Supresión de la vida (25/12/2003)
Si dijera que la Navidad no me gusta, diría verdad. Pero, ciertamente, no toda. Porque lo que pasa no es que no me guste sino que me hace sufrir, que me defiendo de ella. No siempre fue así, pero ahora, sí. Pensaréis que es porque hay seres queridos que ya no están, porque la costumbre fuerza a promover encuentros familiares no del todo sinceros. Tal vez, mas no sólo por eso. Esta alegría borrascosa de las luces del comercio, de las calles, esta prisa obscena por la piña tropical y la langosta, esta algarabía del corazón a base de sidra y Corte Inglés me llega como una avalancha de la que no me es dado guarecerme sino en la penumbra de mi biblioteca. Y en este foro.
Pero ni siquiera hay fútbol. Fijáos en que si yo fuera al Portal con una ofrenda para el Niño Jesús, le llevaría un regate de Ufarte con mi padre al lado, un verano en San Rafael con la camiseta del Atleti bajo el sol y el aire azul y el perfume violento de los pinos.
Por el amor de Dios, yo cambiaría la retransmisión de la misa del Gallo por un Carrusel Deportivo y los acordes insomnes de la Marcha Radetzky por un dos contra dos en La Chopera.