Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Truhanes

(I)

La prensa del ramo ha hecho de vender a Torres una cuestión de honor . Como no trabajan por libre, sino al dictado o por sugerencia de Gil Marín, concluyo que la casa no termina de renunciar a que Torres se marche. Debe de ser una urgencia monetaria del hijo del Difunto, porque de lo contrario no se comprende tanto empecinamiento. Aunque quizá haya influido el considerable papelón que han desempeñado los esparcidores de bulos, a los que se viene consintiendo que sistemáticamente arrumben las noticias y las sustituyan por falsedades. Ellos se habrían propuesto dar por fin una noticia y por eso no cejan.

Torres, salvo lesión de gravedad, no puede hacer otra cosa que revalorizarse en el Atleti. Este año tendrá a su lado a Agüero; juntos pueden llevar un poco de alegría a la afición rojiblanca, cuya ilusión es una espora en el desierto del Gobi. ¿Qué prisa hay en traspasarlo?

Ya lo sé: a Torres únicamente le quedan dos años de contrato. Por eso lo suyo es que el club no se limite a dar por zanjada la crisis (que él mismo provocó o toleró) y le ofrezca renovar. Alejaría así el fantasma de una fuga por cuatro perras o incluso gratis. (Yo iría también subiéndole la cláusula rescisoria al "Kun", porque ese pastelito se lo pueden birlar en cuanto lo pongan en el escaparate.)

(II)

No sólo era una filfa Landis, sino también el barato Mahabharata que narraron los aedos a propósito de la hazaña camino de Morzine del antiguo coequipier de Armstrong. De modo que, por culpa de un pipí interpretado por los doctores, los ejemplares de la grandiosa epopeya no llegarán a las librerías de viejo. Es lo que nos fríe (y no el suceso en sí): nos han reventado el triunfo y su demasía mitopoyética. ¿Golpe mortal al ciclismo? En todo caso, a la fe de los feligreses mitómanos, quienes tiempo ha renegaron del deporte. No se ha perdido nada.

Al segundo en París le han hecho un presente irónico, por no decir griego. –"Ah, claro, tú fuiste el que quedó segundo y luego ganó porque descalificaron al americano. ¡Pobre americano!". Queremos gloria aunque sea con trampas (sobre todo con trampas, pues es la única manera de que se amontone en torno a un individuo o a un club). La elegía por los inconvenientes de desenmascarar al tramposo incluye los largos años de sacrificio de éste, su apetito de victoria, lo bien que trata a su mujer y a su perro y la venenosa sospecha de que sus rivales no son más limpios que él, sólo que han tenido más suerte con los tubos de ensayo. Y aún hay personas que se admiran de que el gallego dijera conformarse con el segundo lugar.

(III)

Cayó la cólera de los jueces sobre la Juve, otra que tal. En su día mucha gente pensó en voz lo suficientemente baja: "¡Si es que marcan unos goles!, ¡si es que les pitan unos penaltis a favor!" Ahora, los aficionados proclaman con voz de barítono: "¡Se veía venir!"

En la autodenominada "Liga de las Estrellas" la satisfacción ha sido unánime; sin embargo, todos hemos visto aquí campeonatos falsificados (y no uno ni dos) por increíbles arbitrajes y nunca nos pareció necesario indagar los motivos de la exacción. Eran obvios: se trataba de proteger al MITO, que sólo defeca éxito si tritura entre sus dientes verdad y justicia. ¿Y qué pretenden que coma? Es su dieta.

(IV)

Las (y los) trotaconventos del lobby merengue –qué profesión tan bonita la de manporrero de las alocuciones de los cracks– le preguntan a Cannavaro: "¿No es un sueño jugar en el Madrid?" Y él, con las ambiciones balompédicas colmadas, elude pronunciar ese "¡oh, yes!" que hubiera engordado en los titulares de los papeles playeros (sólo aptos para envolver la merienda) que se ha convenido en llamar periódicos, y añade que, de no haber sido por el descenso de la Juve, aún seguiría en Turín. Termina de hablar sonriente, y cuatro idiotas con gomina en el encéfalo corean: "¡Duce! ¡Duce! ¡Duce!"

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