Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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marzo 2008 - Artículos

O cuarto o nada

El extraño síndrome que sufre Gil Marín, el cual le impide presenciar en directo los partidos de fútbol que disputa el Atleti, remite asombrosamente no bien el equipo parece capaz de algo. Entonces, ¡oh milagro!, el heredero y líder de la okupación se olvida de las pastillas y de su porsche. Incluso concede declaraciones y se deja ver en las gradas. Como es un gafe (¿hubo alguna vez granujas e incompetentes que no resultaran aciagos?), en cuanto vuelve a asomar la jeta, el equipo se hunde. Es un auténtico "Capitán derrota".

El Villarreal nos vendió a Forlán y prescindió de Riquelme, y la gente del fútbol pronosticó: se toma un año sabático. Nada de eso; los cambios le han sentado de perlas, y ayer se subió al AVE de la liga y nos dejó clavados en el andén y con la cara algo triste de los que nunca viajan. Todos pudimos oír la cariñosa despedida: "Ha sido un placer jugar con vosotros, pero nos tenemos que ir; ambicionamos darle un disgusto al Madrid o al Barcelona".

Apoyado en un buen Senna (más convincente en su equipo que en la selección), en un inteligente Pires, en dos centrales comme il faut y en dos delanteros dinámicos y goleadores, el Villarreal mostró, además, una condición física envidiable. Es un conjunto que recuerda al Arsenal: muy armónico, muy trabajado, que maniobra con fluidez y naturalidad.

Ahora vendrá la pavisosería resignada de que el "Atleti es así", o la monserga del mal de altura, que prodigan los críticos sin imaginación, olvidando que el Atleti va cuarto y que mal puede sentir vértigo el que se encarama a una banqueta. El cuadro del Manzanares, que había descubierto en Sevilla las ventajas de comenzar la presión en el terreno del oponente, que había asignado a Forlán el papel de chico para todo y que parecía haber restañado la sangría de los goles absurdos en la meta que ahora defiende Abbiati, retrocedió a la trinchera abandonada hace un mes, se condujo con torpeza y sin energía y perdió por knock out. Forlán y Agüero desaparecieron en la espesura de la defensa rival y, como el medio del campo es incapaz de fabricar una jugada, después del gran pase de Perea a Cazorla, el once de Aguirre capituló.

El Atleti es como esos alpinistas que resbalan por la ladera de una montaña. El instinto les lleva a aferrarse a un matojo o a un pequeño saliente (la victoria en Sevilla), pero la rama del arbusto termina por romperse o el saliente, que era de tierra, se desmorona bajo el peso del montañero, y la caída continúa. César Borgia mandó grabar en su escudo de armas un lema; "O César o nada". El "Capitán derrota", que tantas veces ha querido ser tercero, ahora podría escribir en el capó de su automóvil: "O cuarto o nada". No lo hará por si acaso.

¡Bingo!

Un buen choque, en el que Atleti dio esta vez la de cal ante un adversario que quizá soportó dos rémoras: el exceso de partidos y la baja de Juande. El exceso de competición (¡qué envidia!) es el handicap que comporta ser un conjunto triunfador. En cuanto al mister, el Sevilla tiene ahora en el banco a un histérico que imita a Caparrós, pero las fotocopias siempre son peores que los originales.

El Atlético colocó sus hombres quince metros por delante de lo que acostumbra fuera de casa y, como es lógico, le fue bien. Sus medios Raúl García y Camacho (muy agresivos, quizá demasiado), Simao y Maxi (incansables en la recuperación y en la elaboración) forzaron a sus oponentes a afiligranar las jugadas o a quitarse la pelota de encima. Desde el principio se vio que no sería la noche de Alves. Hay estrategas partidarios de atacar no por el punto débil sino por el punto fuerte del rival. La banda derecha del Sevilla (Navas y Alves) es el fuerte del Sevilla (incluso defienden bien cuando se lo proponen) y por ella se infiltraron los partisanos del Atleti. Aquí fue utilísimo Simao, quien obligó al brasileño a correr hacia atrás (justo lo que no le gusta). Con el generoso suministro de su dos y de su ocho cortado, los delanteros del Sevilla (especialmente Fabiano) declararon la guerra sucia a sus secantes, que, sin devolver beso por beso y caricia por caricia, mostraron una consistencia rocosa. La virtud del Atleti anoche: cada cual hizo lo que sabe y sólo eso (quizá con la excepción del sacrificado Forlán, que últimamente actúa de hombre orquesta y acaba molido, el pobre, y lejos del área). Como línea, la defensa ayer azul jugó su mejor encuentro de la temporada, con dos únicos lunares: una pifia de Abbiati que dejó el balón muerto a los pies de un contrario (pero Pablo, desde el suelo –acababa de recibir un crochet del balón–, consiguió taponar el tiro); y la vieja y reprensible costumbre de despejar sin ton ni son (patente aún en Pernía y en Antonio López, que se agobian en cuanto el enemigo les echa el aliento en la cara).

