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octubre 2016 - Artículos

  • El desahucio consentido de una afición

    Por su interés reproducimos el artículo publicado en diario16.com el pasado 12 de octubre por el miembro de SdH Jesús Martínez.


    “Está en el suroeste de la ciudad. Junto al río, en la orilla izquierda. Hace muchos años por allí lavaban la ropa las lavanderas. Hoy, el Manzanares está canalizado y sus aguas van limpias. La ciudad ha crecido por esa zona. Nuevas casas, mejores edificaciones, trazado urbanístico. El barrio es tan típico madrileño que por allí ha habido de todo para la historia: romería y rezos camino de la ermita de San Isidro, y blasfemias y fusilamientos en la pradera “por eso de la política”. Pero esto pertenece al Madrid viejo”.

    Así abría el mítico Enrique Gil de la Vega “Gilera”, su artículo de ABC de 28 de septiembre de 1966. Pero como bien expresaba él, remontándose a algunas décadas atrás, eso se engarzaba en el pasado, en lo antiguo. Aquí debemos hablar del futuro, pero no será sin que me permitan que siga rebuscando un poquito en la historia.

    Tal y como estaba el patio en 1958, el Atleti se aventuró a emular a su eterno rival y dio el primer paso para afrontar un desafío tan ilusionante como arriesgado: la construcción de un estadio en propiedad –el Metropolitano lo era, pero ya se había adquirido reconstruido-. Sin duda toda una epopeya en una época de vacas flacas, de serenos y faroleros, de paveras, vendedoras de carracas y aleluyas, tundidores y talabarderos. Un Madrid de fotografías de Catalá Roca en el que por entonces ni había vacaciones y por encima del puente de Vallecas pasaba el tren.

    Los terrenos junto al río fueron expropiados por el Ministerio de Obras Públicas y vendidos por Canalización del Manzanares al Club, como “zona deportiva” por diez millones de las antiguas. Los costes de urbanización incrementarían la inversión en otros 15 millones, en total 25 millones. En 1959 ya se colocaba la primera piedra del proyecto diseñado por el propio Presidente y arquitecto, Don Javier Barroso, junto con Don Luis Gana, célebre arquitecto que diseñó la bellísima plaza de toros de Bilbao.

    Tras el arranque de las obras y sucesivos parones por falta de liquidez, en 1963 se vende finalmente El Metropolitano por 110 millones de pesetas, obteniendo unos cuantiosos réditos pues gracias a la Compañía Metropolitana que puso un precio ganga de 12 millones y la ayuda generosa del Patronato de Nuestra Señora de Loreto, de huérfanos de aviación, entre otros benefactores, se había pagado como se pudo.

    Lo cierto es que el querido Metropolitano estaba quedando encorsetado entre los bloques de viviendas que hacían crecer al barrio y el aparcamiento se volvía imposible y costoso, pues los solares adyacentes eran todos de propiedad privada. Se hacía necesario el cambio como habían vislumbrado los regidores del Club, pero aún se ocupó el Stadium unos años más, después de vendido, gracias a la generosidad de la empresa adquirente. En 1966, con el Atleti ya en su nueva casa, fue demolido para construir un edificio de viviendas. Ese mismo año no resultaba extraño ver cómo se simultaneaban los entrenamientos de los jugadores con las labores de preparación y estudio del terreno para la futura edificación.

    Finalmente, el 2 de octubre de 1966 se inaugura frente al Valencia un Estadio Manzanares aún no concluido – hasta 1972 no se culminó la Preferencia-, cuyo coste de ejecución ascendería a los 230 millones de pesetas, lo que supuso un esfuerzo brutal para el Club y sus socios, que en su mayoría suscribieron obligaciones hipotecarias a largo plazo.

    Era un estadio que, como el Club, pertenecía por derecho a la afición, y se convirtió en el principal patrimonio atlético por muchos años. Justo hasta 1992, año funesto en el que el Club, reconvertido en fraude de ley en Sociedad Anónima Deportiva, pasó a pertenecer ilegítimamente a una familia conocida por todos. No abundaremos en este asunto.

    Nos trasladamos a octubre 2016, justo cuando el Estadio Vicente Calderón acaba de cumplir 50 años de más gozos que sombras, al menos para quien esto escribe. Si bien desde julio del expresado 92, es cierto que las visitas al Templo, tras 24 años de asistencia continuada, se vieron interrumpidas de cuajo -aunque no para siempre-, el recuerdo que permanece en mi memoria, desde el triplete de Zapatones al Cagliari en 1970, con un todavía Estadio Manzanares abarrotado –se le redenominó un año después- es eminentemente glorioso.

    No perderé una sílaba en ponerles en situación respecto al traslado al nuevo estadio, sus problemas de acceso y movilidad ya han sido tratados suficientemente además de advertidos desde hace ya meses. La preocupación ahora es otra, porque el tiempo apremia. Al grano.

    El nefando Convenio Patrimonial suscrito el 12 de diciembre de 2008, al albur del futuro Madrid Olímpico que nunca fue, entre Gallardón y Cerezo –supuestamente en nombre del Ayuntamiento y el Club- “En relación con el Estadio de Madrid”, pues así se denomina, , establece en su expositivo Tercero:

    “La calificación urbanística del Estadio de Madrid como rotacional de servicios colectivos y uso pormenorizado de deportivo singular, permite únicamente en estos momentos otorgar una concesión demanial sobre dicha instalación deportiva y acordar la enajenación de dicha instalación como un bien futuro”

    Para los legos: ahora mismo la parcela del estadio de La Peineta la tiene el Atleti en régimen de concesión y para adquirirla en propiedad deben darse una serie de condicionantes que se concretan en “la desafectación y depuración física y jurídica del bien” o dicho en cristiano, que se recalifique de equipamiento deportivo público a privado. Para eso deben modificarse las normas urbanísticas y todo debe pasar por un Pleno del Ayuntamiento, que presuntamente se celebrará a finales de octubre y posteriormente debe ser autorizado por el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid, que dispone de un plazo de cuatro meses para ello.

