Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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julio 2008 - Artículos

Granizado de limón

Antes de que nos arrollen los JJOO, la nueva Liga o la Champions, estas notas sobre acontecimientos de un ayer tan remoto como el país del olvido.

1.-(Amnesia y torpeza.)

Algunos comentaristas (y el propio segundo de Luis en la selección, Ufarte) han rendido tributo a Cruyff y al Barça por el juego del combinado español en el último europeo. Al parecer, el holandés habría sido el padre indirecto del buen fútbol de España, al haber fomentado un tipo de jugador hoy muy común en nuestra medular: Xavi, Iniesta, Silva, Cesc,… Es natural que nadie haya reparado en el desempeño del Atleti de principios de los 70 (en el que Luis y Ufarte militaron), que se midió de tú a tú con el Ajax y el Bayern Munich, el mejor Ajax y el mejor Bayern Munich de que se tenga noticia. Aquel equipo jugaba a un toque (en triángulos) sobre la base de una defensa excelente. Y podía aceptar cualquier tipo de match (incluso la guerra, si el rival pretendía intimidarlo).

Y digo que es natural la amnesia porque el Atleti de hoy no ha coadyuvado ni una pizca a la hazaña, otro signo de los tiempos que nos ha tocado vivir. Sin embargo, algunos aficionados rojiblancos se consuelan (el consuelo es un veneno dulce) pensando que Torres, Luis y Ufarte son del Atleti. Digamos que la filiación de éstos profesionales es meramente sentimental, no operativa, pues en nada aprovecha al club su talento. Peor aún, a la pregunta de ¿por qué no están aquí?, sólo se puede responder de una manera, quizá de dos, ambas dolorosas: porque valen y porque son del Atleti.

No obstante, Gil Marín y Cerezo, cortos y perezosos, han ideado un modo barato (su especialidad) de subirse a la carroza de los vencedores, en la que no habían reservado asiento, y les han otorgado a los tres la insignia de oro y brillantes del club que okupan, igual que a los fenomenales deportistas Halle Berry y Harrison Ford (éste creo que se la dejó muerta de risa en un cenicero).

La selección de Luis, que le debe menos a la suerte que las últimas campeonas (Italia y Grecia, sin ir más lejos), dará paso a la selección de Del Bosque, entrenador, hasta ahora al menos, de un solo equipo: el Real Madrid.. Comprendo que da un poco de rabia que los señoritos hereden la tierra (pero siempre fue así), y que la llegada de Del Bosque, precedida por la del palurdo e irascible Hierro, haya irritado a más de un antimadridista. Sin embargo, Del Bosque no tiene la culpa, y los que lo han insultado y desean que fracase calcan el comportamiento de los que hicieron la vida imposible a Luis, con una diferencia (siempre hubo clases): a éstos se les oyó más y a aquellos se les oirá menos, bastante menos. Mejor para Del Bosque y para la Selección, y me sumo a quienes alegraría que España se trajera la Copa Mundial.

2.-(Juegan dos; mira el resto.)

