Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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noviembre 2007 - Artículos

El agujero

Nueva orgía de despropósitos, esta vez con un score favorable. Algunos comentaristas disfrutan una barbaridad con las parrandas goleadoras en el campo del Atleti, que le van a costar al club un dineral en redes, pero un servidor, más morigerado, prefiere el buen balompié a los marcadores de hockey sobre patines o de fútbol sala. (Dicho sea de paso: el locutor que escolta a Pedraza en el PPV no compareció, y aún no entiendo por qué el ex-jugador y tal, que diría Luís, ha sobrevivido al reajuste. No hay encuentro en el que no nos fría la paciencia en el nauseabundo ricino de que, gracias al traspaso de Torres, Agüero es Agüero, consigna disfrazada de sabio dictamen, que divulga la zona innoble del Calderón y que persigue hacer de la necesidad virtud).

El primer tiempo fue un soporífero intercambio de balonazos, a cual peor dirigido, sin que el gol de Maniche o la buena jugada del Valladolid, que remató espléndidamente Víctor para igualar el match, nos compensasen por el bodrio. Pero ese gol pucelano descubrió un agujero en la demarcación del lateral diestro rojiblanco, circunstancia de la que tomó nota Sesma en la segunda parte. A Valera lo añoraban media docena de críticos felices (felices de haber encontrado semejante profesión, que no les obliga a saber de nada, ni a fijarse en nada). Pero cuando ese señor de Murcia dejó a su equipo con diez (algo rigurosa la segunda tarjeta), mi vecino de localidad en la barra del café no pudo contenerse y exclamó; ¡"Ya era hora!" Alguien a su espalda inquirió medio hostil: "¿Oye, tú con quién vas?", a lo que el otro repuso: "¡Con los buenos!" Turno de réplica: "Es un chaval y acaba de salir de una lesión". Fin del debate: "Es muy malo; casi hace internacional a Sesma!" Valera no es ni defensa ni medio; tiene facultades, pero le sirven de poco, y no anda sobrado de luces. (En contra suya hubo desde el principio un dato escasamente tranquilizador: enamoraba a Miguel Ángel Ruiz.)

El segundo periodo consistió en un vaivén enloquecido en el que por parte local sobresalieron Maxi y Maniche y por parte forastera, el conjunto (más armónico, más compensado, que el de Aguirre). No obstante, en el Valladolid también jugaba el portero Butelle, desdichado protagonista de un derrote contra uno de los suyos que ni en la gallina ciega, el cual propició la segunda diana de Maxi. Butelle tuvo alguna intervención meritoria a disparos del "Kun" y Maniche, aunque ya en el tanto del portugués había pecado de pardillo (¿a dónde podía tirarle la pelota "O Motor", que se fue complicando el remate por no atreverse a usar la zurda?).

En fin, hubo lucha, hubo emoción, hubo goles (el último in extremis), aunque poco fútbol. Nadie anotará este partido en el haber de la buena suerte colchonera, pero el Atleti ganó en el descuento y con un autogol del rival; demasiado castigo para el humilde, aunque ambicioso, Valladolid. A destacar en el cuadro del Manzanares que no desmayó cuando se hallaba en inferioridad numérica. Ahora bien, la descomposición defensiva crece incontenible, y percibí los primeros síntomas de cansancio en Agüero. Llamadme hipocondríaco, si lo deseáis.

Es barato y nos divierte

Ya se sabe: para no encajar muchos goles, lo mejor es no marcar ninguno. Siempre más cerca de la derrota que de la victoria, salvo en el descuento, el Atleti tardó quince minutos en salir de su área (y lo hizo gracias a una internada de Seitaridis; algo después vino el primer regate de los dos primorosos que hizo en la primera mitad su única gran figura: Agüero.) La estrategia del Almería era muy simple: perseguir a los medios azules, tapar a los laterales y dejar que Pablo y Perea (y también Leo Franco) sirviesen pelotazos sin porvenir a un solitario "Kun". Cómo sería la cosa que el portero del Atleti (ayer irreprochable) se tomaba su tiempo para sacar. Mortalmente angustiados cada vez que el esférico les llegaba a los pies, los centrales y López lo despejaban sin tomarse la molestia de dirigirlo. El primer tiempo hizo crisis allá por el minuto 30, después de que el Almería desperdiciase un penalti y otras dos o tres ocasiones claras. Hasta entonces había jugado con una velocidad más que su rival, que no pareció desidioso sino desbordado. Después, invertiría en rellenar de aire fresco sus pulmones lo que restaba del primer periodo y un buen pedazo del segundo. No obstante, en los momentos en que el Atleti pareció capaz de apretarle las clavijas, recurrió a la falta, sin que el sonriente Pérez Burrull se diera por enterado (las señaló casi todas, pero sólo al final del partido comprendió que la reiteración es punible por fea y antideportiva). En especial Maxi, otra vez fuera de su sitio, no bien se buscaba la vida por el centro era derribado sin contemplaciones.