    Hasta aquí todo parece fácil, pero el Convenio lo complica un poquito al establecer un límite temporal para la recalificación de la parcela: el 31 de diciembre de 2016. Si a dicha fecha no se ha obtenido la recalificación y por consiguiente el Atleti no pudiera adquirir en propiedad La Peineta, tiene dos opciones para jugar en régimen de concesión a ejercitar hasta el 30 de abril de 2017:

    A.- Elegir jugar en La Peineta en concesión hasta 2083, siendo restituido de los pagos en especie realizados a cuenta de la adquisición de la propiedad (unos 7 millones de euros hasta la fecha) y abonando un canon anual de 1.598.159,50 €, actualizables anualmente según IPC desde el año 2008.

    B.- Elegir jugar en La Peineta en concesión hasta 31 de diciembre de 2019, sin pagar canon alguno y debiendo ser indemnizado por los gastos de traslado, por todos los pagos en especie realizados a cuenta de la adquisición en propiedad del estadio y por el coste de ejecución de las obras realizadas (valor de reposición).

    En consecuencia, el Atleti solo se vería indemnizado en lo ya gastado, sin obtener beneficio alguno al no establecerse indemnizaciones suplementarias, de forma evidentemente incomprensible, pues los daños superan con creces el coste soportado..

    Podría parecer que el Club es una mera víctima de las veleidades de las administraciones y su burocracia, pero no podemos olvidar que todo nace de un incumplimiento esencial por su parte: el Convenio establece -estipulación 5- que las obras de ejecución del nuevo estadio deben concluir en un plazo máximo de tres años a contar desde la firma del acta de replanteo, que tuvo lugar el 21 de octubre de 2011. El retraso, pues, es considerable y el incumplimiento tan esencial que podría dar lugar a la resolución del Convenio -estipulación 18. A. 1, en relación con la 20. 2 a)-. Difícil papeleta defender cualquier tipo de incumplimiento de adverso cuando tú has incumplido previamente..

    Así las cosas y sin ánimo de ser alarmistas, insistimos en que estamos a mediados de octubre y entre Ayuntamiento y Comunidad de Madrid no hacen más que pasarse la patata caliente, y hemos de concluir que quedan apenas dos meses y medio para solventar la recalificación de la parcela de la Peineta, plazo que se nos antoja muy corto, máxime con la diáspora de decisiones políticas que deben acometerse entre administraciones, con una formación de gobierno en ciernes o, en su defecto, terceras elecciones a la vista. De hecho no se han puesto ni siquiera de acuerdo en el precio de adquisición de la parcela, pues el Convenio marca poco más de 41 millones y la Comunidad exige más de 70.

    Que el Atleti no pueda adquirir en propiedad el nuevo estadio sería algo de todo punto deleznable. El Consejero Delegado ha dicho por activa y por pasiva que el traslado solo se efectuaría en propiedad, pero su credibilidad, tras una gestión tan falta de transparencia y plena de mentiras, está a nivel gravítico.

    Cierto es que el Estadio Vicente Calderón lamentablemente ya no pertenece a la afición, que ha pasado por periodos en que ni siquiera fue de la SAD, sino de una sociedad denominada “División Inmobiliaria” que percibió millones de euros en concepto de alquiler por permitir que el Atleti jugara allí algunos años, manejándolo todo la familia Gil a su exclusivo antojo hasta devolverlo otra vez al patrimonio del Club –que no de la afición que lo pagó-.

    Resulta muy duro pensar que aquello que los socios pagaron con tanto esfuerzo y dedicación
    , quede ahora como objeto de especulación urbanística de unos pocos que se apropiaron del Club delictivamente, para acabar de alquiler en el extrarradio de Madrid.

    Todo apunta a que es necesario buscar una solución que podría pasar por prorrogar en consenso los plazos del convenio en un mínimo de un año, a fin de ganar tiempo para acometer las obras de los accesos y solventar el problema de la recalificación del la parcela. En cualquier caso, es casi imposible, por razones de seguridad y movilidad, que la temporada 2017-2018 la inicie el Atleti en La Peineta.

    Una vez más, la afición queda desprotegida, ninguneada injustamente a pesar de ser el principal baluarte de este Club. Pero, una vez más, permanece callada y expectante, sin reivindicar la más mínima explicación, máxime si lo deportivo marcha viento en popa al timón impagable del Cholo. Pero uno siente mucha lástima e incluso cierto desapego “familiar” ante la postura mayoritaria de una hinchada despreocupada que no se moviliza para salvar la herencia que tanto esfuerzo costó a sus ancestros. Que permanece desconcertada pero impasible ante desahucio consentido de toda una afición.

    Decía el añorado Gilera, en ese artículo de 28 de septiembre del 66, a solo cuatro días del estreno del Manzanares, que el Atleti debería quitar el nombre al Paseo de los Melancólicos “porque en el fútbol puede haber tristeza en caso de derrota, pero no melancolía. Qué ingenuo el maestro, oigan. ¡ Qué ingenuo ! Y que terrible derrota.
     


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