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mayo 2018 - Artículos

  • El Atleti tricampeón de la Europa League. Galería fotográfica

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  • El Atleti tricampeón de la Europa League. Revista de prensa (III)

    El Español

    Griezmann logra una victoria de Champions para darle la Europa League al Atlético

    El conjunto de Simeone se impuso al Olympique de Marsella en la final (0-3) con dos tantos del francés y otro de Gabi. Payet tuvo que retirarse en el minuto 30 lesionado.

    David Palomo

    No es la Champions. No, no lo es. Pero sabe muy bien. Quién lo va a negar. Esta Europa League, por lo que significa y por cómo ha transcurrido la temporada, es como encontrar agua en el desierto. Porque el Atlético, tras caer en la primera fase de la máxima competición europea, se pudo venir abajo. Por qué no. Sin embargo, llegó a la Europa League –perdón, “a la mierda de Europa League”– y se conjuró para ganarla. Compareció ante rivales rutinarios, coleccionó victorias, acumuló goles y, tras ganar al Arsenal, se vio campeón. Esperaba el Marsella en la final. Y se vio favorito, para qué vamos a negarlo. Y lo corroboró sobre el césped con dos goles de Griezmann y otro de Gabi.

    Esta Europa League, además, era necesaria para el Atlético por muchos motivos. En primera instancia, porque la temporada lo merecía –“la más complicada desde que llegué”, reconoció Simeone–. Sin fichajes en verano, con más jugadores saliendo que entrando… el conjunto rojiblanco se sobrepuso a todo lo que vino. Mantuvo la segunda plaza en Liga y se plantó en esta final  para brindarle un título a Torres, darle argumentos a Griezmann para quedarse y a la afición que esto no es más que una parte del camino. Que lo mejor, obviamente, está por venir.

    Esta vez, el sufrimiento se redujo a los primeros 15 minutos. “Van a salir a presionar e intentar hacer un gol pronto”, anticipó Simeone en la rueda de prensa previa. Y eso es lo que hizo el Olympique, que tocó, creó ocasiones (un disparo de Payet, varias incursiones de Thauvin…) y mantuvo al Atlético metido en su campo. Pero esas buenas sensaciones se diluyeron pronto. En el minuto 20, un fallo de la defensa acabó con cualquier plan de los franceses. Griezmann recibió la pelota y le ganó un mano a mano a Mandanda para hacer el primero. El equipo de Simeone golpeó en cuanto pudo. Y, claro, con el marcador a favor, empezó a crecer poco a poco hasta controlar por completo el partido antes del descanso.

    Pero esa no fue la única mala noticia de la primera mitad para los franceses. Payet, que quiso romper la maldición, tocó la copa antes de saltar al césped. Pues bien, se lesionó en el minuto 30. Pidió el cambio y fue sustituido por Maxime López. Griezmann, que había marcado previamente, fue a abrazarlo. Dio igual. Sin su estrella, el conjunto de Rudi García se vino abajo. De pronto, el Atlético empezó a llegar a todos los balones divididos y los franceses erraron a la hora de dar el balón. El partido tornó del lado colchonero en el mejor momento posible: antes de terminar la primera mitad.

    Y el tercer golpe llegó nada más comenzar la segunda mitad. Esta vez, Koke la puso y Griezmann, de nuevo, en el mano a mano con Mandanda, definió a la perfección para poner el segundo. Y, a partir de entonces, el Atlético ya no encontró rival. Con Payet en el banquillo y el Atleti controlando, el Marsella ni encontró reacción ni aliento para seguir y acabó capitulando ante un Atlético inmensamente superior, que puso la guinda con un último tanto de Gabi. En fin, un campeón de Europa League con nivel de Champions.

    https://www.elespanol.com/deportes/futbol/europa-league/20180516/griezmann-victoria-champions-darle-europa-league-atletico/307720544_0.html

    La Razón

    El Atlético gana al Olympique y vuelve a ser feliz

    Dos goles de Griezmann y uno de Gabi llevan a los rojiblancos a reinar de nuevo en Europa y a ganar un título cuatro años después.

    Domingo García

    Para Antoine Griezmann Lyon ya nunca será el lugar donde empezó a soñar con el fútbol, donde se ilusionaba con los goles de Sonny Anderson y los tiros libres de Juninho Pernambucano que hicieron siete veces campeón de Liga a su Olympique. Lyon es, desde ahora, el lugar donde por fin pudo levantar un título europeo. Delante de su gente, a setenta kilómetros de Macon, su pueblo, consiguió un trofeo que el Atlético vio complicado durante muchos minutos.

    Jugaba en un ambiente hostil, con dos tercios del campo entregados al Marsella y una intensa niebla provocada por el humo de las bengalas que invitaban a los rojiblancos a hacerse pequeños. Por primera vez en el torneo se sentían inferiores en el campo. Sobre el césped, los jugadores del Marsella apretaban muy arriba y la presión de los aficionados marselleses se hacía sentir en todo el estadio. Pero la diferencia estaba en el número «7» del Atlético.

    Entre balonazos para un lado y para otro, el Marsella disfrutó de sus primeras ocasiones. Un pelotazo de Rami desde fuera del área, ­un disparo lejano de Sarr y, sobre todo, un mano a mano de Germain con Oblak que ni siquiera se acercó a la portería. El Atlético, entre tanto, sufría para mantener la pelota en los pies. Cada intento de progresar desde el centro del campo era atrapado por Zambo Anguissa, presente en todas partes. Le cuesta entregársela a sus compañeros, pero el centrocampista marsellés las recupera todas. Sin embargo, el fútbol, como la vida, a veces es cruel. Y fue un error suyo el que permitió al Atlético sentirse superior por primera vez. No hacía falta más. No controló un pase de Mandanda al borde del área que pretendía sacar la pelota jugada y la intuición de Gabi y el instinto de Griezmann hicieron lo demás. El capitán acudió a recoger el balón que había salido rebotado de los pies del rival y con un solo toque se lo entregó al «7», que corrió al espacio justo para encontrarse mano a mano con Mandanda. El portero se venció a un lado y el delantero mandó la pelota, pegada al suelo y obediente, al otro. Un gol para un título.

    Pero Griezmann no quiso quedarse ahí. El Atlético es de los pocos equipos que son capaces de disfrutar cuando el rival lo encierra en su área esperando un gol que nunca llega. Por si acaso, Antoine fue a buscar uno más al comienzo del segundo tiempo. Y lo encontró en un pase de Koke. Quedaban algo más de cuarenta minutos, pero la final parecía haberse terminado ya. Para entonces el Marsella ya había perdido a Payet, su capitán y su referencia, que se tendió en el suelo desconsolado y vencido por un dolor muscular a la media hora del encuentro. Sus lágrimas camino del banquillo se llevaron también el juego de Thauvin, con el que se había asociado de manera peligrosa al comienzo del encuentro. Y con ellos desapareció el juego del Marsella, que, entonces sí, fue consciente de su inferioridad. Hasta entonces había mantenido la ilusión y la energía impulsado por el ánimo de su público y por la ilusión de poder ganar un título europeo en el campo de uno de sus grandes rivales.

    Pero la realidad llegó con los goles de Griezmann y el Marsella se apagó definitivamente cuando el francés marcó el segundo tanto y la lluvia disipó la niebla. Se apagaron las bengalas. Se apagó el Marsella. El remate de cabeza de Mitroglou al poste era a la vez un espejismo y una señal de que la final había acabado para ellos.

    Para el Atlético ya sólo era cuestión de esperar unos minutos más el momento que llevaba esperando cuatro años, el de volver a levantar un título. Y ha tenido que ser en la Liga Europa, una competición en la que los rojiblancos se sienten como en casa y que sólo dejaron de ganar por abandono cuando se instalaron en la Liga de Campeones. Como un campeón de boxeo que sube de peso dejando vacante el cinturón de la categoría.

    La afición del Atlético también se sentía en libertad, por fin, para festejar y para reclamar la presencia de su ídolo, Fernando Torres, que estuvo calentando durante toda la segunda parte pero vio cómo Thomas dejaba la banda antes que él a falta sólo de tres minutos para el final. Sólo un momento después marcó Gabi el tercero del Atlético y Fernando se quitó el peto para sustituir a Griezmann, el héroe de la noche. Por fin, la felicidad era completa.

    https://www.larazon.es/deportes/futbol/final-de-la-europa-league-2018-simeone-apuesta-por-correa-y-lucas-OM18369153

    El «Niño» ya tiene su Copa

    Fernando Torres regresó al Atlético para ganar un título y lo consiguió anoche justo antes de abandonar el equipo de su vida. Levantó el trofeo de campeón.

    Domingo García.

    La Copa era suya más que de nadie. Por eso Juanfran le cogió del hombro cuando esperaban para recoger su medalla de campeones de la Liga Europa y Enrique Cerezó lo abrazó, igual que el Rey Felipe VI, que le decía cosas al oído mientras el trofeo esperaba por fin a su dueño. Fue el capitán, Gabi, el que la cogió del pedestal, pero se la entregó de manera inmediata a Fernando para que fuera él quien la levantara para la foto. Para que la imagen que quede en la historia sea la de Torres con la Copa. Fue él también el que agarró el trofeo para enseñárselo a su público y se animó a coger el megáfono para gritar lo que todo el mundo ya sabía: «Te quiero Atleti».

