Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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septiembre 2007 - Artículos

Ganó la sucursal

Pertenezco a una generación para la que todavía el Bilbao era (bien que sólo sentimentalmente) la casa matriz y el Atleti, la sucursal. El Bilbao es admirable y no lo es, según se mire. Lo es porque juega con un handicap que se autoimpone (mucha gente simpatiza con el club porque vive de la cantera y poco más). Y no lo es porque, según creo, aún aspira a encarnar algo así como la supremacía de la raza vasca y no admite jugadores de otras latitudes. El Bilbao podría ser un grande español y europeo y no, como hoy, el guardián de no sé qué esencias coronadas por una boina. Pero en fin, allá ellos; ya son mayorcitos.

Caparrós había rogado encarecidamente a los suyos que no perdiesen la cabeza. Y el Bilbao, fiel a la consigna, salió sin la agresividad que antaño hacía temibles aquellos 15 minutos iniciales en San Mamés. Hasta que recibió el primer golpe. Recuerdo que al boxeador Toni Ortiz (de sobrenombre "Martillo", aunque mi amigo Miguel Ángel Rubio sostuvo siempre que hubiera debido apodarse "Yunque", porque recibía más que daba) su coach, el gran "Kid Tunero", lo adoctrinaba antes de subir al cuadrilátero explicándole las ventajas de una estrategia racional: "Toni, eres un buen boxeador, boxea pues: la izquierda por delante y la derecha junto al mentón; es muy fácil: tantea con el jab, muévete alrededor del italiano…", etc. Todo iba a pedir de boca hasta que Ortiz encajaba el primer puñetazo que no podía sufrir, (no tenía por qué ser el primero cronológicamente hablando). Era superior a sus fuerzas; sabíamos que el punto de inflexión del combate lo marcaba el crochet o el directo que lo despeinaban. Entonces, el improvisado estilista ponía cara de: "¡Será posible; ahora vas a ver lo que es bueno!" y se transformaba en un fajador de mil demonios. Tunero no abría ya la boca —¿para qué?—, y se limitaba a restañar entre asalto y asalto la sangre y el sudor que manaban copiosos del rostro del frenético púgil.

El Bilbao del miércoles bajó al fango después del gol de Agüero. Protestó, fingió, mordió las canillas del contrario (sus futbolistas, un cruce de león y hiena). Y Muñiz se puso nervioso. El entendido público de la Catedral olisqueó el miedo del árbitro y echó el resto. El Bernabéu y San Mamés se parecen (que nadie se ofenda) en que imponen. Por suerte, Muñiz no se descompuso del todo y se limitó a coser a faltas y tarjetas (algunas de ellas ridículas) a los jugadores del Atleti; pero por lo menos anuló las dos jugadas en las que la pelota había entrado (sin tener que) en la portería de la sucursal. Justo es señalar que, por contra, no se apercibió del alevoso golpe de Perea a Aduriz. (¿Alguien se ha propuesto acabar de una vez por todas con este tipo de fechoría tan frecuente hoy en los campos de fútbol? Saltan dos hombres a por un balón y uno de ellos cae fulminado. Ha recibido una caricia. El debate -como denominan ahora a las discusiones absurdas- sobre si es agresión o defensa propia se antoja fuera de lugar: ambos jugadores se elevan con los brazos separados del cuerpo -se diría que bucean en el aire-, y el que salta más, al caer, le atiza un codazo al otro. Es una canallada; erradíquese.)

Mientras les duraron las fuerzas a Maniche y Raúl García, el Atleti no pasó grandes agobios, salvo los derivados del canguelo de Muñiz, pero buena parte de la segunda mitad hizo de frontón contra unos pelotaris voluntariosos aunque imprecisos. Ni Reyes, ni Simao ayudaban a que el conjunto del Manzanares se estirara por las alas (creo que Aguirre se equivoca al hacer jugar a Reyes por la derecha: es un zurdo cerrado). En cambio, Forlán entendió el partido: trabajó con denuedo y generosidad (bien en la entrega, en el apoyo y en el desmarque) y consiguió un precioso tanto. No diré nada de Agüero porque volvió a ser the man of the match. (Imagino el son of a bitch que murmurarían entre dientes, más admirativos que cabreados, unos hipotéticos rivales del Kun en la Premier.)

