¿Qué equipo nos espera para el año que viene? ¿Cuánto dinero tiene Gil para fichar y cómo le dejarán administrarlo e invertirlo? He aquí dos preguntas de la máxima importancia para el futuro de nuestro club. La mayor de las ruinas que le puede deparar el futuro al Atlético de Madrid es regresar a Segunda División. Esta descomunal desgracia supondría, en primer lugar, la mayor de las desmoralizaciones para su afición. Esta afición sin parangón en el universo futbolístico, asume en su subconsciente que la pérdida de categoría del equipo se debió, además de la nefasta gestión de la familia Gil durante años, a la famosa intervención judicial.
Para lo mas recóndito de nuestras mentes rojiblancas, fue asumible que si a un club se le interviene de la manera que se le intervino al Atlético, la debacle que se produce en todos los estamentos de la entidad conduce inevitablemente al equipo al descenso, como hemos visto por otra parte en muchas ocasiones en otros países. "Nos intervinieron y eso condujo al equipo a Segunda", es un pensamiento que se instaló en la conciencia atlética y ahí está. Es la pura verdad que con la plantilla que el Atlético tenía esa campaña era prácticamente imposible bajar, con futbolistas de primer nivel que cuando se ponían a jugar ganaban con facilidad en el Bernabeu 1-3 o le metían 5 al Oviedo en casa.
En esa alineación se juntaban los nombres (algunos ya innombrables para muchos) de Jimmy, Valerón, Solari, Gamarra, Chamot, Junhino, Jose Mari, Molina, Capdevillla, Baraja, Kiko y otros que completaban un plantel de primera línea. También es verdad que la errática política de entrenadores, de compras y ventas de jugadores, nos condujo inevitablemente a esa situación, que, por otra parte, ya llevamos arrastrando desde hacía varias temporadas. Es
decir, la excusa hacia nuestro fuero interno y la excusa hacia el entorno era que la intervención judicial nos había llevado al pozo negro del infierno. La cosa no mejoró, como cabía esperar en un club grande, con la vuelta de Gil, y tras otro año plagado de errores en todos los ámbitos, el equipo se quedó a unos goles de recuperar su categoría. La fuerza moral de esta afición pudo con el mal trago y lejos de desinflarse se creció en su desventura, y este año, una vez más y con más fuerza, arropa al equipo, llena el estadio y sigue a los suyos por cualquier lugar de España.
¿Pero qué será de nosotros en el futuro? Sería terrible para esta orgullosa hinchada verse de nuevo, y ahora por motivos exclusivamente deportivos, de nuevo en el pozo, ver convertido al histórico, al glorioso ( y mira que me jode la palabra por el uso que le han dado desde la SER) Atlético de Madrid en un equipo ascensor, bajando a Segunda mientras el Rayo asciende, por ejemplo. Se me abren las carnes, como diría aquel, y me imagino que a todos los atléticos un sudor frío les recorrerá la espina dorsal con el ejemplo. Recuerdo que en la grada, aquel fatídico año correspondiente a nuestra última temporada en Primera División, el grupo de amigos que nos juntábamos cada partido,
los vecinos de asientos colaterales y demás hinchas, comentábamos, a principios de temporada, como si de una premonición se tratase, que daríamos por bueno bajar a Segunda -¡qué lejos de nuestra imaginación estaba que pasase en realidad!- si con ello se largaban los Gil del palco. No teníamos ninguna duda de que si tamaña desgracia algún día ocurriese, con el apestoso sentado en el palco, a éste no le quedaría mas remedio que largarse de una santa vez. Dábamos por bueno un año en Segunda a cambio de la Libertad. Pero hete ahí, amigos, que la realidad
superó con mucho aquella premonición. Nos bajó a los infiernos, nos mantuvo -¡aún estamos!- en él dos años y no se marchó, ni piensa hacerlo. Es decir, que en el hipotético caso de que el Atlético se convirtiese en un equipo ascensor, con la merma de prestigio, desmoralización y ruina económica que acarrea tal estado, que nadie dude ni un segundo que el gordo y los suyos no abandonan el palco ni a tiros.