    Es lo que llevaba esperando desde niño. Se quita la camiseta rojiblanca con la ilusión cumplida de ganar por fin un título con el equipo de su vida. Ésa era su mayor obsesión, cuando llegó en enero de 2015 al Vicente Calderón repleto de almas rojiblancas para recibir a uno de los suyos. Porque «Fer», con títulos o sin ellos, siempre ha sido un ídolo para la afición del Atlético. Sólo él ha conseguido que algunos miembros de su hinchada acudieran a animar a su equipo con una camiseta del rival, como sucedía cuando jugaba en el Liverpool. Su marcha estaba muy reciente y los aficionados sentían que un trocito de su escudo estaba enfrente, como si el enemigo fuera un poco menos enemigo. No era extraño ver en el Calderón camisetas rojas con el «9» de Torres y el escudo del Liverpool. Más extraño era ver las camisetas del Chelsea. Igual de extraño fue ver un gol del «Niño» al Atlético en las semifinales de la Champions, aunque no sirviera para apartar a los rojiblancos de la final de Lisboa, que luego terminó como terminó. Aquel fue el último tanto de Fernando con el equipo londinense. Y apenas ocho meses después estaba de vuelta en casa.

    La mitología rojiblanca tiene tres nombres que la afición corea en cada encuentro. El de Luis Aragonés, el hombre que marcó el primer gol del Atlético en una final de la Copa de Europa y que después como entrenador consiguió la Copa Intercontinental para el club, el hombre que no dejaba que pisaran el escudo; el de Simeone, que ganó la Liga como entrenador y como jugador y que llevó al Atlético a jugar dos finales de la Liga de Campeones; y el de Fernando Torres, el ídolo que no necesitaba ganar nada para ser ovacionado.

    «En el plano personal es un orgullo, una ilusión y una realidad buscada. Ojalá el domingo tenga la despedida que se merece por todo lo que le ha dado al club», dice Simeone. «Yo nunca le regalé nada y no se quejó por ser campeón del mundo. Deja un legado para sus compañeros que es el trabajo, la insistencia y no bajar nunca los brazos. Es un legado enorme para muchos compañeros que tienen que aprender», asume el Cholo.

    Fernando ya era un ejemplo para todos los jugadores que llegaron después desde la cantera, como Koke o Saúl, que disfrutan más del éxito por compartirlo con su ídolo. Es el único futbolista que ha ganado participando desde el césped en las finales del Mundial, la Eurocopa, la Liga de Campeones y la Liga Europa. Lo único que le pesaba de todos esos títulos es que ninguno lo había conseguido con la camiseta del Atlético. Él, que disfrutó desde la grada el año del doblete, que vivió desde el exilio la Liga de 2014, que paseó la bandera rojiblanca por las calles de Madrid en el desfile triunfal después de ganar la Copa del Mundo con España, merecía marcharse con una recompensa. Para eso se había desplazado hasta Lyon su familia. Su mujer, sus suegros y sus tres hijos querían verle levantar un trofeo antes de la despedida como rojiblanco.

    Ahora ya lo tiene, pero tuvo que esperar pacientemente en la banda a que llegara su momento. Estuvo calentando durante toda la segunda parte, pero Simeone sólo se permitió un ejercicio de sensibilidad cuando Gabi marcó el tercero y el marcador del Atlético tenía más goles que minutos le quedaban al partido. Torres se va, pero se despide como campeón. Porque todo lo que termina no tiene por qué terminar mal.

    https://www.larazon.es/deportes/el-nino-ya-tiene-su-copa-IN18370976

    20 minutos

    Griezmann le da al Atlético de Madrid su tercera Europa League

    Dos goles del delantero galo le dieron la victoria a los rojiblancos ante el Olympique de Marsella.

    Raúl Rioja

    Hamburgo 2010, Bucarest 2012 y Lyon 2018. El Atlético de Madrid conquistó la tercera Europa League de su historia al superar al Olympique de Marsella (0-3) en una gran noche de Antoine Griezmann. Quién sabe si en su último servicio al Atleti –quiera el destino que no por el bien de los colchoneros– el delantero francés emergió en la final de Lyon para doblegar al Marsella con dos goles propios de un depredador del área.

    Necesitaba el Atlético un título europeo después de dos finales de Champions perdidas y lo encontró en la Europa League. No es lo mismo, pero, sin duda, ayuda a curar heridas por las finales perdidas y rearma la moral del equipo de Simeone para intentar asaltar la máxima competición continental la próxima temporada.

    La final arrancó entre una espesa niebla por las numerosas bengalas que encendieron los ultras del Marsella y el equipo francés salió dispuesto a mandar en el campo. Con un Atlético agazapado atrás, el cuadro de Rudi García creó las primeras ocasiones, guiado siempre por su estrella Payet. El de la isla deReunión metió un pase al área a los cinco minutos que dejó a Germain solo ante Oblak, pero su remate se marchó alto. Fue la más clara, pero no la única. Al Atlético no le duraba el balón en los pies y otro centro al área de Payet terminó con un remate desviado de Rami. También Sarr lo intentó con un disparo raso desde la frontal.

    Fueron 20 minutos iniciales complicados para los de Simeone, hasta que Griezmann aprovechó un error defensivo del Olympique para abrir el marcador y enmudecer a los ruidosos seguidores marselleses. Gabi interceptó un mal control de Anguissa y asistió a Griezmann que no perdonó en el mano a mano con el portero Mandanda.

    A partir de ahí, el Atlético empezó a dominar la final, más aún cuando Payet se lesionó y se retiró entre lágrimas a la media hora. El Marsella perdía a su gran estrella, un golpe casi tan duro como el gol encajado.

    Con el marcador a favor, el Atlético se sintió superior y dio un paso adelante, especialmente al inicio de la segunda mitad, cuando llegó a acorralar al equipo de Rudi García. En esos minutos de acoso rojiblanco volvió a aparecer Griezmann para sentenciar la final con su segundo tanto. Esta vez el francés recibió de Koke y superó a Mandanda con una sutil vaselina por encima del portero.

    El Olympique se rindió, aunque pudo meterse en el partido a diez minutos del final con un cabezazo de Mitroglou al palo. Fue, sin embargo, Gabi quien marcó ya en el 89 para redondear el marcador. En los últimos instantes entró Fernando Torres, un pequeño homenaje al de Fuenlabrada.

    https://www.20minutos.es/deportes/noticia/final-europa-league-2018-olympique-marsella-atletico-madrid-directo-3341663/0/

  • El Atleti tricampeón de la Europa League. Revista de prensa (II)

    Marca

    La historia más hermosa jamás contada

    Un gran Griezmann da la victoria al Atlético de Madrid en la final de la Europa League

    Fernando Torres, eterno Fernando Torres, aparece en el terreno de juego justo después de que Gabi, eterno Gabi, firme la tercera diana y con ella la sentencia. Simeone, eterno Simeone, se libera por fin de los grillletes de la UEFA y pasea por el césped saboreando el título. Godín, eterno Godín, maravilloso partido el suyo. Koke, eterno Koke, pegamento de un equipo inolvidable. El orgullo no se compra ni se vende... pero el Atlético tiene orgullo para regalar. Y los suyos motivos para sentirse orgullosos. Efectivamente, el cuento tenía final feliz. De hecho ahora mismo se nos antoja la historia más hermosa jamás contada. Suena 'Maneras de vivir' en el estadio de Lyon. Gabi y Torres levantan la copa al cielo.

    Luego está Griezmann, que sabe francés. Ha firmado en la final el partido descomunal que se le reclamaba. Una por aquí y otra por allí para los goles, pero además compromiso, sacrificio... y alguna bronca a Oblak por no sacar donde se le demanda. Así las gasta 'Le Petit' cuando se le antoja un trofeo. El fútbol no tiene paciencia ni memoria, así que en lo que usted lee estas líneas posiblemente ya se trate otra vez de su futuro como si no hubiera un presente que festejar. Luego que pase lo que tenga que pasar. Pero en la final ha vestido la rojiblanca y ha resultado decisivo.

    Antes de que se jugara, ya había ganado la UEFA. Si meses antes del partido pones a la venta un paquete importante de entradas y cuando llega el día todas están en manos de los mismos, que ni siquiera se habían clasificado entonces, la figura tiene un nombre: reventa. Si te jactas del dispositivo de seguridad durante días y a la que aparecen los jugadores se encienden por casi todos lados decenas de bengas, la figura tiene otro nombre: vergüenza. Como el negocio continúa, el ínclito Kuipers puso en marcha la cosa mientras ardía uno de los fondos. Él, a lo suyo.

    En lo que se apagaba ese fuego, al Atlético se le vinieron encima los pirómanos. Los jugadores del Marsella aparecieron absolutamente poseídos, de hecho regalaron su saque de centro para presionar a modo la primera pelota rojiblanca. El cuadro del Cholo, ayer de Burgos, se pasó además por el forro la página del catálogo de las finales, ésa que aconseja hacer el primer disparo. Hay quien padece del corazón, además,así que tampoco hacía falta que ese disparo fuera un mano a mano como el que desaprovechó en el arranque Germain, habilitado por Payet en una jugada que, por una vez y sin que sirva de precedente, pilló al equipo rojiblanco entre dos aguas.

