Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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A media voz

A veces uno grita porque cree hallarse en presencia de un interlocutor duro de oído, cuando el problema no está en sus orejas sino en su voluntad. El noventa y nueve por ciento de los informadores deportivos (y me quedo corto) no quieren comprender o asumir los deberes que comporta su trabajo; de ahí que no hallen incompatibles informar y soñar. Informar es un ejercicio deliberado de despiertos para despiertos. Soñar, una operación involuntaria de algunos animales cuando reposan. Por omitir tan elemental distinción, la mentira y la injusticia rampan, como los leones de los escudos nobiliarios. Intentaré reunir serenidad suficiente para explicarme sin gritos, no vaya a ser que los sonámbulos vuelvan en sí y fallezcan del susto.

Leo en un periódico que el Atleti y el Ayuntamiento deliberan sobre qué precio poner al solar del Calderón. Es una inexactitud, porque ese precio lo determinará el mercado en función del régimen legal del terreno. Si fuera edificable (cosa que depende de la concejalía de Urbanismo), alcanzaría un valor: el que fije la ley de la oferta y la demanda, no el que escriban en un papel Gil Marín y los ediles.

El Calderón no entraba en los planes urbanísticos de la zona, pero tampoco los rascacielos de oficinas o los inmuebles de apartamentos. Del concurso de ideas que convocó en su día el Consistorio surgió la de hacer un parque donde ahora se levanta el estadio. Un parque no tiene ni por asomo el mismo valor comercial que los bloques de viviendas, pero puede que sea lo que la ciudad necesita. (La cantinela que cundió con motivo de la operación para enriquecer al Madrid, según la cual lo que es bueno para un club de fútbol es automáticamente beneficioso para la urbe donde se domicilia éste, constituye una colosal falacia.)

No sé si el equipo de Gallardón ha mudado de parecer y ahora desea que la iniciativa privada gestione el suelo que iba a pasar a dominio público, a cambio de una cantidad bastante menor que la hoy barajada por los soñadores. Pero dar por sentado que, si el Atleti percibiese la cifra más alta posible por abandonar el Calderón, se convertiría ipso facto en un club pudiente, es algo absolutamente gratuito. E inferir que, con el bolsillo lleno, volvería a la elite (notad que son dos cosas diferentes), una completa insensatez.

En primer lugar, lo gastado en los últimos años en fichajes mediocres no ha salido ni de las finanzas ruinosas de la entidad colchonera ni de los bolsillos de sus incapaces y trapaceros dirigentes. ¿De dónde pues? Del estadio, que ya no es del Atleti, (al menos no en su totalidad), sino de los promotores que le han adelantado la pasta a Gil Marín para que éste presuma de esfuerzo. La pregunta es: ¿cuánto Calderón le queda todavía al equipo que juega allí? Lo ignoro.

De modo que, en el supuesto, de que el alcalde acordara liberalizar el suelo del Calderón y éste alcanzase en el mercado el precio de 350 millones, el Atleti sólo percibiría una parte de esa suma. ¿Qué parte? La resultante de restar a los 350 millones lo que ha ido gastando a cuenta Gil Marín.

Pero con esos mermados fondos habría que acometer tres empresas: construir otro campo, saldar una deuda descomunal y configurar una plantilla de primer orden. ¿Cómo diablos iba el Atleti a afrontar simultáneamente las tres con 200 ó 250 millones a lo sumo? Es imposible, aun en el caso de que el más riguroso acierto presidiese todas y cada una de las acciones de quienes, hasta ahora, sólo han cometido fechorías y estupideces. (Índice de lo rematadamente mal que están las cosas es el hecho de que, ni siquiera cuadrando las cuentas de la lechera, acabarían las penurias del club.)

En segundo lugar, ningún desembolso, por grande que se nos antoje, garantiza la victoria. Si los dormilones que odian atar cabos tuvieran razón (que no la tienen) y al Atleti le lloviera el dinero de Jauja, y los bandidos lo respetasen, nadie en la faz de la tierra le podría asegurar los títulos.

Los vendedores de humo lo saben. Entonces ¿qué pretenden con la propaganda triunfalista? En mi opinión (como ya he expuesto en varias oportunidades), disipar el enojo de los seguidores del club, impidiendo que se acumule y les estalle en la cara, y ganar tiempo. La quiebra a corto plazo es inevitable, pero, si la especulación del estadio prosperara, los okupas tendrían por delante otros diez años (o siete, o cinco) para seguir con sus turbios negocios a costa de la entidad. En ningún caso hay porvenir para el Atleti, no con Gil Marín y Cerezo al mando.

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