Fue mala suerte (02/11/2003)
Así de lacónicamente definía hace unos días un forista el asesinato de Zabaleta. Claro que esta definición delimita con claridad la posición de quien la aplica. Porque, en rigor, si existe una acción criminal con resultado de muerte cuya tipificación excluya en todo o en parte la intervención de la suerte, ésta no es otra que el asesinato.
Por tanto: ¿Qué se quiere decir cuando se dice que fue mala suerte? Me parece que no es arriesgar demasiado el suponer que esta expresión alude al hecho de que aquel que finalmente perpetró el asesinato no deseaba llegar a cometerlo sino que más bien prefería quedarse uno, dos o tres pasos antes de la consumación del acto, si es que aceptamos esta cuantificación. Es más, tal suposición puede verse confirmada por las palabras del propio asesino que, aún desconocedor de la extrema gravedad de lo sucedido y según corroboraron catorce testigos en el juicio, comentaba poco después a sus camaradas con respecto a los seguidores de la Real Sociedad que "no les hemos dado todo lo que merecían pero tampoco se han ido de vacío".
Luego lo que en todo momento queda claro tanto para el asesino como para el forista es que algo de eso que se produjo aquella tarde merecían. Da igual ahora qué les hacía merecedores o no. Lo decisivo es que, según ellos, lo merecían. Sólo en virtud de esta certeza, el que al fin, en plena reyerta, el apuñalamiento afectara o no el corazón o lo hiciera de tal o cuál manera no pasa de ser una mera cuestión de centímetros, de azar, de suerte. De mala suerte para el asesino que, no obstante, contemplará desde la cárcel el lento paso de los años. De buena suerte para el forista que, al igual que todos los que ayer a voz en grito hacían coincidir en torpe rima el apellido del asesinado con Eta, a pesar de tener tan sabido como aquél lo que los otros merecían y cómo dárselo, no se encontraban aquella tarde, en aquella acera, con un cuchillo en la mano.