Casa con una habitación menos (27/05/2003)
Los acontecimientos se han acelerado. Probablemente, el primer anuncio de retirada de Gil encerraba trampas. Los Gil soñarían con aplicar la frase que Tomasi di Lampedusa ponía en la boca del principe Fabrizio di Salina en "El Gatopardo": Cambiar para que todo siga igual. La presión de la justicia, de las élites políticas y la amenaza de un estallido popular les estaban llevando al repliegue.
Evidentemente, la maniobra del entorno Gil consistiría en abrir un vacío de poder, sacar a la luz la deuda en toda su dimensión, provocar el pánico y aguardar al clamor popular suplicando por la vuelta de un caudillo, lo que dejaría en bandeja seguir presentes mediante testaferros.
Pero comienzo a pensar que se ha abierto una vía de agua que ya no se puede tapar y que se agranda por momentos. La presentación de la Alternativa lo corrobora. Vaya aquí la felicitación que merece José Luis y toda la gente que se está dejando la piel en esta lucha. Tengo la certeza de que los Gil buscan ahora ya no el poder, sino todo el dinero que puedan.
Existen muchos motivos para la esperanza, pero miremos un poco al día después. A falta de más información, destaca el hecho de que la principal figura de las élites políticas y económicas que se ha aproximado a la oposición haya sido Ignacio del Río -el presidente de Addecco no ha tenido tanto protagonismo- . Sabiendo que el fútbol es un negocio en crisis; que los ayuntamientos son el nicho ecológico preferido de las inmobiliarias; que el Club posee inmuebles demasiado golosos; que la primera propuesta pública para saldar la deuda ha sido la posibilidad de venta del Calderón. Y según lo mal pensados que seamos, podemos suponer que esos intereses inmobiliarios nos pueden dejar tirados más tarde o más temprano, una vez que hayan obtenido lo que deseaban.
Señales de Humo ha adquirido una responsabilidad moral en la medida que ha mantenido encendido el fuego de la oposición, es el único referente con un programa y que ha sido el aglutinante de lo que vendrá después de Gil. Se está obligado, pués, a proponer soluciones. Siendo realistas, la pregunta es: ¿Qué vendemos? ¿Estadio o a Torres?
Un economista diría sin dudar que se vendieran jugadores: los futbolistas se devalúan con la edad; las propiedades inmobiliarias se revalorizan con el tiempo. A cualquier aficionado se nos parte el alma con la pregunta, sin embargo.
Yo estoy, en la actualidad, buscando casa para comprar y, del presupuesto previsto, reservaré un millón de antiguas pesetas para la adquisición de acciones. No es la receta lógica que propondría el economista: supone una habitación menos.
Pero también son necesarias las ilusiones. Sin ellas, lo que venga no funcionará.
ATLETICO SIEMPRE