Dado el planteamiento de Unai Emery, se antojaba crucial que los interiores del conjunto forastero interviniesen, pero apenas se dejaron ver. Quienes enumeran la cantidad de grandes futbolistas que tiene el Atleti de medio campo para adelante incluyen en el lote a Reyes, Simao y Luis García, pero, hoy por hoy, entre los tres no dan para un titular completo; de ahí que ninguno termine de ganarse un puesto fijo en el once inicial. Por cierto, ¿quién es el inventor de esa absurdez de córner que reúne a Simao y a Reyes en un baldosín? ¡Con lo que cuesta cambiarse de banda y recuperar la posición! Y todo para que, en el mejor de los casos, la pelota muera en el cráneo del primer central o en las manoplas del portero. (Y digo en el mejor porque en el peor no muere sino que súbitamente cobra vida y se transforma en un contraataque vertiginoso.)

A veinte minutos del final el match volvió a nivelarse, lo que valió para que nos percatásemos del conocimiento que Emery tenía de los recursos propios y de los ajenos. Sus hombres empezaron a bombear la pelota hacia la posición del central zurdo del Atleti (que, como nadie ignora, excepto Pitarch, está maldita). Por suerte Pablo achicó su agua y la de Eller.

Aguirre creyó ahuyentar al espectro del fracaso (temía perder) poniendo a Motta, quien, debido su actual condición física, nada podía hacer y nada hizo, salvo emular al cojo del gol del cojo en una mala tarde.

Debutó en el campeonato Santana, que tuvo una actuación irregular. Lo peor es que no arrebató un solo balón al adversario. O cometió falta o se despistó. Además, estuvo muy dubitativo. Dio algún pase bueno y arrancó un par de veces con potencia, pero también falló alguna pared sencilla. Carece de ritmo y de acoplamiento y será difícil que los adquiera, ahora que Motta (la última esperanza blanca de los forofos) se ha recuperado de su enésima rotura muscular. Empero los que opinan que Cléber Santana es indigno de lustrarle las botas a Raúl García ya no recuerdan lo mucho que denostaban al pamplonés luego del ridículo contra el Gloria Bistrita de los Cárpatos. El hoy pilar indiscutible invirtió tres o cuatro partidos en enterarse de qué iba la fiesta. En los foros, lo más suave que le decían era "paquete". Hoy, a las nueve de la noche del 12 de noviembre de 2007, es un crack. No tenemos ni idea, pero es barato y nos divierte.

La tómbola

Para mi gusto, el match de antayer fue mejor que el del miércoles: salieron las jugadas más limpias y hubo buenas combinaciones y menos brusquedades, salvo en los últimos minutos. Pero, al revés que la otra noche, el Atleti perdió, aunque tal vez no lo mereciese.

El primer tiempo fue del Villarreal, a quien no perturbó que el Atleti marcase dos tantos de bella factura sin haber elaborado una sola jugada de mérito. "Para ti el fútbol, para mí los goles" pareció decirle el Atleti a su rival, que hacía circular el balón con empaque. Era un trato que los de Pellegrini fingieron suscribir. Pero vino el gol de Rossi (también muy bueno) y después el lamparón consuetudinario: Leo Franco no acierta a despejar de puños, el cuero descalabra a Raúl García, en fin…

Y si el resultado de la primera mitad premiaba la puntería colchonera y el dominio amarillo, el de la segunda castigó, quizá injustamente, las ganas de vencer y la bravura locales, porque el Villarreal, sin enterrarse en el búnker de su área, comenzó a verlas venir, recostado en la experiencia de Senna y en la falta táctica (quizá la diferencia radicase en la fatiga de Pires o en la fe del Atleti, cualquiera sabe).

Sí, tras el descanso, el conjunto de Aguirre buscó la victoria, tuvo más iniciativa, más empuje y jugó mejor, al menos durante 25 ó 30 minutos. Esa fase del partido fue completamente suya, como del caos el último cuarto de hora. En el caos triunfó el Villarreal, que había sobrevivido a su conformismo (simulado o auténtico), al penalti que le pitó injustamente Undiano y al cabezado del "Kun", gracias en buena medida buena a otro obsequio inexplicable. Bueno, no tan inexplicable. A numerosos comentaristas les gusta Perea. "¡Qué importante es para este equipo Luis Amaranto Perea!", exclama cada cuarto de hora, con su poca pero desagradable voz, el locutor del PPV. A mí me parece un futbolista menos que mediocre. (Del mismo modo que Zé Castro tiene un problema en el cuerpo, Perea lo tiene en la cabeza: no comprende ni el bote más sencillo del balón; pero pasan los años, y su fama de puntal no disminuye.)

La baja de Forlán no repercutió en la producción goleadora del Atleti, pero lo dejó sin Maxi, que es un interior, no un segundo delantero, ni un mediapunta, ni un medio de enlace. Los amarillos captaron muy bien de qué iba la cosa pues concentraron sus atenciones en Agüero y se olvidaron de la "Fiera". Yo hubiese puesto a Luis García de nueve, pero Aguirre es más sabio.