Se ha dicho que la pasada Liga terminó con el triunfo del mejor conjunto, que se habría impuesto a sus rivales con extraordinaria facilidad; y lo cierto es que la corta memoria de la gente ha convalidado como minucias irrelevantes algunas de las circunstancias y vicisitudes del campeonato, pese a que las cosas no transcurrieron con tanta placidez como afirma la propaganda. Por ejemplo, hubo momentos en que el Madrid fue bastante zaherido por sus adoradores e incondicionales, que la tomaron con Schuster, y también hubo una ardorosa polémica arbitral, bien que circunscrita al género: ¿ayudan más los colegiados al Madrid o al Barça? Los ideólogos del Madrid, que suelen dictaminar que los árbitros son muy malos para de ese modo ocultar que son parciales, perdieron la compostura en más de una ocasión. Empero quien captó perfectamente el cinismo que envuelve y protege al club para el que trabaja fue Schuster, quien después del Sevilla-Real Madrid en el Sánchez Pizjuán compareció en la rueda de prensa para quejarse del árbitro, ¡que le había perdonado un penalti a su equipo! Schuster, ante el estupor de los presentes, insinuó, cuando lo interpelaron por las causas de la derrota, que el árbitro ¡era catalán! Pero hay que entender a este andaluz de Baviera. Se trata de quejarse, no cuando nos causan un perjuicio, sino cuando recibimos un beneficio, donde resuena el infantil "¡quiero más!", pero así mismo un disimulo y una amenaza; un disimulo porque, quejándose, desvía uno la atención del regalo, y una amenaza porque ¡ay del que ose interrumpir el avituallamiento! La táctica de Schuster se antojó burda (le acusaron de negar la realidad, pero él está perfectamente entrenado para tal menester), aunque los periódicos no le fueron a la zaga. Otro día apareció este artículo en un periódico: "Ya no chinchan al Madrid [los árbitros], porque Calderón le pasa la mano por el lomo a Villar y éste es capaz hasta de ponerse la camiseta blanca. Pero esto no es sólo Madrid-Barça. Hay más clubes que asisten atónitos o indignados a este vicio tan característico del villarato, que consiste en que equivocarse a favor del Barça no importa". (¡Sic!) ¡Qué breviario de la desfachatez! ¡Antes los árbitros chinchaban al Madrid! (¿A qué época se referirá este buen hombre?) ¡Y ahora se limitan a no chincharlo, que tampoco le dan nada! No obstante, lo lindo viene a continuación: ¡oh prodigio, hay más clubes! El ideólogo merengue extiende una fe de vida a los otros participantes (meros comparsas, no nos engañemos), pero lo hace de modo provisional, para esconderse detrás de ellos un ratito, y desde ese parapeto disparar contra el Barcelona y el presidente de la FEF (lo que menos le apetecería a él es una competición abierta de la que surgiesen otros candidatos a la victoria). Estos clubes espectrales, distintos del Madrid y del Barça, son convocados como testigos mudos en el proceso abierto contra el vicioso villarato, para que manifiesten sin palabras y sin gestos (que el fiscal lo pone el Madrid), su indignación no con la parcialidad de los jueces, sino con el hecho de que las tropelías irrogadas en provecho del Barça no maculen su imagen, al revés de lo que ocurre con las que impulsan a su rival merengue. (En el fondo, Relaño se conformaría con que los triunfos no limpios del Barça fuesen coreados por un "¡Así, así, el Barça gana así!", pero como tal cosa está fuera del alcance de Villar, ¿qué pide o pretende Relaño? Dar rienda suelta a su disgusto. Los ideólogos del Madrid nunca han digerido la pérdida del monopolio (antes el derecho de pernada era suyo en exclusiva), pérdida coetánea de la presidencia de Villar. Por eso y no por ningún otro motivo es el villarato vicioso. Porta y Roca se volcaban con un club. Villar, más versátil o más rengo, usa dos muletas. (El mismo ideólogo barbudo, que ejerció de locutor en la TV durante la Eurocopa, se atrevió a decir el día de la final, acosado por sus aprensiones como Macbeth por los fantasmas de Duncan y Banquo: "Es que Alemania tiene enchufe…" ¡Temía al referee el muy caradura!). Menos mal que Eto’o, lúcido por una vez, tuvo el coraje de cancelar la falsa polémica con las siguientes palabras: "Barcelona y Madrid son los que menos derecho tienen a quejarse de los árbitros".

El triunfo del Madrid fue justo sólo si reducimos la disputa a dos contendientes: el cuadro del Bernabéu y el del Nou Camp. Pero si hubiésemos inflado al Villarreal con los puntos sustraídos por el mejor equipo de la HISTOOORIA a conjuntos como el Mallorca, el Almería, el Español, el Murcia, etc. (hubo una semana en que de domingo a miércoles, le regalaron dos penaltis, los cuales transformó en goles el crack que después no fue a la Eurocopa), nadie dude de que el Villarreal hubiese rentabilizado el generoso obsequio. Pero para participar en cualquier rifa (amañada o no) hay que existir previamente, claro.

3.-(Diálogo de dos aficionados.)

—¿Qué habrá hecho Soler para que los valencianistas se suban por las paredes?

—Los valencianistas, la Diputación Provincial, el Cabildo Catedralicio, patronos y obreros, las contratas de la limpieza e incluso, pásmate, los periódicos, las radios y las televisiones.

—Hombre, el equipo, esa es la verdad, hizo una temporada desastrosa.

—Pues ganó la Copa y quedó a 13 puntos del Atlético de Madrid, gran animador del campeonato, que consiguió la cuarta plaza y cuyos seguidores, que no cabían en sí de gozo, corrieron a chapuzarse en Neptuno. El año pasado, con Soler al frente, el Valencia se clasificó para jugar la Champions, ambiciosa meta que perseguía (que aún persigue) desde la anterior glaciación ese equipo a rayas del Foro. Otro dato: mientras el conjunto ché ganaba un par de Ligas, la Copa, la UEFA y llegaba dos veces a la final de la Copa de Europa, su homólogo del colchón desaparecía del mapamundi.

—Se comenta que a Soler el fútbol le trae sin cuidado y que compró las acciones engolosinado por la inminente recalificación del solar de Paterna.