    Después disparó Rami y después aún disparó Sarr, en ambos casos desviados. El Atlético se veía superado momentáneamente por el despliegue físico del equipo francés desde los carriles, pero el equipo rojiblanco sabe que una final se puede perder en el último minuto, pero no ganar en el primero. Era cuestión de soportar el tirón sin perderle la cara al partido. Efectivamente, aquello no fue para tanto: más ruido que nueces aunque el ruido pudiera haber afectado al oído y a todos los sentidos de apellidarse Germain de otro modo, pongamos por ejemplo Griezmann. Siempre hay que contar con los mejores guerreros.

    Porque Antoine también tuvo su mano a mano con el meta, con la diferencia de que la depositó suave en la red. Tampoco Mandanda es Oblak, las cosas como son: donde el meta del Atlético había aguantado el del Olympique se estaba venciendo de primeras. Conviene atender al arranque de la jugada, porque Anguissa pifió un control en la pelota que le había enviado precisamente su arquero. Definitivamente jugaba por físico, que no por talento. Gabi fue a la vez ahí perro de presa y arquitecto, porque el mismo toque sirvió como recuperación y como asistencia para Grizi.

    Había sido el primer error grosero del rival, pero tuvo valor de gol. Así las gasta este Atlético que a partir de ahí se ajustó mucho mejor a las costuras del verde que pisaba ayer. Sin alardes arriba, pero sin que el Olympique encontrara ya las cosquillas hasta el descanso. Resultó además que la escuadra de Rudi perdió a Payet por lesión. Por lo visto había tocado el trofeo al saltar al campo, así que los supersticiosos pueden ponerse en fila. Se hablan maravillas de Maxime, el sustituto, pero perdiendo al enganche era mucho lo que perdía la escuadra marsellesa.

    El segundo acto trajo el primer cambio y el segundo gol, así que fue mucho más importante lo segundo que lo primero. Por respetar el orden cronológico, en todo caso, Vrsaljko sufría ante Ocampos y andaba amonestado. No hace falta irse muy lejos ni cambiar de competición para saber que con el croata conviene andarse con cuidado, así que Juanfran a la cancha y a otra cosa. Al doblete de Griezmann, por ejemplo. Un saque de banda del Olympique, otro robo rojiblanco y esta vez Koke en el servicio: Antoine, para que Mandanda tuviera variedad, se la puso esta vez por encima. Suavecita, eso sí.

    El Atlético tuvo su propio arrebato ahí, en el que, casi inmediatamente, Godín pudo estampar el tercero de cabeza. Rudi, mientras, sorprendió a la concurrencia retirando justo a Ocampos. El resto fue una delicia, las cosas como son, en el que apenas el recién ingresado Mitroglou se atrevió a interrumpir el monólogo con un cabezazo al poste. La portería a cero, aunque ni siquiera haga falta Oblak. En el otro lado la presión se mantenía alta, nada de pasos atrás. El tercero era una sensación más que una realidad... hasta que por fin la estampó Gabi y hasta que por fin salió Torres.

    Siempre hay que creer. Gracias una vez más, Atlético. Gracias por todo. Gracias por tanto.

    http://www.marca.com/eventos/marcador/futbol/2017_18/europa_league/final/oma_atm/

    El País

    El Atlético recupera galones en Europa

    El conjunto de Simeone, liderado por un estelar Griezmann, vence con eficacia al OIympique de Marsella

    Ladislao J. Moñino

    Estaba obligado a ganar y ganó el Atlético. Lo hizo bajo la ley de Simeone y de Griezmann. Una defensa granítica, el trámite justo y necesario con el balón y una calidad excelsa para definir del delantero francés. Sus dos goles pueden significar una despedida a lo grande, con un título europeo bajo el brazo. La tercera Liga Europea del Atlético en ocho años, la segunda bajo la era del entrenador argentino. Es además el sexto título europeo del Atlético en su historia, y el sexto en total bajo el mandato de Simeone.

    Se puede discutir la estética del juego, se le puede exigir más fútbol, pero lo que es innegable es que bajo la dirección del Cholo el Atlético sigue escribiendo las páginas más brillantes de su historia bajo un sello y un estilo muy reconocibles. Hay mucho trabajo táctico y mucho sudor detrás de cada triunfo. Y también una extrema asunción de los jugadores de que sus victorias son más colectivas que individuales. Aunque las concrete y las remate su estrella como sucedió en Lyon.
    Marsella

    Griezmann tuvo dos ocasiones y no perdonó ninguna. Con el Barça calentándole la oreja, si se quedara su decisión sería una apuesta personal hacia el club y hacia el método Simeone. Una cuestión de fe en el entrenador que le ha convertido en un delantero total, capaz de pasar como un diez y definir como un nueve. La estrella que lució en Lyon, relampagueante para asomarse a los desmarques y jerárquica para ganar el partido ante las dos salidas desesperadas de Mandanda. El área contraria fue de Griezmann, pero el campo propio, los kilómetros y el trabajo corrieron a cargo de la guardia pretoriana de Simeone. Es cosa de los Gabi, Godín, Saúl, Koke y Juanfran la zapa y el rigor táctico y defensivo. Ellos son los tipos que llevan seis años soportando un día a día infernal por la exigencia física y mental a los que les somete el cuerpo técnico. A ellos se agarró primero el equipo para aguantar las primeras embestidas del Marsella y después para matar el partido con oficio. Ellos son los guardianes permanentes de una manera de entender el juego con la que se han revalorizado y ha recolocado al club entre la aristocracia del fútbol europeo. El gol de Gabi premia a un capitán que enfila la recta final de una carrera que ha servido de guía dentro y fuera del vestuario. Han sido muchos los sobreesfuerzos para marcar y ordenar la presión cuando ya solo el corazón era la única gasolina que ponía en movimiento sus piernas.

    Si el tanto de Gabi tuvo un valor simbólico, los dos de Griezmann concretaron un plan tan perfecto como meditado. No hay equipo que se exponga más descaradamente al tiroteo que el Atlético. Nadie invita tanto al rival a que juegue y maneje el partido. A Simeone y sus futbolistas les da igual el silbido de los disparos. Están entregados a conciencia a la dualidad de aguantar y esperar. A sufrir como modo de vida y de juego. No se inmutaron los rojiblancos con la salida del Marsella, inyectada de presión y de velocidad. Tampoco con el agujero que abrieron entre Thauvin y Payet para que Germain se plantara ante Oblak, que achantó al delantero galo y le forzó a un disparo alto.

    La creencia en ese camino hacia el éxito es ciega. El Atlético se repliega en la frontal de su área, se descamisa y le enseña el pecho al contrario sintiéndose inmune al gol. Es su truco de trilero, inspirado en las raíces más profundas del calcio. Tú me atacas y yo te mato a la mínima que me concedas. O sea, te gano. Ese el diálogo que este Atlético le ofrece a sus rivales. Y son muchos lo que ya han doblado la rodilla, creyéndose que dominaban sin ser conscientes de que les esperaba un golpe traicionero, un gol de una migaja, de un error infantil. Y el Marsella lo cometió. Nada había hecho el Atlético en 20 minutos más que pretender dirimir su batalla ofensiva con el saque largo de Oblak. Mandanda imprimió más velocidad de la cuenta a un pase en la frontal y Gabi estuvo ávido al quite para colocar ante el gol a Griezmann. La definición del galo tuvo una frialdad magistral. Esperó a que Mandanda se venciera para superarle a contrapié con un tiro raso.

    El témpano que fue Griezmann en su remate silenció y heló a la volcánica afición marsellesa. Aún humeaban algunas bengalas cuando empezaron a comprender los hinchas marselleses qué significa jugar contra el Atlético. Al mazazo del gol se sumó la lesión de Payet, que solo aguantó media hora. Se fue entre lágrimas, consciente de que ya no había ni más final para él ni para su equipo por mucho que lo intentaran sus compañeros. Así fue. Griezmann lo corroboró concretando otra jugada marca de la casa. Saúl se anticipó de cabeza a una pelota en el centro del campo para entregársela a Koke. A su derecha irrumpió veloz Griezmann para meter la bota por debajo del balón y vencer a Mandanda con una picadita sutil. Una delicadeza centelleante que confirmó su condición de superclase, de futbolista al que pocas veces le tiemblan las canillas bajo presión. Un cabezazo al palo de Mitroglou fue el último intento del Marsella por meterse en el partido. En realidad, estuvo fuera aunque no lo supiera desde que permitió que su rival jugara bajo la ley de Simeone, coronada por Griezmann para que Fernando Torres pueda despedirse en un Atlético campeón.

    https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526489457_228320.html

    Simeone y el campeón más incómodo

    El conjunto rojiblanco ha logrado otro título después de un curso lleno de problemas

    Puede que esta Liga Europa no entusiasme como las dos anteriores (2010 y 2012), pero sí es una muesca más que certifica el exponencial crecimiento del Atlético. Este último entorchado se ha producido bajo las peores condiciones que se recuerdan en la era de Diego Pablo Simeone. Un año muy duro, marcado por la sanción de la FIFA que impidió los refuerzos hasta enero; por la dura digestión del Qarabag y la eliminación de la Champions; y por la necesidad de desprenderse de seis jugadores en el mercado invernal para equilibrar las cuentas. El caso Griezmann, enfrentamientos con la afición incluidos, también ha necesitado de una gestión compleja y delicada.