En uno de mis peores sueños, que a nadie deseo, el mas angustioso y escalofriante de todos, se ve a Oscar Gil presidiendo el club dentro de unos años. Oscar Gil es la versión en peor de Jesús Gil. Miguel Angel se toma el club como un juguete que papá le regaló, Jesús Gil Marín ocupa un lugar en el palco, pero sus negocios están en la
política. Oscar además de ex-madridista declarado, obligado por las evidentes circunstancias, es la cara del siglo XXI de su orondo padre, mismos métodos, mismo discurso, iguales planteamientos dictatoriales. Verle sentado en el palco es una de las peores pesadillas que un atlético puede tener. En resumen, subir y bajar, convertirnos en un equipo del montón, de media tabla para abajo no garantiza ni garantizará la marcha de los Gil, al contrario, el club es suyo de por vida y por varias generaciones.
¿Y qué equipo puede armar el constructor de viviendas que se derrumban? ¿Qué se espera del Atlético en su regreso a Primera? Supongo que todos tenemos la misma respuesta y que por tanto todos esperamos lo mismo.
Para ese menester necesitamos un cambio total en la plantilla. Nos valen dos o tres jugadores a lo sumo de los que están en nómina a día de hoy. German Burgos, Fernando Torres, García Calvo y, tal vez, Luque y Dani, para mi gusto. Todo lo demás no es competitivo si queremos hacerle sombra al Madrid al Barca o al Deportivo, sin hablar del Valencia, el Celta, el Bilbao, y demás equipos que cada día son más fuertes. Nuestra Liga no debe de ser el resto de los equipos, los de media tabla para abajo, porque eso es coquetear con el peligro, y si analizamos las plantillas de los principales y más importantes, concluiremos que para luchar contra ellos necesitamos muchos cientos de millones para armar un equipo de garantías que les haga frente. Parece que esto no es la política del club, mas dispuesto a repescar a jugadores sin equipo, a jugadores a los que vence el contrato y a medianías de medio mundo que a dejarse 12.000 millones y fichar a jugadores de primer nivel. Además, ¿es que acaso pueden y quieren gastarlos?
Todos esperamos con anhelo la vuelta a Primera, pero para quedarnos al menos lo que queda de siglo. Con un Gil con medio pie en la trena, con un club medio intervenido al que se le fiscaliza cada peseta que gasta, nuestro futuro pasa inevitablemente por la marcha de la familia. Es absolutamente primordial que los Gil abandonen el Calderón de una vez
por todas.
Este debería ser el único objetivo de todos nosotros, empezando por la Asociación Señales de Humo.
Gato.
Forza.
En un principio solamente existía un color, el blanco, vestido por varias personas, de las cuales, un grupo reducido sentía grandes punzadas en el orgullo, por las malas artes y la poca entrega de sus compañeros. Tras lo que empezaron a sudar la camiseta de una manera increíble, tanto sudaron, dejándose la vida sobre el césped que un día, al poco tiempo, comenzaron a sudar sangre. La cual caía por su blanca camiseta, distinguiendo a estos hombres del resto. Viendo esto decidieron exiliarse, para demostrar al mundo lo que podía conseguirse solamente con el esfuerzo propio, partiéndose la cara en el barro y comiendo hierba, pero ya con las rayas rojas, que les diferenciaban de todos los demás con los que se habían encontrado.