¿Es que no voy a hablar de Agüero? Regios Mosquera y Escudé, pudieron muchas veces con el pequeño gran hombre (eran mayoría), pero siempre rozando el desastre, siempre demudados, siempre con un sudor frío bañándoles la espalda; a la postre Agüero se escabulló de todos y restableció la ventaja colchonera. Maresca llevaba dos minutos en el campo y no tenía ninguna cuenta pendiente con nadie, pero todo el Sevilla la tenía con el "Kun". Su intempestiva cólera tuvo irónicamente la virtud de señalar el poder desquiciante del verdadero astro.

¿Qué hubiese pasado si Maresca no agrede a Agüero? Lo ignoro, pero el Atleti iba por delante en el marcador, sin que la baja de Raúl García se notara, quizá porque Cléber salió más despierto que en otras ocasiones. El Atleti, después de la expulsión del italiano, vaciló entre ir a rematar el duelo o congelarlo, pero le faltó chispa para lo primero y criterio y serenidad, para lo segundo. En las postrimerías resurgió Álves, pero ya era inútil.

Casi al final de la Liga, el Atleti encuentra su once titular: dista mucho de ser el equipo espléndido que se prometió (con la demagogia y la desvergüenza habituales), pero es un equipo por fin.

¡Tiráte, che!

"Si se tira, es penalti", profirió uno de los comentaristas, que ignora el deporte y que entiende de fútbol poco, muy poco. ¡Y eso que ha sido profesional! Mientras, el locutor persistía en confundir a Perea con Santana, a Maxi con Agüero (sólo le faltó llamarle Simao a Abbiati), sazonando sus continuas pifias con eslóganes, mantras y cuñas publicitarias (imperecedero el elogio que hizo, en calidad de calvo, de un champú contra la caspa). Es un telepredicador pelma.

El que se tenía que haber tirado y no lo hizo fue Agüero, que en su actuación menos feliz (¿le duraba aún la resaca del otro día?), volvió a ser el mejor del Atleti. Pero claro, el "Kun" no es un jugador flojo o teatral (al revés que otras figuras, las cuales parecen haber nacido para la escena). Además, ¿en qué reglamento dice que, para que te piten un penalti a favor, has de tirarte en vez de caerte? Antes del agarrón, Juanfran le había buscado la espinilla sobre el borde exterior de la línea del área grande local, sin que la troica de jueces hallase punible el plantillazo / puntapié. Pero no es verdad que todavía le estén cobrando la onerosa factura de aquella mano de la que ya nadie se acuerda. Por desgracia, lo que ocurre es bastante más simple que la conjura de los boyardos que se nos vende para salvar la cara de los que la han perdido: Agüero juega en el Atleti, que es como esos Huelvas a los que marcan goles en off side, o esos Españoles a los que les pitan penalti cuando ha sido personal. En el Madrid o el Barcelona nadie se vengaría de él por muchas ganas que le tuvieran. El ejemplo lo suministran Messi o Raúl, que metieron goles con la mano sin que los chicos de la prensa protestaran. (Todo lo contrario: del madridista acaba de afirmar otro loro de la tele que el sábado se fabricó él solito un penalti. ¡Qué hacha!)

En cuanto a lo que cobra en el césped Agüero, repetiré algo que ya dije en su día a propósito de Torres, ahora que el "Kun" parece haber heredado del "Niño" la antorcha sagrada (perdonad la cursilería de denominar así a la llama de un fósforo): la mejor manera de proteger a un crack de las caricias de sus marcadores es rodearlo de compañeros eficientes, que absorban gran parte del trabajo destructivo del rival.

Por lo demás, el duelo fue un puñetero tostón porque el Zaragoza está groggy (en parte debido a su mala cabeza: ¡a quién se le ocurre contratar a Luccin y a Gabi!) y el Atleti es un conjunto sin media y sin zaga. El "Vasco" ha optado por fingir solidez, efecto que logra olvidándose de los gaseosos Luis García y Reyes y confiando las tareas constructivas a Simao y Forlán, pero sus hombres tienen otros planes. La pifia de Pablo y la absurda pena máxima cometida por Simao olieron a sabotaje, pero quizá sólo fuesen un ejemplo de descoordinación psicomotriz. El resto lo hicieron Ramírez Domínguez y sus negligentes auxiliares.

