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Atlético de Madrid vs. Atlético de Gil (22/09/2003)

Desde hace ya varios años el Atlético de Madrid juega el partido más importante de la temporada contra su homónimo, el de Gil. Es un “match” a cara de perro, del que sólo puede resultar la derrota o la victoria total de uno de los bandos antagónicos. El de Madrid era un Atlético que siempre aspiraba a ganar títulos (los consiguiera o no), con casta y orgullo, arropado por una numerosa afición entendida, fiel y animadora como pocas. El atletista era conocido por su defensa a ultranza de los colores rojiblancos, mientras que el gilista lo es por la cutrez que lo asemeja a su líder incuestionable, del que toma el nombre.


Durante los años 60 y 70 el Atlético de Madrid se consolidó como gran equipo europeo, manteniendo una constante pugna futbolística con su “eterno rival” de la capìtal de España, conocido (con razón o sin ella) como “el equipo del régimen”. Desde la posguerra hasta mediados de los años 50, el “Atleti” fue el equipo madrileño que consiguió más títulos de liga. A partir de los ochenta comenzó una lenta decadencia (con algún epìsodio aislado de la perdida grandeza), por razones que no hacen ahora al caso, que finalizó con la llegada a la presidencia en 1987 de la persona que más daño ha causado a la antigua imagen del Atlético de Madrid.

Desde ese momento hasta la fecha actual se hizo por su parte el mayor esfuerzo posible para poner el club al exclusivo servicio de sus intereses personales, en buena parte delictivos, como quedó demostrado en la sentencia de 14 de febrero de 2003. Algunas de sus primeras palabras tras su elección fueron que “por fin, conmigo, los atléticos van a comer caviar”, desconociendo que –en lo futbolístico, se supone- los “colchoneros” habían disfrutado del beluga con equipos de los que formaban parte los mejores jugadores nacionales y extranjeros. Nada menos que Gabilondo, Aparicio, Marcel Domingo, Ben Barek, Carlson, Silva, Escudero, Juncosa, Peiró, Vavá, Mendoza, Collar, Adelardo, Luis, Gárate, Ayala, Leivinha, Pereira, Dirceu, Alemao… habían deleitado durante años a la “parroquia” rojiblanca.

Tras la entronización del “gilismo” en el Atlético, se fue produciendo un giro radical en el seno del club, que afectó también a sus seguidores. Para muchos atletistas, el club “del oso y el madroño” dejó de ser el suyo, en algún caso porque fueron directamente expulsados por el nuevo “timonel” (como Enrique Sánchez de León y sus compañeros de candidatura “derrotada”) y en otros porque no podían seguir identificándose con un club de fútbol dirigido por una persona de las características de Gil y Gil. Algunos aficionados en absoluto partidarios de sus métodos pensaron que Gil sería, como Cabeza, una pesadilla pasajera, y continuaron con los abonos y las ilusiones intactos, y una buena parte de otros seguidores abrazaron con fervor el ideario gilista de la chabacanería, el insulto, la amenaza y la calumnia como instrumentos de expresión habitual.

El aficionado del Atleti se sabía parte de un club “de campanillas”. Era un aficionado ganador, y no se conformaba jamás con un equipo mediocre. El aficionado del Atleti de Gil está cortado por el patrón de su jefe. Es antipático, prepotente, retorcido. Como su equipo no gana, su única aspiración es que pierda “el otro”, con lo que sufre aún más, porque “el otro” pierde poco. Es más “anti” que “pro”, de los de “ciego yo, pero tuerto tú”.

El aficionado del Atlético de Madrid se enorgullecía de que sus jugadore acudieran a la selección nacional, como ocurría masivamente en los años 60 y 70 (Peiró, Collar, Rivilla, Calleja, Glaría, Adelardo, Luis, Ufarte, Capón, Gárate, Irureta…) más que nada porque eso significaba que se tenía un gran equipo. Los buenos jugadores juegan en sus selecciones, y la mayoría de los del Atleti son españoles. Por contra, el aficionado del Atlético de Gil no quiere que los jugadores “colchoneros” vistan la elástica “rojilla” (si de izquierdas, “rojigualda” si de derechas) por frustrantes razones, como la de no compartir equipo con Raúl, que por culpa de Gil dejó de ser del nuestro.

El partido entre ambos Atléticos se decanta claramente del bando gilista. Ganan por goleada. Por activa o por pasiva, son mayoría entre los espectadores del Calderón, entre los foristas de Señales de Humo, entre los accionistas del club. Han dejado al Atleti que no lo reconoce “ni la madre que lo parió”. Como a su capitán, les animan interese torticeros. Pero eso sí, no tienen ni idea de jugar al fútbol, no saben de la misa la media ni son capaces de comprender los deseos de regeneración que espolean a los aficionados del Atlético… de Madrid. Que se vayan preparando.

Pizarro

Posted: sep 22 2003, 12:00 por SDHEditor
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