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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Fechas, glóbulos, nuevos tiempos (II)

El día 25 de Septiembre de 2016 Ana Quiteria Narváez Escudero acudió a la cita que le había propuesto el director del colegio de sus hijos, los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez, de cinco años y tres días de edad. Era una visita rutinaria, cumpliendo con el turno que a todos los padres asignaba el colegio para hablar de los alumnos recién llegados.  Los gemelos acababan de volver a  las clases hacía poco más de dos semanas y aún así el director quería verles. Algo le resultaba raro.

Ana Quiteria Narváez Escudero dio a luz a los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez el día 22 de Septiembre de 2010 en la Maternidad de la calle O'Donnell, cerca del Retiro. Al ser gemelos y nacer sin cesárea, el parto despertó el interés de varios médicos, que se arremolinaron en torno a la madre en el momento del parto. Ana Quiteria Narváez Escudero miraba los rostros de la docena de especialistas que, sin ningún pudor y sin pedir permiso, clavaban sus ojos en su zona más íntima durante el momento más íntimo de su vida. Nerviosa, Ana Quiteria Narváez Escudero empezó a sentirse mal, a perder la conciencia, a marearse. Una complicación del parto unida a la ansiedad de la madre derivó en una complicación aún mayor. El parto fue aparatoso y muchos de los médicos que acudieron a ver el inusual acontecimiento terminaron por ayudar al doctor que lideraba la operación. Ana Quiteria Narváez Escudero dio finalmente a luz a dos niños robustos y pelones que gritaban con fuerza mientras a su madre le abandonaba el sentido, pero antes fue necesaria una copiosa transfusión de sangre que insuflara vigor a los que venían al mundo. La madre quedó exhausta y fueron necesarios varios días de reposo hasta que Ana Quiteria Narváez Escudero pudiera sujetar por sí misma a los niños cuyo futuro se discutía ahora en el despacho del director del colegio.

Al entrar en el despacho del director, Ana Quiteria Narváez Escudero estaba algo más calmada. Algo en el gesto del director le decía que las cosas no iban mal, pero sabía que algo preocupante, o al menos sorprendente, le iban a decir. Así fue. El director tenía algo que decirle, ni malo ni bueno, sólo algo que decirle.

Desde su entrada en el colegio, los gemelos Pablo y Mario Caminero Narváez se mostraron distintos a los demás niños. No hacían lo que todos, no les gustaba lo que a todos. No eran conflictivos pero sí distintos: no les gustaba ir por donde iba el resto, no querían las mismas cosas, su personalidad era poco común. No se llevaban mal con los demás pero tampoco se llevaban todo lo bien que cabría esperar. Los profesores tenían la curiosa impresión de que esos niños tan pequeños con esas personalidades tan definidas sentían que el resto de niños no les comprendían. Más aún, era evidente que eso no les importaba lo más mínimo.

Al final del curso anterior, primero de pre-escolar según el nuevo plan adoptado por el flamante gobierno del partido Ciudadanos Hartos Aunque Tranquilos, ya habían advertido una aceleración en la definición de su curiosa personalidad. Habían decidido esperar a la vuelta del verano para ver si habían vuelto a la normalidad.  No era así. Sus peculiares rasgos se habían acentuado. En clase hacían preguntas pertinentes en el fondo pero impertinentes en la forma y el momento, que incomodaban a los profesores en un grado insólito para niños de esa edad. Reflexionaban sobre lo que les explicaban en términos poco comunes para las preocupaciones del resto de niños de su clase: lo justo y lo injusto, lo digno y lo indigno, lo noble, lo mezquino, lo admirable, lo triste, lo merecido y lo injustamente regalado, el porqué lo fácil no siempre es preferible a lo difícil. 

Ana Quiteria Narváez Escudero escuchó atentamente al director. Cuando éste hubo acabado, le preguntó si aquello era un problema. El director dijo que no, pero que al ser tan inusual querían comentarlo a los padres, al menos para advertirles. Le preguntó si éste era un rasgo común en su familia o en la del padre de los niños. Ana Quiteria Narváez Escudero respondió:

  • - En absoluto. Tanto su padre como yo tenemos una personalidad totalmente distinta a la de los niños, a quienes, por otro lado, conocemos perfectamente. Y además nos gusta mucho cómo son. Adiós.

Ana Quiteria Narváez Escudero se despidió amablemente del director y se fue a buscar a sus gemelos. Cuando los encontró estaban pintando letras rojas en un gran trozo de tela blanca.

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Posted: mar 24 2008, 03:15 por admin |
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