febrero 2006 - Artículos
Los
fastuosos planes de Gil Marín para el Atleti (si la recién estrenada
transparencia no
es una finta más y lo que ha declarado el dueño -pero no señor- de la
entidad rojiblanca coincide por una vez con sus verdaderas intenciones)
adolecen de dos puntos flacos. Primero: exigen la colaboración de
muchas instancias ajenas al club: la Comunidad, varios Ayuntamientos,
el Ministerio de Defensa…, algunas de las cuales no se llevan nada bien
entre sí.
Segundo: el estadio que se proyecta alzar -y un campo de fútbol es el
verdadero eje de la vida deportiva del club que juega en él- tiene muy
poco aforo. El Madrid y el Barça deben buena parte de su éxito
deportivo a poseer dos coliseos capaces de albergar 100.000
espectadores (ahora en el del Madrid sólo caben unos 75.000, pues las
antiguas localidades de pie se han convertido en asientos, motivo por
el que los merengues no tardarán en construir otro).
He leído también que la instalación se inspiraría en el Allianz Arena,
coqueto recinto que los alemanes han levantado en Munich (con los
dineros del Bayern y de su rival, el 1860) y cuyo coste superó los 340
millones de euros. (Aquí, asegura Gil Marín, bastarían 120
kilitos de nada. Las cuentas no salen porque no creo que la vida sea en el Foro un tercio más barata que en Baviera.)
Pero a lo que voy: pese a haber invertido sus constructores una
fortuna, el Allianz únicamente brinda asiento a 66.000 personas. Ahora
bien, el Atleti no crecerá si no crece su estadio. Además, si en medio
del actual bochorno institucional y deportivo -que dura ya casi dos
décadas-, el Atleti se las arregla para convencer a 40.000 seguidores
de que renueven su abono, lo más seguro es que, con un poco de acierto
en los fichajes y una política menos errática, el club lograría como
mínimo multiplicar por dos el número de fieles cotizadores. (¡Caramba
que llegó a tener en los 70 más de 55.000 socios!)
Un campo para 90 ó 100.000 almas, enclavado en una zona densamente
poblada y limítrofe con municipios opulentos (Pozuelo, Majadahonda,
Boadilla y Las Rozas figuran entre los de mayor renta
per cápita
del país), haría la fortuna del Atleti, siempre que sus administradores
se condujeran con más sensatez y menos rapacidad que hasta la fecha.
El tamaño importa, vaya que sí. Un estadio mayor lleva aparejada no
sólo la posibilidad de concentrar más público, sino también la de dar
cobijo a más empresas, incluidas las de ocio. (El concepto debe ser el
de una pequeña ciudad en miniatura, con sus restaurantes, cines,
bibliotecas, comercios, guarderías, clínicas…); también aumentan las
probabilidades de que dicho gran campo sea elegido como sede de algún
acontecimiento importante (finales de las competiciones europeas y
españolas, etc.).
Tampoco resisto la tentación de referirme a los otras
grandes ideas
emanadas del caletre de Gil Marín, particularmente a dos: el retorno
del balonmano y el ofrecimiento de acciones a los abonados del club.
Cuando el pasivo de una sociedad -el Atleti, sin ir más lejos- supera
los 400 millones, poner parte del accionariado a
disposición de los seguidores equivale a vender arena en el desierto: un timo. No creo que nadie
pique.
Y en cuanto al balonmano, ¿piensa de verdad Gil Marín que los pocos
hinchas supervivientes de un deporte que erradicó del club su padre van
a acudir a Brunete? ¿No sería más lógico buscar un pabellón en Madrid
o, en el peor de los casos, edificar uno en la propia Ciudad Deportiva?
¿O es que en Alcorcón sólo hay sitio para los
bulldozer de las constructoras inmobiliarias?
