Vuelve el murmullo al Manzanares (11/12/2002)
Cómo nos gusta analizar todo en el fútbol!
Las tácticas, el entrenador, el rival, los jugadores... Que si el tamaño del campo nos favorece, que si la lluvia nos viene mal para nuestro juego, que si ese jugador es bueno pero no centra bien, que si el de más allá tiene reflejos pero no llega al larguero, que si el entrenador sacara a este jugador en banda y pusiera al otro como media punta facilitaría que aquél otro entrara desde más atrás y así sorprender al rival, etc., y claro, cada uno tenemos nuestra propia teoría; todos sabemos de fútbol y nos creemos cargados de razón, es más, nos sorprende que los demás no consigan verlo tan claro como nosotros.
Pero, de pronto, surge algo o alguien que desbarata todos estos análisis cerebrales (más propios de la libreta de Van Gal que del sentimiento rojiblanco). De forma espontánea, sin premeditación, emerge de repente y se convierte en algo maravilloso.
Me refiero al murmullo, a ese murmullo que empieza a surgir de las gradas del Manzanares cuando Fernando Torres coge la pelota. Da igual si está de frente a la portería o está en la banda. Todo el mundo se incorpora y de inmediato comienza a oírse el zumbido; un murmullo que va en crescendo desde que detiene la pelota, encara al rival, se marcha por velocidad o por potencia, o simplemente se va aproximando la portería rival.
Es algo que no había vuelto a escuchar desde la aparición de Paulo Futre. Aún recuerdo cuando cogía el balón en cualquiera de las dos bandas y generaba la misma expectación que ahora está empezando a generar el Niño. En honor a la verdad, hemos tenido grandes jugadores entre ambos, pero han despertado sensaciones distintas: interjección admirativa con Kiko (ohhh!), aplauso espontáneo con Caminero (plás, plás, plás), exclamaciones de gol con Vieri o Haselbank (goooool!), de alivio con Molina o Burgos (uffff!), etc., pero ese murmullo sostenido, expectante, que finaliza con un “¡jóder, qué bueno es!” hacía mucho, mucho tiempo, que no lo sentía.
Saludos colchoneros