Al Bilbao le faltaban hombres como Yeste y Orbaiz, sí, pero Caparrós deberá embonar el criterio defensivo de sus muchachos, que no es óptimo. No son los tiempos de Iribar, de Rojo, de Arieta, de Uriarte, tampoco hay ya "Balas Rojas" ni "Gamos de Dublín", pero el veterano Etxeberría cumplió y los jóvenes David García, Susaeta, Vélez e Iraola madurarán pronto. El portero tiene planta, colocación y reflejos; eso sí, falta un nueve mejor que Aduriz y también otra política, sin la cual será difícil que el Bilbao resurja.

Maquillaje

El Atleti maquilló el resultado cuando los hombres del Racing se dijeron: "Otro día será". Había perdido el conjunto montañés a Jordi (expulsión harto rigurosa la suya) y acababa de encajar un gol de los que hunden a cualquiera y que suponía el dos a cero. Nada que hacer, debió de pensar Marcelino, el mister del Racing. Hasta entonces el Atleti no había parecido gran cosa, problema que, lejos de ser volitivo o de actitud, como prefieren creer algunos comentaristas, lo es de organización, clase y facultades; o sea: de aptitud. Con un Maxi en horas bajas y un Reyes errático e impreciso (estrambótica su autolesión que, por fortuna, quedó en mero susto), Maniche y Raúl García, sin casi ayuda en esa tierra de nadie que es el medio del campo, se las veían y se las deseaban. La cólera del forofo colchonero (abrumadoramente representado en el graderío) se complace hoy en apuntar contra tres dianas: Aguirre, Pernía y Maniche. Aguirre pasa por el coach más cobarde del orbe balompédico; Pernía, por un chisgarabís sin personalidad (amargado, se ha vuelto peligroso para los tobillos de sus rivales); y Maniche, por un mercenario borrachín y torpón. Le niegan el pan y la sal: desaparece de las crónicas cuando actúa bien y regresa a ellas en las malas tardes, como villano conspicuo. El único defecto de los trenes de cercanías de Madrid es que no los hizo Gallardón; el mayor de Maniche es no llamarse Riquelme.

Con todo, el luso y el navarro, que forman el eje del equipo del Manzanares, carecen de sustitutos, y para ellos no existen las rotaciones. Mal negocio, porque los partidos se acumulan. Mientras, dos de los tres señores que ocupan plaza de extranjero dormitan en el banquillo. Es la consecuencia de que fichen sabios de la categoría de Cerezo, Gil Marín y Pitarch.

Agüero, que tiene cosas de crack, también se embarulla a veces, y ayer, entre la jugada espléndida que no pudo culminar Forlán y que dio origen al primer gol rojiblanco, y el cabezazo a centro de Reyes (es decir, durante una buena hora de partido) estuvo algo fallón, aunque bullicioso y participativo, pero desde el punto de vista técnico se redimió con el gol y el pase a Forlán y acabó fulgiendo como la estrella que anuncian su desparpajo, su habilidad y su carácter. The man of the match también contra el Madrid, es ya el futbolista más importante del Atleti, lo que nos informa tanto de su prometedor talento como del nivel del once en el que milita.

De modo que la apoteosis del cuadro del Calderón vino en los minutos de la basura, que un público poco exigente disfrutó como si estuviera en el Bernabéu o en el Nou Camp. Hasta el correcaminos Simao marcó (aunque no le pegase bien a la pelota), en un lujo de Luis García (jugador que quizá valga sobre todo para estas sesiones de libertinaje y barra libre, en que el oponente es un turco confuso o un Santander derrotado).

Enfrente, Munitis tampoco fue el gran liante de otras ocasiones. En realidad, el Racing (fuertote, leñero y trabajador) no tuvo peligro ni a balón parado, que ya es decir.

Consenso

¿Aguirre malo? Hay unanimidad al respecto. No obstante, y a riesgo de ejercer de aguafiestas (pocas dichas como la de llegar a una conclusión irrefutable), me permito observar que todos los entrenadores son malos en el Atleti, para el Atleti, con el Atleti. Incluso los que tuvieron un relativo éxito (Luis y Antic) fracasaron después. Especialmente Antic, ese héroe de las ondas por cuyo retorno tantos suspiran; fue el entrenador cuando el doblete y también cuando el descenso, ¿o ya lo habéis olvidado? Antic cooperó como el que más a la antiproeza de bajar a segunda. El equipo con Ranieri había ganado sólo siete partidos, y nos parecía una miseria intolerable. Con el serbio (que lo condujo durante un tercio de la temporada) no ganó ni uno solo. Aún recuerdo las estúpidas decisiones tácticas que tomó: quitar a Baraja del centro del campo, colocar a Valerón de ocho, ordenar a Hasselbaink que lanzase los córners…

