Madrid, el Atleti, los madrileños y el gilismo IV (14/11/2002)
4.- El gilismo
Gregorio Jesús Gil y Gil: casado, constructor, inmobiliario, ex-alcalde de Marbella (expulsado por sentencia), ex-político, ex-presidiario, ex… presidente (¡eso quisiera el que suscribe!) del Atleti. Nacido en Burgo de Osma pero “madrileño de Castilla la Vieja”, aunque es obvio que su personalidad no refleja las características “integradoras” de los unos (sí tal vez, con hache, de los “hotros”: los de Atila) ni la adustez y el culto del valor a la palabra dada que se suelen atribuir a los castellanos. Su estilo está basado en el engaño, el insulto y la mentira. Supongamos que cuando ganó las elecciones sus votantes no supiesen cómo era, seducidos por los cantos de sirena de sus promesas, sus “gracias” deslenguadas y sus retos bravucones. Se podría decir por ello que sus tretas y “malas artes” dieron el resultado apetecido, colocándole en la presidencia del club sin que sus “consocios” lo hubieran deseado, al votar a un hasta entonces ignorado ignorante que les prometía esplendor sobre la hierba, patrimonio y poderío.
Quince años después, todavía no está claro si su peculiar idiosincrasia (que ya no puede ser negada por nadie) es valorada por el conjunto de aficionados “colchoneros”, y si estos quieren ahora cambiar de Presidente. Para “triunfar”, Gil tuvo que ser votado, tuvo que hacerse con la mayoría de acciones de la SAD, y para seguir haciéndolo tendrá que ser absuelto ahora de las graves acusaciones que penden sobre él en el juicio pendiente de sentencia. Ocurra lo que ocurra, el Atlético de Madrid no volverá a ser lo que era, habrá un “antes” y un “después” de su mandato. De las secuelas que nos deje el virus del “gilismo” dependerá en gran medida la salud o el malestar del futuro rojiblanco. Todos los aficionados “colchoneros” tenemos algo de culpa por el hecho de que Gil y sus miasmas continúen “infectándonos”. En primer lugar, la tienen los que le aplauden, los que piensan y actúan como él. Pero también los que no nos opusimos, con todas nuestras fuerzas, al “gilismo”: los que no dijimos nada cuando vimos una bandera nazi en las gradas del estadio Calderón, los que no nos quejamos cuando la bandera española aparece con el escudo preconstitucional, el del régimen que indultó a Gil. Cosas pequeñas, que a veces se demuestran importantes.
Somos “culpables” los que callamos cuando expulsó a los primeros socios, por el “grave delito” de habérsele opuesto en las elecciones. Seguiremos siéndolo si no movemos un dedo para intentar salvar a nuestra triste SAD, si no nos agrupamos y permanecemos indiferentes ante su incierto futuro. Si no buscamos soluciones A no ser que queramos que el Atlético de Madrid desaparezca y pase a formar parte de los sueños que nunca llegan a cumplirse, que represente un ejemplo de lo que pudo haber sido y no fue. Y que, cuando la vejez nos alcance, recordemos al Atleti: el de don Vicente Calderón, el del Metropolitano, el del gran equipo de balonmano…. como parte de una ciudad que también fue una quimera. Desterrados de los estadios, con un único equipo madrileño campeón, que jamás será el nuestro: por no tener el mismo espíritu, diremos a nuestros nietos: “Mi equipo ganó la Copa Intercontinental. Me sabía la alineación de aquella noche de memoria. Yo también tuve una casa en África…”
De la que salieron, entre otros, Jorge Alberto Mendoza, Miguelito Jones y Larbi Ben Barek. Y de la que espero nos continúen llegando, en cuanto se acabe la pesadilla, jugadores no menos relevantes.