Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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mayo 2008 - Artículos

Silencio

Los breves aplausos del final (protocolarios y a petición del moderador) sonaron como el silencio en las corridas de toros y significaban lo mismo: una tarde gris, sin nada digno de ser reseñado. Los cinco representantes de la prensa (los espadas, por seguir con la analogía) le tenían cierto respeto a la afición y lidiaron sin gustarse. La afición de ayer era un miura muy resabiado, y por eso los diestros se dedicaron a salvar las canillas, ante los gañafones, y no a torear. Su reticencia inicial: "Lo mejor sería que nos preguntasen directamente", distaba mucho del celebérrimo: "Disparad primero, nobles franceses", de la Guerra de los Siete Años, y se asemejaba más bien a un arrimarse a las tablas, no muy lejos del burladero. Como el moderador (muy moderado él) les instara a hablar del Atleti y lo que con él están haciendo los periódicos, las radios y las televisiones, ellos empezaron por la tediosa monserga: "Los estudios de mercado indican…". Nadie les había reprochado nada aún, y la cosa evocó el viejo refrán latino: "Excusatio non petita, accusatio manifesta"

Los estudios de mercado, según ellos, recomiendan hablar mucho del Madrid y desaconsejan las malas noticias. En la facultad de Ciencias de la Información, por los tiempos en que uno apenas iba a clase, circulaba un viejo cinismo made in USA: "Las buenas noticias no son noticias", pero los alegres chicos de Deportes son más sabios, como Alá. En vano se les recordó que Peterman y el Alavés han vendido malas noticias, que todos estamos familiarizados con los desastres del Valencia o del Betis, que la palabra FRACASO (así, en mayúsculas), azota con furor la actualidad del Barça…

Ahora bien, en el caso del Atleti, ¿no convendría poner algún tropezón en el caldo alucinógeno (o sopa boba) que le sirven a la opinión pública? ¡Nooo! Alguno intentó justificar la ausencia de toda información pertinente sobre el Atlético de Madrid por la escasez de espacio en los periódicos, combinada con la importancia del Real Madrid. (Era su única idea y la defendió hasta el último hombre, viniese o no a cuento. –"Oiga, ¿por qué llueve para abajo?" -"El Madrid es el Madrid").

Todos los matadores, incluido uno que se apoda de tal guisa, coincidieron en señalar la responsabilidad de Giles y Cerezos en la desastrosa marcha del Atleti, pero no explicaron por qué ese dictamen no merece la divulgación. "¿Qué os dan esos bribones?", preguntó alguien un poco abruptamente. Aquí hubo un asomo de mosqueo porque la honestidad de los periodistas es indiscutible; los periodistas no cobran de los clubes en metálico, aunque sí, al parecer, en especie: exclusivas, bulos estupendos, rumores etc. Quedó patente que los decretos inflexibles de la mercadotecnia son compatibles con el acto reflejo de proteger las fuentes y el condumio. Hay dos gargantas profundas en el Atleti: Gil Marín y Cerezo, y los que quieran conservar este nexo privilegiado, este cordón umbilical, con los dioses del Olimpo, rara vez dirán nada que pueda incomodarlos.

No obstante, Gil Marín y Cerezo no sólo son malos gestores; también son muy granujas (no es un insulto; es un veredicto del Tribunal Supremo). Se nos replicó que no podíamos girar ad libitum en torno a la sentencia que condenó en su día a los okupas del Atlético de Sebastopol (pero, durante casi un año, hemos girado como el burro de la noria en torno a las elecciones a la presidencia merengue: su desenlace, sus consecuencias, las corruptelas del voto por correo y las impugnaciones, temas todos sumamente inamenos). Se les explicó que la delincuencia probada más allá de toda duda razonable exigía extraer conclusiones, y no avalar a los okupas proyecto tras proyecto, pues la sentencia había revelado un modus operandi que sigue vigente en el club. Reacciones: visajes de incomodidad y el machacón "El Madrid es el Madrid".

Alguien preguntó cómo es posible que se llame éxito al cuarto puesto del Atleti en la Liga y si es tolerable que un diario anime a los hinchas a celebrar tal proeza en Neptuno, mientras silencia o minimiza las protestas de los aficionados cabales en la Puerta 0, antes los partidos. Caras de vinagre, miradas huidizas, gestos como de cansancio…

Otro circunstante comentó que la falta de exigencia se ha convertido en la tónica cuando se trata de la entidad rojiblanca y que la prensa la ha instituido (o, al menos, asumido), por lo que es cómplice de lo que le pasa al club. ("El Madrid es el Madrid", rezongó el cansino de toda la tarde.)

