La extraña paradoja (16/09/2003)
Siempre he dicho que me hice del Atleti porque mi madre me parió rebelde, inconformista, con deseos de cambiar el mundo y con la sana intuición de que además era posible cambiarlo. Siempre me gustó preguntarme el porqué de las cosas y nunca acepté dogmas de fe.El espíritu colchonero era una forma contestataria de plantar cara a la vida y decir: Aquí estoy yo. Nunca han podido conmigo los vientos, por fuertes que hayan soplado. He tenido el convencimiento de que ese pin rojiblanco que llevo prendido en el corazón me hacía diferente a los blancos blanquísimo nuclear de la acera de enfrente. Ellos, desde siempre, pueden sentarse a esperar a ver qué es lo que les trae la vida.
Ahora me encuentro extraño y raro en este cuerpo social que llamamos masa atlética.O he cambiado yo o ha cambiado la mayoría. Quizás sea yo el equivocado y ya no se lleven esos aires de Garibaldi para plantar cara al ladrillo diario.
Ahora se lleva el verlas venir. Resignación y a ver que pasa. Ya no nos diferenciamos en nada a nadie. No tenemos sangre en las venas, sólo horchata. Después de 17 años de dictadura y de dos años bajo tierra nos contentamos con muy poco. Hablo con algunos y me dicen que se contentan con no desaparecer.
Sin duda un equipo muere cuando muere su afición. A la nuestra la mantienen cuatro o cinco quijotes. Sin duda no ganarán para disgustos y se les tachará de utópicos.
Vayan preparando la unción de los enfermos.
Saludos rojiblancos.