    Futbolísticamente tampoco ha sido el mejor año. Más que nunca el Atlético ha empezado por Oblak y ha terminado por Griezmann. Entre medias hubo poco juego, pero sí el mismo orden castrense y el trabajo a destajo para mantener la estructura defensiva que es la gran seña de identidad de este Atlético que vuelve a colgarse la etiqueta de campeón.

    Este sexto título bajo la dirección de Simeone refuerza el carácter hipercompetitivo del equipo. Ese conjunto incómodo para los grandes de España y Europa al que aspira ver siempre su entrenador. Para El Cholo ser incómodo supone admitir una supuesta inferioridad para llegar donde con el fútbol solo no se puede. Ese es el arcano desde el que afirma que más que futbolistas tiene soldados que van a la guerra cada vez que se lo pide.

    Europa ha engrandecido al Atlético hasta situarle como el segundo club del ránking UEFA, solo superado por el Real Madrid. Ese meritorio segundo escalón no se corresponde con la escala de ingresos, donde los rojiblancos ocupan el decimotercer puesto. Tres Ligas Europa, dos con Simeone, dos Supercopas europeas, una también con el argentino, dos finales, una semifinal y unos cuartos de final de la Champions han recolocado a la entidad en la primera fila del escaparate del fútbol europeo.

    Necesitaban este título Simeone, los jugadores y la dirigencia. Para un entrenador que entona el discurso del resultadismo por encima del juego, cuatro años sin levantar una copa ya era demasiado. El plantel necesitaba también un espaldarazo anímico y soltar algo del lastre de las dos finales de la Copa de Europa perdidas. Para la entidad, esta Liga Europa también supone reforzar su mensaje ante sus patrocinadores, y los que sigue buscando, de que fuera de las grandes potencias del continente no hay mejor club para invertir.

    La Copa también sirve para que Fernando Torres cierre el círculo con el título que tanto anhelaba. Por fin ha formado parte de un Atlético ganador y ha podido celebrarlo sobre la hierba con la camiseta puesta. Se despide como campeón europeo y formando parte del ciclo más glorioso de la historia del club.

    https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526504188_336730.html

    La penúltima danza del guerrero

    El doblete de Griezmann propicia el título del equipo rojiblanco en la que podría ser su despedida

    Gorka Rodrigálvarez Pérez

    Y Griezmann bailó sobre el césped del Stade de Lyon. Fue una danza de guerra a pesar de la comicidad de la coreografía, inspirada en el videojuego Fortnite. Es la fiesta después del trabajo, de marcar, de llevar al Atlético a su tercera Liga Europa y de ser elegido el mejor jugador de la final. Y todo sabiéndose observado al detalle. Su más que probable marcha al Barcelona había copado la preparación de un partido que podía darle un título, el segundo tras la Supercopa de España que ganó en 2014. "Si quiere irse que sea haciendo historia", le había avisado Costa. Lo hizo a lo grande, aprovechando las dos ocasiones más claras que tuvo en un partido que arrancó torcido para el Atlético. Pero es que el equipo de Simeone tiene cuerpo y colmillos de serpiente.

    Retrasado en la posición de mediapunta, saltando por los aires tratando de controlar los primeros balones que le llegaron se chocó con hasta tres jugadores del Olympique de Marsella. No fue casualidad. Anguissa, Sanson y Rami habían recibido la misma orden. Pero Griezmann tiene la libertad y capacidad para resultar incómodo en demasiadas posiciones. Y no perdonó cuando le llegó un pase de Gabi tras un error garrafal de uno de sus carceleros, Anguissa, con el que batió a Mandanda en algo que se pareció a un penalti por la distancia y la ejecución. En el que sería solo el primer gol definió con precisión pero en el segundo lo hizo con tanta elegancia como mala intención. "Lo cierto es que puede jugar en cualquier equipo del mundo", dijo el martes Gabi. Lo que demostró es que también puede marcarle a cualquier equipo del mundo.

    El único atisbo de humanidad que demostró el de Macon con el Marsella tuvo que ver con Payet. Cuando este tuvo que abandonar el campo lesionado, hecho un mar de lágrimas, Griezmann se acercó a él y le besó en la mejilla. Un cariño para un amigo en la selección francesa. No hubo ninguna concesión más. De hecho, a punto estuvo también de asistir a Costa y terminar por cerrar un partido de por sí decantado gracias a su repertorio. "Nuestro objetivo es siempre ser un equipo duro y definir arriba", contó el francés tras el partido. Es el primer gran título para el siete. "Yo salí de casa con 14 años para ganar Copas", contó al micrófono de beIN antes de escabullirse para evitar más preguntas.

    El de Griezmann no fue el único marcaje individual del partido. Durante gran parte del partido, Germán Burgos tuvo al cuarto árbitro pegado a él. "Perdona", le decía este con la mano cada vez que abandonaba el rectángulo que limita la zona técnica. "Vale, que no vuelva a pasar", respondía este con muecas el paciente Szymon Marciniak con resignación polaca. Lo cierto es que Germán Burgos se movió menos de lo que acostumbra Simeone, inquieto en la jaula de cristal desde la que observó el partido.
    Bengalas en la grada

    En la grada, la mayoría de aficionados franceses convirtió por momentos el Stade de Lyon en una réplica del Velodrome, aunque los cerca de 10.000 seguidores del Atlético aprovechasen los escasos silencios para hacerse notar. El humo de las bengalas que prendieron desde el fondo marsellés llegó a molestar a los jugadores. "Recuerden que dentro del estadio está prohibido fumar", avisaron por megafonía. Curiosa distinción entre humos.

    Llegó a llover con tanta intensidad en la segunda mitad que el Mono siguió en su sitio. Rudi García se refugió en su banquillo, elevado unos metros por encima del césped, pero el entrenador del Atlético solo se metió las manos en los bolsillos. Pegado a la línea de cal, moviéndose sobre su eje. El Atlético jugó como si nada estuviera ocurriendo alrededor, con el piloto automático puesto. Como el Mono cuando Griezmann marcó el primer gol con la calma de un oficinista. La misma con la que volvió a hacerlo después con un remate picado quirúrgico. Ni con esas se alteró el argentino, contemplativo en su recuadro. Solo para abrazarle cuando fue sustituido por Fernando Torres.

    Desde ahí siguió observando como Antoine entregaba al Atlético un trofeo balsámico, que si bien no sutura la eliminación de la Champions, sí que sirve para agrandar la vitrina. Y todo gracias a un futbolista que deberá pronunciarse pronto acerca de su futuro. Esperará a que acabe la temporada, para la que resta un partido el domingo ante el Alavés. De irse lo hará con un título, como le conminó Costa, como lamentarán todos y cada uno de los colchoneros que dejarán de verle bailar.

    https://elpais.com/deportes/2018/05/16/actualidad/1526485007_393031.html

    Y El Niño se va campeón

    Fernando Torres cierra el círculo con su equipo del alma ganando su primer título como jugador rojiblanco. “Es el más importante de mi carrera", dice el delantero

    Ladislao J. Moñino

    Y el Niño se fue campeón.

    Por la mañana, los tres hijos de Fernando Torres desayunaban alborotados junto a su madre y sus abuelos maternos en el hotel Warwick Reine Astrid de Lyon. Los tres, dos niñas y un niño, lucían indumentaria del Atlético y escucharon por boca de su abuelo una premonición: "Nos traemos la Copa".

    Sobre las once de la noche llegó el momento más esperado por Torres a lo largo de su carrera, celebrar un título con el Atlético. Levantó la copa junto a Gabi y cuando el jolgorio sobre el podio finalizó se preparó para inmortalizar un gesto que había imaginado, pero que no había podido cumplir. Con la copa bajo el brazo y una bandera del Atlético a la espalda se dirigió hacia la zona donde le esperaban los más de 10.000 seguidores rojiblancos. Allí alzó el trofeo y se lo ofreció a la hinchada como si fuera uno más de ellos. Luego, posó con el trofeo junto a sus hijos. "Dedico este triunfo a la afición del Atlético, que no hace mucho pasaban por momentos muy difíciles en los que era difícil explicar por qué somos del Atlético", expresaba con sentimiento Torres, que no se olvidó de reconocer a su entrenador y compañeros. "Este grupo ha cambiado la vida a muchos atléticos. Ahora sabemos lo que es ganar. Seguro que esto es el comienzo de algo más grande", apuntó.

    Fernando Torres cerró a los 34 años un círculo que inició cuando apenas era un querubín con el rostro moteado de pecas y acné juvenil. Entonces tuvo que soportar la presión de sostener al club y mantener viva la llama de la afición en el erial que era la Segunda División. Torres era el único cimiento sólido al que se podían agarrar los hinchas y la dirigencia del club. Un chico prometedor que apuntaba a una carrera con una dimensión internacional. "Volver a este club en el mejor momento de su historia era mi deseo y este título, el primero y el último, es más especial. Es una felicidad difícil de explicar después de tanto tiempo, era un sueño que tenía desde pequeño", se sinceró.

