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Las Perlas del Foro de Señales de Humo

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El Foro de Señales de Humo, a lo largo de su historia en múltiples formatos, siempre ha sido sinónimo, entre otras cosas, de calidad en los escritos de sus participantes. Aquí se ofrece el histórico de aquellos escritos que merecieron el "¡¡A Columnas!!" por parte del resto de foristas.

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La única solución (28/01/2004)

Ya sé que ustedes habrán debatido hasta la saciedad la situación del Atlético de Madrid; y habrán llegado a la única conclusión que imponen los hechos: con los Gil al frente, la entidad no puede ni podrá nunca levantar cabeza. Resumiré las razones y lo haré a toda velocidad para no añadir más plomo al que por lo común embarga nuestro ánimo.
 Primera y esencial: los Gil son unos mafiosos incompetentes y sin escrúpulos. ¿Verdad? Verdad. Han cubierto de oprobio a este club y ya nada se puede esperar de ellos, ni siquiera que desaparezcan motu propio. (Sus valedores en los medios de comunicación, esos mentirosos infatigables, reiteran que “esta vez sí” y que “las cosas se están haciendo mejor”, pero es inverosímil que quienes llevan diecisiete años destruyendo al Atleti comiencen a construirlo a partir del decimoctavo.) Segunda: como consecuencia de la rapiña y la mala administración de sus dirigentes, la entidad está arruinada, desacreditada y, para colmo, con un estadio condenado a desaparecer —el acceso al Calderón es cada vez más difícil y allí donde debió haberse construido en su día un aparcamiento se levantan inmuebles que lo ahogan aún más—. (Antes o después habrá que vender el campo, pero nunca para irse a una Peineta con 50.000 localidades, como traman los Gil y las luminarias merengues del Ayuntamiento.) Tercera, ni las instituciones madrileñas  ni los medios de comunicación de Madrid desean que nuestros colores prosperen. Unas y otros son blancos, blanquísimos, y no ignoran que cuanto peor la vaya al Atlético mejor le irá al Real.

Cuarta: la esperanza de que los tribunales resuelvan el embrollo sobre la propiedad del club es tan tenue y tan para pasado mañana que no sería prudente confiar sólo en la acción de la Justicia. Los magistrados bien pudieran emitir su veredicto tarde, mal y nunca.

En definitiva: el centenario club del colchón se muere, y entre su cuerpo maltrecho y el fatal y previsible desenlace únicamente se interpone, hoy por hoy, la hinchada rojiblanca. Es un muro de contención que cederá, salvo que…

Salvo que esa misma afición y, sobre todo, las peñas que la vertebran cambien de actitud y se rebelen contra los Gil, llueva o salga el sol, hiele o se derritan las piedras. Es imprescindible que las peñas actúen mancomunadamente en el estadio.

¿Qué volumen de nuestra afición representan las peñas? ¿Un 25%, un 30%? Debidamente coordinadas, con una estrategia común y un plan de combate dialéctico idóneo —esa guerra hay que librarla en público, de palabra y sin desmayo—, los Gil están perdidos.

Miren ustedes: es imprescindible una escenificación permanente del enojo de los seguidores. Es imprescindible que se les haga saber a esos redomados granujas que la gente del Atlético ni olvida ni perdona, que de ellos no quiere ya ni el triunfo —en el caso sumamente improbable de que retornasen los éxitos y de que esas victorias no fuesen un “engordar para morir”—.

Yo comenzaré a creer en las posibilidades de recuperación del Atlético cuando —y sólo cuando—, después de un buen partido y de la ovación condigna a los jugadores y al preparador, se abronque a los Gil.

¡Atléticos, un esfuerzo aún!

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