La muerte yel fútbol (09/10/2003)
La sociedad oficial, esa que se presenta puntualmente a través de autoridades y otras elites, y cuya opinión es creada por el sistema mediático, comparece estos días de nuevo ante nosotros, irrumpiendo en nuestras rutinarias y atomizadas vidas, a través de una de sus escenificaciones favoritas: el escándalo -cómo si no- por la muerte de otro aficionado al fútbol.
Y de nuevo el discurso cínico de costumbre hastía nuestros oídos y ojos, impidiendo que oigamos y veamos el auténtico drama de una familia y unos amigos deshechos por el dolor de una muerte que se califica de absurda.
¿Absurda? Sí, como tantas otras cosas de las que no se habla y que están detrás de esta nueva muerte. ¿No es absurdo acaso el ritual de violencia contenida, latente, simbolizado, que alimenta el deporte espectáculo de masas en nuestra sociedad? ¿No es acaso absurdo que una parte no desdeñable de nuestra sociedad viva para un símbolo deportivo, y que ese símbolo, convenientemente idealizado y emocionalizado configure en torno a sí la identidad fundamental en la vida de tantas personas?
Pero lo más absurdo de todo es que esta diabólica realidad sea confiada, para su administración, a entidades lucrativas que usan símbolos e identidades de tal índole para el medro y negocio personal de sus dirigentes, muchos de ellos gentes sin escrúpulos que usan y abusan a su conveniencias de los mismos. Como el Sr. Gil, que tan pronto exalta el espíritu tribal de la hinchada para convertirlo en dinero, como lo denuesta y aborrece cuando amenaza con rebelarse contra él y su nefasta, a la par que falta de escrúpulos, gestión del negocio 'deportivo'. O como ese señorito de la noche que llama cobarde a un árbitro por no dejar terminar un partido después de haber sido objeto de otra estúpida agresión.
Me duele en mi alma de aficionado al fútbol tanta hipocresía. Y me duele que todo acabará con la apelación a la demencia de ciertos grupos -minoritarios, por supuesto- y personas, cuya identificación, captura y condena cerrará otro escándalo más, rematado con los correspondientes brazaletes negros, minutos de silencio y, quizá, la correspondiente revisión ad hoc del código penal.
¿Cuánto tardaremos en vivir otro nuevo episodio? Quién lo sabe. Pero seguro que llegará, porque está escrito en lo más profundo de nuestra sociedad, esa en la que vivimos nuestras rutinarias y atomizadas vidas, no aquella que se nos hace presente a través de autoridades, 'personalidades' en los medios que crean 'la' opinión.
Tristes e impotentes saludos de un viejo aficionado al fútbol