En fin. ¿Aguirre malo? Pues que lo cesen. Total, sería el cambio de entrenador número 50 en 20 años, ratio que no perturbará a toda esa caterva de airados forofos que claman por la defenestración del mister (¡qué mal uso y qué cobarde hacen de su ira); como tampoco inmutará a los que añoran a Gil (el padre y la madre de todos los desastres, el cual, si aún viviera, moraría en un presidio). Claro que lo que añoran muchos de esos resentidos es aquella manera made in Gil de disimular la propia ineptitud poniéndose grosero con unos y con otros. Contratan un inválido y lo meten a jugar al fútbol; el inválido pierde la pelota. Lo cubren de injurias y le rompen en las costillas un cayado de pastor. ¡Qué paz de espíritu debe de proporcionar esa bonita y noble demostración de carácter!

Lo dicho: si en verdad creen que la plantilla del Atleti es maravillosa y que el mexicano no sabe de fútbol, pónganlo en la calle. (Hombre, hay un pequeño problema: luego restaría una larga, larguísima, temporada sin nadie más a quien echarle la culpa, sin ningún cenizo sobre quien vaciar el cenicero.) En el Atleti para que el jefe siempre tenga razón, todos los demás empleados deben quedar como idiotas e incompetentes; carnita vegetal para los hooligans. Pero el hincha (vocablo que significa, ahora lo sé, persona de meninges hinchadas) está pagando con los subalternos la rabia de baja estofa que le producen los caprichos y necedades del primer espada y del apoderado, junto con el sordo malestar que le causa su impotencia no ya para cambiar las cosas, sino tan siquiera para mirarlas de frente. Abres la habitación del hotel: la cama está deshecha; el aire acondicionado no funciona; falta el papel higiénico… Entonces ruges: "¡Cabrón botones!".

Vocación de tropiezo

Los cronistas de antaño utilizaban la fórmula: "Empate y gracias", que viene al caso. Los que hablan y no paran del caudal ofensivo del Atleti actual (fruto de no sé qué inversiones multimillonarias) no se enfadarán conmigo si les hago un resumen de lo que produjo el cuadro del Manzanares en La Condomina: un excelente gol de Agüero, un contraataque a tres pases (también en la primera mitad), que malogró el árbitro, un disparo de Raúl García al comienzo del segundo periodo y el cabezazo de Simao, que Notario desvió con la mirada en las agónicas postrimerías del choque. That’s all folks. Ahora bien, ¿no duran los partidos 90 minutos? Una hora y media larga, que da para mucho si se sabe aprovechar el tiempo. Inéditos o casi los presuntos cracks (Forlán, Simao, Maxi, Reyes…), sólo el quehacer a veces diligente de Maniche, apenas secundado por el lento y tristón Raúl García, dio cierto aire al centro del campo del Atleti. Con Seitaridis y Pernía confinados en la retaguardia (discutible estrategia porque son mediocres marcadores), y los medios más preocupados de compactar la zaga y de los rechaces en el área propia que de sumarse al ataque, el conjunto del "Vasco" vegetó e intercambió balonazos con el recién ascendido Murcia. Ni siquiera trató de especular, esto es: pudo (y no hizo) montar un rondó, arrimando los interiores a los medios, a la espera de algún desmarque, de alguna pared, de alguna subida de los laterales…Que si quieres. Encima Aguirre quitó a Agüero nada más volver los jugadores de las duchas (¿por qué no a Forlán o a cualquier otro?) y unos minutos más tarde al nueve uruguayo, contando con que el gran Mista y el no menos grande Motta pudriesen el asunto, pero Mista ni siquiera se pegó con los defensas pimentoneros (su especialidad es la bronca, pero prefiere liarla cuando el Atleti va perdiendo) y Motta quiso ejercer de guardia urbano y apareció por allí con la porra, el silbato, el walkie-talkie y cierto ademán que significaba "tranquilos que ya voy". No obstante, los oponentes lo trataron con tanta consideración como los conductores de Nápoles las normas de tráfico.