Esto no es verdad, pero podía perfectamente haberlo sido. En esta columna me he propuesto no hablar de fútbol, sino del espíritu de este y más concretamente del mayor sentimiento que pueda existir en él, el club Atlético de Madrid, que no es un club de fútbol, ni una sociedad anónima deportiva, ni nada que no sea un sentimiento, un alma con vida propia, la esencia de todos sus incondicionales, que se reúnen en un templo, llamado Vicente Calderón. En honor de otro seguidor que llevo a este sentimiento a su máximo rendimiento deportivo, que no a su máxima expresión, ya que esa cota la alcanzó el primer día y la seguirá manteniendo hasta que le quede aliento al último de sus aficionados. En dicho santuario se reúne una amalgama de gente de toda condición, sexo, procedencia, unidos por dos colores, ¿quién no se ha abrazado allí a un desconocido cuyo único vinculo con uno mismo era la bufanda? ¿Quién no ha llorado por la consecución de algún titulo o por la frustración de algún fracaso? Yo recuerdo haber llorado dos veces en mi vida con lágrimas en rojo y blanco, que no fueron sino en la conquista de liga y copa y cuando volvía el año del funesto descenso del desplazamiento a Soria, cuando entendí que no teníamos ninguna opción por más que las matemáticas, todavía, no nos fueran definitivamente adversas. He visto gente de lo más variopinta hablar del Atlético en primera persona y desde luego es correcto, ya que el Atlético somos nosotros, nuestras almas, nuestras voces, nuestra fuerza... Nos une un amor por la entidad que nos lleva a hacer cosas que no haríamos sino fueran por el Atleti. Cuando piso ese bendito lugar, mi sangre, rojiblanca por supuesto, empieza a hervir y mi pulso comienza una frenética carrera con la razón, aunque esta ultima pierde siempre, tengo dos horas de ritual, ya pueden jugar mal, en segunda, con equipos de dudoso nivel y peores intenciones, que yo, con los demás, seguimos al pie del cañón, calentando el frío ambiente del Calderón convirtiéndolo en Caldera para infiernos varios (curiosa la similar apariencia de ambas palabras). En esta esencia puede verse el antiguo dualismo humano llevado a extremos, además del ya comentado frío/calor, podemos ver el de la grandeza de la institución y de la afición con la bajeza más impresentable de su máximo dirigente, nuestra perseverancia animando con la inconsistencia de nuestras estrellas (ya hace desde que un jugador se retira o se va del club con todos los honores debidos), y así hasta el infinito. Se pueden decir muchas cosas más, pero a este respecto por más que lo intente seguiré dando vueltas a lo mismo, malgastando palabras, que nunca llegaran a explicar lo que siento porque no es nada sencillo. Aunque el ejemplo más palpable es la historia que contó Ladis en la primera reunión de Señales de Humo, que se puede explicar cuando vio en uno de los servicios a uno de nuestros seguidores colgado de una tubería y ante la pregunta de rigor de nuestro compañero, -¿Qué haces ahí colgado? este le respondió algo parecido a " a ver si se rompe". Así que si hay que elegir alguna palabra que nos describa, yo elegiría fe, orgullo y cojones. Bueno como prometí no he hablado de fútbol, sino de un sentimiento, lo más grande que conozco y que ya forma parte de mi vida, mi alma y mi ser, de tal forma que ya pueden esperarme donde me toque ir tras la muerte, que como no tengan de esto... ...Atlético, ergo sum.
Escribe José Luis Domínguez en esta sección acerca de un pretendido realismo atlético. Y yo con todos mis respetos le enmendaría la plana. El realismo no existe cuando la cuestión a la que se adapta es opinable. El realismo es aplicable, por ejemplo, al arte, cuando una figura se representa como es “realmente” de acuerdo a lo que nos indican los sentidos y no deformada por la visión del artista. Pero ni siquiera el socorrido ejemplo del vaso con agua hasta la mitad puede considerarse fruto de un realismo cuando tratamos de explicarlo, ¿está medio lleno o medio vació?. Me perdonaréis esta pequeña digresión pero quería explicar que lo que José Luis expresa no supone ningún realismo atlético sino su opinión personal, que seguro que coincide con muchas otras...., pero no menos seguro que difiere con algunas más.
