Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Vísperas ucranianas

Dicen que para fallar un penalti hay que tirarlo; estoy de acuerdo: hay que tirarlo... mal. La otra noche Torres lo tiró fatal porque le enseñó al portero el sitio por donde iba a ir el balón y luego no disparó con la dureza requerida. Ahora bien, si no intentas engañar al portero, al menos chuta fuerte y colocado; es lo suyo; es lo que pide la pena máxima. Por fortuna para él y para la Selección, Torres marcó un precioso tanto cuando se mascaba el empate. Hizo una cosa entre el recorte y la cola de vaca (¡ay, aquellas grandes rebanadas de césped que cortaba Romario da Sousa Faría, "O Baixinho"!) y fusiló al meta rival de certero zurdazo.

Con Torres (y también con Joaquín) nos pasa que hay días en que los mataríamos y días en que los convidaríamos a lo que quisieran. No es infrecuente que ambos impulsos nos acometan dentro del mismo match. Resulta inaceptable, por ejemplo, que un futbolista con la velocidad y el harte (aspírese la hache) de Joaquín se arrugue cuando va a rematar de cabeza (¡demonios, que la pelota no muerde!). Frente a Croacia, Joaquín trabajó, enredó y tuvo más repertorio que otras veces, pero marró dos oportunidades pintiparadas. ¿Trae cuenta alinearlo? Sí y no, o al revés.

No acabamos de producir al futbolista completo. En achaque de balompié, el español que maniobra con inteligencia no tiene una gran capacidad física y al que la posee le suele faltar un tornillo.

Os habréis fijado en que España combina mejor en el segundo tiempo que en el primero, jueguen los que jueguen de entrada. En la primera parte, si Luis pone a los jugones, como el rival está aún intacto desde el punto de vista de la condición atlética, nuestros hábiles pero livianos centrocampistas no logran imponer su fútbol; y si alinea a Albelda y Senna, España no distribuye el cuero con suficiente velocidad y precisión. En el segundo periodo, los equipos que nos aventajan en facultades pierden gas y nosotros tenemos en el banquillo a tipos astutos y técnicos que, al saltar al campo, hallan al oponente con la lengua fuera.

Por eso se equivocan los que consideran que Luis no saca a los jugones desde el comienzo por puro conservadurismo. La estrategia de Luis (dictada por las características de sus hombres) consiste en madurar a los adversarios durante los primeros 60 minutos (procurando salir vivo de la refriega), e intentar a partir de ahí imponer la calidad de nuestros suplentes. (Con todo, yo pondría en el equipo inicial a Xavi Alonso y Senna, porque el donostiarra pasa y chuta mejor que su homólogo valencianista y no desmerece en el apartado físico.)

Pero para que Luis se salga con la suya, los delanteros han de ver puerta, y la línea que inspira menos confianza a priori es precisamente la de los atacantes. Si uno solo de ellos sobresaliera en el Mundial, aumentarían las posibilidades del conjunto de Luis.

Lo bueno del último amistoso fue que España ganó aun fallando un penalti y autogoleándose. Estos infortunios (o meras torpezas) con final feliz robustecen la moral y la Selección la necesita de hierro.

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