A Aguirre sólo le queda un recurso que quizá a primera vista pueda parecer desesperado o demencial: dejar sin cubrir determinados puestos. Antes que un central que fusila a su portero, es preferible no poner a nadie. Démosle al ariete adversario la oportunidad de fallar un gol cantado porque, hasta ahora, sus teóricos secantes se han mostrado infalibles.

El crack y el pelagatos (o la derrota en el corazón de la victoria)

(I)

No, no me voy a quejar de que el Atleti, doblegando al Barça, beneficiase al Madrid. El Atleti se benefició a sí mismo, y si le sacó a alguien las castañas del fuego ciertamente no fue al equipo merengue sino al tándem de parásitos que lideran la okupación del club. Sin embargo, el magnífico despliegue de Agüero, ¿quién lo duda?, coloca al chaval más cerca de la puerta que comunica con la calle. Se suele afirmar (y casi siempre con razón) que las instituciones están por encima de los que trabajan en ellas, pero en este caso no es verdad. Agüero está por encima del club que le paga, de sus dirigentes, de la afición, del mister, del secretario técnico… Y ya lo empiezan a trabajar con las mismas tácticas que utilizaron con el "Niño" (¿no te gustaría ir a un equipo con aspiraciones?, ¿ficharías por el Madrid?, etc.).

La mala suerte del Atleti no existe. Lo prueban estos dos hechos: de una cantera absolutamente improductiva salieron Raúl y Torres; de una burda especulación, Agüero. (Los que son capaces de fichar a Núñez, a Gronkjaer, a Sosa, a Kezman, a Mista, a Santana, a Eller…, sin que se les caiga la cara de vergüenza, sólo dan con un Agüero por pura casualidad y buscando otra cosa.) Por tanto ni puedo ni quiero entusiasmarme con este triunfo, que, si no me equivoco, entraña irónicamente un revés para la institución.

Se lo he anunciado, amenazado o prometido (como prefiráis) a mis amigos de Señales de Humo: el día en que los okupas vendan a Agüero me borraré for ever. En esa jornada maldita, que intuyo no muy lejana, el débil vínculo sentimental que aún me une a este club (hace años que dejé de financiar a los bribones) se habrá roto por completo. Porque me pasa lo que a un puñado de simpatizantes del Atleti: sólo cuando actúa este pequeño gran futbolista, mi corazón de aficionado al balompié se ensancha y alegra, hasta el punto de que me da igual lo que hagan los otros miembros del plantel, de quienes espero poco o nada. (Me sucedía lo mismo con Torres. Agüero y Torres, Torres y Agüero: ¡qué formidable pareja truncada por los okupas! ¡Qué década de esplendor nos han robado esos inútiles tunantes otra vez, por pura desidia, mera mangancia, falta de ambición y escrúpulos y sobra de incapacidad e instinto predatorio.)

Haciendo zapping la semana pasada, me topé con un reportaje (¿en Cuatro, en la Sexta?), bajo el título: "Protejamos al regateador". Quizá llegué tarde porque únicamente vi destellos de Messi, de Ronaldinho, de Robinho, media ráfaga de Futre y aquel gol de Raúl al Atleti en la temporada 96-97 que lo consagraría como gran figura, pero ni la menor señal del "Kun". Aunque tampoco me sorprendería que se tratase de una omisión ex profeso. Por eso no me extrañó que el día después de la hazaña, las portadas de los periódicos antideportivos de Madrid fuesen para el chupete de Robinho (por cierto, otro jugador que no quiso Gil Marín, aunque se lo ofrecían barato).

El sábado, el Barça, un equipo quizá lejos de su mejor forma pero muy superior al Atleti, se tropezó con un diablo que juega como los ángeles. La industria del espectáculo fabrica ídolos al por mayor; a la menor oportunidad, tal portero o cual delantero salvan a su equipo de la derrota o los conducen en volandas al triunfo. Pues bien, la otra noche ocurrió: un futbolista excepcional y aún adolescente pudo con uno de los mejores cuadros de Europa. El match era del Barça, que dominaba a placer e iba por delante en el tanteador, y entonces surgió el "Kun" e hizo que el partido virase en redondo: marcó dos tantos (al segundo no cuesta augurarle una larga y feliz memoria), centró, provocó un penalti, volvió tarumba a dos defensas rápidos y duchos, y, sobre todo, izó a pulso a un once amilanado, cabizbajo y convicto de su inferioridad. Señores que todavía piensan que el Atlético se impuso al Barça porque es así (ya quisieran ustedes que el Atleti fuera así): las excelencias que vieron en otros jugadores, incluso la bravura del segundo periodo, son pura ilusión. Ni Camacho, ni Raúl García, ni Valera hicieron nada reseñable y si Maxi y Forlán merecen un hueco en la crónica es porque coadyuvaron con sus goles al resultado definitivo. Estos y otros como Perea (que cortó un sinfín de balones) se vinieron arriba únicamente cuando el sol amaneció por Oriente para cegar a los adversarios. Me ratifico: con el Atleti, hasta Agüero y ni un paso más.