También salieron a relucir la Peineta y el Calderón, las cuentas que no salen, la crisis del ladrillo, que obstaculiza, por el momento, la golfada… En el mejor de los supuestos, el beneficio del trueque de estadios no daría ni remotamente para ninguna de estas cosas: enjugar la deuda, levantar la ciudad deportiva y hacer un gran equipo de fútbol. ¿Lo van publicar? Ni por pienso.

Se habló así mismo de asuntos muy vidriosos, como la censura en el inocente ámbito de la prensa del deporte. Un miembro del público y uno de los invitados (rara avis) aportaron testimonios personales de tan cochambrosa práctica, si bien el misterio envolvió el origen de esas oscuras maquinaciones. Algún jefe de sección puso cara de poker (que es una cara muy dura), y el ex director de un periódico admitió la existencia de presiones de fuera, de arriba, de abajo, de los flancos, de Dios sabe dónde, pero no que se cediese ante ellas, ¡eso jamás!

En resumen, los toreros volvieron vivos a los toriles. No hubiesen confesado ni en el potro de tortura que sus medios de difusión han contribuido a hacer del Atleti una suerte de Español de Madrid, cuya debilidad le viene que ni pintada al poderoso vecino blanco; de ahí que la cultiven sin ningún escrúpulo. Unos cuantos hologramas con sendas cassettes, hubiesen dado el mismo juego.

 

Fracaso con paliativo

"¿A Neptuno? Cuando ganemos algo", declaró anoche el mejor futbolista de la temporada en este país. (La eclosión de Agüero en España y la Fernando Torres en Inglaterra han sido dos de los hitos del año balompédico, el primero para nuestro gozo; el segundo para el de nuestros adversarios). Pero en esta entidad de mamarrachos, donde el cinismo del clan dirigente infectó a los seguidores tiempo ha, el verdadero jefe no podía ser otro que un adolescente de 19 abriles que ayer tuvo la dignidad de rechazar la estrafalaria celebración de un fracaso con paliativo. Porque ‘fracaso’ se llamó siempre en el Atlético de Madrid a no competir por las grandes copas, (lo que ha hecho el club rojiblanco en la agonizante campaña 2007-2008, como en infinitas de las anteriores bajo los Gil y compañía). Se puede quedar cuarto sin fracasar, cuando la mala suerte, las lesiones o el de negro impiden vencer a un once que ha peleado de poder a poder con los mejores. Y se puede quedar cuarto y hacer el ridi (o el indio), como el Atlético esta vez, que se ha limitado a conseguir a duras penas y sin ninguna gloria lo mismo que alcanzaron antes sin tanta prosopopeya y alharaca el Celta, la Real Sociedad, el Osasuna, el Mallorca (dos veces) o el Betis (e ignoro en qué fuentes se remojaron el gusto los hinchas de esos equipos modestos). Es más, por terminar en la tercera plaza recibió el Barcelona ayer una pañolada de órdago en el Nou Camp, y la gente culé la emprendió con Laporta cubriéndolo de reproches, exigiendo su dimisión, etc. (En el Atleti sólo hay un grupo de aficionados que se atreven a proclamar la ineptitud y la deshonestidad de Cerezo y Gil Marín. Antes de los partidos, acuden a la Puerta 0 del Manzanares para oponerse a que el deterioro de la institución prosiga como si tal cosa.

Sí, Agüero demostró a su tierna edad más luces y sentido común que toda esa banda de chalados presuntuosos y perrunos que se han atrevido a infligirle su absurda euforia a Madrid, envidiosos de los fastos merengues. Pero claro, si les vendieron el descenso a Segunda como una excursión por el Hades y ellos la compraron encantados de la vida, ¿por qué no iban a flipar con un paupérrimo cuarto puesto?

Y no penséis que los diarios contradicen a los forofos. "El Atlético logró la Champions…": he aquí la pequeña inexactitud que desliza en su crónica, sin cortarse lo más mínimo, un embustero integral, no fuera a ser que algún babieca de otro periodicucho se le anticipase en el ditirambo hiperbólico. "El Atlético, de nuevo entre los grandes", salmodia mecánicamente un colega del anterior; "Neptuno desempolva el tridente", exulta un tercer indocumentado.

Pues bien, ¿Qué ha conseguido el Atleti? Paliar apenas el vacilante desempeño de un conjunto mediocre, que nunca compitió por la liga y que se arrastró en los demás campeonatos, y asegurarse la participación en la UEFA del año que viene. Habéis oído bien: la UEFA, porque la Champions está aún lejos y en la eliminatoria previa no podrá contar con la ayuda de un mocoso que es, de aquí a Lima, el mejor hombre de este club, dentro y fuera de la cancha, que dirían en Buenos Aires.

