Cuando eramos grandes (04/08/2003)
Estoy nostálgico de nuestra pasada grandeza, quizás sea el signo de la edad, pero los mejores recuerdos de mi infancia estan asociados a un estadio y a un equipo, otrora grande, hoy sumido en la mediocridad.
Uno de esos recuerdos se remontan a 1971, muchos de vosotros, los mayores, lo recordareis.
Una fria noche de abril, oscura, emocionante, visitaba nuestro estadio un joven equipo holandes que todavia no había alcanzado la gloria, tan solo una final europea años antes que perdió con el Milan, pero en el que ya se aventuraba un futuro de triunfos. Era toda una semifinal de la vieja Copa de Europa.
Al frente de ese equipo militaba Johan Cruyff, jugador ya consagrado a pesar de su Juventud, rodeado de una pleyade de futbolistas melenudos con grandes patillas, todos ellos de apellidos impronunciables.
El Atlético se presentaba ante aquella semifinal lleno de esperanza ante un reto de resultado incierto, pero pletórico de confianza en sus posibilidades. La oportunidad era pintiparada para ocupar la posición en el fútbol europeo que por derecho y categoría nos correspondia.
Saltó al campo el Orange, ante un estadio abarrotado sediento de gloria y de triunfo, equipado con un insulso uniforme blanco del que había desaparecido la franja roja para evitar la coincidencia de colores.
Yo era a penas un mocoso, pero todavía se me pone la carne de gallina al recordar la salida al campo de los nuestros, la histórica rojiblanca brillaba más que nunca bajo los focos del estadio.
Jugamos como lo hacia aquel plantel, orgulloso, sin miedo, sabedor de su poderio. Un gol de Javier Irureta nos daba la posibilidad de afrontar la vuelta en el misterio del estadio olímpico de Amsterdam.
Todo el mundo salió del estadio convencido de nuestra superioridad, fuimos mejores, mostramos más caracter, debíamos pasar.
En la vuelta perdimos, no pude ver el partido pues por aquel entonces, como ahora, solo se retransmitian, creo, los partidos del vecino, del amigo del poder. Pero siempre mantendré en mis recuerdos aquel momento en el que nos supimos a la altura de cualquier hazaña. Esa era la filosofia de aquel Atlético, la grandeza no la consigue quien gana, sino quien a sabiendas de su fortaleza, afronta los retos sin volver la cara, la derrota no es ninguna tragedia cuando se ha jugado para ganar.
Saludos a todos