    Ni la Copa del Mundo, ni las dos Eurocopas conquistadas con la selección, ni la Champions ni la Liga Europa ganadas con el Chelsea parecen haberle llenado de tantos sentimientos. "A nivel sentimental, este es el título más importante para mí. He tenido la suerte de ganar muchos, pero cuando uno tiene un sueño de pequeño... Este era el mío: ganar con mi equipo y he tenido la oportunidad de volver y cumplirlo", abundó. El delantero rojiblanco reconoció que cuando se marchó del club en 2007 no pensaba que viviría algo así. "No lo hubiese imaginado, volver y ganar un título. Es algo maravilloso", señaló Torres.

    Conjura en el vestuario

    En el vestuario había una conjura para que pudiera tener la despedida que buscaba. Los canteranos, liderados por Saúl, se lo habían prometido. Todos le admiran y a todos les ha intentado transmitir los valores del Atlético durante estos tres años y medio. Algunos se sobrecogieron cuando le vieron llorar en la final de Milán con amargura. También los pesos pesados del vestuario, encabezados por Gabi y Godín, querían ofrecerle la copa antes de despedirse este domingo definitivamente contra el Eibar en el Wanda. Gabi no tuvo inconveniente alguno en compartir el levantamiento del trofeo.

    Simeone también le tributó un homenaje particular: "A Fernando nunca le regalé nada, la lección que transmite a sus compañeros es la de no bajar nunca los brazos. Es el único que ganó un Mundial y una Champions y nunca cedió a una suplencia o a no ponerlo y ese es un legado enorme para muchos futbolistas que tienen que aprender de él. Pertenecer a este grupo está muy por encima de ganar este título. Es gente muy trabajadora, humilde. Los aficionados mañana van a estar más orgullosos que nunca de su equipo", concluyó. 403 partidos y 127 goles después, el Niño se marchará campeón del Atlético.

    https://elpais.com/deportes/2018/05/17/actualidad/1526510031_833224.html

    Simeone, el mejor entrenador de la historia del Atlético

    Simeone redondea otra temporada prodigiosa, sin acceso a fichaje y con el trauma del traslado al Metropolitano

    Rubén Amón                           
                                       
    Conviene explorar los límites de la ley de memoria histórica para desalojar la estatua de Neptuno y ubicar en su lugar a Diego Pablo Simeone. El dios de los mares incurrió en algunas atrocidades pretéritas que pueden escarmentarse en beneficio del culto rojiblanco al profeta argentino.

    Es una manera de reconocer no ya su fama milagrera, sino los milagros verificados. Seis títulos en siete años jalonan el camino del Atlético de Madrid por la senda de la máxima competición. Y demuestran que la fertilidad de Simeone es superior a la de Neptuno mismo.

    De hecho, las vitrinas del club empiezan a recuperar la arrogancia de antaño y a desdibujar la maldición del Pupas. No vamos a engañarnos a nosotros mismos con la frustración que supusieron las finales agónicas de Lisboa y Milán. Cualquiera de ellas hubiera sepultado a un aspirante subversivo, como les sucedió al Borussia o al Valencia. Y las dos juntas lo hubieran triturado, tanto por la crueldad de la trama como por la ferocidad recurrente del enemigo madridista. Simeone ha sabido construir la victoria y reaccionar a la derrota. Los vaivenes de la montaña rusa podrían haber desquiciado al equipo, pero las atribuciones chamánicas del míster han inducido un ejercicio de resiliencia. Ni los éxitos embriagaron al equipo ni los fracasos amenazaron con destruirlo. Se diría incluso que el Atleti se fortalecía en sus decepciones. Y que el entrenador permanecía como el faro y como la certeza. Simeone sujeta el club. Le ha devuelto la autoestima. Y ha conseguido proporcionarle incluso la mayor estabilidad de su historia. Puede decirse sin ambages: Simeone es el mejor entrador de la historia del Atleti.

    Tiene mérito haberlo conseguido porque la desmesura del Real Madrid y del Barcelona en su presupuesto, su poder y su propaganda se añaden a la beligerancia del circuito europeo. La pugna falocrática de emires y oligarcas ha adulterado la pureza de las grandes competiciones. Es verdad que el Atleti ha recuperado tesorería. Y es cierto que ha decaído el enfermizo victimismo, pero también ha logrado sobreponerse a la fuga de talentos, a la limitación de los fichajes -las sanciones nos han impedido abastecernos en el mercado- y al trauma que ha supuesto el desalojo del Calderón. Una operación de porvenir (¿?) que ha asfixiado el presente, y cuya indescriptible desolación ha amenazado la idiosincrasia del equipo mismo. Si el Atleti es un equipo distinto, sucede por la personalidad y la raigambre. Por la alegoría del Paseo de los Melancólicos. Y por su fervor popular y calor costumbrista a la orilla del Manzanares.

    El exilio nos ha constreñido a jugar siempre fuera de casa. Ha relativizado el poder escénico del Calderón. Y ha homologado el acceso de aficionados snobs y maleducados, incluidos los atléticos oportunistas que reclamaron hace un par de meses la cabeza de Simeone.

    Simeone es el principio y el fin. Arriesga el equipo a quedar esquilmado con las ofertas a Oblak y a Griezmann, pero la única incertidumbre relevante la expresaría la ausencia de nuestro condotiero. Suyo es el tridente y el derecho a una plaza en el centro de Madrid, aunque más que Neptuno parece el atlante que lleva sobre sus hombros el peso del club a semejanza de un inmenso balón de fútbol.

    https://elpais.com/deportes/2018/05/17/actualidad/1526589924_082902.html

  • El Atleti tricampeón de la Europa League. Revista de prensa

    ABC

    El Atlético de Madrid y Griezmann celebran una gran obra de autor

    Dos goles del francés y un soberbio trabajo colectivo coronan campeón de la Liga Europa al Atlético frente a un Marsella fajador pero de perfil menor

    José Carlos Carabias

    Cada título del Atlético exhala una sensación de escalofrío, de montaña conquistada, como si aquello fuera la última vez y nunca más será. Las entrañas de un club único vibraron en Lyon, en la lluvia que generó una atmósfera aún más cadavérica, con otro título continental, la Liga Europa. No es la Champions, pero al aficionado colchonero que gritó y empujó desde la distancia, le supo a gloria. Fue una obra de autor a doble cara: el trabajo colectivo de un grupo estajanovista y leal con el esfuerzo encarnado en el gran partido de Gabi y el destello individual de Griezmann, colosal desde cualquier punto de vista. Así tumbaron todos a un Marsella fajador pero de perfil menor.

    La geopolítica derivó en una desproporción evidente y casi inevitable. En Francia había muchos más franceses que españoles. El estadio de Lyon ofreció un reparto sin equidad: al menos tres cuartas partes del recinto estaban ocupadas por los bullangueros hinchas del Olympique Marsella. Mediterráneos, pasionales y vociferantes, llegaron a socavar el jolgorio usual de los hinchas del Atlético. El himno rojiblanco apenas se dedujo en el repertorio a capela, ya que los pitos de los galos lo tumbaron en el umbral de decibelios. Y la humareda provocada por las bengalas a porrillo (más de treinta), prohibidas en el territorio UEFA, en el fondo de los marselleses casi invita a la paralización momentánea del choque.

    De la bruma surgió un Marsella enervado, contagiado por el entorno favorable. En Francia se ponía en duda su virtud para tumbar a un doble finalista de la Champions, se hablaba de milagro, de creer en el imposible. Y desde esa aprensión propuso un partido enérgico, de choque y salto, puro brío sin espacio para la sutileza. Enunció un duelo al estilo del Atlético.
    No quiso el balón

    Fue sintomático el inicio. Payet lanzó el balón al campo del Atlético en el saque de centro, sin combinar hacia atrás. El Marsella expuso que no necesitaba la pelota para asaltar la final. Como tampoco el Atlético es un fino estilista, lo que vino a continuación fue un puro estrés de músculos en acción, lances divididos, el balón sin dueño...

    Impulsado por el vocerío de su público, el Marsella impactó contra la defensa rojiblanca, dura como el pedernal, como siempre. Las finales se miden en detalles, dicen los sabios. En el minuto 3, Germain falló una ocasión, limpio el tiro ante Oblak que lamentará toda la vida y le agradecerán los colchoneros. El duelo estuvo ahí, tumbado el portero esloveno y la pelota fuera.

    El Marsella buscó y pegó, atentó y generó fragor a su paso, pero es un equipo sin grandeza, sin la calidad de los primeros espadas. Por ahí se adivinó la flaqueza, porque todo era empuje, pero en esas cuitas el Atlético es insuperable.

    Agazapado como una mantis, el grupo de Simeone esperó la caída de la hoja. Sucedió en un tic, minuto 20, el portero Mandanda hace un Ter Stegen, pase violento al volante Anguissa, cuya pérdida intuye Gabi, zorro viejo en la pelea. El balón se desplazó un palmo, Gabi la tocó hacia delante y Griezmann, con la jerarquía de los mejores, la envió suave a la cazuela.