El insulso ir y venir iba para triunfo forastero sin pena ni gloria, pero el Murcia aprovechó un contragolpe y obtuvo la igualada (buen gol el de Gallardo, aunque Pernía colaborase con su soberbia cintura y su no menos magnífico caletre). ¿Qué equipo de hoy, por humilde que se nos antoje, no posee un par de figuritas que sepan jugar al fútbol? De ahí que sea cada vez más raro el match en que uno de los dos contendientes no disponga de tres o cuatro buenas ocasiones para perforar el marco enemigo. (Toda Línea Maginot en el fútbol de hoy es tan invulnerable como su ilustre predecesora.)

Así pues, el animoso Murcia se fajó, se lo curró, como la Mutua Madrileña el seguro de Garbajosa, a decir del cansino Maese Ratatatá, y conquistó un punto y la mención honorífica de vencedor moral del encuentro. A mí no dejan de asombrarme extremos tales como que el equipo que más ha madrugado en su preparación la lleve menos adelantada que nadie y que dos de sus tres extranjeros sean suplentes. Pero la culpa en esto, como en lo demás, tampoco la tiene Aguirre, aunque ayer no fuera su día.

Menudencias

(Llanto por la muerte del jugador.) La unidad que promueve un fallecimiento es un apretar filas para que la muerte –rapaz que sobrevuela o lobo que ronda– no halle resquicio por donde infiltrarse. Pero la muerte está dentro del muro de carne viva, siempre estuvo allí.

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Perfumamos la memoria de los muertos (a base de elogios) con tanto celo como antaño se procedía a cubrir de flores sus cadáveres. Y por parecidas razones: juzgamos preferible que un pachulí dulzón hiera nuestro olfato a la hedentina escalofriante de la nada.

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El periódico titula: "Puerta no pudo vencer a la muerte". ¿Y quién sí?

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El presidente del Sevilla: "Se nos ha ido la zurda de diamante". Y no contento, añade: "Vamos a pedir a la Real Federación Española de Fútbol que retire el dorsal 16". Y no contento, prosigue: "Aconsejo a todos los equipos que se enfrenten al Sevilla impugnar el partido por alineación indebida, porque vamos a jugar con 12". Quizá todas estas exageraciones no obedezcan a otro propósito que el de que incubemos una secreta inquina hacia el pobre difunto.

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"Puerta, amigo, Sevilla está contigo", clamaba la multitud. Pero eso es imposible de toda imposibilidad. Ni siquiera el suicidio colectivo de los sevillanos vociferantes los acercaría un milímetro a Puerta.

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Un locutor, haciéndose el idiota y en sintonía con Del Nido, desea: "Que siga metiendo goles". ¿En la liga del más allá? No, en ésta. ¿Una especie de Cid, por tanto?

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"Puerta consigue que los presidentes del Sevilla y del Betis se abracen". Y lo más grande del caso es que nunca se lo propuso. ¿Cuántas veces no habrá sentido vergüenza el finado de que dos perfectos demagogos (que ahora manosean su nombre) se arrogaran la representación de los clubes hispalenses?

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No había tenido la oportunidad de elogiar la actitud de Schuster, al que algún majadero, de los que la información del ramo está tan bien surtida, preguntó si, ahora que había fichado por el Madrid, pensaba darse de baja como socio del Barcelona. (La pregunta era retórica; se trataba más bien de una sugerencia, con algo incluso de intimación.) Y Schuster dijo que no, que seguiría siendo socio culé. No es la primera vez que sostengo que los profesionales del fútbol tienen más sentido común y, por lo general, portan con más dignidad el ethos deportivo que los meros aficionados y la canaille de la prensa. En esta actividad, los mercenarios valen más que el pueblo y sus sedicentes portavoces.

Otra lumbrera quiso saber la víspera del derbi si el Atleti haría el pasillo al Madrid, y Aguirre respondió: "El Madrid fue el anterior campeón y ahora empezamos de cero; no conozco más reglas". Efectivamente, en una de las "zancadillas" de mi inédito libro sobre el deporte "Pitágoras dejó el estadio", escribo que el campeón ya lo ha sido; su gloria quedó atrás: es pasado, no presente, ni mucho menos futuro. Pero los que sólo disfrutan con los irritantes ritos de la victoria (la "insolencia del fasto", que decía Hume) nunca tienen bastante y exigen la escenificación del poderío propio y de la debilidad ajena, coreografía en la que se insinúan las próximas hazañas. El primer pasillo fue sin duda un homenaje espontáneo; los siguientes (obligatorios, institucionales) quisieran impedir que los marcadores vuelvan a cero.