—Cosa, a lo que parece, jamás vista ni oída, si no fuera porque hubo un tal Gil que llegó a jactarse de haber comprado un estadio por 400 millones de pesetas (los que pagó por Futre, maniobra que le permitiría in extremis acceder a la presidencia de un club de fútbol). Eso sí: el Valencia tiene campo propio, patrimonio del que no puede ufanarse el Atlético de Madrid.

—Dicen que Soler llegó a demandar a no sé quién con el dinero del club. No me negarás que es una golfada.

—Sí, pero escasamente original. Conozco una entidad que ha tenido la avilantez de utilizar no sólo fondos del club sino a sus jugadores para interponer querellas espurias (hueras de todo fundamento) contra un grupo opositor.

—Soler, por lo visto, ha ordenado a los empleados de la entidad que quiten (¡agárrate!) las pancartas contrarias a su gestión.

—Intolerable abuso contra la libertad de expresión que se viene cometiendo en el Manzanares desde el año 94, si no recuerdo mal.

—¡Bah! Si así fuera, lo hubiesen denunciado los medios de comunicación.

—Alguno lo hizo pero con la boca muy pequeña (la clásica boquita de piñón), y, si algún comentarista lo escribió, fue con tinta simpática para que sus lectores no lo advirtiesen.

—Vamos que según tú, Soler, el enemigo público número uno, es un aprendiz de los Gil.

—Y nada aventajado, por cierto.

4.-(Pobrecitos golfos.)

Mucha gente piensa, y desde luego los magnates futboleros proclaman, que el balompié es deficitario porque nada garantiza que entre la bola. ¿Es rentable la venta de bolsos? Para algunos de los fabricantes lo será, para otros no. ¿O acaso te garantiza alguien que, si haces un bolso, lo vas a vender? Por otro lado, el deporte se parece más a la lotería, que no toca a casi nadie y, sin embargo, es un negocio muy proficuo porque todo el mundo juega. (La expectativa de un premio enorme combinada con lo modesto de la apuesta justifica el éxito de los juegos de azar.) El producto, en el caso del balompié, no es un bien tangible, como el bolso; pero es algo que ejerce seductora tracción sobre algunas facultades y potencias del espíritu. Ofrece emoción, diversión, pugna, espectáculo, etc.

Ahora bien, ¿es creíble que mientras los que pierden dinero vendiendo bolsos abandonan la actividad y cierran sus empresas, los magnates del fútbol, que blasonan de perder millones, sigan impertérritos avalando, poniendo de su bolsillo, sacrificándose y bla, bla, bla? Se nos miente de un modo desvergonzado, pero, al no haber información, los embustes proliferan como las bacterias en un caldo de cultivo. He aquí la última sandez bendecida por los que desinforman a la opinión pública: mientras que jugar la Copa de Europa enriquece al Manchester, al Atleti, lo abocaría a la ruina.

5.-(Siempre hay uno más idiota.)

Cada vez que alguien se obstina en proporcionar al Atleti una cita a ciegas con la HISTOOORIA (los asnos de los periódicos, sin ir más lejos), el Atleti va y no acude. Del Bolton se dijo que era el clásico equipo inglés que no podía sino darle más lustre al triunfo. Pero el Bolton era el clásico equipo honrado con jugadores que no dan una patada a un bote; no obstante, el pseudocomentarista vio la oportunidad de presumir a bajo coste. Tenía preparado, el muy besugo, un cartel con la palabra ‘proeza’, como sus amos y mentores, los okupas del club (el pollo atiende por F.J. Díaz, uno de los dos o tres hombres más brutos de Europa).

6.-(La gloria prêt à porter.)

Un tal Gary Megson, entrenador del Bolton, tras el partido de ida de no sé qué ronda de la UEFA: "Ganarle al Atlético nos puso en el mapa europeo". El mismo Gary Megson una semana después (partido de vuelta): "No me esperaba más de este Atlético". Ergo, para colocar en el mapa europeo a un club de poca monta, nada mejor que un triunfo sobre otro de poca monta pero con apellido famoso. Lo que no deja de maravillar es que el tal Gary Megson supiera lo fácil que era hacer HISTOOORIA a costa del prehistórico Atleti (una especie de neandertal entre cromañones).

7.-(Incompatibilidad.)

En vista de la performance de Torres en la Premiere League, las lumbreras que lo vendieron estarán lamentándose: "¡Lástima que esos goles nos los hubiera conseguido aquí; habríamos sacado el doble por él!". Pero en ningún caso se les habrá pasado por la cabeza que también hubiese multiplicado el dolor de la afición el tener que despedirse de un Torres victorioso (aparte de que hubiese sido cien veces más difícil). En realidad, este club no admite a los grandes jugadores; los vomita. Para su régimen, el estricto que le prescriben los doctores Tirteafuera del club, el gran jugador es un manjar demasiado suculento. No lo puede digerir. Vaya haciendo las maletas, señor "Kun".