El domador de melones

Contemplo los partidos del Atleti entre el cabreo y el asombro. El cabreo me ataca (20 ó 30 veces por encuentro) cuando los defensas o los medios rojiblancos despejan la pelota a la buena de Dios, destajistas de eso que los locutores ignaros llaman "no complicarse la vida" y los sapientes y ecuánimes, "rifar el balón"; el asombro se apodera de mí cuando compruebo cómo dichos melones (pues ni siquiera llegan a las célebres sandías repudiadas por Dirceu) no acaban rugientes en los pies del rival, sino que uno de los futbolistas del Atleti se las arregla para domar buena copia de ellos, ¡oh prodigio! Cualquier delantero, viéndose de tal modo obsequiado, renegaría de la fruta y cubriría de injurias al generoso oferente. Pero Agüero no; Agüero no se desespera, toma el asunto como un desafío personal y convierte cada melón en una tortura china para los zagueros rivales. Ayer hizo un control, agachándose para que el cuero rebotase con suavidad en su cabeza, mientras no paraba de correr, que sólo he visto en los shows de pretemporada, cuando el crack de turno no tiene ante sí otro enemigo que un pelotón de fotógrafos. Y, en la segunda mitad, hizo un sobrero con caída y amortiguación en el propio hombro que desconcertó a todo el mundo, locutores incluidos, a todo el mundo salvo al exquisito buscavidas. Y eso que ya no puede con su alma, la criatura.

Los periódicos dicen "Forlán y Agüero…" ¡Eh, un momento!, ¿qué hace aquí Forlán, robando el primer plano? Cazó un gol, es verdad, pero también se hartó de suministrar balones al oponente. (Fue, con mucho, el mejor centrocampista periquito).

Los periódicos también dicen que, después del triunfo en Montjuich, el Atleti "roza la gloria" (¡sic!). Ignoramos a qué pueden referirse, salvo que ahora se le llame gloria a quedar cuarto y como a unos 20 puntos del primero. Pero a lo mejor esa es la clase de gloria que desean para el Atleti los diarios deportivos de Madrid porque es totalmente compatible con los fastos merengues, por los que ellos suspiran y velan con tanto ahínco y perseverancia. Ya veremos qué opina al respecto el domador de melones.

El desquite del "Gorras"

Entró el "Gorras" en el bar y se hizo un murmullo. El Atleti iba ganando por 1 a 0, y Pérez Lasa le había sustraído al "Kun" uno de esos goles que le suelen regalar al jugador que va de blanco y es un campeón congénito. Sin embargo, el hombre, sabedor de su injusta fama de gafe, observó muy digno: "Oye, que yo no estuve el día del Betis", argumento demoledor que cayó entre los circunstantes como lápida sin epitafio. Dado que el Atleti no terminaba de rematar al moribundo "Recre", algún parroquiano puso cara de oficial de la Gestapo y empezó a buscar por las inmediaciones un chivo expiatorio alternativo, pero Maxi, el dueño negocio, luego de una breve inspección, declaró el local limpio de cenizos: "¡Bah, hoy gana el Atleti!"

El día de la venganza del "Gorras" fue el de la reivindicación de Camacho, que goleó dos veces en plan cazador oportunista. Como mediocentro no resulta aún convincente (demasiados pelotazos sin ton ni son; poca profundidad en los que no desplaza a la banda), pero en conjunto el chaval salió más que airoso de la prueba y fue, junto con el sempiterno Agüero, the man of the match. En el primero de sus goles le ayudó el meta onubense Sorrentino, espigado y cantarín como un gondolero de Venecia, pero en el segundo se giró, se tiró al suelo y le pegó con toda su alma a un balón que pasaba por allí con la candidez oronda de un pavo de Navidad. ¡Bravo! Esa brújula en la cabeza para el remate también la tenía Simeone, que no es un mal referente.

Entonces Aguirre enfundó al "Kun", que es un colt 45 de los que brillan en la canana del bueno en las películas del Oeste (ya hubiese querido un arma así Henry Fonda, el "hombre de las pistolas de oro"), y el "Gorras", para delicia nuestra, empezó a soltar a intervalos regulares y con voz de tenor unos ¡Atleeeee-tii!, como los que perforaban el humo de los cigarros en San Mamés, en los tiempos de Arieta, Uriarte, Chechu Rojo, Larrauri e Iríbar. Me pregunto si no estaría celebrando a su manera los 105 años de la Sucursal, junto con la perdida condición de gafe.