(Web gángster.) Ojeando los comentarios de los aficionados, encuentro uno por demás repugnante que no debería aparecer porque consiste en una amenaza a otro ser humano, en este caso un periodista deportivo: "Fulanito, a partir de ahora mira a tus espaldas cuando vayas por la calle, etc, etc…" Y me pregunto qué clase de web master es el que tolera esta burrada criminógena. ¿Quién puede estar tan necesitado de lectores que no le haga ascos a un gamberro de la peor calaña?

(Primicia chafada.) Dicen por ahí que la mentira es un animal de patas cortas (imaginad un ciempiés). Es posible, pero todos conocemos al menos un caso en el que las tiene asaz largas, cual tentáculos de calamar gigante: el Atleti. El Atleti es todo él una mentira perenne y colosal, desde que los Gil y su troupe accedieron al club y lo convirtieran en un circo triste, y secreta embustes de todo tipo y tamaño. Pero lo que causa estupor es que los cómplices de esta farsa sin límites se indignen cuando les chafan una pequeña primicia. Así el espabilado que dio la noticia del fichaje de Riquelme por el Atlético de Madrid, agarró un globo mayúsculo cuando el jugador por él atado (¿y van?) quedó libre. Unas horas antes, el mismo sujeto nos había dicho que Luccin se marchaba al Birmingham o al Manchester City, por una cantidad para el Atleti que oscilaba entre los 4 y los 6 millones de euros y un sueldo para el jugador de 15 millones(cinco temporadas a razón de 3 millones cada una). Bien, ha recalado en el Zaragoza por dos millones y pico (se ignora qué cobrará el futbolista.), sin que el difusor de la patraña haya pedido disculpas. Así pues, los mismos tipejos que llaman ‘mentiroso’ y ‘cobarde’ a Aguirre soportan impávidos (y acceden a propagar) las bolas y bulos que, desde hace la tira, les colocan sus señoritos del club, con "Garganta Profunda" a la cabeza.

(Para Raúl.) Ojalá acierte Antic, pero me temo que ni siquiera los técnicos del Atleti tienen una gran confianza en las prestaciones de Motta. La prueba es que sólo le han ofrecido un año de contrato (y es un futbolista de 24 primaveras). Además Aguirre prefería a Luccin, cuya salida no entiendo (y conste que nunca fue santo de mi devoción) porque ha venido para reemplazarlo un profesional que ¡está en sus mismas condiciones contractuales! Dudo que para Motta el Atleti sea algo más que un escaparate. Y en cualquier caso, me asombra que se fiche a un jugador sin tomar en cuenta su historial médico.

(Para Vito.) Cierto, el Madrid es mejor que el Atleti: tiene mejor zaga y más clase física (aunque su exhuberancia actual pudiera ser engañosa; los equipos de Schuster rinden por lo común más en la primera vuelta que en la segunda), pero con Alves, los merengues serían punto menos que inasequibles, salvo para el Barça. Tienes razón cuando observas que su fichaje por el Madrid hubiese debilitado al Sevilla y, por consiguiente, mejorado las perspectivas del Atleti, que son las de obtener la cuarta plaza. Pero uno (que a veces se deja llevar) rechaza que el objetivo del Atleti sea conseguir ese birrioso cuarto puesto que alcanzaron antes que él potencias como el Osasuna, el Betis, el Celta, la Real, el Mallorca...

¡Que vuelva el Vojvodina!

El Mallorca mostró a los humildes de la tierra el camino para amargarle al Atleti en el Calderón el festín de fútbol y goles, a precio de menú, que había prometido a sus incondicionales. ¿Y cuál es? Un vulgar autobús de dos pisos ante el cancerbero propio. El Mallorca llegó, vio y se encerró. Lo normal es que hubiese pagado cara su osadía, pero Teixeira Vitienes le hurtó al Atleti un penalti nada más comenzar el choque. Quizá la pena máxima hubiese descerrajado el cerrojo balear, no lo sé. Dicho esto, es justo admitir que las dos o tres veces en que el Mallorca salió a respirar el aire de la noche, halló abierta la casa del vecino y, claro, era mucha la tentación. El gol de Güiza persuadió al Atleti de que el Mallorca, ¡qué fatalidad!, tampoco era el Vojvodina y al Mallorca de que el Atleti parecía tan vulnerable como en otras campañas. Los del Manzanares han canjeado clase física por clase técnica; en el fútbol hodierno no son intercambiables: hacen falta las dos y reunidas en cada profesional de los que componen el plantel.