8.-(La esclavitud según Blatter)

Ya había sucedido más veces: que yo recuerde, una cuando Zidane estaba en la Juve y lo quería el Madrid; y otra cuando Ronaldo jugaba en el Inter y también, qué casualidad, lo codiciaban los merengues. Los ideólogos blancos denunciaron en ambos casos la, a su entender, esclavitud inherente a no poder abandonar por las buenas el club que te paga para ir a otro, y lo hicieron con profusión de gemidos, jadeos y amargos toques existencialistas: ¿cómo es posible, ¡oh dioses!, que en los tiempos que corren el mejor futbolista del mundo no pueda jugar donde anhela (o sea, en el Madrid)? Después de recabar la ayuda de Amnistía Internacional y de una colecta privada sustanciosa, Ronaldo y Zidane pudieron finalmente huir de las buidas garras de sus torvos amos.

Ahora es Blatter el que se ha propuesto manumitir al codiciado "siete", el cual no hace un año había renovado por el Manchester United y ahora ansía desvincularse del club que lo tiene en su nómina. Como el Manchester se opone, Blatter, que obliga a los clubes a ceder a sus futbolistas para los JJOO bajo amenaza de graves sanciones (siempre ejerció la extorsión sin disimulo ese granuja), considera que Ronaldo tiene derecho a hacer lo que le venga en gana y los que no se lo reconocen lo esclavizan. Fuera del mundo pijo donde moran Cristiano Ronaldo, Blatter y el Real Madrid, las reglas son otras.

En el deporte actual, el ejemplo de los EEUU es paradigmático. En la tierra del despido libre, donde el empresario puede con un simple gesto fulminar al trabajador ("Mr. Jones, you are fired") y éste no tiene que molestarse en comunicar a su empresa que no piensa volver al curro, se impide que los deportistas profesionales rescindan sus contratos a voluntad, más aún: ni siquiera está permitido que los suscriban por el tiempo que ellos quieran. (Gasol ha vegetado las últimas temporadas en Menphis, franquicia a la que tuvo que ligarse a la fuerza por cinco años; Jordan hizo toda su carrera en Chicago, etc. En contrapartida, los clubes tampoco pueden dejar en la calle a un deportista sin abonarle hasta el último centavo de su sueldo.) En los EEUU comprenden que la competición exige cierta estabilidad y que, como la igualdad tiende a resquebrajarse, no sólo constituye un punto de partida sino que es preciso rehacerla al principio de cada campaña; de lo contrario los poderosos arruinarían los torneos. (No es inimaginable que, si pudieran y la ley o su defecto los ampararan, se atreviesen a tentar a las figuras del adversario justo antes de enfrentarse a él.) El draft, el tope salarial y la obligación de cumplir ciertos compromisos son otras tantas instituciones ideadas para tutelar el vigor de la competición, el bien en sí, no lo olvidemos.

En el fútbol, un deporte que quiere dejar de serlo, algunos clubes sobrados, que encima no son empresas, practican el dumping salarial. Y como nadie les obliga a rendir cuentas, viven muy a su sabor del cuento. ¿Quién obligó a Cristiano Ronaldo a firmar por un lustro con el United? Nadie. Podía haber elegido una o dos temporadas, o ninguna. Verá usted, don Ferguson, intuyo que su cara escocesa terminará por aburrirme o serme odiosa; así que me abro. Pero no, ha preferido, después de rubricar el contrato de su vida, irse a la playa y desde allí, prodigando arrumacos a su ligue y sorbos al martini, este moderno siervo de la gleba nos ha dicho que no es feliz, que la vida es muy dura, que su sueño es… casarse de blanco y por la iglesia.

Hemos convenido en que los semidioses del fútbol son unos niños de pecho a los que no se puede negar nada porque, al menor sinsabor, estallan en un llanto incontenible y, lo que es peor, su disgusto se abate sobre los hinchas, deprimente como la más ominosa de las maldiciones. Este miedo histérico al enfado o a la murria del crack encaja con los bombásticos titulares del tipo: "¡Son felices!", a que nos acostumbran los cursis periódicos de Madrid, cuando su equipo encadena tres o cuatro triunfos. (Y para que no pensemos que se trata de una afirmación tan gratuita y falsa como el resto de las que expectoran, suelen ofrecer en primer plano la sonrisa medio imbécil de un par de jugadores haciendo el oso en el entrenamiento. Robinho, con su palmo de lengua fuera, es ahora el icono de la felicidad merengue). Sin embargo, nadie se hace esta pregunta: ¿quién va a indemnizar a los que han renovado el abono con el Manchester creyendo que el divo permanecería en Inglaterra, si finalmente se larga?

