Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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abril 2011 - Artículos

Orgullo de padre

 

Así pues, "el Atleti de las mil caras" (según la fórmula de un jeta que cobra a tanto el embuste), las mil muy duras y poco favorecedoras, no ha tardado en volver a mostrar la única reconocible a lo largo y ancho del último cuarto de siglo, modelada como una máscara mortuoria por la familia Gil y sus secuaces: la de un conjunto fondón y desmoralizado, capaz de ahorcarse de un pelo, torpe en lo táctico, mediocre en lo técnico, sin hechuras, sin forma, repleto de jugadores ineptos y faltos de luces (añada el lector a la retahíla lo que guste).

Siempre opiné que, si hubiera 15.000 auténticos aficionados al fútbol colchoneros, ninguno de los problemas que padece la institución bajo el execrable gilato habría revestido la gravedad presente, pues la estética hubiese suplido el déficit de ética y de política. La exigencia de un buen espectáculo deportivo habría imposibilitado o entorpecido los manejos de los granujas. Para mí es un misterio por qué las personas que pagan una entrada o un abono para acceder al Calderón se resignan a ver los bodrios que preparan cada año giles y cerezos.

Rebuscando entre las docenas de escritos abandonados a la mitad, hallo este “Orgullo de padre” que hace unas semanas perfilé. Ha necesitado muy poca corrección y añadidura. Dice así:

Asumamos que hay más padres futboleros que madres. Pues bien, el de Raúl García opinará que su hijo debe ser titular en vez de Tiago y que Quique la tiene tomada con él y por eso a veces lo alinea de ocho o de diez, como si quisiese que fracasara. El de Mario no habrá visto con buenos ojos que su retoño haya sido preterido gran parte de la temporada para que Assunçao o Tiago usurpasen la camiseta. El de Fran Mérida se habrá preguntado qué injusta decisión del técnico pudo relegar a su vástago, cuando Simao tampoco era gran cosa y sus saques de esquina morían a la altura de la cadera del primer defensor oponente; ahora también se hará cruces con la crónica suplencia del ex del Arsenal, en beneficio de Koke. El de Domínguez se subirá por las paredes con sólo mencionarle a Godín; el autor de los días de Valera (en estrecha complicidad con la madre del jugador) lo hallará más rubio y apuesto que Ujfalusi, etc. Los mayores de los futbolistas extranjeros mencionados también tienen su corazoncito, pero residen muy lejos y hasta aquí sólo nos llegan los débiles ecos de sus amargas censuras, cuando Quique pone a otros en lugar de su adorada progenie. Pues bien, todos tienen razón y ninguno la tiene. Salvo honrosas excepciones, el mejor jugador del Atleti es el que calienta el banquillo, sobre todo si es de la cantera, que ha forjado en los despachos algún número uno del ojeo y el adiestramiento. La cantera es el B, que anda por la mitad de la tabla en el Grupo Primero de Segunda B (no sin haberlas pasado canutas durante casi todo el ejercicio) y también las otras secciones, las cuales, salvo los alevines, no sólo van detrás de las del detestado vecino sino que vegetan en posiciones indecorosas. Los cedidos trotan por el mundo sin que nos llegue la más liviana noticia de sus proezas (últimamente había hecho algo Cedric, decían). Negros o blancos, altos o bajos, fornidos o escuchimizados, militan aquí o allá pero sin pena ni gloria. Imagino lo que dirán sus padres.

Sin embargo, estoy seguro de que todos los agraviados papás coincidirán en un juicio: ¡Que mi chiquitín no juegue y lo haga Perea! Yo creo que la alineación sistemática de semejante no futbolista (malísimo cuando defiende y pésimo cuando pasa el balón) es la piedra de toque de cualquier entrenador que se precie. Que pone a Perea, no sabe y punto. Que no lo pone, a lo mejor entiende algo de fútbol.