Noté al público del Atleti, frío, escéptico, extrañamente silencioso (¿como la selva antes de la marabunta?) en muchas fases del match… En mi opinión ya sólo puede calentar sus ateridos huesos una fenomenal bronca. Pero Aguirre no debería ser el blanco de la ira. Los fabricantes y distribuidores al por mayor del fracaso son los okupas y su claque de ilusos. La venta de Torres, del Calderón y de gran parte de la ciudad deportiva iban a servir, entre otras cosas, para hacer un gran equipo de fútbol. No lo hay ni lo habrá —no con estos dirigentes—, como tampoco habrá estadio, ciudad deportiva y cuentas saneadas. (Al tiempo.)

Durante la pretemporada hubo nombres con los que se engolosinó a una afición cuya exigua felicidad se circunscribe a la primera quincena de agosto. (Aún no comprendo por qué no la incluyen los folletos de las agencias de viajes. Verbigracia: ¡Vueling le invita a un tour por el nuevo proyecto de Gil Marín!) Me quedo con los sonoros de Quaresma y Riquelme. Ninguno de los dos fichó por el Atleti y no es la primera vez que ocurre. Ahora que recuerdo, Sneijder, el nuevo as del Bernabéu, también estuvo hace un par de temporadas en la ficticia agenda de los técnicos rojiblancos, quienes, en realidad, trabajan como ojeadores para los clubes rivales. (Lo corroboran multitud de casos: Eto’o, Robinho, Rosicki, Arteta, Xabi Alonso… y la mismísima Madelón.)

En "Las Mil y una Noches" se dice que después de la paciencia viene la alegría. Pero la paciencia con los Gil y Cerezo pudo y debió haberse agotado mucho antes; prolongarla un año más prueba que los atléticos carecen de instinto de conservación. En realidad, los Gil sobraron desde el principio, pero el descenso a Segunda debió arrancar la venda de los ojos a los aficionados más obstinadamente ciegos. No fue así. Aquel incomparable fiasco les salió gratis a los okupas y carísimo al Atlético de Madrid.

Los comentaristas deportivos repiten un lugar común al objeto de curarse en salud y exonerar de toda culpa a los timadores: "En el Atleti han fracasado muchos grandes futbolistas". Los que fracasan son ellos, que, con semejantes dictámenes, manifiestan desconocer el abecé de su profesión. Ningún buen jugador pegó el petardo en el Atleti (excepción hecha del año del descenso); Juninho y Jugovic, por ejemplo, no triunfaron por culpa de su muy mala salud, no porque el Atleti —su historia o la responsabilidad de defender una camiseta centenaria— los arrugase. Es más, la idea de que el Atleti inspira temor a los novatos por su presunta grandeza es un delirio de ídem. Ni hay tal grandeza ni hay tal colitis. Otra cosa es que futbolistas mediocres hayan sido promovidos a la categoría de estrellas o de primeras figuras por una generación de sedicentes críticos cuya práctica más honesta consiste en hinchar el perro. ¿Son, por el amor de los dioses, auténticos cracks Simao Sabrosa, Luis García o Reyes? De ninguna manera, como tampoco lo es Forlán (ya no; acaso lo fue una vez, un año, un rato) y mucho menos el tal Motta, del que Cerezo ha proferido que destaca por "un tremendo poder físico unido a unas excelentes condiciones técnicas" (sic). Pues bien, juntos han costado unos 60 millones, aunque lo más seguro es que parte de ese dinero no arribe nunca a las tesorerías de los clubes de origen. En manos de un Monchi esta cantidad hubiera obrado prodigios; en las zarpas de Gil Marín también los obra, aunque sobre las finanzas domésticas de su ínclita familia.

(Para Fernando.) Sobre Riquelme punto y seguido. (Y digo punto y seguido porque por nada del mundo quisiera arrogarme yo un inexistente derecho a pronunciar la última palabra en este asunto o en cualquier otro.) A Riquelme lo contrató el Barça por plebiscito (su afición se puso muy tontorrona); no cuajó. En el Villarreal ha dado una de cal y otra de arena, pero al Villarreal nadie le exige nada: es un lugar muy cómodo para vivir y jugar al fútbol. Riquelme posee una magnífica técnica y un cuerpo robusto que le permite proteger el balón, pero es lento (no un falso lento, según la fórmula de Valdano, sino un lento de verdad), y el fútbol de hoy día demanda hombres ágiles y veloces. Esa es la razón, y no el presunto carácter conflictivo de Riquelme, por la que ningún gran club europeo lo quiere ni en pintura. El cerebro que me gustaría ver gobernar el Atleti es Steven Gerrard. Ahora bien, si el capitán del Liverpool estuviera sin equipo o en saldo, ¿no habría bofetadas?