9.-(El indomable.)

Nadal, ¿quién si no? Por encima de su generosa dotación física y técnica, de su ambición y de su capacidad de trabajo, hay dos cosas en las que Nadal es insuperable: el ánimo y la deportividad. Tiene un carácter perfecto para competir y es un deportista como el deporte manda. Ni las victorias lo engríen ni las derrotas lo hunden y sabe eso tan difícil: ganar y perder, ponerle un digno rostro a la derrota y otro de ingenua felicidad a la victoria. Creo que su principal admirador es Roger Federer, y no me extraña.

La piedra filosofal

Hay quien opina, de buena fe o porque le gusta sentar la cabeza (en un cojín), que "Twistface" es un mal gestor; lo cual equivale a suponer que Al Capone era una especie de hostelero poco pulcro, cuyo principal defecto consistía en que aguaba el whisky. Pero el quid del formidable negocio, que puso en marcha el fundador de la dinastía y prosigue viento en popa con su vástago, reside precisamente en vender fracaso al precio de éxito. Se trata de una alquimia inversa: la de transmutar el oro en hierro y cobrar por la operación. Y al igual que en el caso de la alquimia genuina, también hay aquí una piedra filosofal: la propaganda. ¿Qué se ha perseguido a través de la propaganda? La resignación masoquista de los seguidores colchoneros. En el fondo (aunque ya no lo disimulan), lo que siempre ambicionaron los Gil y sus acólitos, secuaces o cómplices es que la afición del Atlético se abrazara al icono del "Pupas": al infortunio, a la derrota, al fracaso, a la perenne decepción. El retrato robot del perfecto hincha del club, distribuido por la entidad a través de todo cuanto hacen o dicen los empleados de Gil Marín, es el de alguien predispuesto a las desgracias (pero sólo a ellas), todo corazón (o sea, sin ningún cerebro), que cree porque es absurdo, y que, en su fuero interno, disfruta con los males del club, de los que espera no verse desprovisto jamás. Drogadicto de ilusiones machacadas por la realidad, ya no sabría vivir sin una dosis de catástrofe. Esta incondicionalidad del seguidor atlético debería ser suficiente para que no desertase, ni se le ocurriera protestar o conducirse como los aficionados de otros clubes. A la luz de tan diabólica estrategia (y dejo al criterio del lector aquilatar hasta qué punto ha tenido éxito), el eslogan de los disidentes "Otro año, otro timo", sólo merece una indignada denuncia, por contrario al espíritu del club. Y hay comisarios del pueblo que, cuando la gente sensata lo esgrime, replican: "Eso sólo lo diría un madridista".

De ahí que en el sardónico carpe diem de Garci-Pitarch haya poca invitación al disfrute y mucho ajo y agua. Recuerda, le susurra al forofo, que no eres más que un mísero pecador que, para ganarse el cielo, necesita nuevas calamidades.

Como el futuro es ayer, el club alquila un cuartucho en el Calderón a los incondicionales que deseen guardar allí sus cenizas. No quisiera parecer macabro, pero estos vivos ya se la han jugado a los muertos de Marbella, que no pueden descansar en paz porque el Difundo, pignorando el cementerio, los privatizó. (Ahora son de alguna caja de ahorros.) En justicia, ellos serían los primeros a quienes habría que inhumar junto al lago de Ruiz Gallardón.

Leo en el periódico: "El Ayuntamiento mantiene a delincuentes al frente de la funeraria". Y trata con otros delincuentes para expulsar al Atlético de Madrid a las tinieblas exteriores. No es raro que también el eslogan de los okupas sea: "¡Podemos!". Pertrechados con él, a qué no se atreverán.

El enterrador

"Hoy comamos y bebamos
y cantemos y folguemos
que ma
ñana ayunaremos
"

(Juan del Encina, Cancionero de Palacio)

No hay una vez que abra la boca el actual director deportivo del Atleti (y voz de su amo) que no sea para anunciar el hundimiento
¡de la entidad que le paga! Garci-Pitarch ha declarado en Onda Madrid:

"Disfrutemos de este equipo este año, porque no durará siempre, luego vendrán ofertas irrechazables, fines de contrato, renovaciones que no podremos hacer. Este año ya se ha hecho el esfuerzo de no traspasar a nadie a pesar de las importantísimas ofertas que hemos tenido".