Se me olvidaba. En la segunda parte volvieron a hacerse notar esos representantes del eslabón perdido nostálgicos de la vida en la foresta, a los que Cerezo tiene por un público comme il faut. La tomaron con el francés y hombre negro Sinama. No me consta que el resto del estadio se opusiera. Para esto, como para lo demás, la afición del Atleti es, peor que vaga, inerte; de ahí que el club agonice.

Suspicacia nada gratuita

Como los opinantes de los medios de comunicación continúan avalando la venta del estadio del Atlético de Madrid, y como a los que disiden les suele caer un granizo de anatemas, me gustaría precisar qué es lo que a uno no le convence de dicho negocio. Hablo por mí; no represento a nadie.

En algún lugar del protocolo de intenciones figura la siguiente cláusula: "El Ayuntamiento de Madrid se compromete a realizar las actuaciones que permitan formalizar una cesión del uso del Estadio de Madrid, a favor del Club Atlético de Madrid, S.A.D., y la transmisión al mismo de la propiedad en 2016 (que incluirá el aparcamiento, los accesos necesarios y la urbanización perimetral del Estadio). Para dicha transmisión resultará necesario obtener la modificación de planeamiento oportuna que desafecte del dominio público dicho Estadio, calificándolo como equipamiento deportivo privado".

Sobre el papel, la cosa no admite dudas: el Atleti, de llevarse a cabo la operación "Mahou-Vicente Calderón", sería dueño de un nuevo estadio en 2016. Como resulta que en otros artículos del citado documento se establece una prelación en las actuaciones, según la cual lo primero sería acabar "La Peineta" y después demoler "El Manzanares", nada habría que objetar tampoco desde el punto de vista de las exigencias deportivas, pues en ningún caso se correría el riesgo de que el primer equipo de la institución no dispusiese (durante semanas o meses) de un campo dónde disputar los partidos cuando actuara como local. Y es incomprensible que haya llegado a hablarse de la posibilidad de que el Atleti a tal fin tuviera que buscar otro sitio (los morbosos prefieren el Bernabeú), en el supuesto de que no lograra terminar a tiempo las obras de "La Peineta", ya que el protocolo, por lo que se refiere a este asunto, es diáfano…"Los interesados se comprometen a realizar las actuaciones que permitan la demolición de las instalaciones del estadio Vicente Calderón en la fecha que se determine en el Convenio Urbanístico a suscribir para el desarrollo del presente documento. La referida fecha deberá ser en todo caso posterior a la finalización de las obras de adecuación del Estadio de Madrid" (el subrayado es mío).

Ahora bien, en ninguna parte se especifica el aforo último de La Peineta. Hemos oído, hemos leído, que habrá unos 75.000 asientos, pero no nos consta de manera fehaciente. Sí, en cambio, la cantidad máxima a desembolsar por la parte contratante de la primera parte, que dirían los Hermanos Marx: "El Club Atlético de Madrid sufragará hasta un máximo de 160.000.000 € la reforma del Estadio de Madrid para convertirlo en Estadio Olímpico y su adecuación para la práctica del fútbol".

¿Significa esto que los 160 millones determinarán el número de localidades del Estadio de Madrid o que el Ayuntamiento correría con el sobrecoste, si los 160 kilos no alcanzasen para dotar a la nueva instalación de una capacidad justificadora del traslado?

No obstante, el principal motivo de desconfianza no proviene de los cabos sueltos del protocolo de intenciones sino del hecho de que uno de los signatarios del mismo (y presumiblemente del acuerdo que pudiera firmarse) sea División Inmobiliaria del Atlético de Madrid S.L., la propietaria real del Vicente Calderón, empresa que suscita más de un recelo, pese al apellido (o precisamente a causa de él), porque tal apellido no significa que la empresa pertenezca al club. Digámoslo de una vez: habida cuenta de los precedentes, no veo qué impediría a Gil Marín privar al Atleti del nuevo estadio, alquilar después a la entidad el uso de las instalaciones y embolsarse el producto de los negocios que presumiblemente se alojarían en la mole del edificio: concesionarios, minicines, restaurantes, boutiques, etc.

O sea, no cuesta imaginar al Atleti reducido a cuatro fuentes de ingresos (taquillas, abonos, televisión, mercadotecnia y publicidad estática) y devorado por las deudas, mientras los okupas lo desahucian para forrarse con los negocios paralelos, y ello después de haberle endosado la factura de "La Peineta".