Todos los que han alineado a Perea, junto con el secretario técnico que lo trujo (el bueno de Toni Muñoz), no sólo perjudicaron al equipo, sino que inculcaron en el espectador del Manzanares una lección perversa: para ser titular en el Atleti de hoy no hace falta un mínimo de comprensión del juego; basta con correr y cruzarse aparatosamente. Esa unánime confianza en el colombiano acostumbró a un público nada selecto (el del Atleti, la mejor afición de España y, no obstante, la peor de Europa) a que el pase al contrario, el patadón sin rumbo, la pifia y el despiste son normales y hasta dignos de aplauso. Por eso, cuando los centrocampistas del Atleti rifan el cuero, no hacen sino seguir el ejemplo de Perea, y cuando los exteriores abusan de la pelota hasta que la pierden, fingen rechazar al principio el método de Perea para después reconciliarse con él más y mejor. Forlán o Diego Costa se dejan aconsejar por Perea, y no digamos Valera o Domínguez. Cuál no será su influjo que, si no actúa, los demás siguen fieles a su patrón (el ridículo contra el Hércules fue, no cabe duda, un emocionado homenaje a Perea). Y hay una jugada preferida de este equipo que simboliza hasta qué punto Perea es su mentor balompédico. Esa en virtud de la cual el medio que lleva la pelota suelta un globo hacia el único hombre que se divisa en vanguardia, quién a la sazón aparece escoltado por los dos centrales enemigos. Es toda una especialidad de la casa, bloody Perea.

Pues bien, un Atleti medianamente competitivo debería ser organizado no alrededor de un fichaje sino de una baja: la de Perea, uno de los peores centrales que he visto en mi vida, y no excluyo a Ruiz, a Balbino, al denostado Pablo, a los tunantes brasileños cuyo nombre es piadoso omitir, o al lucero del alba (que ahora es la estación espacial).

Pero, claro, no sólo Perea debería ser traspasado o recompensado con la carta de libertad; sus émulos también han creado escuela. Las últimas victorias, empates y derrotas ratifican algo ya probado múltiples veces. Siete de los titulares rojiblancos no valen para hacer fuerte y competitivo al Atleti (o sólo valen para que el Atleti luche de poder a poder con el gran Zaragoza de los Braulio, Sinama, Gabi y otros cracks de igual o parecido fuste), y dos de los otros cuatro sobran. Dejo a la sagacidad del lector casar los nombres y los rostros.

Tres síntomas de que el Atleti camina con poderosa zancada hacia su extinción: 1º) El homenaje a Luis Aragonés no llenó un céntrico cine con 800 butacas. 2º) Las firmas contra la directiva, después de lo que ha caído, andan en torno a las 18.000. 3º) Luis Amaranto Perea está a punto de convertirse en el jugador extranjero que más partidos ha disputado con el Atlético de Madrid. (De los tres, el único verdaderamente desalentador es el tercero, que nadie se llame a engaño.)

 

 

La lección de anatomía

La cosa empezó esta vez con un lloriqueo / reproche de Gil Marín: "¡No protestabais el año pasado, ingratos!". Le sobraba la razón, aunque no por lo que él creía, pues lo cierto es que el año pasado hubo motivos más que suficientes para increpar a los directivos del Atleti. Sin embargo, los pocos que protestamos fuimos reducidos al silencio por la euforia que urdieron los bribones y sus plumíferos, secundados por la alegre muchachada de los forofos. Y protestábamos porque nos parecía intolerable que el Atleti quedara a 52 puntos del campeón de liga o que perdiese el único partido de nivel que disputó en la Copa (la final), o que fuese incapaz de ganar un solo encuentro en la Champions; por tanto, no había nada que celebrar y sí mucho que deplorar. Para Gil Marín, estos resultados cochambrosos se convirtieron en un "éxito sin precedentes" por obra y gracia de la Euro League. Pero la numerosa tropa que coadyuvó a celebrar por todo lo alto ese trofeucho de deleznable peltre trajo agua al molino de los okupas, que estaba sin gota, y ese agua sigue fluyendo. (Escribí hace un montón de años que de los Gil yo no quería ni la Copa de Europa, en el supuesto de que pudiese un Atlético de Madrid gobernado por semejante patulea ganar dicho campeonato, quizá por muerte súbita de todos sus rivales y ni así).

