El día que subió y subió la marea (06/10/2003)
Lo intento cada día de mi vida, pero no puedo dejarlo, es como el tabaco para los fumadores, es imposible. Y mi vida iría mejor, pero no puedo, es como un oleaje que no cesa, la marea sube cada vez más arriba en la playa, y piensas: se acaba con esta ola, no puede llegar mas lejos, pero la siguiente la supera, y así toda la noche, toda la semana, todo el mes...
Y de vez en cuando este mar nos arroja, entre el oleaje, una vieja gloria olvidada por la grada, mascullando entre dientes: Yo estuve en la final de la Intercontinental, y nadie le reconoce, nadie le recuerda, entonces un niño le lanza el balón y ante la sorpresa de un grupo de jóvenes, con camisetas rojiblancas, para el cuero en seco, y se oye una voz que dice: claro con esa técnica ya se puede ganar títulos.
El mar sigue lanzando despojos, que engulló antaño, que absorbió mientras mirábamos nuestro abono flamante, mientras discutíamos si eran galgos o podencos, o los ángeles son maricas o masocas.
Una ola lanza a la playa una red llena de balones, con cicatrices de mil batallas, con gotas de sudor y sangre de grandes jugadores, hoy olvidados, o tal vez insultados, injuriados, saliendo como ladrones por la puerta trasera, mientras el amo se restriega las manos entre billetes negros.
Un poste abollado, gran disparo Iruretagoyena, llega con las olas, olas que no cesan, que nos arrojan reminiscencias de tiempos gloriosos; en cada cresta, antes blanca y roja, llega prendido un pañuelo de sufrimiento, sucio por el paso del tiempo, pringado de olvido, jaspeado del gemir de antiguos aficionados que ven mancillada la inmortalidad de unos colores.
Cada ola es un bofetada de un centenario que nos dejo una joya y la convertimos en podredumbre con hedor a corrupción.
Todo cuanto la memoria envió al mar, hoy nos lo devuelve, como fantasmas que nos imploran, que nos reivindican, que nos dictan, mas nivel de exigencia a un equipo domesticado, indolente, desidioso, apático. Con bajas cotas de calidad. Nos vomita, entre el aire cálido y denso de la noche, esos gritos de tal y tal y tal...
¡Cuándo cesará de subir la marea!, no la sentís en vuestros pechos, no os golpea en la conciencia, no palpáis al mojaros que es viscosa y caliente, que viene reivindicativa, que cada ola es una señal del pasado que nos requiere no bajar la guardia, el nivel.
Estas olas, que no cesan, nos van a inundar, y aun entonces seguiremos en los detalles, no veremos su mensaje, nos mojaran de desidia , de dejadez, de abandono y poco a poco seremos mas pequeños, mas insignificantes, mas mindundis.
Defendámonos de esta marea, con la única forma posible, un solo grito, un solo espíritu, una sola dirección:
MI ATLETI, SIN GIL