No me gusta dorar la píldora a nadie (quizá no entienda usted esta expresión por ser genuinamente española o "gallega" cómo dicen ustedes), pero ayer vi jugar a mi equipo, vi a un equipo de verdad (cómo dice el acorde de nuestro himno), ese que usted escuchó ayer y no por megafonía precisamente.
Por eso, por habernos regalado ese buen rato, esos buenos noventa minutos, por habernos hecho felices durante la noche de ayer a muchos atléticos, por hacernos felices, por hacer que al menos un lunes sea distinto a los demás, por hacer que todos volviéramos henchidos de satisfacción a nuestra casa. y por hacer que los niños rojiblancos puedan ponerse con alegría su camiseta para ir al colegio, por eso gracias don Carlos.
Le pido humildemente que usted esté encima de sus jugadores siempre, para que siempre luchen de principio a fin y para que lo que ayer vivimos sólo sea el principio de lo que esperamos sea una gran temporada.
No, no crea que le voy a exigir títulos, que le voy a pedir la victoria siempre, porque los atléticos sabemos mejor que nadie que eso no siempre es posible, pero si le quiero decir a usted que trabajen, que trabajen duro, para darnos más satisfacciones.
Ahora toca San Sebastián, confío en usted. Que siga la fiesta por favor.
Hay mucha gente que está pendiente de lo que ustedes hacen de lunes a domingo, que aman esa camiseta, ese escudo y que son esclavos de un hermoso sentimiento.
Porque somos eso, esclavos, no de una victoria, sino de un sentimiento.
No lo traicione.
Quienes han escuchado o leído que esta temporada el Atleti tiene un equipazo, pues durante julio y agosto el club trajo cuatro o cinco jugadores con los que los aficionados colchoneros “no podían ni siquiera soñar” (¡auténtico!); quienes vieron cómo el otro día Miguel Ángel Ruiz sostuvo por TV, contra toda evidencia, que Zahínos es un proto-crack, Luccin, un futbolista extraordinario y a Valera le aguarda un papel protagonista en el balompié español (¡sic!), deben de andar perplejos ante el pobre arranque del Atleti. Yo les recomendaría que no se dejasen engañar por la propaganda y la mercadotecnia; tampoco, por un par de marcadores adversos. El Atleti tiene –en opinión del propio Bianchi– un equipo “correcto”, lo que, con suerte, le puede servir para luchar por el tercer o cuarto lugar de la tabla. Que ahora viaje en la cola del pelotón quizá sea algo puramente circunstancial, y me atrevería a decir que fruto del tipo de entrenamiento al que lo ha sometido su coach.
Bianchi sabe, como todos los preparadores que retrasan deliberadamente la plena forma de sus cuadros hasta el segundo o tercer mes de competición, que sus jugadores van a sufrir durante las primeras jornadas. Quizá Bianchi esperaba capear el apuro inicial con una mezcla de carácter, oficio y buena suerte. El problema es que el Atleti padece una crónica falta de confianza en su valía y, al menor revés, suele hundirse. Los futbolistas rojiblancos de hoy son poco cancheros y muy proclives a la desmoralización –vicios que han arraigado en el club por culpa de sus torpes dirigentes–, y, si no llegase pronto el triunfo, no sería insólito que las bravatas de la pretemporada diesen paso al abatimiento generalizado. (De hecho ya han vuelto a circular las consabidas explicaciones a base de gafes, meigas y pupas mil. Pero los que creen en tales cosas no deberían exigir un mister capaz sino un brujo; Bianchi no lo es.) El domingo le espera al Atleti un partido clave. Si lo gana, volverán la euforia y el desquicie. Si lo pierde, arreciarán las críticas al entrenador. El término medio es tan aburrido y el análisis, una disciplina tan árida.
Qué le vamos a hacer, España volvió a pinchar. Lo siento especialmente por Luis, que es un hombre sensato —affaire Henry aparte— y un entrenador solvente, y por Casillas, que casi nunca yerra y la otra noche lo hizo. (Ahora bien, cuando el portero se equivoca casi siempre lo paga. En un juego tan colectivo como el fútbol, el guardameta está solo —incluso viste diferente— y por eso desempeña a menudo el papel de héroe o de villano.)
