Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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El silencio de las ovejas

Así pues, nos hemos convertido en el Madrid B, ¡qué gran honor! Lo ha dicho su presidente (el nuestro ya): "El Atlético es un gran equipo donde Jurado puede crecer…". ¡Y pensar que todavía hay madridistas que ven (o fingen ver) con recelo la operación! ¡Como si el Atleti fuera el incómodo rival de antaño y no el segundo equipo merengue! Lo confirma hasta el uniforme blanco manchado con que lo obliga a disfrazarse el okupa (en adelante, el visir del otro.)

Y es que, mientras la gestión (por llamarla de alguna manera) del Atleti se compone de tristes hechos consumados, su propaganda abunda en bobas fantasías consumidas. Él grita (y en esto le siguen la cuerda todos, incluso los portavoces del Madrid): ¡Grande, grande, grande! Y la realidad le hace burla desde el eco: ¡Pequeño, pequeño, pequeño!

Pero, por amor de Dios, ¿qué es hoy la entidad del Manzanares? Un montón de ruinas. ¿De dónde parte? No precisamente de una planicie situada a nivel del mar, sino de lo más profundo de la fosa de las Marianas. Para restablecer sus finanzas, necesitaría fundirse el plantel y que el Ayuntamiento autorizara un pelotazo similar al que se perpetró en beneficio del Madrid.

Pero, cuando hacemos cábalas sobre lo que precisa el Atleti, nos olvidamos de quién maneja los hilos de la pobre marioneta. Damos por supuesto que el producto de esas lucrativas operaciones ingresaría en las arcas del club colchonero. Y no es así. Nunca permitiría Gil Marín que el Atleti tuviese más que lo justo para ir tirando. Fue la táctica de su padre y es la suya.

El Atleti abre para (y sólo para) que un Gil se lucre. Ahora bien, si debes 300 millones, tus horas están contadas; pero, si consigues dejar la cosa en 100, aún tienes cuerda para un ratito. Se trata –queridos– de echar tierra en el socavón a fin de hacer pie y seguir depredando. Este es el secreto de las heroicas especulaciones propuestas por el máximo accionista del Atleti.

Gil Marín no está reconstruyendo la entidad, sino ordeñándola a modo. (Hay anécdotas que, por su poder revelador, son categorías. En los tiempos de la intervención judicial, Gil Marín clamaba contra el representante de la Justicia en el club: "¡Es vergonzoso, le está pagando a Hacienda!". Esto es: que se ponga a la cola Hacienda, pues primero voy yo, y después yo, y después yo.)

Pero el día en que el Atleti se derrumbe sobre sus carcomidos cimientos, Gil Marín se irá tan pancho a Valdeolivas y le dará dos terrones de azúcar a Imperioso. ¡Misión cumplida, oh inspirador jamelgo! Nos has dado suerte. Cuando mueras, te disecaré y le rogaré al alcalde que me permita incluirte en el monumento que medita colocar donde se alzaba el Calderón. (Una pradera con una placa conmemorativa y la momia del caballo. ¿A que mola?)

Por eso, la gente que se conforma con que Torres o Pablo no se vayan al Madrid y el Atleti no juegue un par de meses en el Bernabéu (cuando los JJOO), que calla ante la cesión encubierta de Jurado y que permite que se la insulte con bochornosos homenajes al inspirador de la trama que ha hundido al club, ha de saber que, en su nombre y con su beneplácito, están demoliendo la institución.

Hay que sacudirse el entreguismo y abrazar la intransigencia, porque 45.000 adeptos rezándole al fracaso para que no los abandone son un lastre más, no el bastión de nada. Cuando empiece la liga, el público del Atleti tiene una oportunidad (y quizá no haya otra) de demostrar que no está formado exclusivamente por ovejas mudas.

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