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SENTIR ROJIBLANCO
Hola a todos. Me presento, soy Nacho Chinasky y hace unos días decidí escribir a Señales de Humo un texto explicando por qué era del Atleti o más bien por qué no podía ser nada más. Ya había pensado escribir hacia algún tiempo, puesto que sigo el discurrir de la web (sinceramente creo que es la mejor que hay sobre nuestro amado equipo), pero por motivos de trabajo y tiempo no había podido hacerlo antes. Después de recibir y leer el artículo, José Luis me ha ofrecido la posibilidad de escribir una columna más o menos fija en la que pueda expresar mi opinión sobre los sucesos rojiblancos y en la que recuerde muchos de esos momentos de éxtasis y sufrimiento que he vivido a lo largo de mi vida rojiblanca. Los momentos de sufrimiento y dolor son insoportables cuando se producen, aunque lo cierto es que, a la larga, son los que más se recuerdan, o por lo menos, son los que te hacen querer más al Atleti. ¿Por qué? No estoy seguro. Probablemente por ese sentimiento seudomasoquista que cualquier buen aficionado al Atleti debe poseer, o tal vez, porque esos momentos de sufrimiento suelen venir de situaciones realmente injustas (bien porque se producen mediante robos descarados, bien porque son injustos en su propia naturaleza, el típico “jugamos como nunca, perdimos como siempre”, o bien porque proceden de manipulaciones o actuaciones injustificables de los medios de comunicación o de los poderes fácticos de, iba a decir nuestro país, pero actualmente vienen más bien por parte de nuestro ayuntamiento o comunidad). Ésta segunda causa hace que los atléticos tengamos ese punto de rebeldía inexistente en el resto de aficiones, imprescindible tan bien para ser un buen rojiblanco, o mejor dicho, intrínseco a cualquier rojiblanco de verdad.
En el texto de “¿Por qué soy del Atleti?” enumeré los momentos cruciales a lo largo de mi vida rojiblanca, hechos que se me quedaron grabados a fuego y que hicieron que mi pasión por estos colores fuera en constante aumento. Evidentemente hay muchos más, pero tampoco quise extenderme demasiado porque para esa sección, creo que mi texto ya era demasiado largo. Probablemente los aficionados con más años a las espaldas que yo, echaran de menos otros momentos que probablemente para la historia global del Atleti fueron tan o mucho más importantes, pero no eran los míos. La final con el Bayer, el famoso robo de Guruceta, la final de la Recopa con la Fiorentina, el histórico día (por lo que me han contado) que obtuvimos la Interconental contra el Independiente a falta de cinco minutos para el final (cuanto lamento haberme perdido ese momento), son sólo algunos ejemplos de grandes y pésimos momentos que no cite. Pero cuando pienso en esos momentos mi cabeza rojiblanca siente gloria o pesar porque completan nuestra brillante historia, pero mi corazón se queda más o menos frío. El Atleti no consiste sólo en ver partidos de fútbol, hay que sentirlo, hay que vivirlo, y yo todos esos momentos no los viví, por lo que no forman parte de mi colección de grandes recuerdos.
Pero para seguir recordando, recuerdo una de mis primeras visitas al Calderón siendo todavía muy pequeño (apenas tendría seis u siete años). Fui con mi abuelo y con mi hermano (una oveja negra, por decirlo de alguna manera suave, porque a fin de cuentas es mi hermano, aunque el corazón en ese sentido me invita a llamarle de otra manera). Desde una semana antes había estado pensando constantemente en el partido. Me lo imaginaba una y otra vez (joder, han pasado casi treinta años y todavía lo recuerdo con una claridad meridiana, a eso es a lo que refiero). El estadio, las luces, los colores, el olor. Ya había ido muchas otras veces al campo, pero la diferencia estaba en que siempre había ido de día, por la mañana o a las cinco, pero nunca había asistido a un partido nocturno (en aquella época era más bien raro que se jugara un partido por la noche y además yo era pequeño para poder campar por el mundo a esas horas). Pues bien todo lo que había imaginado quedo pequeño. El verde espléndido del campo, el estadio inmenso (fuimos al anfiteatro y yo todavía era muy pequeño por lo que me parecía todo mucho más grande), la mezcla de olores. El olor a hierba, a puro, a pólvora. La gama inmensa de colores sobre los que predominaban el rojo y el blanco de las bufandas y las banderas. Todo era espectacular. Pero lo que se me quedo grabado por encima de todo fue la salida al campo de los jugadores y sobre ellos, como con vida propia, la camiseta rojiblanca, esa camiseta que me he puesto tantas veces con verdadera veneración. Allí no me di cuenta porque era demasiado pequeño y todavía me dejaba deslumbrar demasiado por el alo de grandes estrellas de los jugadores, pero luego he entendido que lo único que importa es esa camiseta y la gente que la veneramos con auténtica reverencia desde la grada. No importa que mercenario se la enfunde, aunque desde luego siempre será mucho más bonito que la lleve un chaval como el que vio todo aquello, que la sienta y que la idolatre, que un desertor o un mercenario. No importa cuantos millones cueste alguien que quiera ponérsela y que le jure amor eterno por un puñado de dólares (y nunca mejor dicho, ahora todo se paga en dólares). No importa quien intente ser el dueño del club, ni quien intente aprovecharse de él para su propio beneficio (nos guste o no siempre ocurrirá, es la ley de la jodida vida). No importa que estemos en primera, en segunda o en tercera (ahora si ocurre, os juro que los lincho), lo único que importa es eso, nuestro escudo, nuestra camiseta, nuestros colores.
