Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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El relámpago

Salieron los jugones que reclamaba la crítica. Y los jugones no vieron la pelota durante los primeros 45 minutos. Suerte que detrás estaba Zé Castro, en plan líbero a la antigua usanza, aunque los envíos del portugués tropezasen con Galleti y con la mala costumbre de sus compañeros consistente en esperar el balón. (Paradoja: el hombre más lento del equipo fue el más rápido a la hora de juzgar y decidir.) Después, los jugones tampoco jugaron mucho, aunque intervinieron más. Hubo un momento en que coincidieron sobre el césped los muy amados y exigidos por los comentaristas: Mista, Jurado y Gabi. Y el Atleti no pudo con el farolillo rojo y principal candidato a descender. Ni siquiera cuando, a consecuencia de la fatiga, los tarraconenses se descompusieron un ápice, hubo una superioridad ostensible del equipo local. A Jurado le gusta hacer de Rui Costa, pero no tiene su cuerpo, ni su habilidad, ni su disparo. Galleti, queda dicho, es un polvorilla alborotador, nada lúcido e impreciso. Mista peca de bronco y lento; Pernía y Antonio López están grises, desangelados, con smog en las neuronas y óxido en las piernas.

Así pues, ¿cómo iba a jugar bien el Atleti con la cantidad de futbolistas del montón que había en el campo? (Y Torres en una de esas noches en las que le da como vergüenza ser alguien y no quiere desentonar del resto; hizo tres cosas muy buenas y también media docena de absurdeces).

No obstante, un relámpago cruzó el vaivén enloquecido de la segunda mitad, porque el chiquitín volvió a frotar la lámpara maravillosa y demostró ante los que creen que sólo vale (y con reparos) para el área que fuera también es peligroso. Sin embargo, su estupendo contragolpe fue a morir en las botas de Galleti, el futbolista trajín, y el anunciado terremoto de grado siete en la escala de Richter se quedó en ligero temblor de tierra.

Es verdad que Agüero pifió dos remates que no se le pueden ir a un crack, pero él todavía no es un crack sino su ardiente promesa.

Seguramente ocurre que a uno lo tenemos más visto que al otro, pero, así como Torres nos sorprende cuando marca, Agüero nos sorprende cuando falla. Hay en el "Kun" la promesa de muchos goles y en Torres, ¡ay!, el temor de que no vaya a marcarlos nunca, al menos en la cantidad suficiente. (Me lo dice a veces Plácido Guerra: "la diferencia entre Torres y Raúl es que el segundo supo pactar desde el principio con sus defectos y el primero vive todavía regañado con sus virtudes".) En fin, ¿qué queréis?, veo calentar juntos a Torres (al que aún no he retirado mi ilusión, mi cariño lo tendrá siempre) y a Agüero y pienso: es imposible no ganar. Luego llega el humilde Nastic y me desengaña. Acaso la próxima vez…

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