    Un gol podía bastar porque el Atlético convierte en arte la soledad del acierto. Equipo cuajado, convertido al cholismo en horas y horas de trabajo, sabio en el manejo de la depresión rival, se fue al descanso convencido de que el título era suyo. En refrendo de esa idea se lesionó Payet, el mejor jugador del Marsella.

    El cuajo de ambos equipos se plasmó en la segunda mitad con más claridad que antes. El Marsella no mostró empaque para sobreponerse a una noche difícil y eso, ante el Atlético, equivale a la muerte.

    El segundo gol fue una réplica del primero. Saúl anticipó la tibia para quitar el balón por el costado derecho. En un visto y no visto, la pelota pasó a Koke y de ahí a la penetración en carrera de Griezmann, que definió con esencia de crack. El toque sutil allá donde atronaba el estadio, la curva perfecta, el engaño ante la endeblez del portero en el suelo. Fantástico.

    Con 0-2 enmudecieron tres cuartas partes del Parc Lyonnais en un veredicto de aspecto definitivo: el Marsella no iba a ganar por la calidad de su fútbol, sino por un arrebato de furor. En ese panorama febril despuntó Gabi. Soberbio choque del capitán, inteligente, eficaz, contagioso y enérgico en la apuesta de su equipo.

    El Atlético ya no quiso saber nada del partido, salvo enhebrar todos los cauces que le ofrecía el Marsella. El destino era rojiblanco: Mitroglou remató al palo. Adiós al Pupas. Golazo de Gabi. Con Simeone el viento ha cambiado de signo.

    http://www.abc.es/deportes/atletico-madrid/abci-final-europa-league-olympique-marsella-atletico-madrid-201805161949_directo.html

    El espejo de aumento

    Godin y Giménez son dos marines y Griezmann un mosquetero de lujo que ha decidido marcharse del equipo que mejor le entiende

    Juan Pablo Colmenarejo

    El gol de Gabi al final del partido hizo justicia a un tipo que ha corrido más de la cuenta porque así se lo pidió Simeone desde el primer día. Y cuando salió Torres por Griezmann fuimos felices del todo rodeados de franceses de Marsella repletos de bengalas. Escribo desde la grada de Lyon, sentado junto a José Luis Garci. Un aficionado con mucho oficio que ve los partidos despacio. Anoche el Aleti volvió a ponernos a todos frente al espejo de aumento que se ha inventado un tipo futbolero e intenso como es Simeone. El partido nos tuvo en vilo un cuarto de hora. La salida del Marsella fue a empujones. Pero el Aleti no se descompone nunca. Los centrales uruguayos sujetaron al equipo con tal autoridad que solo era cuestión de tomarse el asunto con calma. Griezmann hizo el trabajo de élite que le corresponde. Godin y Giménez son dos marines y el francés un mosquetero de lujo que ha decidido marcharse del equipo que mejor le entiende. Aquí es el rey y al otro lado del AVE va a ser el subalterno de un ser superior que no es de este mundo. El Aleti de Simeone gana otra Copa europea y alimenta nuestra idea. El Aleti es un trueno que resuena en Madrid. Cuando apareció el Rey, la grada del Aleti se llenó de banderas de España dando vivas al Rey. Debe ser Francia. Aquí no hay complejos ni temores. Es un país. No un simulacro. El Aleti de Madrid recibió de manos de Felipe VI otro título más. Confeti en rojo y blanco. A seguir volando. Y Torres cogió su Copa. Nunca es tarde para ser feliz por primera vez.

    http://www.abc.es/deportes/atletico-madrid/abci-espejo-aumento-201805170907_noticia.html

    AS

    La vida del Atlético es pura aventura

    Alfredo Relaño

    ¡Campeones! El Atlético recogió una copa ganada a ley que le devuelve al centro del escenario europeo. Ganó el Atlético, ganó el mejor. Simeone describió el partido perfectamente la víspera: habría que aguantar los primeros veinte minutos, y luego... En efecto, el OM empezó apretando muy arriba y gozó muy pronto de una ocasión, un gran pase de Payet a Germain, al que se le agigantó Oblak y tiró fuera. En esos minutos imponía el Marsella, que adelantaba a los centrales hasta casi el medio campo para cortar los saques de Oblak, presionaba y recibía el respaldo de una multitud gritona y humeante. Inalterablemente humeante.

    Pero el Atleti tiene mucho cuajo y tiene a Griezmann. En un viaje hacia la portería del OM, los delanteros se quedaron ahí, a presionar la salida, y acabaron provocando el fallo. Mandanda envió por el centro a Anguissa, que controló mal, y el balón llegó a pies de Griezmann, cuya finalización fue de superclase. No mucho después, Payet se retiró, con una molestia muscular. Le abrazaron los compañeros con aire fúnebre, tan importante es. Ya no hubo OM. El Atlético se enseñoreó del partido. Al OM se le fue toda la fuerza por las bengalas de sus aficionados. El resto lo puso el Atlético, y eso incluyó dos goles más, de nuevo Griezmann y luego Gabi...

    Un hito más en estos seis años de Simeone, cargados de venturas. Un hito alcanzado con la brillantez de Griezmann en la noche de su vida, que quizá le ayude a tomar la decisión adecuada, porque en el Atlético lo tiene todo para ser feliz. Fue bonito ver su sonrisa nada más acabar el partido, como fue bonito ver al Niño Torres levantar plata, a medias con el gran capitán, Gabi, en su penúltimo día como rojiblanco. Un glorioso broche para el Atlético en una temporada singular, que empezó con la prohibición de fichar, siguió con el estreno de campo, la decepción en la Champions y ahora el título. La vida del Atlético es pura aventura.

    https://as.com/opinion/2018/05/16/portada/1526506424_486298.html

    El partido imaginado

    Héctor Marquis

    Todo Marsella sabía que para ganar al Atletico de Madrid había de ser eficaz. Sabía también que tocaría defender los pocos ataques de los madrileños sin encajar goles. Finalmente es todo lo que hacen excelentemente los colchoneros.

    Aunque el Marsella fue superior en el inicio del partido, perdonando una clara situación de gol, el partido cambió después de un error fatal. Como todos aquí lo imaginábamos, bastó un error para que el Atleti matase el sueño marsellés.

    Payet era la principal duda del Marsella. Quería jugar esa final encima de todo y llenar su sala de trofeos vacía. Entró en el campo tocando la copa pero su cuerpo aguantó unos treinta minutos y salió entre lagrimas.

    Maldito en sus ultimas finales, Griezmann mostró toda su clase siendo otra vez decisivo. Es el primer francés que marca contra un equipo francés en una final europea. Quién mejor para regalar el titulo al Atleti que su estrella francesa nacida a 70 kilómetros del estadio.

    https://as.com/opinion/2018/05/16/portada/1526503651_193185.html

    El Mundo

    Griezmann hace al Atlético campeón de la Europa League

    • El francés firma dos de los goles en la que puede ser su última final. Gabi completa la goleada
    • Fernando Torres levanta un trofeo con el Atlético en su despedida

    Carlos Guisasola

    En las todas las grandes noches del Atlético, sus genios se han negado a quedarse dentro de su lámpara. Ocurrió en Hamburgo con Forlán, hace ocho años. Se repitió en Bucarest con Falcao, en 2012. Y se les echó de menos (mucho) en Lisboa y Milán. Este miércoles, cuando la intensa bruma de las bengalas marsellesas se disipó, sucedió lo mismo en Lyon. Desde la nada, porque el Atlético pasó inadvertido durante un buen rato, se asomó Griezmann a su final. Quién sabe si la última como rojiblanco. Apareció de repente para poner las dos manos encima a esa copa que pasaba tan cerca de su puerta. Porque aunque las finales se ganan con el corazón, siempre es mejor tener un genio de tu lado. Y así, de la mano del francés, fue como los rojiblancos volvieron a levantar un título cuatro años después. Aunque no entraba en sus planes, nunca está bien despreciar una copa. Y menos si es de este tamaño.

    Porque al Atlético le pueden fallar muchas cosas, pero el instinto no tiene por costumbre hacerlo y por eso se lanzó Diego Costa a morder a Mandanda. Y por eso estaba ahí Gabi para convertir en asistencia la indecisión de Anguissa. Y, por eso también, irrumpió Griezmann para enmudecer a sus ruidosos compatriotas. Para engañar a todos menos a su cabeza y a su corazón. Con ellos también empujó el que fue su primer gol en una final.