Por ejemplo, con la mía. Yo no soy tan pesimista. Yo no me creo lo negativo, (los fichajes de gente acabada), y dejo de creer lo positivo, (los fichajes de campanillas). Tampoco pienso que ya no volveremos a ser aquel club que perdió contra el Ajax, ni que haya que esperar ocho o diez años para ser un club puntero en Europa. ¿Los dos años anteriores al doblete, ¿alguien se podía imaginar lo que iba a pasar la temporada 1995/96? Y en sentido contrario, ¿quién se imaginaba que un par de temporadas después íbamos a bajar a segunda?. Podríamos remedar el célebre aria y decir que “la liga é mobile cual piuma al vento”. Y que todo puede suceder más deprisa de lo que pensamos. Hace poco expresé mi opinión sobre la situación actual del Atleti, (léase mi columna, “Movimiento en el Atleti”). La posible llegada de Gárate, bajo cuya advocación ando yo por estos lares, abunda en lo allí dicho. Yo creo que este Atleti del 2002 es muy distinto al del 2000 cuando el descenso a los infiernos. La evidente retirada del accionista mayoritario del día a día y de las decisiones deportivas, la tarea del tridente, Futre, Manolo, Tomás, la llegada de Luis, los cambios en el consejo de administración, más que de personas, de formas de hacer, la posible llegada de Gárate de una manera activa... Es mi opinión, pero creo que las cosas son muy distintas ahora. Y el odio a quien nos arrastró a la segunda división no debe cegarnos hasta el punto de distorsionar los hechos que se vienen sucediendo sin prisas, pero sin pausas. Me da igual la sucesión de causas que han llevado a esta situación mucho más favorable y de donde partió todo. Pero si no se invierte la tendencia, si se sigue con este avance paulatino, creo que las cosas van por buen camino. De hecho el que Futre una y otra vez diga que no se va a fichar hasta que no se tenga asegurado el ascenso, pero sin dejar de moverse por el mercado, es de lo más sensato que ha ocurrido en el Atleti últimamente. No se puede vender la piel del oso antes de cazarlo, lo que no quiere decir que no se empiece a buscar compradores. El que los intoxicadores de la canallesca anden a la que salta y se metan por medio a enredar no debe ser problema. Con eso supongo que ya se cuenta: ni puto caso. Yo sí tengo esperanza de que si el lobo no se despierta y lo desbarata todo el año que viene puede ser un buen año de transición. Porque ni se trata de pensar que hacen falta ocho o diez años para levantarse, hoy en día no se planifica a tan largo plazo, ni creer que de un año para otro estamos en condiciones de ganar la liga. Por lo demás no tengo ningún motivo para pensar que Futre y compañía no saben lo que hace falta para el próximo año. Aquí nos dedicamos a facilitarle la tarea señalándole nombres a troche y moche. Pero lo importante es que él y su equipo sepan que fundamentalmente este equipo necesita organizadores en el medio campo, que destructores ya tenemos, dos laterales titulares algo más enterados que, los actuales que, eso sí, podrían servir de buenos suplentes, mejorar la banda derecha, (dando por supuesto que en la izquierda Stankovic va a tener mejor rendimiento en primera), y un delantero centro de cierta categoría para acompañar a Torres. Los nombres hay que ponerlos en función de cómo ande el mercado. Que una cosa es lo ideal y otra la cruel realidad. Algunas personas de las que han llegado últimamente al Consejo de Administración, creo que saben las cantidades que responsablemente se pueden gastar para no pasarse ni quedarse cortos, quiero decir que saben gestionar. Y si Futre se mueve de una manera mínimamente eficaz, y parece que sabe hacerlo, puede resultar un buen equipo para iniciar la escalada. En definitiva, mi opinión es que parece que vamos por un camino correcto. Solo una eventual vuelta del accionista mayoritario a la gestión diaria podría dar al traste de nuevo con esta remontada que hemos iniciado. Tal vez habría que comprar una jaula, meterlo dentro, y llevarlo a Valdeolivas a esperar que salgan las resoluciones judiciales. No vaya a ser que le entre el delirio de regresar.
Con este título tan poco atlético comienzo una reflexión producto del tedio y aburrimiento futbolístico al que estamos siendo sometidos por nuestro querido Club y por esta segunda división española.