(
Pequeña fábula). La posición del Atlético de Madrid es
comparable a la de una ciudadela cercada por bandidos, la cual hubiese
invocado el socorro de la autoridad. La autoridad se resiste a enviar
ayuda porque la ciudadela parece insignificante y está lejos, los
caminos no son seguros y entre ella y el eventual convoy se interponen
precisamente los forajidos. La autoridad no quiere correr el riesgo de
que los víveres y las armas acaben en poder de los sitiadores. Por si
fuera poco, los espías dicen haber escuchado a los bandidos
desgañitarse pidiendo ayuda para la ciudadela. Y no faltan quienes
murmuran -pero Alá es más sabio- que la ciudadela es la guarida de los
bandidos y que sus moradores de bien emigraron hace tiempo.
Leo y escucho decir a los cronistas que el Atleti se acerca a Europa y
tiene posibilidades de jugar la UEFA. Yo creo que la UEFA es un premio
de consolación que más parece un castigo y que la meta del Atleti no
debe ser otra que el cuarto puesto. En la campaña anterior, el Betis se
clasificó en ese lugar con 62 puntos. Para conseguir dicha cifra -la
cual es muy verosímil que depare el mismo honor: jugar la Champions- el
Atleti debería sumar de aquí a la conclusión del campeonato 27 puntos.
Le bastaría con ganar los partidos de casa (ocho) y uno de los que
dispute a domicilio (seis). No parece un trabajo hercúleo. En el
Manzanares ya se ha enfrentado a los
gallitos (Madrid, Barcelona,
Valencia, Villarreal, Coruña…) y fuera ha de medirse a dos o tres
conjuntos que son manifiestamente peores que él.
Por si fuera poco, el Atleti goza de buena salud, atraviesa su mejor
momento y no es fácil que pierda la forma, a tenor de la holgura de su
calendario. (Sin obligaciones internacionales, le quedan 14 partiditos
de nada, uno cada siete días.) En fin, ahora o nunca.
Pero si el Atleti lograra hacerse con la cuarta posición (con permiso
del admirable Osasuna de Aguirre), no habría ningún motivo para la
euforia.
La experiencia de la temporada 1996-97, en la que Gil acudió a la
Champions con una única voluntad:
forrarse, no autoriza precisamente el
optimismo.
Ahora bien, sin reforzar el conjunto y equilibrar el plantel con cuatro
o cinco fichajes de primer orden, la fatiga dimanada del exceso de
competición quizá abocase al Atleti a los mismos quebraderos de cabeza
que otros clubes (Real Sociedad, Betis, Mallorca, Celta…) han padecido
ayer o están padeciendo hoy por culpa del inopinado éxito en la
temporada precedente a la de su aventura europea.
¿Y de qué serviría regresar al fútbol continental para hacer, en el
mejor de los casos, una campaña decente? El Atleti debe aspirar a todo,
que aún no ha alzado la Copa de Europa y en la Liga lleva una década
sin clasificarse entre los cuatro primeros.
Ay, pero me olvido de quienes dirigen la institución. Ellos y sus
portavoces se conforman con la
uefita y hasta con la
Inter-tontos. Y si
hubiera suerte contra el Madrid, entonces el no va más.
Club de canijos.
El alcalde afirma que el Atleti recibirá
del Ayuntamiento el mismo trato que el Madrid. Es una inocentada. Al
Atleti no le van a regalar diez veces más terreno del que posee, amén
de la suma correspondiente a la venta del suelo que ahora ocupa el
Calderón, previa recalificación del mismo. Por varias razones: en ese
solar no se van a construir inmuebles ciclópeos para oficinas (el
equipamiento previsto es un parque público); además, en la operación
merengue, el dinero salió de los bolsillos de los particulares. El
Ayuntamiento, que se limitó a cambiar el color de la parcela, o sea: a
favorecer el agiotaje, no pagó un euro; al revés, recibió unos cuantos
millones, si bien aportó en especie el considerable trozo del
parque de Valdebebas que le sustrajo a Madrid en beneficio del Real. En
el caso del Atleti tendría que pagar él.
