Un día después, o la botella medio llena/medio vacía (04/12/2003)
Con la calma que proporcionan las horas transcurridas desde el partido de eternos, hay algo que no puedo dejar de comentar.
Se trata de las formas bien distintas con que se ha reaccionado en el foro al partido. Creo que expresan dos formas de sentimiento rojiblanco que, en lo sustancial, tienen mucho que ver con la edad.
Intuyo que son los más jóvenes quienes recalcan el nefasto papel del referee y la dignidad o buena imagen dada por nuestro equipo. Veo tras ello unas expectativas o aspiraciones que en buena parte son hijas de una socialización rojiblanca en la nefanda y nunca suficientemente vilipendiada era Gil. Son los que ven hoy, o veían ayer noche, la botella medio llena. Estamos en la zona alta de la tabla (¡nada menos!) y no hemos quedado muy mal ayer, argumentan.
Otros no recalcamos el efectivamente nefasto arbitraje. Forma parte de un paisaje que por visto ya ni miramos. Es un dato. Y no nos conformamos con lo de la dignidad, la buena imagen, ni cosas por el estilo. Porque, para nosotros, Chamartín fue largo tiempo un campo como cualquier otro para aspirar a ganar, y con ello afirmar una natural posición de privilegio en la tabla. Y es que muchos, para nuestra ventura y a la vez desespero, hoy, nos socializamos como colchoneros (que se decía entonces) en ese Aleti del que el miércoles decía Gento en El País que era el equipo que más temía el Madrí de las Copas de Europa en serie y de las Ligas ganadas una tras otra como por ley natural. Mucho más que al Barça, decía. Natural, era un buen equipo, por lo normal, y además canchero y aguerrido, de esos que no se dejaba sorprender en el primer minuto, viendo como seis contrarios tocan la bola hasta introducirla en nuestra puerta, de modo y manera que sin haberla siquiera olido ya tenemos uno en el casillero en contra. Tampoco éramos de los que merodeábamos impotentes el área rival, convirtiendo en rudos defensores a mediocres niñatos casi imberbes.
Para nosotros, la botella está medio vacía. Aunque no casi vacía como estos tres últimos años, desde luego.
Es cuestión de edad, creo; o sea, asunto generacional. Ojalá que las nuevas generaciones colchoneras puedan volverse a socializar en la cultura del éxito, de la exigencia, no reñida con la fidelidad y el aliento desde la grada, pero sí con la asunción del papel de tonto y pobre del pueblo, que hoy, gracias a Gil y su séquito, todo el mundo nos atribuye.
Saludos colchoneros