O sea, que no le quedan ni dos padrenuestros murmurados por una beata presurosa a este pedazo de conjunto (a cuya formación ha contribuido de forma decisiva Garci-Pitarch). Y aún debemos agradecer al muy cuervo que nos haya abierto los ojos y el resto de los sentidos ante las realidades del club, porque ¿quién sin su ayuda se habría dado cuenta de que estamos disfrutando horrores con el Atleti actual, multicampeón de no sé cuántas Ligas y Champions, que ya no hay sala de trofeos capaz de albergar tanta gloria? (Yo, lo confieso, era uno de los aficionados que vivía ajeno a semejante esplendor.) Pero, ¡ay!, la situación extraordinaria, mirífica, de una pujanza sin precedentes, que, gracias a Garci-Pitarch y sus patrones, caracteriza al Atleti de hoy, ha de concluir a la fuerza, tal vez porque todo lo que sube baja, o en virtud del acreditado principio de Murphy: "Aquello que puede ir mal es seguro que irá mal".

¿Y los que le entrevistaban? ¿Rechistaron? Bueno, aquí conviene ser indulgentes. Los nipones acaban de demostrar que un robot puede dirigir la Filarmónica de Berlín sin que nadie note la diferencia. Me malicio que la prensa deportiva reemplazó años ha los redactores por hologramas, robots o loros amaestrados, vaya el infierno a saber; lo cual explica que eso que colocaron enfrente de Garci-Pitarch fuese incapaz de articular la pregunta más obvia: ¿no quedábamos en que el traspaso de Torres y la venta del Calderón daban para liquidar la deuda, edificar la ciudad deportiva y construir un gran equipo?

Pero Garci-Pitarch no es peor que los provocadores que lo han introducido en la zona innoble del club: De hecho, que el Atleti exista para darle un sueldo a tamaño enterrador significa así mismo (y sobre todo) que existe para que dos granujas se forren. Y nadie sabe si son peores cuando anuncian una epidemia de tifus exantemático o cuando vaticinan un "ciclo bonito". Por ejemplo, el presidente (o lo que sea) del Atlético de Madrid ha cifrado todas sus esperanzas para la temporada 2008-2009 en quedar otra vez a 20 puntos del campeón de Liga y llegar a cuartos en la Copa de Europa. (Ambiciosos los quiere el Señor Dios de los Ejércitos.) También ha dicho una cosa muy profunda: no se van a gastar 20 millones en un futbolista porque "con ese dinero no hay ni para pipas". (¡Sic!). En lugar de eso, el club ha contratado a cinco jugadores por 17 kilos, pues ¿quién no prefiere a las pipas sus cáscaras con incrustaciones de sal?

Y luego sale el comentarista barbudo de TV y proclama que el deporte es el reino de la felicidad y de las buenas noticias. Qué sabrá él de deporte, de felicidad, o de noticias buenas o malas. No me extrañaría que fuese otro holograma, o un robot, o un lorito parlanchín.

Complejo superado

Esta vez ganó España; hace cuatro años el campeón fue Grecia. El triunfo de los helenos no acabó con el fútbol, pese a los desgarradores y funestos vaticinios; previsiblemente el de nuestra selección tampoco inaugurará la era del tiqui-taca, ni los chavales que van para jockeys decidirán a última hora cambiar la fusta y la visera por el balón de reglamento.

Un detalle sobre el que me gustaría llamar la atención. De los cuartofinalistas que vencieron en los dos primeros partidos y se ahorraron los titulares en el tercero, sólo sobrevivió España, que cedió un empate en esa ronda y tuvo que encomendarse a los penaltis frente a los azzurri. Portugal, Croacia y Holanda mordieron el polvo contra todo pronóstico (habían sido mejores y estaban más descansados). ¿Exceso de confianza? No lo creo. Me pregunto si en este tipo de competición, que comprime seis partidos en 20 días, una semana de asueto no se traducirá en una pérdida del ritmo, en un sutil relajamiento o pereza. Las desventajas de alinear a los titulares en un encuentro que nada decide son evidentes: el riesgo de sanciones o lesiones, la fatiga de los titulares, el desencanto y la falta de acoplamiento de los suplentes. Pero si uno fuera seleccionador, miraría ese tercer match como una tregua tramposa.

Luis siempre estuvo por encima de su palmarés. Como futbolista pudo y debió conseguir más títulos, pero no militaba precisamente en el super-protegido y multi-ayudado Real Madrid.(Tampoco necesito recordar aquella final ganada del Heysel que se empató in extremis y después se perdió.) Como entrenador, el destino no lo trató de un modo muy diferente. En calidad de míster, fue campeón con el Atlético (de liga y copa) y con el Barça (de copa), pero se quedó varias veces con la miel en los labios (de nuevo el Atleti, el Valencia...). Le tocó en suerte dirigir a un Barcelona en fase autodestructiva y a varios equipos del montón. (Y no se le cayeron los anillos por entrenar en Segunda al peor y más risible de todos ellos.) Sin embargo, ahora tiene algo que los demás no tienen, con la excepción aseguran del finado Villalonga. Aunque habría que preguntarse si se trata del mismo torneo. ¿Qué era en el 64 la Copa de Europa de selecciones nacionales? Una niña balbuceante; hoy es una hembra muy apetecible.