¡Uf!

Estaban muchos aficionados del Atleti pendientes de si se consumaba o no el fichaje de Riquelme (ese magnífico futbolista que no quiere ningún club grande) y a mí sólo me producía inquietud que el Madrid contratara a Dani Alves. Por fortuna no lo hizo. Es increíble que uno de los pocos cracks de la Liga (desde luego nadie más útil o rentable que él) haya sido despreciado por el Madrid, el Barcelona, el Chelsea... ¿Que Del Nido pidió la Luna? Se han pagado auténticas millonadas por jugadores de mucha menor valía. Debo confesar que cuando el sábado comprobé que los merengues no habían adquirido a Alves respiré con alivio: ¡uf!

El partido de vuelta contra la Vojvodina ofrecía un único aliciente: ver en acción a Santana, hasta ahora inédito en nuestro país. Es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero por fugaces momentos, sobre todo en la segunda mitad, creí hallarme ante un sobrino de Toninho Cerezo o de Carlos Alberto, dos cabeceiros de área de los que siempre fabricó en serie ese continente del balompié que es Brasil. Está en el tipo: esa cadencia en la zancada, ese modo de caminar por el campo; le vi dar un pase con el pecho, pinchar con absoluta naturalidad un globo que hubiese provocado mareos y desorientación a los centrales, recibir y girarse inmediatamente para jugar la pelota, incorporarse al ataque en una jugada que estuvo a punto de acabar en gol (y que se perdieron los comentaristas charlatanes e ignaros de la Sexta, que deben de llevar un porcentaje en el proyecto okupa porque no paran de encomiar las excelencias de un plantel que sigue sin justificar tanta euforia). Incluso levantó el brazo un par de veces para pedir el cuero cuando ganó confianza. Pero los periódicos suspendieron a Santana o lo ignoraron mientras aprobaban a Eller, Antonio López, Ze Castro, Simao, Mista, etc., que deambularon por sus demarcaciones como almas no en pena pero sí bostezantes (es fama que en el Purgatorio predomina el aburrimiento).

La llegada de Motta no responde a ninguna necesidad deportiva. Desembolsar un millón por un medio multilesionado, leñero y vulgar (regalando prácticamente a Luccin) es otra genialidad fruto del insaciable apetito numulario de "Twistface". Al final de la vigente temporada, Motta le habrá costado al Atleti (no a Gil Marín) tres o cuatro millones de euros, como le está costando 6 u 8 Mista, otro pulcro cero a la izquierda. Pero así como Mohamed Yunus (el banquero de los pobres) inventó el microcrédito, que riega gota a gota las economías de cientos de miles de mujeres emprendedoras de Asia y África, los Gil inventaron la macromordida, el porcentaje desfalcador mediante el cual han ido arruinando paulatinamente el club del Manzanares. De hecho, la ensalzada "política de empresa" de los okupas no es más que un desbarajuste monumental encubridor de un latrocinio sistemático. No se han vuelto locos; van a lo suyo. "Twistface" rebaña de aquí y de allá, aparentando que confecciona una gran plantilla. (Nada más lejos de su intención. Por nada del mundo quisiera él un buen Atleti, pues no sabría qué hacer con él.)

Aguirre ha sido desautorizado, ninguneado, por Gil Marín una vez más. (El "Vasco" confesó en Novi Sad su desconcierto por los fichajes de última hora, aunque a la postre lograse desarticular la intempestiva y aventurera operación de Riquelme.) El Atleti empezó antes que nadie a trabajar; sin embargo, ¿de qué le ha servido el madrugón? No parece más hecho que otros equipos. (Verbigracia, perdió contra un Madrid con quince o veinte días menos de entrenamiento, circunstancia en la que ningún comentarista reparó.) Eso sí, ha vuelto a Europa por la puerta grande: en la ronda inaugural de la UEFA contenderá con el Erciyesspor, un segunda turco. Todo un hito.