Enigma poco enigmático
Como en el deporte antideportivo de hoy todo vale, la victoria del
Atleti en el Nou Camp ha pasado por una hazaña de grueso calibre.
Fue un buen triunfo ante un equipo demediado por las bajas. Ganar al
Barcelona tiene mérito, pero prevalecer sobre un Barcelona sin E’too,
Ronaldinho, Xavi, Belleti, Edmilson, etc. (y al que el infortunio privó
de Messi toda la segunda parte) no es ninguna heroicidad, se mire como
se mire.
Es más, el Atleti -avant match- era el favorito para todo el que sabe un poco de fútbol.
Y lo era por varias razones: ha recuperado la autoestima, posee una
forma física envidiable -herencia del Virrey, no me cansaré de
repetirlo- y está mucho más descansado que la mayoría de sus
rivales. (Era previsible que el Barça acusara dos contratiempos: por un
lado, la fatiga y la decepción de la derrota en la Copa; por otro, la
ausencia de la mayoría de sus figuras.)
Los analistas, siempre reacios a utilizar el cerebro, hablan de
un Atlético colosal, exclusivo producto de un entrenador formidable.
(El anterior coach era la peste bubónica.) Démosle a Murcia lo
que es de Murcia, pero recordemos también que, el año en que llegó
Rikjaard al Barça, la primera vuelta del conjunto culé fue terrible y
la gente pedía cabezas. No se las dieron -pese al enojo mayúsculo de la
crítica hooligan- y el equipo blaugrana se recobró durante la
segunda mitad de la Liga. Ahora es uno de los principales cuadros del
Viejo Continente.
Para concluir, me gustaría aportar mi granito de arena a la resolución de la madre de
todos los misterios: ¿por qué el Atleti se crece contra el Barcelona?
Porque, aunque sólo sea por un día, es el equipo de Madrid y siente en
torno suyo el círculo protector de la ciudad. Además, los árbitros,
cuando el adversario son los culés, unas veces le dan y otras le
quitan: el arbitraje es más imparcial.
Empero, cuando el oponente viste de blanco, la urbe se congrega
alrededor del conjunto del Bernabéu y los colegiados secundan el anhelo
de la afición más numerosa. El fenómeno no es de hoy, aunque lo ha
agravado la torpe e inicua administración de los Gil.
Siento no disponer de hipótesis sobrenaturales o fantásticas.