En abril de 2004 publiqué en Señales de Humo una columna titulada “Según y cómo”, de la que entresacaré cuatro párrafos:
El Calderón es un recinto que, por obra y gracia de los Gil y de los
anteriores ediles del Ayuntamiento, padece problemas de muy difícil
solución. Los dos principales: un acceso cada vez más ímprobo y la
pérdida de aforo…
A mi juicio el Atlético necesita un estadio con una capacidad no
inferior a noventa o cien mil localidades (…) Madrid es una urbe que va
a crecer en pocos años hasta convertirse en una gran metrópoli (…) Por
consiguiente, todas las estrategias, todos los cálculos para la
reflotación del club han de contemplar esa circunstancia.
… si la venta del Calderón diese para hacer un nuevo recinto en un
lugar no muy distante del emplazamiento actual -Campamento podría ser
una buena zona y el suelo es propiedad del municipio- y rebajar parte
de la deuda o bien reforzar el cuadro, ¿por qué no?
La operación debería reunir -a mi entender- dos condiciones para ser
aceptable: que el Atleti únicamente cerrara el Calderón para irse a
jugar a un nuevo estadio de su propiedad -¿el estadio de “Cuatro
Vientos”?-; y que el flamante recinto mejorase las prestaciones del que
posee.
Eso sí: nunca la gilidez de vender el Calderón para mudarse a la Peineta.
He traído a colación esas líneas porque en ellas se habla de la posible
venta del Calderón y de la necesidad de construir un coliseo propiedad
del club y porque aparece Campamento como el sitio idóneo donde erigir
el nuevo estadio.
Se rumorea que ahora los planes del Atleti no distan de lo que sugerí
entonces, circunstancia que no me envanece y por la que no pienso pedir
derechos de autor. Al contrario, la coincidencia me preocupa,
pues temo que se trate de otro globo sonda indistinguible de la masa de
embustes, falsas noticias y proyectos mil -dicen incluso que Gil Marín
y Cerezo se proponen recuperar el balonmano-, producto de la fábrica de
humo en que se ha convertido el Atleti desde que sus actuales
dirigentes lo mangonean.
En efecto, el problema del Calderón lo agravó Gil construyendo pisos en
la zona del antiguo aparcamiento al aire libre, y ahora hay que irse
con la música a otra parte. (En el punto de mira del Difunto nunca dejó
de estar el Manzanares por dos motivos: no se llamaba como él y
codiciaba su terreno, parte del cual ya no es del Atleti).
Campamento o Cuatro Vientos son ideales para emplazar el futuro campo
del club porque éste no quedaría muy lejos de la actual sede y situaría
en la vecindad de municipios populosos y adinerados -Majadahonda,
Boadilla, Pozuelo y Las Rozas- una oferta futbolística muy apetecible.
Ahora bien, los dos compadres no quieren poner un euro (en el supuesto
de que alguna vez hubieran deseado invertir en el Atleti) y lo fían
todo a una maraña de especulaciones de inverosímil encaje.
Por si al final la idea cuaja -y todo escepticismo aquí es poco-, me
atrevo a proponer un par de nombres para la instalación: “Estadio del
Oeste” o “Estadio de Cuatro Vientos” -como escribí en 2004-. (Bajo
ningún concepto soportaría que le pusieran “Jesús Gil”, nombre ominoso
y, por tanto, gafe.)
Otra cosa: he leído en los periódicos que piensan dotar al recinto de
60 ó 70.000 asientos. El Calderón que heredaron ya tenía un aforo
similar y no era suficiente. Con menos de 90.000 habituales nunca saldremos de pobres.
Sucede igual que con el fastidioso eslogan: “Hay que devolver al club
al lugar que le corresponde: el tercero de España”, donde el disfraz de
la ambición apenas oculta la piel del conformismo.
En efecto, señores: ¿por qué no puede aspirar el Atlético a ser el primer equipo de España y de Europa?