    Porque hasta ese fogonazo, transcurrieron 20 minutos incómodos y algo angustiosos para el Atlético. El novato en estas noches parecía él. Le costó saber qué era lo que había ido a hacer a Lyon. Como si no se lo hubiera recordado veces el ausente Simeone. Pero fue el Marsella el que empezó metiendo miedo. Primero con un zarpazo de su delantero Germain. Después, con otro de Rami. Las constantes imprecisiones rojiblancas eran gasolina para el motor marsellés, que fue carburando a tope con ese desconcertante arranque de su rival. Fue un pequeño baile de bienvenida que poco a poco se fue diluyendo. Tal vez porque Payet, su faro, comenzó a darse cuenta de que algo no iba bien. Minutos después del gol de Griezmann, la estrella del Olympique acabó marchándose entre lágrimas. Los problemas musculares que le habían convertido en la gran duda, le dejaban fuera del partido del año para su equipo.
    Griezmann celebra su segundo gol al Marsella en la final de Lyon. MARISCALEFE

    Un problema menos para el Atlético que, sin embargo, tampoco se volvió loco por sacar pecho. Simplemente se dedicó a contener al valiente Marsella y poner la calma con la que le gusta vivir a este equipo. Los errores de muchos de sus adversarios son los que le habían llevado hasta la final de la Europa League y tenía pensado seguir alimentándose de ellos. Una simple fórmula pero que sólo el Atlético logra interpretar como ningún otro.

    Aunque como la noche tampoco estaba para bromas, el Mono Burgos (o Simeone) decidió mover ficha en el descanso y quitar a Vrsaljko, que había vuelto a ver una amarilla demasiado temprano. Con el soponcio del Emirates aún reciente, Juanfran saltó al césped lyonés a toda prisa para defender el carril derecho durante el segundo acto.

    Y cuando aún se estaba ajustando las botas, cuando la lluvia empezó a bañar con ganas el tapete francés, volvió a deslumbrar a todos un relámpago. Una luz cegadora llamada Griezmann. El Atlético se subió a la espalda del Marsella cuando Mandanda trataba de alejar un balón de su área. Y allí volvió a ocurrir lo mismo. Entre el fallo del rival y tres toques maestros entre Saúl, Koke y el francés, todo el estadio tuvo que postrarse. Griezmann ni se inmutó. Se quedó mirando a los ojos del meta rival y como si estuviera jugando en una calle de su Macon natal, dibujó un dulce y delicioso toque empapado de veneno. Era la certeza de que la Europa League volvería a viajar a Madrid por tercera vez en ocho años. Y la certeza, también, de que el Atlético pertenece desde hace tiempo a otro estrato social.

    Diego Costa apenas se hizo notar. Pero tampoco era necesario. Su papel, como desde su regreso en enero, era despejar el camino a Griezmann. El hispano-brasileño se dedicó a esas batallas personales que tanto le motivan y que, también, le llevaron a ser advertido por Kuipers. Pero nadie echó en falta sus goles. Para eso ya estaba otro. El Atlético fue creciendo y acabó convertido en un gigante. Empezó en una cueva y acabó besando el cielo de Lyon. El bravo Marsella había quedado convertido en una estatua de sal, que sólo despertó al final, con un cabezazo al palo de Mitroglou.

    Seguro que Luis sonrió desde arriba cuando vio marcar a Gabi. Y cuando vio salir a su niño, a Fernando Torres, que al fin tiene su trofeo, en el epílogo. Lyon ya no es una ciudad maldita. Es un nuevo Edén.

    http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afc9bf022601dc21f8b45bf.html

    Ahora que ganamos

    Iñako Díaz-Guerra

    Ahora que ganamos y Fernando Torres, feliz como el niño que fue, levanta la copa como si nunca antes hubiera tocado una, ahora más que nunca hay que recordar quiénes somos. Para eso está Fernando. No es el veterano que salió para perder tiempo y le pareció un regalo. No es la estrella que ganó Mundial, Eurocopa y Champions como protagonista, pero nunca se sintió tan pleno como cuando logró una Europa League como secundario con el Atleti, su Atleti. No es la leyenda que se despide a lo grande. No. Fernando Torres es nuestra memoria histórica.

    Porque, ahora que ganamos, no podemos permitirnos olvidar que perdimos. Mucho y hace poco. Que caímos a profundidades insospechadas y sólo acudieron al rescate un niño pecoso y un viejo cascarrabias. Que aguantamos chistes, noches sin cenar, futbolistas impropios. Pero salimos. Porque siempre se sale, se sube, se baja. "Ganar, ganar, ganar y volver a ganar", decía el viejo. Tan simple, tan improbable. Y es que perder es lo normal aunque el fútbol actual parezca olvidarlo. Fracaso. Todo es un fracaso. Los equipos que bajan piden disculpas como si lo hubieran hecho adrede. Darlo todo no basta. El segundo es un mediocre. Y, ¿saben qué? Mediocre es quien cree eso.

    Y es que, ahora que ganamos y son otros los que cantan bajo la lluvia pese a saberse derrotados, debemos recordar que la victoria es el broche del sentimiento de pertenencia, pero jamás su esencia. Que la vida es una tómbola (tom, tom, tómbola) y todos podemos imaginar un escenario en el que un mínimo detalle lo cambia todo. Lo sabe usted, que aún hay noches en las que se levanta sobresaltado porque el disparo de Schwarzenbeck se va fuera, alguien estorba lo suficiente a Ramos, Griezmann marca el penalti... Lo sabe el hincha del Marsella, que soñará que Germain no falla el mano a mano, que Anguissa no se hace un lío, que Griezmann es humano. Así que hoy beberemos para celebrar con la certeza de que cualquier día de estos lo haremos para olvidar. Más jodidos, igual de orgullosos.

    Porque, ahora que ganamos, esos tipos que se abrazan ahí abajo me representan tanto como en Lisboa o en Milán. Tanto como Hasselbaink llorando en Oviedo. Griezmann quizás se vaya, pero en este instante le veo bailar como si fuese de Carabanchel y todo tiene sentido. Si se va, lo hará tras una exhibición de talento (nada nuevo) y de sacrificio (nada nuevo, pero mucho menos comentado). Haga lo que haga, sólo se merece agradecimiento y buenos recuerdos. Me han dejado mucho peor otras veces, no les voy a engañar. Y Simeone, más discutido este año que nunca antes, sonríe sabiendo que acaba un curso complicadísimo con un título y un (probable) subcampeonato liguero. Que se han escrito novelas épicas con mucho menos.

    Y es que ahora que ganamos la Europa League y de inmediato pensamos en la Champions, que Griezmann baila, que Simeone sigue al frente, que Torres se siente al fin completo, que una hora después aún se canta el himno... Ahora que al fin hacemos caso al viejo y ganamos, ganamos y ganamos. Ahora más que nunca debemos recordar que todo eso pasará y quedará lo único importante.

    El Atlético de Madrid.

    http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afca520e5fdea16438b45f9.html

    Griezmann, el príncipe de Maquiavelo

    Orfeo Suárez

    La existencia del Atlético es el arte de lo irreverente: en un entorno estético, a veces hasta el absurdo, impone el trazo grueso. El absurdo lo representó el OM, con un error impropio de la élite, al hacer dogma de la salida de balón. Es tan elogiable madurar en esa línea como suicida persistir sin los futbolistas adecuados, sobre todo en una final. Decía Zubizarreta, actualmente al frente de la dirección deportiva del club francés, que es una utopía jugar como el Barça, cuyo fútbol admira Rudi García. Esa utopía convirtió en utópico el título muy pronto. Anguissa no es Busquets.

    En una Liga que presume de estilo, Simeone ha sido Maquiavelo: el fin justifica los medios. El torneo que tanto se publicita con el argumento de que es el que mejor juego ofrece, el Atlético construido por el argentino, segundo este curso, lo ganó a contraestilo, con un modelo que no está basado en la posesión y la continuidad, sino en el juego de los instantes. La final de Lyon, dominada por el OM hasta el error compartido de Mandanda y Anguissa, es una metáfora de la existencia rojiblanca: una vez mata, se desata.

    El Maquiavelo rojiblanco tiene su propio príncipe de rostro aniñado, pero no es el Niño. Es Griezmann. En una entrevista concedida a Le Parisiene durante la pasada Eurocopa, el delantero era cuestionado insistentemente acerca del juego de su club. Sin rubor, contestaba: "Es sencillo: apretamos arriba, marcamos y a correr. Ça marche!" La final reprodujo sus palabras, puesto que el gol llegó como producto de la presión alta en busca del fallo ajeno. Hasta entonces, el Atlético no jugó, simplemente resistió. En realidad, se siente a más a gusto en lo segundo que en lo primero, hecho que explica los problemas que en ocasiones atraviesa en su estadio, cuando se ve obligado a tomar la iniciativa. El tanto, unido a la lesión de Payet, hundió a un OM que quiere volver a la élite, y se encuentra en el camino, pero al que le faltan millas y la calidad que decide las finales. Germain se encontró en una situación, en los primeros minutos, que Griezmann no habría fallado, al menos no el Griezmann de Lyon. Fácil en la primera definición y sutil en la segunda, en ambas tuvo la frialdad de un jugador hors catégorie.