No obstante, Luis, que ha acertado en lo deportivo, ha fallado como hombre público. Ha mostrado una piel demasiado delicada; ha dado muestras de debilidad. Hombre de otra generación, estaba acostumbrado a cierta cantidad de fama, pero el puesto de seleccionador es el más visible del deporte en nuestro país, el más visible y el más abrasivo. Cierto: el botarate de Villar fichó un nosequé y contrató o apalabró a otro coach sin ningún disimulo, a instancias de los botarates de la prensa deportiva de Madrid, que trabajaron a Aragonés para que renunciara, sobre todo desde que cometiese el enorme delito de prescindir de Raúl (temían vender menos periódicos si el capitán del Real Madrid no participaba en la conquista del vellocino de oro), circunstancias todas como para exasperar a cualquiera. Pero Luis no es cualquiera y no debió permitirse multitud de exabruptos y salidas de tono.

Ignoro por qué hemos llegado a convenir que hacer el imbécil es conducirse de un modo fresco y espontáneo, y me asombra que tanta gente les ría a los jugadores el estúpido y vocinglero karaoke que pone desdichado colofón a los éxitos deportivos. Cada vez detesta uno más las celebraciones dentro y fuera del campo, las gansadas y horteradas inherentes a la victoria (por no hablar de los disturbios que jalonan estos fastos), como si vencer extendiera al elegido de los dioses un vale para conducirse no ya como un niño malcriado sino como un mono sin adiestrar.

Aunque los peores no son los profesionales sino los hooligans que desinforman. Me pregunto qué les pasará por dentro o qué tendrán en el interior del cráneo los locutores radio-afónicos que ya sólo oscilan entre la barbaridad y el mero aullido. (Por suerte, es inútil seguir extendiendo la mantequilla del triunfo; la rebanada no da más de sí. Se acabó, señores. El campeón ya lo ha sido. Váyanse a dormirla enhorabuena.)

Capítulo aparte merecen los analistas. Uno de esos asuntos que prueban que algo anda definitivamente mal en las cabezas de los periodistas deportivos es la falsa disyuntiva de si es preferible jugar bien o ganar, que han vuelto a traer a colación para darla por resuelta de una vez por todas. (De un tiempo a esta parte se había puesto de moda otra bobada. ¿Usted es partidario del juego directo o del juego indirecto? Dan unas irreprimibles ganas de responder: "Yo, oiga, prefiero el juego circunstancial".) Durante el campeonato, los comentaristas aprensivos rezongaban: "Sí, España está jugando muy bien, pero al final vendrán Italia o Alemania y …", porque son los partidarios del fútbol arte los que lo juzgan inadecuado para triunfar. Ya expliqué el asunto en mi libro "El Rojo y el Blanco", que o fue poco leído o fue leído sin ningún provecho. Que el equipo que juega mejor no siempre gane no significa que jugar mal otorgue más probabilidades de victoria. Italia y Alemania no ganan (cuando ganan, que también pierden) porque jueguen mal. Lo que ocurre es que jugar bien no consiste sólo en pasarse con rapidez y precisión el esférico. Todo jugar bien es descomponible en multitud de factores primos. El fútbol es un multifacético deporte colectivo de ataque y defensa. (Por ejemplo, un conjunto que no sabe defenderse acaba por no saber atacar y viceversa.) Para aspirar al éxito, hay que reunir y compaginar las características físicas, técnicas y anímicas de 22 ó 23 jugadores. Tampoco hay un modo de ganar feo frente a un modo de ganar bello, entiéndase bien, no lo hay "a priori". El buen fútbol produce siempre placer estético, pero nadie puede garantizarlo, porque no está en su mano cumplir esa promesa, mientras haya un rival enfrente digno de tal nombre; ni mucho menos puede jactarse de que renuncia a una manera de ganar (fea) para abrazar otra (linda) –¿quién va tan sobrado?–. Además, ¿qué significa jugar bien? Sólo esto: jugar mejor que el oponente. (El Madrid de la Quinta del Buitre sobresalía contra los pequeños de la liga española –era un conjunto mataenanos– y no daba pie con bola ante el Milán de Sacchi.)