(II)

Me lo contó Bernardo Salazar: Di Stéfano se puso la camiseta roja y blanca para intervenir en el homenaje a Adrián Escudero, a petición del máximo goleador en la historia del Atleti. Quizá la presencia de la "Saeta Rubia" prometía una recaudación pingüe. En todo caso se trataba del gesto de un profesional del fútbol hacia otro: habían sido rivales y se apreciaban mutuamente.

Cerezo, en su cumpleaños, ha sujetado por los hombros la elástica del Madrid para posar ante un fotógrafo del "As". En la foto aparecen también Ramón Calderón, que no sujeta ninguna camiseta rojiblanca (desmintiendo que se tratara de un intercambio de banderines o de un gesto de buena voluntad cara a la galería, dos versiones que han promovido los listillos para quitar hierro a algo que no lo tiene), y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel Villar (otro memo de la talla XXXL), quien llegó a ponerse la funda con su habitual desahogo. Calderón parece divertido y se diría que a su colega la situación tampoco le causa ningún apuro. Quizá se tratase de la típica travesura que promueven las copas de los almuerzos con sobremesa, pero la instantánea simboliza a las mil maravillas lo que es hoy el Atleti: la mascota del fútbol español. Y, por supuesto, el club de los desastres irrisorios, el club nodriza de los fuertes y socorro de los débiles, el club que ha convertido cada derrota en un carnaval autodestructivo, el club que fracasa con el mismo deleite y la misma despreocupación con la que los niños de corta edad saborean un helado, el club de la afición más sandia, resignada y ovejuna y de los dirigentes más fuleros, mentirosos y granujas no podía tener otro rostro público que el de un perfecto pelagatos.

No obstante, el idilio entre ambas directivas, pródigo en besuqueos y carantoñas (recordad los hipócritas testimonios de aprecio que Florentino le profesaba en público a Jesús Gil) es muy comprensible. Me lo habréis oído repetir: Cerezo y el Gil de turno han sido y son unos tontos sumamente útiles para la causa de los blancos. Y si hubiera justicia (pero la Roma del Bernabéu es rácana y no paga imbéciles), la insignia de oro y brillantes del Madrid iría a parar a las chaquetas de los impostores que fingen militar en el bando contrario; no en vano, su hoja de servicios al club de Chamartín es larga e impecable. Por cierto, en la foto no aparece Twistface. ¿Ya no es amigo de Cerezo? Mira que no asistir a tan señalada efeméride.

(Epílogo.) Cuando se disiparon los vapores del alcohol, el mayordomo informó al señorito de que había que hacer algo porque la foto podía enojar a los seguidores colchoneros. Y entonces ese fénix de los ingenios balbuceó una disculpa: "Que dentro de las atribuciones que como presidente tengo asignadas, he de manifestar siempre el máximo respeto hacía los equipos rivales de la competición." (¡Sic!) Don Guindo se siente obligado a manifestar respeto a todos los equipos, menos al suyo, claro.

Como cada hora crecía el mar de fondo, un infundado y cerval temor a la hinchada le llevó a pedir ayuda a Ramón Calderón, quién, solícito, acudió al quite: "Lamento muchísimo todo esto. Hay pocas personas que hayan demostrado más cariño y más apoyo a un club como lo ha hecho Enrique Cerezo con el Atlético. Si alguien quiere al Atlético, si alguien lo defiende, es él". (¡Sic!) (Notad que en las dos declaraciones hay meteduras de pata: sobra en la de Cerezo "de la competición". Y afea la de su invitado un solecismo: lo correcto es ‘más… que’ y no ‘más… como’. O sea: nadie ha demostrado más etc., etc., que Fulanito al Atleti.) Tranquilo don Ramón: ese aliado tan imprescindible para ustedes no se va a ir. Y menos ahora, que todo marcha sobre ruedas… para ustedes.