Abrazados a la Miseria

El Blog de Severino Lorences

Sobre mi blog

Todo escritor es también el primer lector de una obra siempre destinada a otros. Nadie escribe para sí mismo. Asumiré, por tanto, la hipótesis de que estas páginas van a ser visitadas. Es mi blog, pero también el de cualquiera que lo abra. Lo titularé como mi próximo libro: “Abrazados a la miseria”.

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Color exceso

El extraordinario ajedrecista Akiba Rubinstein, que floreció en la primera década del siglo XX, sólo se sentía contento de un triunfo cuando él y su adversario jugaban una "partida lógica". A Rubinstein le hubiese gustado el equilibrio del Atleti de los 70 y le horrorizaría la vesania del actual que, a falta de algunas virtudes esenciales, se entrega con furor al caos. Todos los rivales del Atleti parecen equipos (mejores o peores, pero equipos), mientras él semeja un mero agregado de futbolistas de perfil irregular, que se vienen arriba o abajo en el transcurso de pocos minutos, y que alternan acciones asombrosas con otras deplorables. Es un conjunto (por conjuntar) que tira la moneda una y otra vez, insatisfecho de que no caiga de canto.

El domingo, por ejemplo, firmó una excelente primera parte Simao, convertido por fin en un interior como el fútbol de hoy exige: regateó lo justo, pasó cuando debía, profundizó… (¡Qué extraño que lo cambiase Aguirre!) Empero ya es imposible saber si Maxi está o no en forma; en cuanto al muy alabado Forlán, (alabado porque de momento mitiga la ausencia de Torres) alterna los conatos de lucidez con los fundidos de plomos, la actividad frenética con el pasotismo; e incluso los que idolatran a Raúl García tendrán que reconocer que es demasiado proclive al balonazo y tente tieso.

Sin embargo, el otro día se erigió en epítome de lo que es hoy el Atleti su portero Abbiati. Es grande y no salta; es fuerte y está sano, pero parece griposo (su cabezota y sus ojeras evocan las de Nosferatu). Durante el primer periodo alimentó a la medular del Getafe con sus febles y erráticos despejes y, aunque mide dos metros, jamás salió a por los balones que sobrevolaban su área chica. Sin embargo en el segundo, después del conceder un corner desternillante se picó consigo mismo, y el morto in piedi empezó a salir y a parar y a italianear (se revolcó por la hierba en una jugada para que el tiempo corriese).

En resumen: el Atleti del "Vasco" consiste en una función de variedades: ahora actúa el mago prestípedo; ahora, el invidente tragafuegos; ahora, el trapecista sin red... Todo muy color exceso.

Una palabra para el "Kun". Ya sé que sólo se tira cuando no tiene ninguna posibilidad de alcanzar el balón, mientras otros lo hacen por sistema, pero no debería fingir en ningún caso. Y si no es capaz de entender la ética del deporte, que prescribe la lealtad hacia el oponente, y si considera que cada match es un día en la jungla, que reflexione sobre lo que voy a decirle. Sólo los cracks en el apogeo de su gloria (Maradona) o las figuras de los clubes más poderosos pueden permitirse engañar a un árbitro sin pagar un alto precio por ello. Y cuando un futbolista adquiere reputación de tramposo, los colegiados se vengan de dos maneras: permitiendo que los zagueros rivales se ensañen con él y escamoteándole un penalti tras otro. A la larga, la honestidad es un seguro.

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(Ortografía baldada. Autocapón.) Nos sentimos mejor representados por nuestros aciertos que por nuestros errores, cuando unos y otros nos pertenecen por igual. En Vigo, bajo un sol enfermo, vi con mortificadora nitidez el mayúsculo fallo: un "… de valde (¡sic!), que decoraba con bellaquería mi último artículo: "Omertà locuaz". Que un simple paseo por la playa disipase las tinieblas, que juntó el azar y varias lecturas correctoras inadvirtieron, era ya de por sí misterioso (la esperanza de que se tratase de un falso recuerdo fue desde el principio muy débil; en la playa no imaginé el error, ¡lo vi ante mis ojos!). Con todo, el principal enigma subsistía: ¿cuántas veces habré escrito la palabra "balde", o la locución adverbial: "de balde", sin baldar la "b"?, ¿cien?, ¿doscientas? Una amiga sugirió: "Estabas pensando en Valdano y sufriste el típico cruce de cables." Yo conjeturo más verosímil la hipótesis de que la imagen física del balde (objeto cóncavo) fuese la subrepticia instigadora del cambiazo. No obstante, creo que el lapsus calami (pues lo cometí al correr de la pluma) jamás se habría producido si hubiera escrito yo a pluma o a lápiz el término. A quienes guardamos memoria subliminal del vocablo escrito de nuestro puño y letra, el ordenador, al emancipar de la caligrafía la escritura, nos gasta estas bromas pesadas.

La cosa tenía remedio (por fortuna, esa especie de imprenta virtual que es Internet permite las rectificaciones), pero no inmediato, por hallarme lejos de casa y sin las contraseñas y salvoconductos electrónicos que me hubiesen permitido remediar el gazapo (esta vez, conejo y crecidito) desde un cibercafé. Inútil añadir que lo primero que hice a la vuelta del viaje fue restaurar con todos sus derechos la "b" al frente de "balde". Pido disculpas a los lectores.

 

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