España no tiene ningún crack superlativo, pero posee jugadores de muy buen nivel; varios de ellos rozan el estrellato y, al ser jóvenes, disponen aún de margen para la mejora. Durante el torneo recién concluido mostró (por comparación con sus adversarios) las siguientes virtudes: fue capaz de tejer un juego fluido, pero también de especular con el balón en los pies; atacó con bastante solvencia y contraatacó con eficacia. Fue sólida atrás y tácticamente lista; defendió sin apenas faltas y las raras veces en que no dominó la pelota, no se descompuso. (La dura prueba de Italia la pasó con nota porque fue capaz de jugar a ratos como España y a ratos como la propia Italia. Cuando no había un plan mejor, supo resistir contra los más resistentes.). Nuestros jugones del medio del campo, a los que sólo falta para ser grandes figuras algo de estatura y de peso (sin merma, claro, de su proverbial agilidad) recibieron el complemento de futbolistas de excelente condición atlética (Casillas, Ramos, Pujol, Senna, Torres…), que tampoco son unos zoquetes. ¿Echó alguien de menos a los extremos? No, porque abrieron el campo y los laterales y los delanteros. Tanto los integrantes del combinado nacional que tuvieron una temporada feliz (los jugadores del Villarreal ), como los que la tuvieron desdichada (los del Barcelona y Valencia) o simplemente cumplieron (los del Liverpool) alcanzaron un buen nivel (excelente por partidos). España no tuvo un salvador especial, sino varios campeones improvisados.

Pero éstas no son las virtudes de la España de siempre, sino las de este combinado singular que preparó Luis, un cuadro en el que sobresalió el extranjero Marcos Senna, el mediocentro ante el Altísimo. (Un buen mediocentro abrocha la defensa por delante y la medular por detrás, quita, pasa y chuta. Senna destacó en todas esas facetas.)

Cuando prevaleció Grecia no se dijo (o se dijo poco) que la forma no es sustituible por el talento o por la combatividad y el carácter. Muchos de aquellos jugadores por los que nadie daba un duro llegaron a Portugal enteros y perfectamente compenetrados, lo que les permitió suplir su relativa escasez de clase individual. Para ilustrar la importancia que tiene la forma, pensemos en Cristiano Ronaldo y en Torres (sobresalientes en la Premier y en la Champions). Ninguno de los dos tuvo una actuación destacadísima en esta Eurocopa. Y es hasta cierto punto lógico. Para Torres éste habrá sido un año muy especial. Cambió el Atleti por el Liverpool, la Liga por la Premier. Llegó a un país de idioma distinto y ritos diferentes, con la obligación de hacerse un nombre y con la responsabilidad de rematar el juego de los Reds, uno de los clubes más prestigiosos del fútbol continental. Y las cosas le salieron a pedir de boca. Demasiadas emociones. El desgaste de Ronaldo fue de otra naturaleza: lo jugó todo y lo ganó todo; no quería competir más. Su cuerpo o su espíritu (quizá ambos) habían dicho ‘basta’.

Por suerte, España tuvo bastantes hombres en forma. Incluso Torres se desquitó en la final, como algunos intuíamos o deseábamos, aunque sigo sin comprender (o sin admitir) por qué se la va el balón de los pies sin que nadie le entre, porque alterna controles magníficos con otros deplorables, etc. (Tampoco lo entiende Luis, cuyos enfados con Torres provienen de esta circunstancia.)

En resumen: el campeonato en el que España se sacudió vigorosamente el sambenito de perdedora no demostró que el talento puede vivir sin el músculo. (Lo he contado en más de una ocasión: una vez le invitaron a Di Stéfano a que se definiera como futbolista. "Decían de mí que tenía velocidad y aguante", explicó reticente la "Saeta Rubia". Y no hace mucho hemos oído a Maradona afirmar: "No me extraña que Agüero triunfe: tiene la pierna fuerte". Sin esa velocidad y aguante y sin esa pierna fuerte, Di Stéfano, Maradona y Agüero habrían sido unos futbolistas astutos y habilidosos, pero no los grandes cracks que fueron o prometen ser.) Pero quizá si demostró otra cosa. En el fondo, todos esos años de fiascos eran una anomalía, propiciada acaso por el pobre argumento de nuestro fútbol, que vive de las gestas rutinarias (y no en escasa medida fabricadas) del eterno campeón o de su rival alternativo, el otro club poderoso. Y Luis y los jugadores la solucionaron de un modo convincente: no ya cumpliendo sino ganando. Sí, quizá el 29 de junio, la selección española hizo mucho más que vencer en un gran campeonato, pues se quitó de encima el complejo Real Madrid, que la empequeñecía injustamente.