Mientras ultimo algunas reflexiones sobre el Memoerial, voy a poner en el blog un texto que mandé a Señales de Humo justo cuando cesó por reforma la actividad de la página web. El desdichado, como diría un golfista, "no pasó el corte". Creo que no ha perdido vigencia.
Cuando Luis se hizo cargo de la selección española de fútbol, algunos le recomendaron que confiara en un equipo base —tal y como había hecho Clemente— y le fuera fiel en las duras y las maduras. La idea no era otra que ir rodando un conjunto durante los dos años previos al Mundial. Pero el inconveniente de la estrategia de la piña es que satura de partidos a los internacionales, ya muy castigados por las obligaciones competitivitas de sus clubes.
Por eso creo que Luis prefirió repartir el esfuerzo y la responsabilidad entre veinticinco o treinta jugadores, y ha utilizado ora a este hombre ora a aquel, dependiendo de su forma, de las características del rival y de las necesidades del momento.
(Aprovecho la ocasión para indicar que los que le acusan de continuista no saben muy bien lo que dicen. Con Aragonés han debutado: Sergio Ramos, Pablo, Villa, Antonio López, Luis García, Reina o Del Horno. Ha sido él quien confió en Reyes o en De la Peña, dio la titularidad a Torres y prescindió de Raúl Bravo y Etxeberría, un signo de buen gusto.)
En suma, Luis no ha mostrado preferencias apriorísticas por nadie; no teme a ningún club y a ningún sector de la prensa; y, de momento, España ha cumplido. ¿Por qué entonces esa falta de entusiasmo —en gente por lo común adicta a la euforia— y por qué tanta desconfianza hacia el seleccionador, patente en multitud de periódicos?
En mi criterio, el asunto tiene que ver con dos factores. El primero: a lo largo de las dos últimas temporadas, al Madrid no le han ido bien las cosas y sus fiascos le han puesto sordina al triunfalismo habitual. El segundo: el blanco no es el color predominante en la España de hoy, al revés de lo que sucedió en el Mundial de Corea. Casillas o Raúl son importantes, pero también Xavi, Torres, Pujol, Alonso o Vicente. Ahora bien, el poderoso lobby madridista sólo se vuelca con la selección cuando predominan en ella los cracks merengues y cuando espera que las victorias del combinado nacional prolonguen las del Madrid.
¿Soluciones? Que Florentino gane la décima y que Sergio Ramos y Guti se hagan con la titularidad en Alemania.
Como en el deporte antideportivo de hoy todo vale, la victoria del
Atleti en el Nou Camp ha pasado por una hazaña de grueso calibre.
Fue un buen triunfo ante un equipo demediado por las bajas. Ganar al
Barcelona tiene mérito, pero prevalecer sobre un Barcelona sin E’too,
Ronaldinho, Xavi, Belleti, Edmilson, etc. (y al que el infortunio privó
de Messi toda la segunda parte) no es ninguna heroicidad, se mire como
se mire.
Es más, el Atleti -
avant match- era el favorito para todo el que sabe un poco de fútbol.
Y lo era por varias razones: ha recuperado la autoestima, posee una
forma física envidiable -herencia del Virrey, no me cansaré de
repetirlo- y está mucho más descansado que la mayoría de sus
rivales. (Era previsible que el Barça acusara dos contratiempos: por un
lado, la fatiga y la decepción de la derrota en la Copa; por otro, la
ausencia de la mayoría de sus figuras.)
Los analistas, siempre reacios a utilizar el cerebro, hablan de
un Atlético colosal, exclusivo producto de un entrenador formidable.
(El anterior
coach era la peste bubónica.) Démosle a Murcia lo
que es de Murcia, pero recordemos también que, el año en que llegó
Rikjaard al Barça, la primera vuelta del conjunto culé fue terrible y
la gente pedía cabezas. No se las dieron -pese al enojo mayúsculo de la
crítica
hooligan- y el equipo blaugrana se recobró durante la
segunda mitad de la Liga. Ahora es uno de los principales cuadros del
Viejo Continente.