Desde el descenso y la permanencia en Segunda, ningún Gil o Cerezo tiene derecho deportivo a permanecer al frente del Atlético de Madrid, ni siquiera a poner los pies en el estadio (los derechos estético, ético y económico, por no hablar del que regula la propiedad nunca los tuvieron). Pero quien debió recordárselo (la afición) calló; en realidad hizo cosas mucho peores: agotar las existencias de confeti, tragarse la propaganda del Infierno, suscribir todas y cada una de las majaderías de los demagogos y de la Señora Rushmore; ejercer, en fin, de "mejor afición del mundo", eso que tanta gente encuentra admirable y yo, repulsivo.

Generalmente el miedo atrae el peligro, y asombra que el temor histérico de Gil Marín no consiga imantar la ira de la afición. Esto da una idea de las cotas de inercia alcanzadas por el seguidor colchonero, lo a gusto que se ha sentido en su papel de eterno fracasado sublime, al que todos elogian y nadie imita. Claro que los periódicos ayudan todo lo que pueden. Así, el director (o lo que sea) de un diario (o lo que sea) deportivo (o lo que sea) de Madrid firmó semanas atrás un suelto acerca de Gil Marín que era todo un espaldarazo. Por ejemplo, recomendaba a los impacientes (¡sic!) la tediosa loyolada: "En tiempos de tribulación no hacer mudanza". Total los impacientes sólo llevan aguantando un cuarto de siglo. También profería cosas como éstas: "No hace tanto era (el Atlético) el mejor equipo de Europa" (¡sic!), un embuste que hay que sostener porque forma parte del tinglado; "su problema (el del Atlético) no es de organización sino psicológico" (¡sic!). "No todo va mal; ahí está la cantera" (¡sic!). En fin, sus patéticas e hipócritas apelaciones a la recuperación del orgullo, como si el problema fuera la actitud de los jugadores en el campo y los males del Atleti, el producto de una alucinación, rayaban en la absoluta desfachatez, como el desafío a que los hinchas probasen que los okupas siguen delinquiendo. El primero que tuviera algo más que una sospecha bien fundada de que prosiguen las viejas fechorías habría corrido al juzgado de guardia, no a los periódicos y menos al dirigido por tamaño tunante. ¿Y qué pensar de la cerrada ovación a Cerezo "se ha dejado un ojo de la cara" (¡sic!)? Pues que para caras la de este individuo y la del tuerto al que defiende.

Después vino la traca del informe de Cremades & Calvo Sotelo, un bufete pijo que se retractó, pasados unos días y sin que nadie sepa muy bien por qué, del demoledor papel que le llevó 15 meses elaborar. Primero los periódicos y las emisoras de radio se habían apresurado a difundir la réplica de los okupas al informe, cuando casi todos y todas habían omitido publicar el original que había suscitado el enojo de la parejita. ¿No era de rigor subsanar el olvido primitivo divulgando tanto el estudio como la réplica? De lo contrario, la noticia (el cabreo ficticio y las bravatas querellantes de Gil Marín) quedaban sin contextualizar. (Y no bastaba con anotar: hay por ahí unos tipos que dicen que el Atleti debe 780 millones de euros, extremo que algunos no habían podido silenciar completamente porque que de lo contrario corrían el riesgo de que el lector se preguntase con cara de bobo: ¿de qué deuda hablan estos del ...?)

