Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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No cuela

Leo, veo y escucho y no salgo de mi asombro. ¿Acaso presencié otro partido? En mi opinión, la superioridad del Atleti sobre el Madrid hubiese quedado justamente reflejada en un tanteador de 2 a 0. El Atleti marcó esos dos goles, pero el trío arbitral le sustrajo uno. El director de un periódico deportivo utilizó una frase pronunciada en los años 20 por Acisclo Karag para explicar lo del sábado: "El Madrid es un equipo que cuando juega bien siempre gana, y que cuando juega mal a veces también gana; mientras que el Atlético es un equipo que siempre que juega mal pierde, y cuando juega bien a veces también pierde". Pero se trata de la descripción de un fenómeno, no del esclarecimiento de sus causas. (Lo que no contó Karag era que, ya por aquel entonces, árbitros y linieres tendían a proteger al Madrid).

Como he sostenido en otras oportunidades, el Atleti aborda los derbis con la aprensión de que algo extraño a la pugna irrumpirá en ella y le será adverso; el Madrid confía en la aparición de la Virgen, preferiblemente en forma de angelote negro con silbato. Ninguno de los dos suele equivocarse.

Todas las consideraciones que invocan un recóndito misterio por resolver, una especie de maleficio o tara secreta que le impide al Atleti prevalecer sobre el Madrid en los encuentros en que lo domina sobre el césped, no son sino formas de encubrir los factores que influyen realmente en los resultados: la calidad y el estado de forma de los contendientes, la fortuna y… el arbitraje. Ya denuncié en mi libro "El Rojo y el Blanco" el intento del poderoso lobby merengue de adjudicarle al cuadro colchonero una idiosincrasia de la que sería inferible su propensión a perder contra el Madrid o a fracasar en las grandes citas. La patarata tiene aplicaciones concretas, por ejemplo: el presunto canguelo de Torres ante Casillas. Nunca hubo tal, pero esas cosas se dicen para nutrir la vanidad de los blancos, siempre famélica. (Si de algo había pecado Torres en los derbis disputados hasta ahora era de precipitación, movido por un exceso de ganas, por un apetito desordenado de brillar y erigirse en héroe.)

Hablando de héroes, Casillas no salvó a los suyos, pues, si la pelota hubiese entrado en su meta en cualquiera de los tres disparos que despejó, se habría dicho: "pudo hacer más". (Parada meritoria fue la última, a tiro de Agüero, pero la dos palomitas, una a cabezazo de Jurado (si no recuerdo mal) y otra a chut de Galleti, fueron más vistosas que difíciles.

Por cierto, Galleti jugó como de costumbre, aunque estuvo algo más eficaz en los centros. (Aún así, el que le dio a Torres en el primer tanto del Atleti era un misil, cuya fuerza consiguió amortiguar de milagro el "Niño".) Galleti fue también el autor de la innecesaria y aparatosa zancadilla que precedió al gol del Madrid y desperdició una oportunidad a pase de Torres, en la mejor jugada colectiva del Atleti a lo largo del match. En cuanto a Juradito, tras un comienzo emprendedor y animoso, perdió fuelle y se desdibujó. Es un futbolista, hoy por hoy, inconsistente, pero, así como los adventistas del último día presagian la inminente llegada del Redentor, hay aficionados del Atleti que ven en Jurado al Pasador del último pase, aunque me temo que no es ni será nunca Ibagaza.

¿No tuvo suerte el Atleti? Claro que sí. Por ejemplo, el gol de Perea fue un churro. Falta que saca Galleti, Agüero se estira (pero no llega quizá porque Emerson lo agarra), el balón pega en el suelo, rebota contra la cruceta y cae a pies de Perea, que pasaba por allí. No fue la suerte quien le volvió la espalda al cuadro del Manzanares, sino Daudén y su linier, que estimaron oportuno corregir la travesura del azar. Antes de conocer que había sido Helguera el que pitó el inexistente fuera de juego, yo pensaba que Daudén había anulado el gol por precaución. Sí, no os riáis, imaginaba al juez de línea confuso por el desenlace de la jugada y preguntándose: ¿y si mañana encendemos la televisión y abrimos los periódicos y nos encontramos con Capello en un puro grito: "¡Ay, qué poco nos ayudan los árbitros!"? Voy a avisar a Daudén.

¿Más valiente Aguirre que otras veces? Ya sabemos que la Naturaleza es muy injusta y, del mismo modo que ha hecho del comentarista el ser más intrépido del orbe, ha condenado al mister a una timidez puntos menos que insuperable. El crítico ruge como un león mientras el coach tiembla como un rebeco. Ignoro por qué los clubes no ponen en sus banquillos a los que escriben y peroran. Seamos serios: Aguirre lo ha intentado todo: el rombo, el 4-3-3 (que otros llaman trivote), la inserción del mediapunta, jugar con extremos y sin ellos… Administra como puede unos recursos poco abundantes, que la propaganda magnificó y las lesiones mermaron. (Es imposible saber qué habría sido del equipo con Maxi en plena forma, pero el Real de la otra noche también tenía bajas: Sergio Ramos, Van Nistelrooy, Roberto Carlos…)

La clave del brío colchonero no estuvo en un súbito ataque de coraje del "Vasco", sino en la superioridad atlética del once local. Esta temporada, el cuadro del Calderón sólo ha aventajado en el cuerpo a cuerpo, en la lucha física, a dos conjuntos: el Villarreal de la primera vuelta y el Madrid de la segunda. De ahí su relativo éxito la otra noche en el pressing y en los rechaces. Un Madrid valetudinario, cadavérico, se vio reducido a la necesidad de cometer bastantes faltas al borde del área, pero Aguirre no dispone de un lanzador de golpes francos que haga pagar a los rivales esa pobre artimaña defensiva.

En resumen: yo creo que el Atleti fue contra el Madrid un once equivalente al que saltó al Sánchez Pizjuán, pero su adversario doméstico no era el veloz y combativo conjunto de Nervión.

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