El tanteador agujereó una certidumbre sin pruebas: "Antes estos partidos se perdían; ahora en cambio…". Ahora, en cambio, se pierden (o se pueden perder) igual; y desempolvó el mugriento tópico de la mala suerte: "El Atleti, más Pupas que nunca". Nada de eso: sólo se marran los penaltis mal chutados, y no es una desgracia sin culpables tener un defensor tan generoso con el oponente como Perea.

De manera que el Atleti bajó al quinto lugar de la tabla. (Aprovecho la oportunidad que se me ofrece para repudiar enérgicamente el uso de una fórmula no por muy repetida menos inexacta: "El Atlético, en Champions". En la Champions –protesto contra la fea costumbre de suprimir los artículos–, estará cuando, habiéndose clasificado para disputarla, se enfrente al Milán, al Manchester, al Lyon…, nunca en la jornada décima de la liga.)

Conclusión: o el Atleti pone remedio a su desbarajuste defensivo (y soluciona otros problemas nada menores, entre ellos el de la falta de sentido común colectivo) o habrá hallado otra forma de fracasar, más rumbosa, si queréis, pero no menos innegable que las precedentes. Es de ingenuos confiar en que los dioses de la tómbola premien cada domingo al que sólo lleva la mitad de los números.

Fuegos artificiales

¿Puede un partido ser malo y contener siete goles? Sí, por supuesto.. ¿Puede un mal partido contener dos golazos? But off course. Pues bien, en el Día Mundial de la imprecisión, la jarana defensiva, los errores del trío arbitral, las patadas a destiempo y las pequeñas trifulcas hubo dos flashes platónicos: uno por la exactitud del centro y el remate en escorzo, y el otro por el fantástico contragolpe que, conducido por Simao Sabrosa (quién también dio el pase de la muerte), acabó en las mallas de Palop, no sin antes tropezar con el interior del pie diestro de Jurado. ¡Albricias: Jurado ha conseguido marcar después de 50 tiros!

El Sevilla pareció (y seguramente es) mejor equipo que el Atleti; pero el Atleti tiene un hombre, Agüero, que no tardarán en pulirse los okupas, capaz de sacar agua de las piedras. Abandonado a su suerte, ni se desmoralizó ni se aburrió, ni se impacientó; es un crakc, y cuando me percato de este sencillo hecho me entran sudores fríos. ¡Un crack en el Atleti! Los bribones nunca han tolerado ídolos que no fueran de materiales peores que el barro, porque temen que la afición le cobre apego a un jugador y se haga fuerte en torno a ese cariño.

El Sevilla eligió las rotaciones y el Atleti vivir al día. Forlán se lesionó y Maniche casi se rompe. Pero la culpa no la tiene Aguirre sino los pazguatos del Consejo que renuevan cada temporada la mitad del plantel para dejarlo tan perfectamente mediocre como siempre. (La cosa pudo ocurrir de la siguiente manera: Aguirre exige a Raúl García y luego abandona el cónclave en el que permanecen Twistface, Cerezo y Pitarch redondeando negocios mientras trasiegan unos whiskies…

—A ver, ¿tú a quién te pides?

—Yo, a Simao; ponme Chivas (sólo un dedo, que mañana madrugo).

—Pues yo me pido a Cléber y a Diego; Ballantine’s con Coca-Cola, por favor.

—A mí me gustan los porteros calvos y también Reyes; Cardhu con dos cubitos de hielo.)

Es comprensible: se trata de sacar dinero del Atleti, no de hacer nada útil por la institución. O sea: los jugadores pueden salir buenos o malos, pero si salen buenos es de pura casualidad. En el Sevilla militan varios brasileños que, a diferencia de los del Atleti, rinden. (La secretaría técnica del Atleti bajo los Gil tiene un récord nada fácil de superar: el de los peores compatriotas de Pelé jamás vistos por estos lares, aunque aún no he perdido la esperanza de que Cléber sea útil). El rival del pasado miércoles dispone también de africanos francófonos, cuyas raíces están en Mali o Costa de Marfil, los cuales confieren agilidad, vigor y consistencia al equipo. El Atleti no busca jugadores al otro lado de los Pirineos (Luccin vino del Celta) porque Gil Marín no conoce intermediarios en la Galia Comata (o Cabelluda).

Sin Kanouté, sin Poulsen, sin Renato y con un Alves irreconocible, el Sevilla presionó, dominó, achuchó…; sin embargo, fue a marcar sus goles en pifias mayúsculas de los zagueros rojiblancos. Cada córner o falta supusieron un quebradero de cabeza para el portero local y sus escoltas. Perogrullada: la defensa no se compone únicamente del portero y los cuatro que juegan atrás, pero hay veces en que los defensas están mal y uno de ellos está incluso peor. Zé Castro tuvo una muy mala noche y le pasará factura. Es corpulento (lento de cuerpo) y corputorpe. Su técnica y su estatura no compensan.