Para concluir, me gustaría aportar mi granito de arena a la resolución de la
madre de
todos los misterios: ¿por qué el Atleti se crece contra el Barcelona?
Porque, aunque sólo sea por un día, es el equipo de Madrid y siente en
torno suyo el círculo protector de la ciudad. Además, los árbitros,
cuando el adversario son los culés, unas veces le dan y otras le
quitan: el arbitraje es más imparcial.
Empero, cuando el oponente viste de blanco, la urbe se congrega
alrededor del conjunto del Bernabéu y los colegiados secundan el anhelo
de la afición más numerosa. El fenómeno no es de hoy, aunque lo ha
agravado la torpe e inicua administración de los Gil.
Siento no disponer de hipótesis sobrenaturales o fantásticas.
Hasta el pelo y un poco más arriba, si me apuráis, estoy de los
famosos. ¿De qué sirve que entre los seguidores rojiblancos militen:
aquel -no sé cómo se llama- de Goma Espuma, el humorista Forges, la
escritora Almudena Grandes, los cineastas Garci y Fernando León, el
célebre periodista Arozamena, el actor Bardem o el cantante Sabina?
Ninguno de ellos ha hecho nada por el Atlético de Madrid. Miento, han
hecho bastante daño, a sabiendas o no.
Me explicaré: ni se opusieron al Difunto en su día, ni le cantan las
verdades a los jerifaltes de hoy, ni abren la boca como no sea para
expresar la tediosa cantinela de que el “Atleti es así”. Y, no
satisfechos con poner un traje vistoso a la cobarde resignación que se
ha incrustado en la entidad desde que los Gil la
okupan (el
modelo consiste en una blusa de cinismo sentimentaloide a juego con un
pantalón de tontiloca fe en la nada), a veces arropan a los
okupantes en algún acto público.
Se diría que los famosos del Atleti prefieren un club idiota a otro de
inteligencia normal, fracasado a exitoso, jorobado a recto de espalda.
Jamás les oirás musitar un queja, un reproche, un pero. Interrogados
por su filiación rojiblanca, los más improvisan una frasecita hueca,
dándose importancia a costa del Atleti, pero su locuacidad es lo más
parecido al silencio. ¿A quién temen ofender? ¿Con quién temen
enemistarse?
El último en malgastar una espléndida ocasión de permanecer mudo o de
emitir una opinión sensata sobre lo que le ocurre al Atlético de Madrid
ha sido Luis Figuerola-Ferreti, quien días atrás divulgó desde la
página web de un periódico deportivo una especie de carta abierta al
Creador, pródiga en metafísica perdularia y preces al Altísimo, como si
hubiese que descifrar la suerte del club en un gabinete astrológico o
en las sagradas escrituras y no en las huellas dactilares de quienes lo
han destruido y desprestigiado.
Figuerola-Ferreti, gozoso testigo de otros tiempos, no debería sumarse
a la tesis de la fatalidad, ni muchos menos a la del masoquismo, sino a
la de los pocos que piensan que el ¡Viva El Pupas
manque gane! es un lema más propio de
fans de
la ruleta rusa que de aficionados en su sano juicio. Recetarse, en la
presente situación, jarabe de bobada constituye una inmensa frivolidad,
porque la tontería es un factor de riesgo y el accidente mortal ronda
al club.
Hoy el Atleti necesita seguidores lúcidos y no chalados, un público
exigente y no esa masa amorfa de incondicionales -la habitual en el
Calderón- que halla
sublime ser estafada un año tras otro o
elige emprenderla con el más débil y menos culpable del fracaso, las
raras ocasiones en que hace oír su irritación. Tonterías, las justas.
La afición del Atleti es una extraña secta de cristianos: en vez de la
otra mejilla, prefiere poner la otra nalga y financiar el borceguí del
que se la patea. De otro modo no se atreverían a enjaretarle otro
proyecto cuando aún no es ni primavera en El Corte Inglés. (Cada vez
empiezan antes y no es aventurado suponer que un día de éstos se les
junten los proyectos de dos años consecutivos.)