Esto ya es de pena, no sólo las actuaciones del Atleti si no el resto de partyidos de segunda. ¡Qué miremos la tele para ver como quedan el resto de partidos y nos alegremos de empates o derrotas de equipos como el Xerez, el Recreativo, el Albacete y otros más es un baño de realismo!
De realismo atlético. Y a eso nos debemos atener y no dejar nublar nuestra vista con el humo que se empieza a lanzar desde la prensa y desde el Club no se despeja.
Lo de recuperar a Hasselbaink, ya nos han dicho desde Inglaterra que son ilusiones; lo de Vieri no nos lo creemos ni 100 veces borrachos; lo de Javi Moreno nada de nada, ni aunque empaquetemos con papel de regalo a Torres y así más y más: Eso es la realidad. Quizá algo de realidad tenga lo de Riquelme, pero lo dudo.
Ahora, eso sí, esos rumores sobre jugadores que acaban contrato, jugadores con problemas en sus clubes actuales y todas esas cosas, eso sí me lo creo. ¿Por qué? Por la actual situación del Club, por las características de los Gil y porque creo que nunca volveremos a ser un Club como lo éramos: dejamos de serlo el día que el Ajax nos eliminó de la que tendría que haber sido nuestra primera Champion.
Quizá, y con suerte, en 8 ó 10 años volvamos a ser algo en el fútbol europeo mientras andaremos arrastrándonos con la vítola de ser el tercer equipo de España, ahora mismo somos el vigésimo primero. Y mientras los Gil siguen sacando dinerito del Club.
Confieso que no me hacía ninguna gracia la pachanga del día 2 en el Cuernabéu. Siempre creí que el Gordo había humillado, cual ejemplar de Valdeolivas, ante la planchada muleta que le habían puesto al alimón entre Manzano y Florentino y que, por cuatro perras de esa entelequia que es 'Madrid 2012', había aceptado poner los payasos en ese circo de tres pistas que va a ser el dichoso centenario del trampas.
Y con esa convicción me senté a ver el partido con la resignada devoción del que no puede vivir en paz si su Atleti está jugando. Todo se ceñía al guión previsto, cánticos insultantes de quienes no sienten ningún pudor en copiar literalmente melodías y letras del Frente, árbitro casero (la incorporación de la mujer al arbitraje tampoco va a arreglar esto) y el gol de Raúl a los diez minutos que, al final, siempre nos hace acordarnos de la madre que parió a Rubén Cano.
Todo sucedía de tal modo que tuve que hacer serios esfuerzos para no caer en la tentación de apretar el botón del mando a distancia. Sólo la compañía de un veterano atlético que, de vez en cuando, me cuenta los partidos que vió en el Metropolitano, me hacía mantener el tipo y aguantar frente al televisor. De repente, vi como un jugador del Atleti peleaba a muerte un balón en el centro del campo ante Hierro y porfiaba con él sin importarle que el partido fuera amistoso o que cualquier agresión del 'locuaz' central blanco es invisible para los árbitros en España. El pésimo realizador de la retransmisión cerró el plano y pude ver al Niño encarándose con el anciano disléxico. Al ver los ojos de Torres supe que merecía la pena seguir viendo el partido, al menos, mientras el siguiera en el campo. No me equivoqué. Cuando el narrador y los comentaristas (para lo que has quedado Pichón) se relamían ante la ventaja vikinga al llegar el descanso, don Carlos Aguilera metió un balón en el área para que el Niño lo cruzara a las redes del trampas. Ahí empezó lo mejor. Fueron sólo unos segundos, pero la celebración de ese gol tiene que ser algo más que el comienzo de una etapa.
El Niño, con un par, desafía al Fondo Sur de la Pocilga y con el puño cerrado agita la mano hacia su pecho en un gesto de orgullo que muchos ya habíamos olvidado. Incluso, los habitantes del corralillo que ha montado Florentino tras la famosa portería desmontable, sabían que aquello era algo más que un gol en un partido amistoso.
Seguí viendo el partido hasta el final, pero era imposible superar aquello. Reconozco que, por primera vez, no me importó perder con el trampas.