Según Gil Marín, cuya elástica desvergüenza rebota contra la de quienes dan pábulo a sus infundios, el fútbol es un negocio ruinoso únicamente cuando el Atleti se clasifica para la Champions (o sea, casi nunca). Cuando fracasa con todo lujo de desastres (lo habitual bajo giles y cerezos), el fútbol es tan rentable que la colosal deuda desaparece o encoje hasta extremos inverosímiles. Es la vida al revés contada por un desahogado ante un coro de idiotas babeantes.

El rocambolesco affaire produjo otro ejemplo de mala praxis periodística: "Gil Marín demandará a Señales de Humo". Debió escribir el pésimo profesional: Gil Marín dice que demandará... No es lo mismo anunciar que hacer, pero el periodista deportivo no es hoy más que un médium o, si se prefiere, un superconductor, de la chaladura.

Por último, la Audiencia sentenciaba que la ampliación de capital del año 2003 no era tal sino un tocomocho más de los okupas. Pocos medios divulgaron la mala nueva y esos pocos, con sordina.

El asunto es que, como siempre, el madridismo se ha vuelto a movilizar para defender a Gil Marín y a Cerezo. (En realidad los okupas les dan lo mismo, y, cuando dejen de ser útiles, se apresurarán a echar la última palada sobre sus tumbas, robándose la pala unos a otros.) Pero lo que sucede con el Atleti (la impunidad con la que actúan sus parásitos y tergiversan la realidad quienes los apoyan incondicionalmente) ya no es un episodio más del esfuerzo mancomunado para fortalecer al equipo predilecto de Madrid y debilitar al otro; trasciende incluso el hundimiento del deporte y sus relatos, que es un fenómeno general. (En efecto, no hay deporte, ni prensa deportiva digna de tal nombre.) Se trata de algo mucho peor: se trata del servilismo universal hacia los magnates, hacia el poder del dinero (y ya no hay otro). Resulta que los golfos especuladores y adictos a la patraña merecen más crédito que sus detractores, cuya palabra respaldan los hechos. Hemos autorizado al millonario a hacer lo que le parezca, como si allí donde anida o parece anidar la fortuna residiese la razón o (lo que es peor) su ausencia no importase. Es inevitable que acuda a la memoria el título de Valle Inclán: "¡Viva mi dueño!"

Verbigracia: los medios se apresuran a airear las tonterías pro okupas de las leyendas vivas, esos abuelos que se pirran por los canapés y el whiskito on the rocks al abrigo del palco. Adelardo no es una excepción. De todos los veteranos del Atleti, ¿cuántos han abierto la boca para decir algo respecto al club que no produjera sonrojo? ¿Setién? ¿Arteche? Adelardo, que no figura en tan exigua nómina, fue yerno de Calderón y el hijo de Calderón está en la plataforma "Atléticos por el cambio", que se opone al caos, la incompetencia y el delito. Es inexplicable que el estupendo mediocentro de la época gloriosa se haga el loco, ¿o estuvo en coma hasta ayer?

Pero a los menos veteranos tampoco les sobran el valor y las luces. Ahí está Kiko, quien regaña a la afición a través de su micrófono: "Las protestas, cuando termine la temporada". ¿Dónde, tío listo, en los merenderos de Las Vistillas, en las playas de El Caribe? ¡Qué ni Torres haya dejado de aportar su granito de arena! Dijo no hace nada: "Cada año se da un paso adelante" (¡sic!) ¿En qué dirección?, si puede saberse; lo más probable es que sea hacia el abismo.

Pocos cuentan lo que de verdad pasa, y no deja de ser irónico que quien mejor resumiera el asunto fuese un outsider refractario a las mentiras, Luismi "Cochise", aficionado cabal, valiéndose del famoso cuadro de Rembrandt que encabeza mi escrito de hoy. Tonifica, en medio de tal aluvión de tergiversaciones, dislates y memeces, esta lección de anatomía que también lo es de periodismo, aunque el cadáver sea el Atleti y su disecador, el okupa en jefe.