Y desde aquí hago un llamamiento a todos para que luchemos contra las injusticias, contra los mercenarios, contra los directivos y contra todo lo que intente perturbar el buen nombre y lo que representan esos colores. Podemos hacerlo, somos el Atleti, como reza la canción, “nosotros somos el Atleti”, somos la grada y la grada está siempre obligada a dictar sentencia. Pero no lo olvidemos, nosotros no podemos fallar. Si fallamos, nos fallamos a nosotros mismos, fallamos a nuestra esencia, fallamos a lo que más queremos, fallamos al Atleti. No debemos permitir que la temporada que viene el Calderón este medio lleno los primeros partidos (el año pasado fue así) y nos dediquemos a increpar a la tribuna en vez de animar. Tenemos que conseguir que sea un fortín como lo fue durante la segunda vuelta (salvo el desastroso día del Murcia, aunque creo que fue más motivado por la ansiedad, la necesidad, la urgencia y las prisas, que por falta de animación o esfuerzo). ¿Vosotros sabéis lo que es para un futbolista del Nástic o del Egido (por cierto, a éstos espero que los recibamos como se merecen, es decir, como verdadera basura, sino preguntadles a nuestros chavales), salir a un estadio como el nuestro con 50.000 almas rugiendo? Se lo tienen que hacer encima. Tenemos que conseguir que el añito en el infierno lo sea para los visitantes, no para nosotros.
Vislumbro buenos mimbres (sobre todo si nos hacemos finalmente con “el Chelo”, porque especialmente Colsa, Jesús – para los que no les conozcáis, yo lo que le he visto bastantes minutos, y veo mucho fútbol, y me ha gustado bastante, rápido, fuerte y con regate, aunque no sabe centrar-, Garcia Calvo (es medio vikingo, pero no deja de ser un mercenario más que sabe jugarla) y sobre todo Stankovic –creo que su fichaje es un grandísimo acierto, tiene un guante en la zurda y estoy hasta los huevos de ver como durante años nadie ha sido capaz de sacar cómo Dios manda un corner o un libre indirecto – (otro día dedicaré una columnita a las cualidades técnicas de los futbolistas, son patéticos, la verdad) – Necesitamos como el agua a Movilla o a un tipo similar, pero Movilla sería perfecto porque está muy acostumbrado a hacer jugar a un equipo en segunda. La temporada del Málaga en segunda daba gusto verles jugar y estaba acompañado por siete u ocho amiguetes. Cubillo me gustaría que triunfara, porque además es amiguete mío, pero no acabo de verle cogiendo las riendas. Tiene dos problemas complementarios y no son técnicos: le falta carisma para echarse el equipo a la espalda y cuerpo para ser un guardaespaldas de lujo tipo Vizcaino).
Yo estoy convencido que subiremos a primera y volveremos a ser un grande, y volveremos a luchar por la liga y, probablemente, pueda sentir de nuevo no lo mismo que sentí el año del doblete, porque eso es imposible, pero sí una alegría enorme, y lo celebraré con todos vosotros, porque en el fondo somos como una gran panda de colegas a los que sólo nos une una cosa, pero esa cosa es la más importante de nuestra vida. Y más adelante, seguro, algún día ganaremos la Champiñones Luis, y ese día dejará de llamarse así y pasará a llamarse la gloriosa Champion Luis (esperemos que nos aguante hasta entonces).
En relación a esto último, otro dato fundamental es que debemos impedir por todos los medios que a los Gil les de
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ago 15 2001, 12:00
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Chinasky
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