    La final pudo ser el último partido europeo de Griezmann como rojiblanco. Si es de ese modo, habrá realizado un gran servicio en el desenlace de una temporada estratégica para el club, por el traslado al Metropolitano, y que se inició entre equívocos del francés y pitos del respetable. También fue el último de Torres, un estandarte del club, que lo sustituyó y levantó la copa. Cerrarla con un título es una forma de llevar este presente al futuro para un club que lo tiene todo, aunque no tenga juego.

    http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afc98ef268e3e5b658b467f.html

    Exquisita bullabesa atlética

    Julián Ruiz

    Vaya sopa que hizo el Atlético. Siempre fue mejor. Siempre bailó al ritmo de rock de Simone. Ahogado tácticamente el Olympique, que acabó incluso agotado en la segunda fase. Sin capacidad de reacción. Un equipo guiñapo. Ciertamente, ni podía ir a las armas ni siquiera podía cantar la marsellesa.

    Lo siento por el técnico García, que me inspiró en la Roma, pero al llegar a Francia ha sido otro entrenador, más soberbio, más orgulloso, pero menos práctico. Vi su planteamiento en Salzburgo y no bailaban ni siquiera al ritmo de Mozart.

    Me encantó Koke. Es un estratega del dominio de muchas zonas del campo. Se ha convertido, para mi gusto, en el gran líder del Atleti. Aunque las proporciones de Saúl me recuerden a Peiró, al que vi cuando era un niño. Diego Costa no es Mendoza, pero abre pasillos, como los del hotel de Kubrick en El resplandor. Es engañoso que no haya hecho un gol.

    ¡Qué decir del Olympique! Bueno, tuvo una ocasión mollar, cuando el Atleti estaba en la soberbia de iniciar el partido con la muerte del enemigo, pero los rojiblancos no pueden soportar un ataque apasionado, porque dejan demasiado espacios. Se han redoblado mucho las dudas sobre la condición física de Gabi. Me ha sorprendido su resurrección de fin de temporada. Ha sido la prolongación de Simeone, que no estaba en el banquillo. Daba igual. Hasta el final de su gol es una apoteosis del arquitecto del edificio Simeone. Impresionante.

    Para cualquier Atlético es desesperante la despedida de Griezmann. Mató cuando tenía que matar. Pero se va al Barça. Cualquier colchonero le diría que el dinero lo puede comprar todo, pero jamás en el Barça será tan feliz como ha sido con el Atlético. En el Manzanares o en el Metropolitano. Como Cristiano, es Griezmann el sello del éxito. Es una traición desde mi punto de vista la que perpetró en el mes de octubre. El dinero no hace la gloria, como tampoco la felicidad.

    No quiero volver a insistir en el carácter formidable que ha dotado al Atlético la gran estrella del Atlético de Madrid, Simeone, alma, corazón y espíritu de un Atlético, con quien en la tercera final, por fin, el destino ha sido justo.

    http://www.elmundo.es/deportes/futbol/2018/05/16/5afca53b22601db31f8b45e0.html

  • Final UEFA Europa League 2017/18: información de servicio


    El Club Atlético de Madrid recibirá de la UEFA un total de 11.552 entradas para presenciar el partido correspondiente a la final de la UEFA Europa League que tendrá lugar el miércoles 16 de mayo a las 20:45 horas en el Stade de Lyon (Francia).

    Del total de entradas, 9.674 se pondrán a disposición de los socios y peñistas del club y se distribuirán de la siguiente manera:

    • 575 entradas se destinarán a las Peñas Atléticas de toda España y del extranjero.
    • 9.099 entradas se destinarán a los socios del club, a razón de una única entrada por socio.

    Dos factores otorgarán prioridad para la compra de entradas: la posesión del Abono Total en la temporada 2017-2018 y el grado de antigüedad ininterrumpida como socio del club. En consecuencia, en primer lugar se atenderá la demanda de los Socios Abonados con más de 25 años de antigüedad (tengan o no Abono Total) y posteriormente la de los Socios Abonados con Abono Total. Si quedaran localidades disponibles, después se atendería las peticiones de los Socios Abonados con Abono de Liga, y finalmente a los Socios No Abonados.

    Las entradas se venderán exclusivamente en las taquillas del Metropolitano en los días y horarios que a continuación se detallan.

    Días de venta para los Socios del Club Atlético de Madrid:

    Lunes 7 de mayo, exclusivamente para aquellos Socios Abonados, tengan o no el Abono Total, que tienen como mínimo 25 años de antigüedad en el club y cuyo número de socio está comprendido entre los siguientes:

    •     Del número 1 hasta el número 2.000 inclusive de 8:00 a 13:00 horas.
    •     Del número 2.001 hasta el número 4.256 inclusive de 16:00 a 21:00 horas.


    Martes 8 de mayo, exclusivamente para aquellos Socios Abonados con Abono Total cuyo número de socio esté comprendido entre los siguientes:

    •     Del número 4.257 hasta el número 6.500 inclusive de 8:00 a 13:00 horas.
    •     Del número 6.501 hasta el número 8.500 inclusive de 16:00 a 21:00 horas.


    Miércoles 9 de mayo, exclusivamente para aquellos Socios Abonados con Abono Total cuyo número de socio esté comprendido entre los siguientes:

    •     Del número 8.501 hasta el número 10.500 inclusive de 8:00 a 13:00 horas.
    •     Del número 10.501 hasta el número 12.500 inclusive de 16:00 a 21:00 horas.


    PRECIO DE LAS ENTRADAS

    2ª CATEGORÍA: 100 €

    2ª CATEGORÍA VISIBILIDAD REDUCIDA: 80 €

    3ª CATEGORÍA: 70 €

    3ª CATEGORÍA VISIBILIDAD REDUCIDA: 55 €

    4ª CATEGORÍA: 45 €

    4ª CATEGORÍA VISIBILIDAD REDUCIDA: 35 €

    Las localidades de visibilidad reducida tienen algún tipo de obstáculo tales como barandillas o mamparas de cristal que impiden ver la totalidad del terreno de juego.

    Por razones de seguridad, los Socios Abonados que en el Metropolitano ocupan la Grada de Animación (cualquiera que sea su edad), únicamente podrán adquirir entradas en ciertos sectores ubicados en la grada baja situada detrás de la portería del fondo asignado al Atlético de Madrid, y siempre que les correspondiera en las condiciones establecidas para cada día

    Condiciones para la adquisición de entradas

    Únicamente tendrán la posibilidad de adquirir una entrada aquellos socios del club que se encuentren al corriente de pago de todas sus cuotas y plazos en la presente temporada 2017-2018, y que no se encuentren sancionados por cualquier motivo.

    Cada socio podrá obtener 1 única entrada en el día y horario que le corresponda en cada caso, siempre y cuando reúna las condiciones estipuladas para cada día.

    Un socio podrá adquirir una entrada el día y horario que le corresponde, o en su defecto en algún horario o día posterior, pero en ningún caso antes.

    Una persona podrá presentar en las taquillas un máximo de 4 carnés incluido el suyo, con el fin de que se pueda agrupar con algún familiar o amigo, siempre y cuando todos los carnés cumplan las condiciones establecidas para ese mismo día y horario. En el caso de que la numeración de los abonos no les corresponda el mismo día y horario estipulado para adquirir las entradas, podrán presentarse en el día y horario que corresponda al número de socio más alto del grupo.

    Es absolutamente imprescindible presentar en las taquillas los carnés de socio abonado para que sean leídos electrónicamente y quede registrada la compra. En cumplimiento de la normativa UEFA, el club registrará los datos personales de cada socio (DNI, nombre, apellidos, fecha de nacimiento y país de nacimiento), que quedarán vinculados a cada entrada (sector, fila y asiento). De esta manera, el club sabrá en todo momento quién adquirió cada entrada y, por tanto, quién es el responsable del uso posterior que se haga de la misma.

    En el momento de retirar la entrada, el socio estará obligado a indicar el medio de transporte que utilizará para desplazarse a Lyon (avión, autobús, coche o tren).

    Todas las entradas gestionadas por el Atlético de Madrid son personales, nominativas e intransferibles, por lo que únicamente podrán ser utilizadas por el socio titular de la misma y en ningún caso podrán cederse a terceras personas.

    En cada entrada quedará escrito el nombre y el DNI del socio. Las autoridades locales han autorizado expresamente al club para que se establezcan los controles oportunos y se exija en las puertas de acceso de la afición del Atlético de Madrid el DNI junto con la entrada, y en caso de que no coincidan ambos, no permitir al infractor el acceso al interior del estadio. El club será inflexible en la aplicación de esta norma y su incumplimiento supondrá una infracción de carácter muy grave, puesto que se considera una desconsideración hacia otros socios del Atlético de Madrid a los que se estaría privando de la posibilidad de asistir a la final.

    Asimismo aquellos socios que hayan comprado una entrada y la revendan a un tercero, serán sancionados por el club aplicando la normativa interna vigente para faltas de carácter muy grave. El club solicita la colaboración de sus socios para detectar estas situaciones que podrán ser denunciadas mediante un escrito al correo electrónico seguridad@atleticodemadrid.com

    Todos los espectadores necesitan tener una entrada para acceder al estadio, cualquiera que sea su edad, incluso bebés o niños.

  • Final UEFA Europa League 2017/18. Olympique Marsella - Atlético de Madrid


    El Olympique de Marsella y el Atlético de Madrid disputarán la final de la UEFA Europa League el miercoles 16 de mayo en el estadio Parc Olympique Lyonnais en Lyon (Francia). El partido comenzará a las 20:45 y será retransmitido por beIN Sports.


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