No es que fuera de una leche limpia y cristalina. Ya empezaba a echar
cuajarones, y perdía por momentos esa fluidez que le daba verse de la
mano jugadores y aficionados, después de concluir un partido en el
Metropolitano. Inundando Reina Victoria de rojiblancos colores,
fundidos los unos con los otros, acompañandose hasta el portal. Cuando
un pelotero tenía que tirar un penalty con un dedo roto. O volver a la
Pradera con los hemisferios de la cabeza reunidos con un vendaje de
lino...
En "mis" tiempos, ya se tiraba de réflex. Se simulaban
caídas como si Neptuno les hubiera metido el tridente por el ojo ciego.
Se comenzaba a trabajar la pizarra, y se recurrían a guerra de
guerrillas para contrarrestar el potencial enemigo, más allá de la
patada y tente en tieso. Se lo digan a la Bélgica del mítico Gerets,
con escuadra y cartabón para tirar el fuera de juego, que luego
incorporaría a su decálogo Sachi, vía Baressi.
Sí, que no era lo
mismo. Existían prolongaciones, recogidas de testigos con sello,
reencarnaciones, si se prefiere llamar así, como Griffa en Arteche. O
como Collar en Futre. Hasta un tal Ben Barek, todo elegancia y magia
que cuentan las crónicas y las memorias, en la figura de otro tal
Kiko... Haberlas, haylas. La mente del atlético entrado en años,
recorre caminos muy distintos, que pretende hacer coincidir con la
forma de gambetear. De llevar el balón pegado al pie. De soltarlo y
echarle un pulso al defensa rival en la carrera. De parar el balón como
si el melón con nieve se convirtiera en un melocotón ralentizado en un
momento matrix. De la perfecta ecuación de tronco-cuello-cabeza para
resolver con brillantez una dejada con la frente al fondo de las
mallas... Todo tuvo un principio, y sobre él se van sumando figuras, en
vertiginosas comparativas. Los Ruete (jugador), Olaso, Elizalde,
Fajardo, Triana...ya no poseen apenas ojos en vida para dar testimonios
de ellos. Los mismos Mendonça, Juncosa, Vidal, Escudero, campos o
Silva, van comprobando como las pupilas rebosantes de brillo infantil,
se van apagando o usando vidrios de por medio. Aún suenan con fuerza
los Adelardo, Luis, Gárate, Pereira; y con estruendo los Arteche,
Marina, Ramos, Landáburu, Cabrera, Rubio, Navarro... Los Futre,
Schuster, Kiko, Pantic, Simeone, Caminero, son de antesdeayer. Pasada
la esquina.
Así es que, el camino colchonero continúa su
peregrinaje. Los jugadores se extienden en otros a través de
generaciones, como sellos de identidad que tienden a compararse entre
nietos y abuelos. Las rayas rojas sobre el tejido albino, se reducen o
se ensanchan; cambian últimamente cada temporada sobre aquellas
genuinas venidas de Southampton. Una palabra de la pérfida albión,
conocida como "marketing", las va estrujando hasta hacerlas dos
mitades. Se pretende que vistamos como un club de Rotterdam. Madroños
del Guadarrama. Que son más auténticos que las naranjas de la China.
Por
aquél entonces, gustaba de celebrarse, justo antes del comienzo de la
Temporada de Liga, un trofeo del que, como con Juncosa, se terminará
perdiendo la memoria. Me refiero a la viva, a la que late, y no duerme
en los libros o los recortes de prensa. Se llamaba "Villa de Madrid".
Jugado por equipos de prestigio internacional. Con un oso y un madroño
de plateadas formas y descomunales proporciones, que servía para honrar
al que consiguiera la victoria en aquella Pradera, tan cercana a la de
San Isidro. Tan próxima a los corazones... No lo busqueis ya, hace unos
años que nos lo quitaron del folclore atlético. Debía de molestar. Casi
tanto como el Escudo en la parte que la Camiseta toca el corazón.
El
Estadio, también será carne de cañón. Con la de botes que ha aguantao,
se vendrá abajo por la coordinación de cuatro excavadoras, y tres
martillos pilones a lo bestia. ¡Hay que joderse!... Las lágrimas, se
irán por el Río, junto a aquella penita-pena; aquella venganza en
tareas pendientes que nunca cumplirá: ver a su Equipo campeón de
Europa... ¡Cuánto hubieras fardao, Amigo de Cemento y Voces, con ese
galardón en tu pechera de lobo!... Ya, claro; lo del de O,Donnell, el
Metropolitano y todas esas leyes de vida. Sí, sí, qué ójala. Ójala se
pueda ver Fútbol, en vez de hípica. Por los prismáticos, digo. Ójala se
enjugue parte de la deuda "histórica" (Directiva dixit). Entendiendo
por "histórica" desde que se fué el interventor (unos ¿400 millones?).
Ójala se tenga en propiedad, y con un cartel que rezume rojiblanco en
sus letras. Ójala sirva para atraer mediante el cadáver del Sagrado,
jugadores acorde al nivel del Club. Ójala las plusvalías esas reviertan
en el apellido de la división inmobiliaria. Atle... de Madrid, por más
señas. Ójala nunca cambiemos Neptuno por un parque de nuevo cuño (aún
con nuestro Nombre). Y que le visitemos bastante más a menudo. Ójala
que desde el nuevo palco, ningún presidente insulte gravemente a un
aficionado. Ni le pida meter goles... Ojalás, a mansalva.
La
afición, desde toda la vida de dios, debe de ser custodio de los
valores de un Club. De sus símbolos, sus rasgos, sus distintivos, su
sentimiento, su tradición. Ninguna marca, ni ningún advenedizo al olor
de la carroña monetaria o de escaparate, va a cumplir esa función. Es
más, pretenderá pasarla por encima, si sus intereses comerciales o
particulares verdaderos encuentran un obstáculo en ella.
Hasta que
global y mayoritariamente, no cumplamos esa función dentro del seno del
Club, me niego a escribir esa palabra con mayúsculas. Es una
G...ipoyez, bastante significativa.
Que nos la han metío doblá SADs mediante.
El
odio eterno al Fútbol moderno, no es una cuestión de carcas o pasaos de
moda. En mi vida particular, también me enfundo unos Levis, me calzo
unas Reebok o me gustaría tener el último modelo de la Mercedes. Es
cuestión de que los pantacas sean de tela vaquera, y no de papel
cebolla. Que las zapas estén tejidas en microfibra, y no en plástico
sudoroso. O que el buga lleve un flamante volante en piel, en vez de un
jostyck.
Que con esta excusa de la "modernez", se pueden deslizar rabos talla XXL, que cualquiera luego para sacarselos del culete...
S I E M P R E A T L E T I