Qué pena, porque la primera parte de la selección, con Raúl en plan líder, valía el triunfo. Tras el descanso, sólo Xavi Alonso mantuvo la tónica excelente del inicio. No es extraño que fuesen precisamente Raúl y Alonso los mejores del conjunto nacional: su mezcla de virtudes físicas y técnicas es aceptable. Xavi Hernández, Vicente y Tamudo —por ejemplo— son bulliciosos y listos, pero tienen poca fortaleza; a Joaquín y Torres, propietarios de un físico superior, les falta criterio y les sobra irregularidad; para colmo, a la hora del disparo se ofuscan. No, no acabamos de dar con el jugador completo, con el superclase absoluto. (Raúl y Alonso se aproximan, pero tampoco llegan.) En el combinado español hay juventud, hay ánimo, hay velocidad, hay clase —aunque tampoco sobra—, pero no poseemos un Zidane o un Ronaldo (y me refiero al Zizou de la Juve o al Roni del Barça). Es así y no hay que darle más vueltas. Con todo, soy de los que opinan que España puede hacer un buen Mundial, a condición de que crezca un poco y, por supuesto, de que logre el billete. Una palabra sobre el Calderón. Hirvió igual que para el Atlético, y el público se fue abrazado al vacío, como suele ocurrir con el cuadro local. La temporada pasada lo llenó el anhelo de vencer… ¡al Osasuna!, una noche menor. El España-Serbia también lo era. De haber ganado, no hubiera habido razones para la euforia, pero la cosa terminó en empate. Los aficionados iban mascullando, Paseo de los Melancólicos arriba: ¡Ay, esta España!, ¡esta España! Puro Atleti de otras épocas; ¡si hasta el árbitro nos birló un penalti!
Uno de los consejeros económicos del Atlético de Madrid, Fernando García Abasolo, ha concedido una entrevista a EFE en la que formula una serie de consideraciones peregrinas acerca del pasado, el presente y el porvenir de la entidad. En sí mismas, las palabras del señor Abasolo no difieren mucho —como es lógico— de las acuñadas por el gabinete de intoxicación del club y propagadas con terquedad por la prensa afín. Todo cuanto expresa gira alrededor de una de las virtudes cardinales del catecismo: la esperanza; aunque la gran diva oculta sea su homóloga: la fe. (Empero dudo bastante que ambas se nos suministren por caridad.) En todo caso, la transcripción de las palabras del citado Abasolo es muy poco católica: se habla, por ejemplo, de la judialización (sic) del Atleti, pero no creo que los magistrados del Supremo gasten kipá, ni vayan de vacaciones a Jerusalén. Aquí Abasolo tuvo un lapsus: explicó que al Atleti le habían perjudicado mucho dos factores: la intervención judicial y los dos años en el Infierno. ¿Le van a reprender Cerezo y Gil Marín por haberse referido a esos dos avatares como si no tuvieran ninguna conexión entre sí, cuando la doctrina oficial los vincula? (Según el tándem glorioso, el Atleti bajó porque los jueces lo allanaron.) Abasolo sostiene que, durante las dos primeras temporadas tras el retorno a Primera, se “cometieron errores”, fallos debidos al ansia por devolver al Atleti al lugar natural que le corresponde, aunque por fortuna corregidos ¡en los dos siguientes ejercicios! ¡O sea que el año pasado se acertó con los fichajes! Pues menos mal porque, de otro modo, habríamos vuelto a la morada de Lucifer. Y en cuanto al asunto del lugar natural y la prisa, me gustaría que Abasolo nos resolviese dos misterios: ¿quién nos guarda el sitio? y ¿cómo se puede aludir a la impaciencia para justificar los errores cometidos durante las nueve últimas temporadas? Pues el Atleti nunca pasó del quinto lugar en la Liga desde el bicampeonato de 1996 (y los ejercicios que precedieron al annus mirabilis fueron, en su inmensa mayoría, casi tan anodinos o nefastos como los que vinieron después). Por lo demás, la campaña de bravatas y dislates sigue a todo vapor. El gran Zahínos está feliz porque Bianchi confía en él; todo el mundo vive pendiente del fabuloso Gabi; en Europa nos respetan; en Argentina nos idolatran; las ofertas por Torres rebasan ya los 40 millones de euros; en diciembre traeremos dos o tres cracks; hay manifestaciones en las calles de Wolfsburgo por la fuga de Petrov y el juego desplegado por el equipo ante el Zaragoza fue maravilloso. Ah, y tenemos gol, muchísimo gol; lo afirma el Niño y no se hable más. Cómo se nota que el cuero aún no ha rodado lo suficiente.