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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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Un cuento (19/07/2003)

Había una vez un padre que tenía un hijo de los denominados del montón. Casi nunca ganaba a los demás, pero precisamente por eso cada victoria de su hijo la celebraba con un sentimiento y una alegría muy superior a la de sus vecinos los ricos y guapos. Así transcurrió su infancia; con bastantes derrotas que le hicieron fuerte en su debilidad y con algunas victorias que le permitieron volverse humilde para con el enemigo. En definitiva, casi nunca ganaba guerras, pero saboreaba mejor que nadie la victoria de las batallas.



Un día el hijo tuvo un accidente. Al principio el padre creyó que fue un atropello casual, pero con el tiempo descubrió que el conductor, un rico potentado y ostentóreo ni siquiera paró para auxiliarlo. El hijo no sólo quedó maltrecho sino que no volvió a ganar nada, sus enemigos se reían de él e insultaban despreciándole. Y, como todos a los que Dios nos ha dado la bendición de la paternidad, el padre se volcó con él, le quiso más aún si ello era posible, le animaba a sabiendas de que era consciente de que los otros eran mejores, de que le costaría un mundo volver a ganar algún día.... El padre, cuando después de unos años se enteró de la actitud del conductor, le despreció de por vida. Pero cuanto más despreciaba al conductor, más quería a su hijo, porque sabía que ahora era cuando más le necesitaba y no podía dejarle solo.

Algunos de sus amigos escribían a su casa diciendo que rea inútil que siguiera esforzándose, que nunca volvería a ganar nada, que se rindiera. Otros sin embargo le alentaban y le mostraron su apoyo, le contaban historias de otros que habían pasado por lo mismo y se habían alzado, que habían vuelto a saborear la victoria.

Un bendito día llegó la milagrosa noticia. El hijo se había recuperado y podía volver a competir.
Una amarga noche, como no podía ser de otra forma en esa familia acostumbrada a las buenas y malas noticias, le llegó otra misiva.
El conductor era el dueño del único equipo del pueblo.

El hijo no sabía nada de la historia. El padre tenía que decidir entre no permitir que su hijo estuviera en el mismo bando que su homicida o darle a su hijo la ilusión de volver a sentir la gloria.

Cuando su hijo marcó por fin su primer gol después de tanto tiempo sabía que había tomado la decisión acertada. Ello le dio más fuerzas para seguir su lucha por desenmascarar al conductor. Pero fue la victoria del amor contra el odio, de la lucha contra el abandono, del ánimo contra la dejadez.

Fue la victoria del Padre y del hijo, de los amigos que no le abandonaron, los que siguieron dándole ánimos, de los que lucharon contra el conductor , no contra el equipo, de los que no rompieron sus abonos, de los que siguieron yendo al campo a animarlos, de los que criticaban para construir y no para destruir, fue la victoria de TODOS.

P.D. Y al final el conductor fue a dar de comer a su caballo un día, éste le mordió la picha y se murió.

Posted: jul 19 2003, 12:00 por SDHEditor
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