Para el de 2006-2007, y como estamos en rebajas, es posible que
renueven a Ibagaza (petición unánime de los periódicos y del público) y
que, en lugar del aguerrido Aguirre, opten por Murcia, a imagen y
semejanza de lo que el Madrid piensa hacer con López Caro.
Dos palabras acerca del pequeño pero astuto interior de enlace. Se
diría que “El Caño”, sobre el que habían llovido -injustamente, por
cierto- las críticas adversas desde que aterrizó aquí, es ahora otro
jugador. Memeces; es el mismo: un buen futbolista al que le faltan
kilos y centímetros para ser un crack. Pero sus detractores de ayer lo
habían empleado a guisa de ariete contra Bianchi, y el descenso del
Virrey a los Infiernos exigía la entrada en la mansión de los dioses
del héroe supuestamente preterido por el anterior mister.
Sin embargo, la novedad del próximo proyecto es que, según nos anuncia
el turuta favorito de los dueños del club, Gil Marín y su socio ¡pasan
a la clandestinidad! Quieren interponer entre ellos y la afición otra
figura de paja que absorba los golpes del destino, ese púgil que no se
cansa de noquear al Atleti. (Y apuesto a que el año próximo salta de
nuevo al ring en su mejor forma, el púgil, no el Atleti.)
Gil Marín y Cerezo necesitan concentrarse en la ciudad deportiva, magno
asunto por su olor -en efecto, huele fatal-, y al que no van a dar
inicio por las obras sino por la venta de gran parte de los terrenos
¿cedidos, regalados? por el consistorio de Alcorcón.
Me preocupa el paradero de los fajos de billetes.
¿Acabarán en el concreto de las instalaciones, en el socavón de la
deuda o en el bolsillo de los dos simpáticos proyectistas de tanta
calamidad?
El Atlético se llevó el partido de las dos mil faltas. Fue un
match no demasiado bronco, pero sí deslucido por culpa de las continuas
interrupciones. Hubo emoción, hubo goles, pero no fluidez en el juego
porque los futbolistas se dejaron contagiar del espíritu del rugby.
(Para el archielogiado Caparrós el balompié consiste, ante todo, en
aburrir al rival, y algunas veces lo logra.)
El triunfo del club del Manzanares tiene mérito, si se considera que el
árbitro favoreció la estrategia del Coruña y omitió señalar dos
penaltis en el área gallega. (El Atleti debería comisionar a Florentino
Pérez -que ya colaboró en el homenaje a Gil- para que arreglase
lo suyo con los árbitros, porque los zagueros practican impunemente el
deporte de coser a patadas al Niño y en el área es invisible lo que le
hacen, no así lo que hace él.)
Sin embargo, lo que más me llamó la atención en la inverniza noche del
sábado es el afán que puso un tal Ruiz en pisotear el recuerdo de
Bianchi. El antiguo defensa y secretario técnico del Atleti y hoy
comentarista de televisión (en las tres facetas, un profesional menos
que mediocre) pretendió adjudicar la buena forma del conjunto
colchonero a su amigo Murcia. (Al parecer los jugadores ahora no se
ejercitan tanto pero se lo pasan mejor.)
¡Como si la óptima condición física pudiera ser el fruto de dos o tres
partidillos y no el resultado de una ardua labor cotidiana! Ahora bien,
Murcia lleva dos telediarios al frente del equipo.
Luego está Maxi, sobre el que conviene refrescar la memoria de los
aficionados, tan olvidadizos por lo común. “La Fiera” fue el único
jugador de todos los que vinieron este verano cuyo fichaje recomendó o
aplaudió el Virrey.
Pero no le gusta un pelo a Ruiz, quien ya nos dijo en la primera vuelta
del campeonato que no era un hombre de área y que el año pasado en
Sarriá había tenido suerte.
¿Cuántas puñaladas le dieron a César sus asesinos? ¿Y la de Bruto hizo el número..?