritmética. El profesor le pregunta cuánto suman dos y dos. Y la rubia responde: ¡cinco! El profesor la suspende, pero las amigas de la rubia, muy rubias ellas, claman con acento de Serrano: ¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad! El profesor se la concede y la rubia que se examina vuelve a fallar y a recibir el correspondiente cero, pero sus congéneres invariablemente exigen: ¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad! A la tercera, la rubia da en el clavo: ¡cuatro!, y sus amigas, sin esperar el veredicto del profesor, saltan: ¡Otra oportunidad! ¡Otra oportunidad! ¿Será la afición del Atleti menos perspicaz aun que la claque de la rubia del chiste?

Imitadores

El aficionado dio un respingo, se levantó como si tuviera muelles en las piernas, pagó su chispazo y se fue dándole fuertes caladas a un puro, mientras mascullaba reniegos y blasfemias. A esa hora el bar era ya de los merengues, que silenciosamente lo habían tomado para ver al Madrid trotar hacia el título. En las mesas se desató un pequeño debate: ¿merecía el Valladolid perder un match que había dominado durante una hora, como poco? Seguramente no, pero también era lógico que el empate al final, justo después de haber marrado Forlán una buena ocasión para remachar el triunfo de su equipo, y cuando cada contragolpe de los de Aguirre parecía medio gol, exasperara al hombre del café, la copa y el puro.

Se diría que, envidiosos del áureo infortunio del Getafe, varios equipos de la Liga se habían propuesto este fin de semana imitar las cuitas azulonas. Entre ellos el Atleti, que obtuvo en la tómbola la papeleta en la que ponía: "Encajarás el gol del empate en el descuento, y lo harás a tu manera: el gol será ilegal"; pero también había comprado la otra suerte adversa, de moda desde el jueves: "Expulsarán pronto a uno de tus hombres". Dócil médium del destino, el árbitro perdonó la segunda tarjeta al Camacho del Atleti y concedió el tanto del Valladolid en off side.

"De donde no hay nada se puede sacar", decían los abuelos de la posguerra, y el conjunto que entrena el "Vasco" es lo que es: un cuadro corriente, sin mucha clase física o técnica, que está para jugar la UEFA, aunque pudiera quedar cuarto y también séptimo. Aguirre repite todos los días el mismo once; de entrada alinea a Camacho (para que se faje, junto a Raúl García) y en la segunda mitad, a Cléber, cuando el rival empieza a abrir la boca. Antonio López, sin convencer del todo, es un parche olvidado sobre la herida que abrieron Seitaridis y Valera; Maxi y Simao actúan en sus demarcaciones, y, cuando ingresa en el campo Reyes, lo hace con órdenes de evolucionar por el ala para el que la naturaleza lo dotó. Sin embargo, no entendí la sustitución de Agüero por Luís García. Quizá estuviese griposo, pero no gripado. ¡Si incluso había colaborado en el gol de Maxi, arrastrando a su marcador, anticipándose a él y dándole a Forlán dos obsequios en uno: una devolución de esférico maravillosa y una cañada real por la que infiltrarse hacia el área de Asenjo! Ningún equipo se reduce a fulano y diez más, pero el Atleti sin Agüero parece desamparado y a merced de cualquiera, aunque el cualquiera tenga el nivel del Bolton. (En el primer tiempo el "Kun" apenas pudo hacer nada, pero aún así consiguió domesticar, rodeado de oponentes, varios balones cúbicos –las célebres sandías de Dirceu– que no eran de nadie y de él mucho menos, presentes envenenados de los defensas de su equipo.)

Pues bien, Luís García estrelló contra la estación espacial un centro de Reyes (gran internada la suya). Eran los tres puntos, pero Luís García se dejó el cuerpo atrás en el instante del chut, como si un invisible enemigo le hubiese agarrado del pescuezo. Luego vendría la oportunidad de Forlán, ya reseñada, y en el contragolpe, el gol de Valladolid.

Los de Pucela son pegajosos, veloces, trabajan como los aprendices de la fragua de Vulcano o como los gregarios de Armstrong en el Tour. Alrededor de los eternos García Calvo y Víctor, pululan Sisi, Llorente, Sesma… Tienen su central expeditivo, su portero decente. Nada del otro mundo, pero el Atleti es un colega o una madre de alquiler.

Pitos

El Atleti despachó por 6 a 3 al Almería y, sin embargo, hubo tantos pitos como aplausos a lo largo del encuentro. Los pitos fueron de dos clases: los dedicados a la incompetencia del conjunto local para prevalecer sobre un oponente mermado y que había recibido dos goles en los cinco primeros minutos del choque; y los consagrados a reprobar las comparecencias de Santana y Reyes, en el segundo periodo.

Los primeros indican que el público entendió que el Atleti no tenía por qué resucitar a un rival al que se le amontonaban las desgracias (casi todas debidas a su mala cabeza). Porque ayer las circunstancias nos habían privado de presenciar un auténtico partido de fútbol nada más arrancar la cosa, pero el Almería se sobrepuso con técnica y determinación a sus errores iniciales y al rigor del reglamento, logrando durante la primera mitad que hubiese partido. Claro que el hecho de que lo hubiera, fue precisamente lo que encrespó a la afición rojiblanca, pues le parecía inconcebible que el modesto conjunto andaluz consiguiera marcar tres veces jugando con un hombre menos.

Aquello, por fuerza, no podía durar, pero mientras duró el Almería le sacó los colores al cuadro de Aguirre. Tras el descanso, los del sur, sin dos futbolistas, ya no pudieron devolver los golpes que les propinó Agüero. Con el 5 a 3 en el luminoso, Santana sustituyó a Raúl García y Reyes a Simao. Eran cambios razonables que el público impugnó, sobre todo el de Reyes, al que se puso a injuriar parte de la grada. Son dos jugadores estigmatizados, si bien ayer confirieron elegancia al trámite. Santana, por ejemplo, mejoró las prestaciones de Raúl García y de Camacho, que nunca le dieron profundidad y ritmo al ataque de su conjunto. Santana y Reyes participaron en la mejor jugada del Atleti: arranca el brasileño desde la defensa, cruza el medio del campo (envuelto en pitos como un buey en moscas), cede a Forlán (espeso toda la tarde), quien envía una profunda pedrada a Reyes; éste a su vez corre llevándose tras de sí las moscas de Santana; parece que no va a llegar, pero se tira y saca un centro agónico y, sin embargo, estupendo que remata hábilmente el "Kun": una pequeña obra de arte.

Es increíble que Felipe Melo (que es un duro con clase y físico) tenga que irse al Calcio, cuando en el Atleti podría ganarse perfectamente la vida, y que Negredo y Crusat no jueguen aún en otros equipos más encopetados. Tampoco me olvido de nuestro ex, el silencioso Ortiz, que marcó un soberbio gol. No obstante, los tremendos errores de Alves y Juanito vendieron a su hueste. Y en el bando triunfador, ¿qué decir de Perea y de Pernía? Que casi consiguen estropear la sesión de maquillaje a cargo de Simao y del "Kun".