Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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El manoseo

El caso Torres ya está en manos de los críticos merengues (estación término de su azaroso viaje), los cuales fingen considerar imparcialmente el affaire. Pero se han tomado en los últimos días muchas (demasiadas) molestias, ponderando el asunto desde el punto de vista de lo que le conviene al jugador, como para que la maniobra haya pasado desapercibida. Hace tiempo se lo dijo a Torres el propio Amancio: "Vente con nosotros, si quieres triunfar". Ahora la consigna es: "Vete a Inglaterra porque el club en el que estás es gafe".

Viniendo del madridista, la imputación de gafe quiere decir: ojalá que tus desgracias no tengan remedio. Como es sabido, el gafe lo es por siempre jamás y nada puede hacer para evitarlo. Dos adolescentes aspiran al título de miss; si una queda convicta de su fealdad innata, poco costará que renuncie a presentarse al concurso. El crítico merengue suele aprovecharse de la debilidad rojiblanca para ahondar en la llaga de El Pupas y procurar que se infecte. Por eso vaticina que las tribulaciones de Torres concluirán cuando cambie de camiseta. Así, los que temen que aún pueda convertirse en un verdadero crack respirarán tranquilos.

Ahora bien, ¿qué ha sucedido para que los habitualmente desdeñosos próceres del lobby blanco hayan condescendido a manosear el porvenir de Torres? ¿Les habrán alarmado los fichajes de Agüero y Aguirre? ¿Recelarán tal vez un resurgir del Atleti? Qué idea.

A Torres le falta familiarizarse con el gol, pero ni Eto’o ni Villa eran a sus años grandes arietes y cosían a balonazos a los guardametas. Ahora ven portería con alguna facilidad. El director de un periódico deportivo del Madrid repite que a Torres no se le da el mano a mano con los porteros, pero el camerunés tampoco es un as en esa faceta y lidera el trofeo Pichichi desde que milita en el Barcelona. Y el menudo punta astur ha estrenado su olfato goleador en el Valencia. No me extraña. Protegidos por instituciones normales y rodeados de compañeros valiosos, Eto’o y Villa han madurado y hoy destacan.

Pero Torres está en un club que siempre suscita la profundísima pregunta: ¿Qué le pasa al Atleti? Y mil respuestas a cual más idiota. Al Atleti le pasa Gil Marín y Cerezo, punto. Todo lo que emana de ese tándem de urracas ladronas (título que tomo prestado de una ópera de Rossini) trasciende a ineptitud, mendacidad y marrullería.

Sin embargo, los comentaristas, colchoneros o merengues, farfullan cualquier explicación menos la obvia. De ahí que de los lamentos de los primeros y el sumario veredicto de los segundos se parezcan como dos gotas de agua: eluden el único diagnóstico plausible que se desprende de la situación. Pues la culpa la tiene en exclusiva la pareja de buhoneros vendefuturo que, una vez más, han salido reforzados después de promover el ridículo.

El Atleti hodierno es el producto de una larga okupación protagonizada por una familia more siciliano, a la que seis o siete indocumentados con licencia para estropear el idioma gustan de eximir de toda responsabilidad. Y resulta inconcebible que alguno de esos memos diga que es muy fácil ser jugador del Atleti, pues no conoce otra profesión en la que fracasar sea tan rentable. Yo conozco una: la de periodista deportivo, para la cual no hay límite: se puede caer tan bajo como se quiera.

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